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sábado, 5 de mayo de 2012

Capítulo 7



Peter pensó en tirar todo lo que había escrito esa mañana. Eso era lo que hacía la gente sensata con la basura.

No recordaba la última vez que su trabajo se había embarrancado de aquel modo. Era como labrar palabras en granito: una labor lenta y agotadora cuyo resultado final no era nunca perfectamente claro ni preciso. Sudaba, le dolían los músculos y los ojos, y apenas avanzaba. Ese día había dedicado diez horas al guión, y quizá solo la mitad de ellas con plena concentración. Se sentía desenfocado. Era exasperante.

Y todo por culpa de Lali.

¿Qué demonios iba a hacer al respecto? Peter se pasó las manos por la cara con cansancio. Nunca había conocido a una mujer a la que no hubiera podido arrojar de su mente durante largos periodos de tiempo; ni siquiera a Candela en el apogeo de su desastroso matrimonio. Pero Lali... Profiriendo una leve exclamación de fastidio, Peter se apartó de la máquina de escribir. Lali estaba rompiendo todas las normas. Sus normas, las que él mismo había forjado para sobrevivir.

Y lo peor era que solo deseaba estar con ella. Ver su sonrisa, oír su risa, escucharle hablar de cualquier cosa, por absurda que fuera. Lo menos llevadero de todo ello era el deseo que se agitaba continuamente bajo la superficie de sus pensamientos. Peter poseía el infausto don de la imaginación de un escritor. No tenía que hacer esfuerzo alguno para sentir cómo ardería la piel de Lali bajo sus manos, cómo daría y tomaría ella su boca. Y no le costaba ningún trabajo imaginar cómo le complicaría la existencia.

Dado que iban a trabajar juntos, lo mejor sería mantener las cosas dentro de unos cauces razonables. Hacer el amor con ella le parecía inevitable. Tan inevitable que Peter sabía que tendría que afrontar inexorablemente las consecuencias. Pero, por ahora, con la casa en silencio a su alrededor y la cabeza llena de imágenes de Lali, solo podía pensar en poseerla. Por todo había que pagar un precio. ¿Acaso no lo sabía él mejor que nadie?

Bajando la mirada hacia su trabajo, pensó que ya había empezado a pagarlo. Su obra se estaba resintiendo porque no lograba mantener la concentración. Su ritmo, normalmente fluido, se había vuelto errático y fragmentado. A lo que acababa de escribir le faltaba el impecable lustre de su estilo.

Se sorprendía demasiado a menudo mirando al infinito, lo cual no era raro en un escritor. Pero no eran sus personajes los que ocupaban su imaginación. Con frecuencia se levantaba antes del amanecer, tras una larga noche sin reposo. Sin embargo, no era la trama de su nueva obra lo que le impedía conciliar el sueño.

Era Lali.

Pensaba demasiado en ella, y con excesiva fijación como para sentirse tranquilo. Y él protegía su tranquilidad como si fuera un tesoro. Su trabajo siempre había sido de vital importancia para él. Quería que así siguiera siendo. Sin embargo, estaba permitiendo que alguien interfiera en su camino. ¿Permitiendo? Peter sacudió la cabeza mientras encendía un cigarrillo. Él era un hombre de palabras, de matices de significado, y sabía que esa no era la expresión adecuada. Él no le había franqueado a Lali el paso hacia su imaginación. Ella la había invadido sin su permiso.

El humo le raspaba la garganta. Demasiados cigarrillos, pensó dando otra calada. Demasiados días y noches inacabables. Estaba forzando la máquina, y de vez en cuando se preguntaba por qué. No se trataba de una cuestión de ambición, si por ambición se entendía la búsqueda de fama y dinero. La fama en sí misma no le interesaba, Y el dinero nunca había sido su principal motivación. Quizá siempre había buscado, en cambio, el éxito, y por ello había insistido en la calidad de todo lo que se relacionaba con su nombre. Pero era más bien una cuestión de obsesión eso había sido para él la escritura desde la primera vez que puso pluma sobre papel. Y, cuando uno tenía una obsesión, era fácil tener dos. Peter miró fijamente la página a medio escribir y pensó en Lali.

