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sábado, 5 de mayo de 2012

Capítulo 11



La mar estaba levemente embravecida. Peter sentía el sabor del viento que lo azotaba y henchía su vela. Euforia, aquella era la sensación que despejaba su mente y le erizaba la piel. Sujetando suavemente las jarcias, se dejó llevar por el viento. Llevaba puestos únicamente unos pantalones cortados y unas sandalias. Hacía dos días que no se molestaba en afeitarse. Sus ojos se habían acostumbrado a la reverberación del sol en el agua y sus manos al tacto rasposo de las cuerdas. Ambas cosas eran ásperas e invitaban al desafío.

¿Euforia? Esta vez, aquella sensación no lo había acometido con la fuerza que esperaba. Durante días había navegado tanto tiempo como el sol y las condiciones meteorológicas lo permitían. Por las noches, se había quedado trabajando hasta sentirse mentalmente agotado. ¿Huida? ¿Sería aquella una definición más exacta de lo que había ido a buscar? Tal vez, pensó mientras surcaba el leve oleaje. Llevándose una cerveza a los labios, dejó que su sabor se le extendiera por la lengua. Tal vez estuviera huyendo, pero su presencia en el estudio ya no era necesaria, y finalmente había tenido que admitir que no podía trabajar en la ciudad. Necesitaba pasar unos días alejado del rodaje, de la presión de seguir rindiendo en su trabajo, de sus propios parámetros de perfección.

Todo eso era mentira.

No había dejado Manhattan y se había marchado a Long Island por ninguna de aquellas cosas. Tenía que alejarse de Lali, de lo que Lali representaba. Y quizás, por encima de todo, de sus sentimientos hacia ella. Sin embargo, la distancia no había logrado desterrarla de su pensamiento. No le costaba trabajo alguno pensar en ella y, en cambio, no hacerlo le suponía un ímprobo esfuerzo. A pesar de que no lograba olvidarla, estaba seguro de haber acertado al marcharse. Si se consumía con solo pensar en Lali, verla y tocarla podría haberlo arrastrado a la locura.

No deseaba su amor, se decía furiosamente. No podía, ni quería, sentirse responsable de las exaltadas emociones de Lali. Tomó otro largo trago de la lata de cerveza y miró ceñudo el agua. No podía corresponder a su amor. Él no poseía esa clase de sentimientos. Todas las emociones que albergaba, fueran de la índole que fuesen, las dirigía exclusivamente hacia su trabajo. Se lo había prometido a sí mismo. En su fuero interno, en el compartimiento en que se guardaban los sentimientos más vívidos que una persona podía experimentar hacia otra, él estaba vacío. Estaba hueco. Deseaba a Lali en cuerpo y alma, dolorosamente.

Maldita fuera, pensó, tirando de las jarcias. Maldita fuera por arrastrarlo, por llenarlo de obsesiones... por no pedirle nada. Si le hubiera pedido, o exigido, o suplicado algo, él se habría negado. Era muy sencillo negarse a un compromiso. Pero Lali solo se daba a sí misma hasta que Peter se sentía tan lleno de ella que creía perderse.

Trabajaría, se dijo mientras empezaba a virar metódicamente hacia la costa. El barco osciló bajo sus pies al alzarse el viento. Ajustando las velas, Peter se concentró únicamente en los movimientos físicos que requería la tarea. Usaba sus músculos, su espalda, no su cerebro. «No pienses», se decía, «hasta que puedas escribir otra vez».

Se sumergiría en su trabajo el resto del día. Se derramaría en su escritura la tarde entera, hasta la madrugada, hasta que su mente estuviera tan abotargada que no pudiera pensar en nada, ni en nadie. Se mantendría físicamente apartado de Lali hasta que pudiera separarse de ella mentalmente. Entonces volvería a Nueva York y retomaría su vida donde la había dejado. Antes de Lali.

Un trueno rugió, amenazador, mientras amarraba el barco en el muelle.

