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sábado, 5 de mayo de 2012

Capítulo 10



Durante dos semanas, Lali se sintió como si subiera y bajara por una montaña rusa. Sus días con Peter parecían una carrera llena de curvas y badenes, de acelerones y sorpresas. A ella, naturalmente, le encantaban aquellas cosas. Cuanto mayores fueran la velocidad y el vértigo, tanto mejor.

No se había equivocado al decide a Peter que era impredecible. Tampoco era un hombre fácil de tratar. Pero Lali había decidido que no lo quería de otro modo.

Había momentos en los que Peter se mostraba increíblemente tierno y le mostraba signos de un romanticismo y una ternura que ella nunca hubiera esperado en él. Un ramo de flores silvestres entregado antes del comienzo de una jornada de rodaje, un picnic en su apartamento un día de lluvia, bebiendo champán en vasos de papel mientras fuera retumbaban los truenos...

Había también ocasiones en que se apartaba de ella, replegándose en sí mismo tan completamente que Lali se sentía incapaz de llegar hasta él. En esos momentos, sabía intuitivamente que ni siquiera debía intentado.

La cólera y la impaciencia estaban fuertemente arraigadas en Peter. Tal vez fuera eso lo que, en contraste con sus atisbos de alegría y ternura, había hecho que Lali le entregara su corazón. Amaba al hombre en su conjunto, por más difícil que fuera su carácter. Y era el hombre en su conjunto al que quería pertenecer. Aquel hombre meditabundo y colérico, dulce a su pesar, era el hombre al que había estado esperando toda su vida.

A medida que avanzaba la película, su relación fue haciéndose más íntima, a pesar de los ocasionales periodos de mutismo de Peter. Más íntima, sí, pero carente de la simplicidad que ella buscaba. Pues, para Lali, el amor era algo muy simple. Si Peter se estaba resistiendo al amor, tanto mejor, se decía Lali. Cuando al fin lo aceptara, y ella no permitiría que fuera de otro modo, sería mucho más fuerte. Porque ella necesitaba un amor absoluto, una entrega incondicional del corazón y del espíritu. Podía, esperar un poco más para conseguido.

Si algo lamentaba era no poder hablarle de Chris. Cuanto más se acercaba el juicio, más sentía que necesitaba hablarle de ello y pedirle consejo. Sin embargo, aunque resultaba tentador, nunca lo había considerado seriamente.

Aquel problema era solamente suyo. Y suya era la responsabilidad de proteger y defender a Chris. Cuando pensaba en el futuro, seguía haciéndolo de modo fragmentario. Peter, Chris, su carrera... Necesitaba la confianza ciega propia de su naturaleza para creer que al final todas aquellas piezas acabarían encajando.

Tras una larga y ajetreada mañana, le pareció una bendición que interrumpieran el rodaje por culpa de un fallo técnico. Era la primera vez desde hacía semanas que podía ver Nuestras vidas, nuestros amores y ponerse al corriente de la vida de Marianella y de las gentes de Trader's Bend.
-Peter: ¿No pensarás pasarte la próxima hora viendo la tele? -protestó mientras Lali tiraba de él por el pasillo hacia su camerino.
-Lali: Sí, claro que sí. Es como ir de visita a casa -agitó la bolsa de galletitas saladas que llevaba en la mano-. Y tengo provisiones.
-Peter: En cuanto arreglen la mesa de sonido, te espera una tarde infernal -él le apretó el hombro mientras caminaban. Había percibido signos de fatiga y de tensión en los ojos de Lali y en cierto momento le había parecido un tanto perdida- Será mejor que pongas las piernas en alto y eches una siesta.
-Lali: Yo nunca echo la siesta -al abrir la puerta de su camerino, tiró una pila de revistas. Sin dedicarles una mirada, pasó por encima y se acercó al pequeño televisor portátil colocado en un rincón.
-Peter: Recuerdo haber entrado aquí un día y haberte visto con los pies encima de la mesa y los ojos cerrados.
-Lali: Eso es diferente -ella tocó los botones del televisor hasta que le satisfizo el color- Ese día necesitaba recargar las pilas. Pero ahora no necesito recargadas, Peter -con los ojos muy abiertos, se dio la vuelta- La película va de maravilla, ¿verdad? Lo noto. Incluso después de todas estas semanas, sigue habiendo emoción. Eso es señal segura de que estamos haciendo algo especial.
-Peter: A mí no me apetecía mucho hacer una película para televisión –retiró unos cuantos folletos del sofá y lo tiró sobre la mesa-. Pero he cambiado de idea. Sí, va a ser algo muy especial -le tendió una mano- Tú eres muy especial.
Como siempre, aquel cumplido discreto e inesperado le llegó directo al corazón. Lali tomó la mano que le tendía y se la llevó a los labios.
-Lali: Me va a encantar verte recoger tu Emmy.
Él alzó una ceja.
-Peter: ¿Y qué hay del tuyo?
-Lali: Ya veremos -dijo ella, riendo- Ya veremos -la sintonía de la teleserie distrajo su atención-. Ah, ahí está. De vuelta en Trader's Bend -dejándose caer en el sofá, arrastró a Peter con ella. Tras abrir la bolsa de galletitas, quedó completamente absorta en la pantalla.