El timbre sonó dos veces antes de que se levantara a abrir. Si su trabajo hubiera fluido como debía, habría ignorado por completo la llamada.

Pero las interrupciones, pensó con desgana mientras se alejaba del escritorio, a veces tenían sus ventajas.

-Hola -Lali le sonrió sin sacar las manos de los bolsillos. Era el único modo que tenía de impedir que se entrelazaran-. Sé que debería haber llamado, pero estaba paseando y pensé que tal vez, con un poco de suerte, no estarías escribiendo una escena culminante.
«Estás parloteando», se dijo, y cerró las manos.
-Peter: Hace horas que no escribo una escena culminante -la observó un momento, dándose cuenta de que, bajo su sonrisa y su voz animada, había sufrimiento. Una semana antes, quizás unos días antes, la habría despachado con cualquier excusa- Entra.
-Lali: Debo de haberte pillado en un buen momento -comentó cruzando el umbral-. Si no, te habrías puesto a gruñirme. ¿Estabas trabajando?
-Peter: No, ya lo había dejado.
Ella parecía a punto de estallar, pensó Peter.
Su naturalidad, sus comentarios joviales, no lograban enmascarar su evidente tristeza. Se le notaba en los ojos, en los gestos. Una mirada rápida bastó para que Peter advirtiera que tenía los puños apretados. ¿Tensión? Peter deseó tocarla, tranquilizarla, y tuvo que recordarse que no debía meterse en los problemas de nadie.
-Peter: ¿Quieres una copa?
-Lali: No... Sí -se corrigió ella. Tal vez una copa la calmaría más que el paseo de dos horas que había dado- Lo que tengas a mano. Hace un día precioso -se acercó a la ventana y de pronto recordó que había hecho lo mismo en el despacho de Bigby. Se volvió, dándole la espalda a la vista- Hace calor. Hay flores por todas partes. ¿Has salido?
-Peter: No -él le dio un vermú seco sin ofrecerle una silla. Sabía que, en aquel estado de ánimo, ella no podría estarse quieta.
-Lali: Pues no deberías perdértelo. Los días perfectos son muy raros- bebió y aguardó a que sus músculos se distendieran-. Yo iba a dar un paseo por el parque y de pronto me encontré aquí.
Él esperó un momento mientras ella miraba su vaso.
-Peter: ¿Por qué?
Lali levantó lentamente los ojos.
-Lali: Necesitaba estar con alguien... y se me ocurrió venir aquí. ¿Te molesta?
Debía molestarle. Dios sabía que deseaba que así fuera.
-Peter: No -sin pensarlo, dio un paso adelante-. ¿Quieres hablar de ello?
-Lali: Sí -aquella palabra emergió como un suspiro- Pero no puedo -dándose la vuelta, dejó el vaso. No iba a tranquilizarse. ¿Por qué había creído que podría hacerlo?- Peter, yo rara vez siento que no puedo manejar una situación, o me encuentro tan asustada que huir me parece la mejor solución. Pero, cuando ocurre, necesito apoyarme en alguien.

Peter comenzó a acariciarle el pelo y le volvió la cara hacia él antes de poder sopesar los pros y los contras de sus actos. La abrazó antes de que ninguno de los dos pudiera sorprenderse de la sencillez de aquel gesto.

Lali se aferró a él notando que una sensación de alivio la invadía. Peter era fuerte. Tan fuerte que aceptaba la fortaleza de Lali y comprendía sus momentos de debilidad. Ella necesitaba ese apoyo básico sin preguntas ni exigencias. El pecho de él era duro y firme. Sus manos se deslizaban suavemente por la espalda de Lali. Peter no dijo nada.

Por primera vez desde hacía horas, Lali sintió que recobraba el equilibrio. La bondad ajena le daba esperanzas. Ella siempre había podido sobrevivir alimentándose solo de eso.

«¿Qué le preocupa?», se preguntaba Peter. Podía sentir el miedo de Lali por el modo en que sus manos se aferraban a él. Incluso cuando advirtió que empezaba a relajarse recordó el modo frenético en que se había agarrado a él al principio. ¿Su trabajo?, pensó. ¿O algo más personal? En cualquier caso, nada tenía que ver con él. Y, sin embargo, al percibir su fragilidad, sintió que aquello lo incumbía.