--

Lali observó la serpentina del rayo que cruzaba el cielo, restallando. El cielo de la noche era como un espejo oscuro roto bruscamente y recompuesto de nuevo. Seguía sin llover. La tormenta llevaba amenazando toda la tarde, alzándose en el este y dirigiéndose hacia Manhattan. Lali tenía ganas de que estallara de una vez. Vestida únicamente con una camisa larga, permanecía de pie junto a la ventana, viéndola acercarse.
Horas antes, los vecinos habían salido a sentarse en los escalones, abanicándose, sudando y quejándose del calor. A ella el calor no le importaba. Antes de que acabara la noche, la lluvia se llevaría el bochorno. Pero, en ese momento, a pesar de que la fina camisa se le adhería, húmeda, a la espalda y a los muslos, disfrutaba de la violencia del cielo y de la sensación enervante que producía el calor.

La tormenta procedía del este, pensó de nuevo. Quizá Peter estuviera ya contemplando la lluvia que ella aún solo barruntaba. Se preguntaba si estaría trabajando, ajeno al retumbar de los truenos. O si, como ella, estaría contemplando la furia desatada del cielo. Se preguntaba cuándo regresaría... con ella.

Porque regresaría, se decía tenazmente. Ella solo esperaba que, cuando volviera, lo hiciera sin remordimientos. Con una media sonrisa, Lali sintió la primera brisa rizada atravesar la cortina y tocar su piel. No se arrepentía de lo que le había dicho, a pesar de que la reacción de Peter no solo le había dolido, sino que más tarde había despertado también su ira. Pero aquello era agua pasada. Quizá de momento había decidido olvidar que para Peter el amor no era la dádiva que era para ella. Él nunca perdía de vista los impedimentos, los riesgos, el sufrimiento que implicaba el amor.

El sufrimiento, pensó Lali apoyando las manos en el alféizar de la ventana. ¿Por qué siempre la sorprendía tanto darse cuenta de que podía experimentar el dolor en el mismo grado que experimentaba la felicidad? Deseaba a Peter físicamente, pero él estaba a miles de kilómetros, fuera de su alcance, lo deseaba emocionalmente, pero él se había distanciado por propia voluntad de los sentimientos que Lali le había declarado. No la había sorprendido que Peter no apareciera durante los últimos días de rodaje. Todas las escenas clave ya habían sido filmadas. Tampoco se había sorprendido cuando Marshell mencionó de pasada que Peter se había ido a su solitaria casa de Long Island a escribir y navegar. Lali lo echaba de menos, acusaba su falta, pero era demasiado independiente como para llorar una ausencia que sin duda solo duraría unos días. Peter necesitaba estar solo. Lali lo comprendía en parte, aunque eso no la salvara del dolor. Ella solo tenía que esperar un poco más.

Eso mismo se decía cuando pensaba en Chris. La vista comenzaba a finales de esa semana. Aquel asunto también se resolvería, pero Lali se negaba a contemplar una solución que no fuera la suya. Chris iría a vivir con ella. Las dudas que en algún momento había albergado acerca de su derecho a reclamar la custodia de niño se habían disipado. Cuanto más tiempo pasaba, más infeliz era Chris con los Anderson. Sus visitas estaban punteadas de abrazos desesperados y, cada vez con mayor frecuencia, de súplicas para que le permitiera quedarse con ella.

No era una cuestión de abusos o de negligencia por parte de los Anderson. Era simplemente una cuestión de amor, del amor incondicional que manaba naturalmente de Lali y que el niño no recibía en absoluto de sus abuelos. Las dificultades que Chris y ella estaban encarando pronto serían cosa del pasado. Era hora de concentrarse en el porvenir, no en el presente. Así era como Lali soportaba el lento paso de los días entre el rodaje y la vista. Y sin Peter.
Cerró los ojos cuando empezó a caer la lluvia. Oh Dios, si al menos se acabara la noche...

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El tamborileo de la lluvia acababa de cesar cuando Peter, se apartó del ordenador. Había avanzado más de lo que esperaba, pero empezaba a sentirse agotado. Sabía que llegado a aquel punto, no debía forzarse. Tal vez volvería a intentarlo al cabo de una hora, o tal vez lo dejara por un día o dos. Pero recuperaría la inspiración y su escritura volvería a fluir.