Lali no miraba la serie como una actriz o un crítico, sino como una espectadora. Relajando su mente, se dejó atrapar por la tupida red del argumento. Ni siquiera cuando se veía a sí misma en la pantalla buscaba defectos o aciertos. No creía estar viendo a Lali, sino a Marianella.

-No me digas lo que quiero o no quiero -le dijo Marianella a Nicolás con voz baja y vibrante-. No tienes derecho a darme consejos que no te he pedido, y mucho menos a presentarte en mi casa sin que nadie te haya llamado.
-Mira, Marianella -Nicolás la tomó del brazo cuando ella se giró- te estás exigiendo demasiado. Lo noto.
-Estoy haciendo mi trabajo -dijo ella fríamente-. ¿Por qué no te concentras en el tuyo y me dejas en paz?
-Dejarte en paz es lo último que pienso hacer -la cámara lo enfocó y el espectador pudo asistir a su lucha por mantener la compostura. Cuando Nicolás continuó, su voz sonó más serena, pero cargada de su acostumbrada vehemencia-. Maldita sea, Mar, estás tan metida en ese asunto del Destripador como la propia policía. Sabes que no puedes quedarte sola en esta casa. Si no me dejas ayudarte, por lo menos vete a casa de tus padres una temporada.
-A casa de mis padres -su compostura empezó a resquebrajarse mientras se pasaba una mano por el pelo-. ¿Quedarme en casa de mis padres, estando Luna allí? ¿Cuánto crees que puedo soportar, Nicolás?
-Está bien, está bien -frustrado, él intentó atraerla hacia sí, pero Marianella se apartó bruscamente-. Mar, por favor, estoy preocupado por ti.
-Pues no lo estés. Si realmente quieres ayudarme, déjame en paz. Tengo que acabar el perfil psicológico antes de reunirme con el teniente Reiffler mañana por la mañana.
Él metió las manos cerradas en los bolsillos.
-Está bien. Mira, yo dormiré aquí, en el sofá. Juro que no te tocaré. Pero no puedo dejarte aquí sola.
-¡No quiero que te quedes! -le gritó ella, perdiendo los nervios-. No quiero estar con nadie, ¿lo entiendes? ¿Puedes entender que necesito estar sola?
Él la miró fijamente mientras Marianella intentaba refrenar las lágrimas.
-Te quiero, Mar -dijo tan suavemente que apenas se oyó su voz.
La cámara enfocó a Marianella. Una sola lágrima se deslizaba por su mejilla.
-No -musitó, dándose la vuelta.
Nicolás la rodeó con los brazos, atrayéndola hacia sí.
-Sí, sabes que te quiero. Para mí no ha habido nadie más que tú. Creí morir cuando me dejaste, Mar. Necesito recuperarte. Necesito que sigamos adelante con nuestros planes. Tenemos una segunda oportunidad. Solo tenemos que aprovecharla.
Mirando al vacío, Marianella se llevó una mano a la tripa, donde sabía que dormía el hijo de Ramiro, un hijo al que Nicolás nunca sería capaz de aceptar.
-No, no hay segundas oportunidades, Nicolás. Por favor, déjame sola.
-Nos pertenecemos el uno al otro -murmuró él, hundiendo la cara entre su pelo-. Oh Dios, Mar, siempre hemos sido el uno para el otro.
Ella tenía que hacerle marchar por el bien de ambos. Sus ojos brillaron de dolor antes de que pudiera controlar su expresión.
-Te equivocas -dijo secamente-. Eso es cosa del pasado. Ahora no quiero que me toques.
-No puedo arrastrarme más -apartándose bruscamente de ella, Nicolás se dirigió a la puerta-. No me arrastraré más.
Al cerrarse la puerta tras él, Marianella de dejó caer en el sofá. Acurrucándose en un rincón, enterró la cara en un cojín y comenzó a llorar. La cámara viró lentamente hacia la ventana para mostrar una silueta oscura tras las cortinas echadas.