Tenía que apartarse. Rozó el pelo de Lali con un beso y aspiró su perfume. No podía bajar las barreras defensivas. Sus labios se desplazaron suavemente por la piel de Lali.
-Peter: Quiero ayudarte -las palabras atravesaron velozmente su cabeza y emergieron antes de que se diera cuenta de ello.
Lali lo abrazó con fuerza. Aquella frase significaba más, infinitamente más, que un «te quiero». Sin saberlo, Peter acababa de darle cuanto necesitaba.
-Lali: Ya lo has hecho -ella echó la cabeza hacia atrás para mirarlo a la cara- Lo estás haciendo en este momento.
Alzando una mano, ella pasó los dedos sobre su cara de huesos largos y firmes, sobre la piel tersa que la barba que empezaba a crecerle hacía más áspera. El amor la sacudía con tanta fuerza que le resultaba imposible ignorarlo. Necesitaba compartirlo, si no verbalmente, al menos sí con el contacto.

Acortó lenta y suavemente la distancia que los separaba y le rozó los labios. Bajó los párpados, pero por entre las pestañas vio que él la estaba mirando fijamente a los ojos. La intensidad de su mirada no parecía haberse alterado. Lali comprendió que estaba sopesando su estado de ánimo y poniéndolo aprueba.

Fue él quien cambió de ángulo sin aumentar la presión. Jugó suavemente con la boca de Lali, lamiendo su terso labio inferior, trazando su forma con la punta de la lengua hasta que el cosquilleo que ella sentía en el estómago se difundió por su pecho. Peter necesitaba empaparse de su feminidad, de su individualidad. Quería conocerla físicamente, necesitaba comprender las sutilezas de su mente. Sintiendo que su cuerpo se entregaba y que su espíritu se rendía, Lali se preguntó por qué no gritaba el amor que sentía.

A Peter le asombró la emoción que emanaba de ella. Nunca había abrazado a una mujer capaz de un sentimiento semejante, ni a ninguna que, al poseerlo, lo exigiera también a cambio. No se trataba simplemente de una reacción física. Peter lo sabía, pese a que su juicio empezaba a naufragar. Quería ofrecerle algo a Lali. Y, aunque quisiera, sabía que no podía. Solo los necios asumían riesgos excesivos, y él no podía permitirse comportarse como un necio por segunda vez. Sin embargo, podía demostrarle compasión. Aunque no pudiera ofrecerle nada más podía concederle unas pocas horas de consuelo, fuera lo que fuese lo que la angustiaba. Deslizó las manos por los brazos de Lali por el puro placer de hacerlo.

-Peter: ¿De veras hace tan buen día? -preguntó.
Lali sonrió. Sus dedos permanecían aún sobre la cara de Peter, sus labios, a solos unos centímetros de los de él.
-Lali: Un día espectacular.
-Peter: Entonces, salgamos -se detuvo el tiempo justo para darle la mano antes de dirigirse a la puerta.
-Lali: Gracias -apoyó un instante la cabeza en su hombro en una sencilla muestra de afecto a la que Peter no estaba acostumbrado. Eso hizo que se sintiera bien y, al mismo tiempo, lo inquietó.
-Peter: ¿Por qué?
-Lali: Por no hacerme preguntas -entró en el ascensor, se apoyó en la pared y suspiró.
-Peter: Por lo general, procuro no meterme en las vidas ajenas.
-Lali: ¿Ah, sí? -ella abrió los ojos y sonrió- Yo no. Soy una cotilla incorregible, como casi todo el mundo. A todos nos gusta ver dentro de los demás. Tú simplemente lo haces con más sutileza que la mayoría.
Peter se encogió de hombros mientras el ascensor llegaba al vestíbulo.
-Peter: No es nada personal. Siendo escritor, puedo observar, diseccionar y robar los pensamientos y las emociones de los demás sin tener que involucrarme en sus vidas hasta el punto de verme obligado a darles consejo u ofrecerles consuelo, o incluso mostrarles compasión.
-Lali: Eres, demasiado duro contigo mismo, Peter -murmuró- Demasiado duro.
Él frunció el ceño, sorprendido. Le habían acusado de muchas cosas, pero nunca de aquello.
-Peter: Soy realista.
-Lali: En cierto modo sí. Pero, en otros aspectos, eres un soñador. Todos los escritores son soñadores en cierto modo, del mismo modo que lo son en cierta forma los actores y los niños. No tiene nada que ver con la astucia, ni con el pragmatismo, ni con la inteligencia. Es algo que va con el oficio -salió a la calle caldeada por el sol-. A mí me gusta ser una niña, y a ti te gusta ser un soñador. Solo que no quieres admitido.

Peter pensó que debía sentirse molesto y que, sin embargo, se sentía complacido.
-Peter: Pareces creer que me conoces muy bien.
-Lali: No, pero creo haber arañado ligeramente la superficie -le lanzó una mirada maliciosa-. Y tienes una superficie muy dura.
-Peter: Tú, en cambio, la tienes muy delicada -de pronto tomó la cara de Lali con una mano y la observó detenidamente. Sus dedos eran firmes, como si esperara resistencia- O eso parece -¿cómo podía estar seguro?, se preguntaba. ¿Cómo podía alguien estar seguro de otra persona?
Lali no pareció inquietarse.
-Lali: Debajo hay un poco más que no se ve a simple vista.
-Peter: Tal vez por eso seas tan buena actriz -pensó él en voz alta-. Absorbes fácilmente a tus personajes. ¿Cuánto hay de ti y cuánto de tu papel?
Cuando Peter bajó la mano, Lali comprendió que aún no estaba preparado para confiar en ella.
-Lali: No puedo contestar a esa pregunta. Quizá cuando acabe la película, puedas contestarla tú mismo.
Él inclinó la cabeza, asintiendo. Era una buena respuesta, quizá la mejor posible.
-Peter: Querías dar un paseo por el parque.
Lali lo agarró del brazo cálidamente.
-Lali: Sí. Te invito a un helado.
Peter giró la cabeza mientras paseaban.
-Peter: ¿De qué sabor?
-Lali: De cualquiera, menos de vainilla –dijo alegremente- La vainilla es demasiado insípida para un día como hoy.
Tenía razón, decidió Peter. Hacía un día espectacular. La hierba era verde, las flores vívidas y pujantes. Podían olerse todos los aromas del parque. Peter sabía que Lali elegiría el sol. Y mientras caminaba a su lado se preguntaba por qué hacía tanto tiempo que él no buscaba su calor.

Mientras se comía un helado cubierto de chocolate y nueces, Lali pensaba en Chris. Sin embargo, la angustia había desaparecido. Solo le había hecho falta apoyarse, en alguien un momento, absorber el vigor emocional de otra persona, para recuperar la fe. Sentía la cabeza despejada de nuevo y le parecía que sus nervios habían desaparecido. Riendo, se arrojó en brazos de Peter y lo besó con vehemencia.
-Lali: Es el helado, que se me sube a la cabeza -todavía se reía cuando se montó en un columpio- Y el sol -se echó hacia atrás e impulsó los pies hacia delante para balancearse. Su pelo casi rozaba el suelo. Era exquisitamente pálido a la luz oblicua del sol, al caer hacia atrás, dejaba su rostro despejado y radiante. Su tez se coloreó ligeramente cuando se impulsó de nuevo y se dejó mecer por el columpio.
-Peter: Pareces una experta -se apoyó contra el palo del balancín mientras ella extendía las piernas.
-Lali: Lo soy. ¿Me acompañas?
-Peter: Prefiero mirar.
-Lali: Esa es una de las cosas que más me gustan de ti -volvió a extender las piernas para ganar altura y disfrutó de la sensación que el balanceo le produjo en el estómago-. ¿Cuándo fue la última vez que te montaste en un columpio?
Un recuerdo afloró a la mente de Peter: se vio a sí mismo con cinco o seis años, con su niñera de impecable uniforme y cara redondeada. Ella le empujaba en un balancín y él gritaba alegremente y le pedía que lo impulsara más y más alto. En aquel momento, para él no había nada más en la vida que aquel excitante movimiento pendular. De pronto, Peter comprendió porqué decía Lali que le gustaba ser una niña.
-Peter: Hace un siglo -murmuró él.
-Lali: Demasiado tiempo -rozando el suelo con los pies, ralentizó el balanceo- Móntate conmigo -se apartó el pelo de los ojos y sonrió al ver la expresión de perplejidad de Peter- Puedes ponerte de pie, con un pie a cada lado mío. El columpio aguantará... si aguantas tú –añadió con un tono de desafío que hizo que él frunciera el ceño.
-Peter: ¿Estás desafiando a un Lanzani?
La sonrisa de Lali se hizo más amplia.
-Lali: Sí.
Se estaba riendo de él otra vez y, a pesar de que lo sabía, Peter mordió el anzuelo.
-Peter: Eso parece -se acercó a ella por detrás y agarró la cadena con ambas manos-. ¿A qué altura quieres llegar?
Lali echó la cabeza hacia atrás y le sonrió.
-Lali: Lo más alto que podamos.
-Peter: Bueno, pero luego no te quejes -le advirtió mientras empezaba a empujarla.
-Lali: ¡Ja! -se echó hacia atrás el pelo y se agarró con fuerza-. Eso ni lo sueñes, Lanzani.
Lali sintió que saltaba temerariamente al columpio y de pronto empezaron a volar. Ella se impulsó con el cuerpo hasta que el ritmo del balanceo se hizo regular. El Cielo oscilaba sobre ella, azul y espolvoreado de nubes. La tierra se mecía, marrón y verde. Lali apoyó la cabeza en el muslo de Peter y se dejó llevar por aquellas sensaciones.