-Peter: Bueno, bueno -murmuró durante la pausa comercial- Parece que esa chica tiene problemas.
-Lali: Ni que lo digas -se desperezó, apoyándose contra los cojines- Eso es lo que tienen los culebrones: que cuando un problema se resuelve, surgen tres más.
-Peter: Entonces, ¿va a darle otra oportunidad a Nicolás?
Lali sonrió ante la ingenuidad de aquella pregunta. «Quiere saberlo de verdad», pensó, complacida.
-Lali: Si quieres saberlo, tendrás que ver el capítulo de mañana.
Él achicó los ojos.
-Peter: Tú conoces el guión.
-Lali: Mis labios están sellados -dijo ella puntillosamente.
-Peter: ¿De veras? -Peter la tomó de la barbilla con una mano-. Vamos a ver -la besó con firmeza y, aunque los labios de ella se curvaron, permanecieron cerrados. Peter se acercó más a ella y sus dedos se abrieron sobre la mandíbula de Lali, acariciándola ligeramente. Con una suavísima caricia, trazó la forma de su boca, de sus labios humedecidos, sin imprimir presión alguna. Al lamer primero una comisura de su boca y luego la otra, sintió que los huesos de Lali se derretían y oyó un leve suspiro. Sin esfuerzo, su lengua se deslizó entre los labios de ella.
-Lali: Eres un tramposo -logró decir.
-Peter: Sí -Dios, qué bien le hacía sentirse. Casi había dejado de preguntarse cuánto duraría lo suyo. El fin de su relación, que consideraba inevitable, parecía hacerse cada vez más borroso-. Nunca he creído en el juego limpio.
-Lali: ¿No? -el súbito empujón de Lali pilló a Peter por sorpresa. Antes de que se diera cuenta, estaba tumbado de espaldas y Lali se había tumbado sobre él-. En ese caso, todo está permitido.
Su ávido beso dejó a Peter asombrado, de modo que, cuando al fin consiguió recuperar parte del control, ella ya le había desabrochado la camisa.
-Peter: Lali... -a medias divertido, a medias molesto, Peter la tomó por la cintura, pero su mano libre se deslizó por el centro de su cuerpo y se abrió sobre su tripa.
La risa, las protestas, la razón se desvanecieron.
-Peter: No me canso de ti -él asió su pelo, deshaciendo el elegante moño que la peluquera había confeccionado con todo cuidado horas antes.
-Lali: Pienso asegurarme de que no te canses -esparció rápidos besos con la boca abierta sobre los hombros de Peter, quitándole al mismo tiempo la camisa.
Lali llevó a Peter por colinas y valles con tanta furia y celeridad que él solo pudo seguida. Peter siempre había procurado llevar las riendas de su vida. No confiaba lo suficiente en los demás como para permitirles guiar sus pasos. Pero ahora apenas lograba alcanzar a Lali. La energía, el brío que tanto admiraba en ella había tomado el mando. A medida que se dejaba llevar, Peter se preguntaba por qué de pronto le resultaba tan fácil romper una regla más. Entonces, como ella le había pedido en otra ocasión, dejó de pensar.

Sentimientos. Lali los absorbía a medida que irradiaban de él. Aquello era lo que había deseado tan desesperadamente. Al fin las emociones empezaban a apoderarse de Peter. Al fundirse con las de ella, Lali sintió el vínculo, el lazo que los unía, y estuvo a punto de llorar de felicidad.