Olía a hierba pisoteada y bañada por el sol y a tierra seca. Risas de niños, arrullos de palomas, tráfico... Lali oía cada sonido diferenciado y mezclado con los otros. El aire dulce y ligero sabía a primavera. La imagen de una sandía cruzó su cabeza. Sí, en eso pensaba mientras la brisa le rozaba las mejillas. Pero sobre todo era Peter quien jugaba con sus sentidos. Era él a quien sentía firmemente a sus espaldas, y su respiración la que oía bajo todos los demás sonidos. Notaba su olor fresco, a jabón y a tabaco. Lali solo tenía que girar levemente la cabeza para ver sus manos firmes y capaces alrededor de la cadena del columpio. Cerró los ojos y absorbió todas aquellas impresiones. Era como volver a casa. Satisfecha, deslizó sus manos más arriba por la cadena hasta rozar las de él. Con el fresco contacto de su carne le bastaba.

Peter había olvidado lo que se sentía al hacer algo sin razón alguna. Y, al olvidarlo, había olvidado la pureza del placer. Ahora la sentía sin las justificaciones intelectuales con las que a menudo se refrenaba. Comprendiendo que la espontaneidad implicaba vulnerabilidad, se la había prohibido a sí mismo sin paliativos. Solo en las raras ocasiones en que se hallaba completamente solo, lejos de las responsabilidades y del trabajo, permitía que su corazón y su espíritu navegaran a la deriva. En ese momento, con Lali, experimentó de forma tan espontánea aquella sensación que apenas se dio cuenta de ello. Olvidándose del riesgo que corría al relajarse disfrutó del balanceo en el columpio.

-Lali: ¡Más alto! -gritó riendo casi sin aliento mientras se inclinaba para darse impulso-. ¡Mucho más alto!
-Peter: Más alto y aterrizarás de cara.
La risa de Lali vibró en el aire.
-Lali: No, qué va. Yo siempre aterrizo de pie. ¡Más alto, Peter!
Riéndose, Lali alzó la cabeza para mirarlo, y Peter se perdió en ella, Lali poseía belleza, pero no la belleza fría y distante que él había visto a través de las cámaras. Al mirada en aquel momento, no veía ningún atisbo alguno de Rae, ni de Marianella. Allí solo estaba Lali. Por primera vez desde hacía mucho tiempo, Peter sintió esperanza. Y eso lo asustó.