«Me ama», pensó. «Tal vez no lo sepa aún, tal vez tarde días o semanas en darse cuenta. Pero me ama». Las ganas de llorar se transformaron en un deseo apremiante de reír. Y, entre risas, Lali se acomodó sobre él.
Aturdido, él se quedó quieto mientras ella se acurrucaba como un gato sobre su pecho.
-Peter: ¿Todo esto para no contarme el argumento de la serie?
Ella se echó a reír suavemente.
-Lali: Haría cualquier cosa por proteger su seguridad -se frotó contra él-. Ningún sacrificio es demasiado grande.
-Peter: Ahora que lo sé, creo que esta misma noche voy a preguntarte por la identidad del Destripador -tirando de ella para que se irguiera, la observó detenidamente. La blusa de seda que llevaba, le caía sobre el hombro, desabrochada. Los finos pantalones yacían en un montón sobre el suelo. Su pelo aparecía provocativamente despeinado-. Los de maquillaje y vestuario se van a enfadar contigo.
-Lali: Y con toda razón -enderezándose la blusa, comenzó a abrocharse los botones-. Les diré que me he quedado dormida.
Riendo, él se sentó y le tiró del pelo enmarañado.
-Peter: No colará. Te delata tu mirada.
-Lali: ¿Ah, sí? -ella se puso cuidadosamente los pantalones-. Lo dudo -alisando distraídamente las arrugas, se volvió hacia él-. Tú no has sido capaz de interpretarla en todas estas semanas -él frunció el ceño-. Eres muy intuitivo, y a mí nunca se me ha dado muy bien ocultar mis sentimientos -sonrió al ver que él seguía mirándola sin comprender- Te amo -el rostro y el cuerpo de Peter quedaron inmóviles. No dijo nada- No hace falta que pongas esa cara. Parece que acabara de apuntarte con una pistola -acercándose a él, le acarició la mejilla con el dorso de la mano-. Aceptar el amor es fácil. Darlo es un poco más complicado, para algunas personas, al menos. Por favor, acepta lo que te ofrezco. Es gratis.
Él no estaba seguro de qué sentía en ese instante. Sólo sabía que nunca había experimentado algo semejante. Y esa novedad aumentaba sus recelos.
-Peter: Ofrecer cosas así es una insensatez, Lali. Sobre todo, a alguien que no está preparado para aceptarlas.
-Lali: Y aferrarse a algo cuando uno necesita darlo es aún más insensato. Peter, ¿ni siquiera ahora confías en mí lo bastante como para aceptar mis sentimientos?
-Peter: No lo sé -murmuró él. Mientras se ponía en pie, emociones y deseos en conflicto pugnaban dentro de él. Quería distanciarse de ella tan rápida y completamente como le fuera posible. Quería abrazarla y no volver a separarse de ella nunca más. Sentía el aguijoneo del miedo. Y la dulzura del placer.
-Lali: Están ahí, quieras o no. Yo nunca he podido controlar mis emociones, Peter. Y no lo lamento.
Antes de que él pudiera decir nada, sonó un golpe rápido en la puerta.
-Lali, te necesitan dentro de quince minutos.
-Lali: Gracias.
Necesitaba pensar, se dijo Peter. Tenía que ser razonable... y tener cuidado.
-Peter: Le diré a la peluquera que venga.
-Lali: De acuerdo -ella sonrió, y su sonrisa casi alcanzó sus ojos. Cuando Peter se hubo ido, Lali miró fijamente su imagen en el espejo. Las luces que lo rodeaban eran débiles y opacas-. En fin, ¿quién decía que fuera fácil? -se preguntó a sí misma.

Menos de quince minutos después regresó al estudio. Parecía de nuevo tan fría y elegante como al salir una hora antes. A pesar de la reacción de Peter, tras declararle sus sentimientos se sentía más liviana, más libre. A fin de cuentas, solo había dicho en voz alta lo que no podía remediarse, lo que no podía cambiar. Como norma general, consideraba la ocultación de los sentimientos una pérdida de tiempo.

Su paso era firme y vivaz cuando cruzó el estudio. Supo que ocurría algo antes de ver el amontonamiento de gente y oír las voces excitadas. Se palpaba la tensión en el ambiente. Lali pensó al instante en Peter. Pero no fue a Peter a quien vio al dejar atrás la falsa pared del decorado del cuarto de estar.

Candela Vetrano.

Elegancia. Hielo. Femenina suavidad. Irresistible belleza. Lali la vio reír suavemente y llevarse un fino cigarrillo a los labios. Posaba sin esfuerzo, como si las cámaras estuvieran rodando, fijas en ella. Su cabello resplandecía, pálido y glacial. Su tez era tan exquisita que parecía labrada en mármol.

En la pantalla era majestuosa, sofisticada, inalcanzable. Lali percibió pocas diferencias al verla en persona. No había ningún hombre que no soñara con arrancarle aquella capa de hielo y encontrar bajo ella algo salvaje y cálido. Si ella se parecía a Rae, ese hombre, cualquiera que fuera, se sentiría defraudado. Llena de curiosidad, Lali se acercó a ella.
-¿Cómo no iba a venir, Pat? -Candela alzó una mano elegante y tocó la mejilla de Marshell. Una fantasía de diamantes y zafiros relucía en su dedo anular-. A fin de cuentas, podría decirse que tengo un... interés personal en esta película -un provocativo mohín, su marca de fábrica, rozó su boca-. No me digas que vas a echarme.
-Marshell: Claro que no, Candela -parecía incómodo y resignado-. No sabíamos que estabas en la ciudad.
-Cande: Acabo de terminar la película de Simmeon en Grecia -ella le dio otra calada al fino cigarrillo y arrojó descuidadamente la ceniza al suelo- He volado directamente hasta aquí -lanzó una mirada por encima del hombro de Marshell. No hostil, ni sarcástica. Sencillamente, predatoria.