-Lali: ¡Más rápido! -gritó ella, sin darle tiempo a detenerse a pensar en lo que estaba ocurriendo en su interior. Su risa era contagiosa.
Se columpiaron hasta que a Peter le dolieron los brazos. Cuando empezaban a detenerse, Lali se levantó de un salto y dejó a Peter tambaleándose en el columpio.
-Lali: ¡Ah, qué maravilla! -sin dejar de reír, giró en círculo con los brazos extendidos-. Ahora estoy muerta de hambre. Absolutamente muerta de hambre.
-Peter: Acabas de comerte un helado -saltó del columpio y de pronto se encontró sin aliento ya con el pulso acelerado.
-Lali: Eso no es nada -se acercó a él y juntó las manos detrás de la cabeza de Peter-. Necesito un hot-dog con un montón de todo.
-Peter: Un hot-dog -pareciéndole que no había nada más natural, Peter inclinó la cabeza y la besó. La boca de Lali era cálida. Sus labios se curvaron-. ¿Tú sabes lo que le ponen a esas cosas?
-Lali: No, ni quiero saberlo. Quiero atiborrarme con toda esa porquería deliciosa.
Peter bajó las manos por sus costados.
-Peter: Tú sí que eres deliciosa.
La sonrisa de ella se hizo más suave.
-Lali: Eso es lo más bonito que me has dicho nunca. Dame otro beso ahora mismo, mientras todavía estoy volando.

Peter la atrajo hacia sí y saboreó sus labios. Se preguntó fugazmente por qué aquel beso tierno lo conmovía tanto como la pasión y, sin embargo, de modo tan distinto. La deseaba. Y, junto con su cuerpo, deseaba también su energía, su brío, su alegría de vivir. Quería explorarla y calibrarla y poner a prueba su autenticidad. Aún no estaba seguro de que alguien en el mundo pudiera ser tan auténtico. Y, aun así, empezaba a creerlo.