Entonces fue cuando Lali vio a Peter.
Él permanecía ligeramente apartado del círculo de gente que rodeaba a Candela, como si de nuevo buscara poner distancia sin llegar a apartarse del todo. Sostuvo la mirada que le lanzó su ex mujer sin que su expresión se turbara lo más mínimo.
-Cande: No se me permitió leer el guión -siguió hablando con Marshell a pesar de que tenía los ojos clavados en Peter-. Pero he oído ciertos rumores. Debo decir que estoy fascinada. Y un poco molesta porque no me pidieras que protagonizara la película.
Los ojos de Marshell se endurecieron, pero el productor logró conservar la diplomacia.
-Marshell: No estabas disponible, Cande.
-Peter: Y no eras apropiada -añadió suavemente.
-Cande: Ah, Peter, tú siempre tienes que decir la última palabra -exhaló él humo en su dirección y sonrió.
Lali reconoció su sonrisa. La había visto en la pantalla en incontables ocasiones. La había mimetizado al hacer de Rae. Era la sonrisa que pondría una bruja antes de cortarle las alas a un murciélago. Sin darse cuenta, Lali avanzó para salir en defensa de Peter.
La mirada de Candela se movió y se clavó en ella.
Su escrutinio no le resultó agradable. No era hostil, sino sencillamente frío. Lali la observó a su vez, asimilando sus expresiones. Luego experimentó una sensación de vacío. Y sintió lástima por ella.
-Cande: Bueno... -extendió el cigarrillo para que alguien lo tirara. Una mujer menuda con el rostro arrugado se lo quitó de los dedos-, es fácil deducir que esta es Rae.
-Lali: No -sonrió inconscientemente con la misma frialdad que- soy Lali Espósito. Rae es un personaje.
-Cande: En efecto -había utilizado aquel altivo alzamiento de sus cejas en multitud de escenas- Pero yo siempre procuro asimilar al personaje que represento.
-Lali: Y sin duda le va muy bien -reconoció con completa sinceridad- Pero yo solo lo hago cuando los focos están encendidos, señorita Vetrano.
Un leve destello en la mirada de Cande delató su desagrado.
-Cande: ¿Te he visto en alguna otra cosa, querida?
Su tono paternalista era evidente. Lali sintió de nuevo una punzada de lástima.
-Lali: Posiblemente.

A Peter no le gustaba verlas juntas. No, pensó con rabia, no le gustaba. Le había producido un intenso placer ver de nuevo a Candela y no sentir nada por ella. Absolutamente nada. Ni ira, ni frustración, ni siquiera desagrado. La ausencia de sentimientos había sido como un bálsamo.

Hasta que Lali había entrado en el estudio.

Cara a cara, podrían haber pasado por hermanas. El hecho de que Lali fuera peinada, maquillada y vestida al estilo de Candela realzaba su parecido. Peter veía demasiadas semejanzas. Y, al mirar más de cerca, también veía demasiados contrastes. No sabía qué lo molestaba más.

Fuera cual fuera su atuendo, Lali irradiaba calor. Su ternura trascendía sin esfuerzo. Peter podía sentir la emoción que emanaba de ella incluso a varios metros de distancia. Y advertía su... ¿compasión? Sí, había compasión en su mirada. Dirigida a Candela.

Peter encendió un cigarrillo con un movimiento brusco de la muñeca. Dios, se había librado de una solo para ser arrastrado por la otra. Allí de pie, podía sentir que las arenas movedizas se tragaban sus piernas. ¿Habría alguna otra analogía más precisa para representar al amor?
-Vamos a empezar -ordenó lacónicamente.
Candela le lanzó otra mirada.
-Cande: Por mí no os entretengáis. Prometo no estorbar -se retiró al borde del decorado, se sentó en una silla de director y cruzó las piernas. Un hombre fornido, la mujer menuda y un muchacho casi adolescente se apostaron tras ella.

El encuentro había hecho que la adrenalina de Lali se disparara. La escena que iban a rodar era la misma que había leído en la prueba. Lali sabía que en ella, más que en cualquier otra, se hallaba encapsulada la personalidad de Rae, sus intenciones y su esencia. No creía que a Candela Vetrano fuera a gustarle, pero sin duda la reacción de esta le permitiría calibrar la calidad de su actuación.

Con una expresión levemente hastiada, Cande se reclinó en la silla y observó desarrollarse la escena. El diálogo no una copia exacta de lo ocurrido entre Peter y ella años antes, pero Cande reconoció su tenor. Maldito fuera, pensó con un destello de cólera que no llegó a aflorar a su cara esculpida. Maldito fuera por su memoria y por su talento. De modo que aquella era su venganza...

Aunque deseaba que la película pasara sin pena ni gloria, era demasiado perspicaz como para confiar en ello. Sin embargo, sabría salir airosa de aquel mal trago. Era lo suficientemente lista y mundana como para aprovechar en su favor el tirón de la película. Si pensaba en ello desde la perspectiva adecuada, podía conseguir una publicidad ingente gracias al trabajo de Peter. Eso equilibraba las cosas... hasta cierto punto.

Candela poseía pocas emociones, pero la más afinada de todas ellas era la envidia. Y era envidia lo que la reconcomía mientras permanecía sentada, en silencio, mirando la escena. Lali Espósito, pensó tamborileando con una uña pintada de rosa el brazo del asiento. Cande era tan vanidosa como para considerarse más bella que Lali, pero sabía que no había modo de ocultar su diferencia de edad. Y los años la obsesionaban.

Los años y el talento. Sus dientes rechinaban porque deseaba gritar. Su propio talento, las alabanzas y premios que había recibido gracias a él, nunca le parecían suficientes. Particularmente al hallarse frente a una mujer bella y más joven que poseía un talento comparable al suyo. Malditos fueran ambos. Su dedo comenzó a golpear con más fuerza, secamente, el brazo de la silla. El joven puso una mano sobre su hombro y ella lo apartó.

Paladeaba la envidia, que se convertía rápidamente en ira. Aquel papel debía haber sido suyo, pensó tensando los labios. Si hubiera hecho de Rae, habría sabido darle, al personaje un buen puñado de dimensiones, nuevas. Ella tenía más talento en la palma de la mano que aquella Lali Espósito en todo el cuerpo. Más belleza, más fama, más sensualidad. Comenzó a dolerle la cabeza al ver que Lali lograba hábilmente insuflar erotismo y hielo a la escena.
Entonces sus ojos se encontraron con los de Peter, y apenas pudo contener un juramento. Se estaba riendo de ella, pensó. Riéndose de ella a pesar de que su boca permanecía seria y su expresión en calma. Pagaría por ello, se dijo entornando ligeramente los párpados. Por eso y por todo lo demás. Ella personalmente se encargaría de que Peter y aquella actriz de tres al cuarto pagaran por lo que le habían hecho.

Peter conocía lo suficiente a su ex-mujer como para adivinar qué estaba pensando. Eso debería haberle complacido, y quizá lo hubiera hecho solo unas semanas antes. Pero en aquel momento apenas le causaba una leve repugnancia.
Apartó su mirada de ella y la fijó en Lali. De todas las escenas del guión, aquella era la más dura para él. Se había cristalizado a sí mismo demasiado bien en el papel de Phil, en aquel diálogo áspero y desabrido. Y su Rae era demasiado auténtica en aquella escena. Lali la hacía demasiado real, pensó deseando poder encender un cigarrillo. En aquella secuencia de apenas unos minutos era casi imposible disociar a Lali de Rae... y a Rae de Candela.

Lali había dicho que lo quería. Luchando contra un desasosiego mezclado con temor, Peter la observó atentamente. ¿Era posible? Ya había creído una vez a una mujer que le había susurrado aquellas mismas palabras. Pero Lali... No había nada ni nadie como Lali.

¿La amaba? En otra ocasión se había creído enamorado. Pero, fuera lo que fuera lo que había sentido entonces, estaba seguro de que no se trataba de amor. Había sido un sentimiento impregnado de fascinación por la gran belleza, por el talento, por el glamour y el erotismo ostentoso. No, él no entendía de amor..., si es que tal cosa existía según la concebía Lali. No, él no sabía nada del amor, y se dijo a sí mismo que tampoco quería saberlo. Lo que quería era soledad y quietud.

Y mientras permanecía allí, observando su propia escena dolorosamente reproducida en fotogramas, no hallaba ninguna de las dos cosas.
-¡Corten! ¡Corten y editen! -Chuck se pasó una mano por la nuca para relajar su tensión-. Un trabajo fantástico -dejando escapar un largo suspiro, se acercó a Lali y a Mariano- Estuvieron geniales los dos. Vamos a dejarlo por hoy. Es imposible hacerlo mejor.