Apartándola, observó sus pestañas que se abrían temblando y sus labios que se curvaban. Pero recordó la sensación de pánico que había advertido en ella al abrir la puerta de su apartamento, esa tarde.
-Peter: Un hot-dog -repitió él mientras pensaba cuánto podría averiguar sobre ella y cuánto tiempo tardaría en hacerlo- Tú verás lo que haces con tu estómago, pero en fin, te acompaño.
-Lali: Sabía que podía contar contigo, Peter -deslizó un brazo alrededor de su cintura mientras caminaban-. Puede que me coma dos.
-Peter: ¿Tienen tendencias masoquistas en tu familia?
-Lali: No, solo glotonería. Háblame de la tuya.
-Peter: Yo no sufro de glotonería.
-Lali: De tu familia -dijo ella, riendo-. Deben de estar muy orgullosos de ti.
Él alzó las cejas y una sonrisa fantasmal jugueteó en su boca.
-Peter: Eso depende del punto de vista. Se suponía que, siguiendo la tradición familiar, iba a convertirme en abogado. Así que durante mucho tiempo he sido la oveja negra de la familia.
-Lali: ¿De veras? -ladeando la cabeza, ella lo observó con renovado interés-. No me lo imagino. A mí siempre me han gustado las ovejas negras.
-Peter: Me lo temía -dijo- Pero he de decirte que en los últimos años he vuelto a ser admitido en el seno familiar.
-Lali: ¿Por el Pulitzer?
-Peter: El Oscar ayudó un poco -admitió- Pero el Pulitzer tiene más predicamento entre los De Witt de Filadelfia.
Lali percibió el olor que despedía el puesto de los perritos calientes y lo condujo hacia él.
-Lali: El año que viene añadirás un Emmy a tu lista.
Él sacó la cartera mientras Lali se inclinaba sobre el puesto y aspiraba profundamente.
-Peter: Estás muy segura de ti misma.
-Lali: Es lo mejor. ¿Quieres uno?
Olía demasiado bien como para resistirse. ¿Cuándo había comido por última vez? ¿Qué había comido? Peter apartó a un lado aquellos pensamientos.
-Peter: Supongo que sí.
Lali sonrió y levantó dos dedos mirando al vendedor. .
-Lali: ¿Sabes, Peter? -dijo añadiéndole salsa barbacoa a su perrito-. La rebelión era una obra brillante, clara, impactante y con una caracterización exquisita, pero no era tan entretenida como Martes de bruma.
Peter la miró dar el primer mordisco.
-Peter: Cuando escribo, no siempre pretendo entretener.
-Lali: No, ya lo sé -masticó pensativamente y aceptó el refresco que Peter le ofrecía- Me refería solo a mis preferencias personales. Por eso me dedico a esta profesión. Quiero que me entretengan y me gusta entretener a los demás.
Peter le puso un discreto chorro de mostaza a su perrito caliente.
-Peter: Por eso hasta ahora te habías conformado con las teleseries.
Ella le lanzó una mirada mientras echaban de nuevo a andar.
-Lali: No te pongas sarcástico. La cuestión es ofrecer un entretenimiento de calidad. Si se me diera bien hacer malabarismos con platos o montar en una bici de una sola rueda, lo haría.
Tras el primer mordisco, Peter se dio cuenta de que aquel perrito caliente era lo mejor que había comido en una semana, o tal vez en meses.
-Peter: Tienes mucho talento -le dijo, pero no advirtió la sorpresa que fruncía el ceño de Lali ante aquel cumplido-. No entiendo por qué no trabajas en películas importantes, o en el teatro. Las teleseries, incluso las semanales, son agotadoras y rutinarias. Hacer un papel principal en un programa que se emite cinco días a la semana tiene que ser por fuerza muy estresante.
-Lali: Por eso precisamente lo hago -se lamió la mostaza del dedo gordo-. Yo crecí aquí, en Manhattan. Llevo el estrés en la sangre. ¿Alguna vez has pensado por qué Los Ángeles y Nueva York están en puntos opuestos del país?
-Peter: Por un afortunado accidente geográfico?
-Lali: Por el destino. En ambas ciudades, el negocio del espectáculo es de vital importancia, pero no hay dos ciudades con ritmos más distintos. Yo en California me volvería loca. No soporto su lentitud. Me gusta hacer la serie por que supone un desafío cotidiano, porque me mantiene alerta cotidianamente y cuando se presenta la ocasión oportuna, me gusta hacer cosas como Un tranvía llamado deseo. Pero... -se acabó su perrito con un suspiro- hacer la misma obra noche tras noche se vuelve demasiado fácil. Uno se acomoda.
Él apuró su refresco de cola, un sabor que casi había olvidado.
-Peter: Pero tú llevas haciendo el mismo papel cinco años.
-Lali: No es lo mismo -ella masticó un cubito de hielo y disfrutó de su frescor-. Las teleseries están llenas de sorpresas. Nunca se sabe qué giro van a introducir los guionistas para subir los índices de audiencia, o qué nueva línea argumental van a desarrollar- esquivó a una mujer mayor que paseaba a un caniche-. Ahora, Marianella se enfrenta al fracaso de su matrimonio y a la traición de su marido, a la posibilidad de un aborto y a la de retomar un antiguo romance. No es nada aburrido. Y, aunque esto es alto secreto, te diré que va a colaborar con la policía en la identificación del Destripador de Trader's Bend.
-Peter: ¿De quién?
-Lali: Es como si fuera el hijo de Jack el Destripador -dijo ella suavemente- Nicolás, su antiguo amor, es el principal sospechoso.
-Peter: ¿No te parece inverosímil que tantos dramas sucedan en un pueblo y entre cuatro o cinco familias emparentadas entre ellas?
Ella se detuvo y lo miró fijamente.
-Lali: Eso es lo único que hace falta para salir adelante en este negocio. Creer que todo puede o podría ocurrir. Lo único que se necesita es cierta plausibilidad. Como escritor, tú deberías saberlo.
-Peter: Sí, tal vez. Pero yo siempre me he inclinado más hacia el realismo.
-Lali: Si a ti te da resultado... -dijo ella encogiéndose de hombros-. Pero a veces es más fácil creer en el azar, o en la magia, o en la simple suerte. La realidad pura y dura, sin ninguna desviación, es un camino muy arduo.
-Peter: Yo conozco unas cuantas desviaciones -murmuró él. Entonces se le ocurrió que Lali Espósito ya lo había sacado del camino pavimentado al que se había ceñido durante años. Empezó a preguntarse adónde los llevaría el sinuoso sendero que había marcado aquella mujer.