Aliviada, Lali dejó que su estómago se relajara músculo a músculo. Miró lánguidamente a su alrededor al oír aplausos dispersos. Cande se levantó elegantemente de la silla.
-Cande: Un trabajo maravilloso -le dedicó a Mariano su sonrisa deslumbrante antes de volverse hacia Lali- Tienes potencial, querida -le dijo-. Estoy segura de que este papel te abrirá algunas puertas.
Lali percibió su condescendencia como un puñetazo en la barbilla.
-Lali: Gracias, Candela -deliberadamente se soltó las horquillas del pelo y dejó que le cayera suelto. Deseaba desesperadamente librarse de Rae- Este papel es un gran reto.
-Cande: Lo has hecho lo mejor que has podido -sonriendo, la tocó levemente en el hombro.
«He debido de hacerlo muy bien», pensó Lali, sonriendo. «He debido de hacerlo de maravilla».
Cande deseó tirar de raíz de aquella abundante y desordenada cabellera. Se volvió hacia Marshell.
-Cande: Pat, me encantaría cenar contigo. Tenemos muchas cosas de que hablar -le dio el brazo y le palmeó la mano-. Invito yo, querido.
Maldiciendo para sus adentros, Marshell asintió. El mejor modo de librarse de ella sin provocar una escena era sacarla de allí cuanto antes.
-Marshell: Será un placer Cande. Chuck, quiero echarle un vistazo a las tomas de hoy a primera hora de la mañana.
-Cande: Ah, por cierto - de detuvo junto a Peter-. Sinceramente, no creo que esta pequeña película vaya a hacerle mucho daño a tu carrera, querido -con una risa gélida, deslizó un dedo por la camisa de Peter- Y he de decir que, a fin de cuentas, me siento bastante halagada. No me guardes rencor, Peter.
Él bajó la mirada hacia su hermosa y despiadada sonrisa.
-Peter: No albergo ningún sentimiento hacia ti, Candela. Ninguno en absoluto.
Los dedos de ella se crisparon un instante sobre el brazo de Marshell antes de que se alejara.
-Cande: Ah, Pat, tengo que hablarte de ese maravilloso joven actor al que conocí en Atenas...

-Mariano: Creo que todavía estoy metido en el papel de Phil. Pero deja que te diga que yo de esa mujer no me fiaría ni un pelo.
-Lali: A mí me da un poco de pena -dijo casi para sí misma.
Mariano profirió un soplido.
-Mariano: Es una tarántula -dando otro soplido, puso una mano sobre el hombro de Lali-. Deja que te diga algo, Lali. Llevo muchos años en este negocio y he trabajado con muchas actrices. Tú eres de primera clase. Y eso la pone enferma.
-Lali: Me sigue dando pena -repitió ella.
-Mariano: Pues será mejor que te deshagas de esa absurda compasión -le aconsejó él-. O saldrás escaldada -dándole un último apretón en el hombro, abandonó el decorado.

Lali se dejó caer en una silla. Las luces se habían apagado y la temperatura descendía. La mayoría de los técnicos se había ido, excepto tres que, reunidos en un rincón, hablaban de una partida de póquer. Echando la cabeza hacia atrás, Lali esperó a que Peter se aproximara.
-Lali: Ha sido un mal trago -dijo ella-. ¿Qué tal te encuentras?
-Peter: Bien. ¿Y tú?
-Lali: Un poco cansada. Me quedan pocas escenas por rodar, ninguna de ellas tan importante como esta. La semana que viene, volveré a ser Marianella.
-Peter: ¿Y te apetece?
-Lali: La gente de la serie es como mi familia. Los echo de menos.
-Peter: Ya, pero con el tiempo los hijos acaban abandonando el nido familiar -le recordó él.
-Lali: Lo sé. Y yo también lo haré, cuando llegue el momento.
-Peter: Los dos sabemos que no renovarás tu contrato con la serie -él sacó un cigarrillo y lo encendió automáticamente, aspirando el humo sin saboreado-, aunque tú aún no estés preparada para admitido.
Sintiendo la tensión de Peter, ella volvió a crisparse.
-Lali: Otra vez nos estás confundiendo -dijo suavemente-. ¿Cuánto tiempo vas a tardar en verme tal y como soy, sin esas sombras?
-Peter: Sé quién eres -dijo- Pero no estoy seguro de qué hacer al respecto.
Ella se levantó. Tal vez fuera por la tensión que le había creado la escena, o quizá por la pena que había sentido al ver a Candela Vetrano sufrir a su modo.
-Lali: Te diré lo que no quieres -dijo con voz acerada-. No quieres que te quiera. No quieres sentirte responsable de mis sentimientos, ni de los tuyos.
Podía afrontar aquella situación, se dijo Peter dando otra calada al cigarrillo. Las discusiones no lo asustaban.
-Peter: Tal vez tengas razón. Pero te dije lo que pensaba desde el principio.
-Lali: Sí, es cierto -con una media risa, ella se dio la vuelta-. Es curioso que siempre me hables de la necesidad de cambiar y que seas tan incapaz de cambiar tú mismo. Deja que te diga algo, Peter -se giró hacia él- Mis sentimientos son míos. No puedes manejarlos. Lo único que puedes hacer es controlar los tuyos.
-Peter: No es una cuestión de control -de pronto se dio cuenta de que no le apetecía el cigarrillo. Su sabor le desagradaba. Dejó que se consumiera y lo aplastó en un cenicero-. El problema es que no puedo darte lo que quieres.
-Lali: Yo no te he pedido nada.
-Peter: No hace falta que me lo pidas -estaba enfadado, realmente enfadado-. Me has presionado desde el principio, intentando imponerme cosas de las que quiero olvidarme. Ya me comprometí una vez, y maldito sea si vuelvo a hacerlo. No quiero cambiar mi forma de vida. No quiero...
-Lali: Arriesgarte a fracasar otra vez -concluyó.
Él clavó su mirada ardiente en ella, pero su voz sonó muy serena.
-Peter: Ve con cuidado, Lali. Los huesos frágiles se rompen fácilmente.
-Lali: Y también se sueldan fácilmente -de pronto se sintió muy cansada para discutir-. Tendrás que dar tú mismo con la solución, Peter. Igual que yo daré con la mía. No lamento quererte, ni me arrepiento de lo que te he dicho. Pero siento que no sepas aceptar un regalo.

Tras verla marchar, Peter deslizó las manos en los bolsillos y contempló el decorado en penumbra. No, no podía aceptarlo. Sin embargo, se sentía como si acabara de rechazar algo que llevaba buscando toda su vida.

Continuará…

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32 comentarios:

  1. ahhhhhhh mas mas mas mas mas
    quiero acabarla HOY

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  2. mas mas mas mas mas mas
    nove nove nove nove nove nove

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  3. OJALA PODAMOS ACABARLA HOY
    ESTA MUY MUY BUENA
    SOS UNA GENIA

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  4. mas nove!!!!!!!!!!!!!!!!

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  5. wow esta genial la nove
    otro cap!!

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  6. sigue subiendo
    POR FAVOR!!!
    esta buenisima

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  7. quiero mas POR FAVOR!!!!

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  8. NO NO danii
    sos lo mas
    me encanta esta nove
    como te dije desde el principio
    me atrapaste de una manera impresionante
    gracias ..besos

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  9. es lo mas esta nove
    quiero mas

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  10. mas mas mas mas
    nove!!!!!!!

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  11. QUIERO OTRO CAP
    ME ENCANTO

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  12. MAS NOVE
    QUIERO OTRO!

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  13. AY DIOS
    estoy ansiosa de que lleguen a las firmas chicas
    que firmo dos veces jajaj
    QUIERO OTRO!!!!!!!

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  14. ay me encanto
    mas mas mas mas mas

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  15. QUIERO MAS MAS MAS MAS MAS MAS
    ME ENCANTA ESTA NOVE
    OJALA LA ACABEMOS HOY

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  16. ESTA GENIAL!!!!
    otro!

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  17. Me gusto mucho
    la nove
    te felicito
    mas !

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  18. wow la verdad ME ENCANTO
    yo creo que se acaba hoy
    muchas gracias por la maraton
    mas mas

    Ana

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  19. Vivu ( @Lina _AR12)5 de mayo de 2012, 23:17

    Tardo un montón en leer cada cap ,no sólo porq son largos(BIEN!)sino q los dialogos son muy ricos,una palabra más o menos y te pierdes de algo.Me encanta lali y ahora q vimos a Cande en acción creo q llego a entender a Peter,pero estoy segura q se entregará al amor de Lali,la ama aunq tenga miedo!

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  20. NOOOOO :( porqe!! Peter!!! tenes qe acpetar qe amas a Lali!!!! :'( buenisimo el cap :D

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  21. D nuevo el idiota le sale bordado a Peter.

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