Perdido en sus pensamientos, no advirtió que se hallaban frente a su edificio hasta que ella se detuvo. Su trabajo, su intimidad, su soledad lo esperaban. Pero no quería ninguna de aquellas cosas.
-Peter: Sube conmigo.
La petición era simple; su significado, claro. Y el deseo de Lali, inmenso. Sacudiendo la cabeza, ella se apartó el pelo que le había caído sobre la frente.
-Lali: No, es mejor que no.
Peter la tomó de la mano antes de que Lali pudiera dejarla caer.
-Peter: ¿Por qué? Yo te deseo... y tú también a mí.
«Ojalá fuera tan sencillo», pensó ella sintiendo que el deseo de amar a Peter se hacía más y más fuerte. Pero sabía instintivamente que, una vez empezado, aquello no sería fácil para ninguno de los dos. Él tenía demasiados recelos, ella demasiadas debilidades.
-Lali: Sí, te deseo -observó el cambio en la mirada de Peter y comprendió que le sería mucho más fácil alejarse que quedarse con él- Y, si subo, haremos el amor. Ninguno de los dos está preparado para eso, Peter.
-Peter: Si se trata de un juego para hacer que te desee más, te aseguro que no es necesario.
Ella apartó la mano y se mantuvo firme.
-Lali: Me gustan los juegos -dijo suavemente- Y se me dan bastante bien. Pero no los de esta clase.
Él sacó un cigarrillo y lo encendió.
-Peter: Yo no tengo paciencia para ese rollo del vino y las velas, Lali.
Peter advirtió su mirada de sorna y deseó maldecirle.
-Lali: Es una suerte que a mí no me haga ninguna falta -poniéndole las manos sobre los hombros, se inclinó hacia delante y lo besó- Piensa en mí -dijo y, dándose la vuelta, se alejó rápidamente.

Mientras la miraba marchar, Peter comprendió que no podría pensar en otra cosa.

Continuará…

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si puedo más tarde les subo más!! :D
MAÑANA MARATÓN!!! 
faltan cinco caps para terminar la nove!...
que tenga un lindo finde!

17 comentarios:

  1. NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE

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  3. Me encantaaaaaaaaaaaaaa!! Quiero maaaaaaaaaaaas!!

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  4. ME ENCANTO EL CAP..... QUIEROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS NOVEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!!!!
    BESOS Q ESTES BIEN...!!!!

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  5. Me encanta!! Mas nove!!!
    Fresy07

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  6. me encantò la maraton
    quiero maaaaaaaaaaaas

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  7. Lo desconcierta minuto a minuto,es una genia!

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  8. jaja me encanta que peter puede decir cosas hermosas y luego resulta con otras que nada que ver :P jajaj y si tienes razon aunque son 13 cap estan muy largos :P

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  9. NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE

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  10. hayy me fascina esta novela esta escrita demasiado bien!! te felicitooo me tiene super enganchada
    masss noveee ♥♥♥

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  11. Petyer esta volviendo a descubrir,lo k es vivir la vida.

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  12. -Lali: Eso no es nada -se acercó a él y juntó las manos detrás de la cabeza de Peter-. Necesito un hot-dog con un montón de todo.
    -Peter: Un hot-dog -pareciéndole que no había nada más natural, Peter inclinó la cabeza y la besó. La boca de Lali era cálida. Sus labios se curvaron-. ¿Tú sabes lo que le ponen a esas cosas?
    -Lali: No, ni quiero saberlo. Quiero atiborrarme con toda esa porquería deliciosa.
    Peter bajó las manos por sus costados.
    -Peter: Tú sí que eres deliciosa.
    La sonrisa de ella se hizo más suave.
    -Lali: Eso es lo más bonito que me has dicho nunca. Dame otro beso ahora mismo, mientras todavía estoy volando.
    MI PARTE FAVORITA ME ENCANTO!!!!!! ASI LO QIERO TODO TIERNO QE ME DEN GANAS DE TENER UNO A MI :P AAJAJAJ :) GRACIASPO R ESTA NOVE ESTA BUENISISMA =$ <3

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