No, no podía seguir escribiendo, pero aún no era medianoche y se sentía inquieto. La tormenta había aclarado el aire, despertando en él el deseo de hallarse de nuevo en el mar, bajo la luna creciente. Tenía que comer algo. Frotándose el cuello agarrotado, recordó que no se había molestado en cenar. Comería algo y se iría a la cama temprano.

Mientras atravesaba la casa en dirección a la cocina, el silencio retumbaba a su alrededor. Qué extraño, nunca había notado lo denso que podía ser el silencio y la sensación de vacío que podía transmitir una casa cuando tenía un único ocupante. Y aún más extraño era el hecho de que solo unos meses antes apreciara la soledad y el silencio, e incluso los necesitara. Pero eso también había sido antes de Lali. Su vida parecía haberse reducido a dos fases: antes de Lali y después de Lali. No resultaba fácil admitido.
Peter sacó con desgana una bandeja de embutidos de la nevera. Se preparó mecánicamente un sándwich, encontró un melocotón maduro y se sirvió un vaso de leche. Nunca antes le había parecido tan poco atrayente una cena solitaria. Hasta pensó en tirar todo aquello a la basura.

Sacudiéndose aquella sensación, llevó la cena al dormitorio y puso el plato sobre la cómoda. De pronto decidió que lo que le hacía falta era un poco de ruido. Algo con que distraerse sin necesidad de pensar. Encendió el televisor y comenzó a pulsar los botones del mando a distancia sin ningún objetivo concreto.

Normalmente habría pasado por alto el programa de entretenimiento nocturno y habría elegido una vieja película. Pero se detuvo al llegarle flotando la risa de Candela. Pensando que tal vez fuera una diversión interesante, Peter tomó el plato, lo dejó en la mesita de noche y se estiró en la cama.

Él mismo había visitado aquel programa varias veces. Aunque aquel formato no acababa de gustarle, conocía las reglas del juego y comprendía la necesidad de llegar al gran público a través de aquella fórmula televisiva. El programa era popular, tenía una dirección eficaz y un presentador que conocía su oficio y que sorprendía a los famosos que visitaban el programa con su malicioso encanto e impedía que los espectadores cambiaran de canal o apagaran el televisor.
-Cande: Me apetecía muchísimo rodar en exteriores en Grecia, Bob -se inclinó un poco más hacia el presentador y su vestido azul hielo brilló fríamente bajo los focos- Y trabajar con Ross Simmeon ha sido una experiencia apasionante.
-¿No he oído decir en alguna parte que Simmeon y tú mantenéis una relación muy tensa? -Robert MacAllister lanzó la pregunta con una sonrisa. Parecía decir: «vamos, relájate, a mí puedes contármelo». Era su arma más socorrida.
-Cande: ¿Tensa? -batió las pestañas ingenuamente. Era demasiado astuta como para caer en aquella trampa. Cruzó las piernas de modo que el vestido rutiló sobre su cuerpo-. No, qué va. No sé de dónde se han sacado esa idea.
-Puede que del hecho de que no aparecieras durante tres días por el rodaje -encogiéndose levemente de hombros con gesto indiferente, MacAllister se reclinó en su silla-. Cierto desacuerdo sobre el número de líneas de una escena clave, según tengo entendido.
-Cande: Eso son tonterías -«maldito sea Simmeon y todos los periodistas»-. Tomé demasiado el sol. Mi médico me puso en tratamiento un par de días y me recomendó reposo -le lanzó una sonrisa deslumbrante-. Naturalmente, hubo algunos momentos de tensión, como en cualquier película importante, pero volvería a trabajar con Ross mañana mismo... -«o con el mismísimo diablo», parecía inferirse de su tono-, si me ofreciera un guión interesante.
-Bueno, ¿y en qué estás trabajando ahora, Candela? Llevas una serie ininterrumpida de éxitos. Debe de resultarte cada vez más difícil encontrar un proyecto a tu altura.
-Cande: Siempre es difícil reunir la dosis adecuada de magia -hizo un elegante ademán de modo que su anillo atrapó la luz, reluciendo- Un buen guión, el director apropiado, un protagonista masculino conveniente... Yo he tenido muchísima suerte en ese sentido. Sobre todo, desde Encuentro a medianoche.

Peter dejó a un lado su sándwich a medio comer y estuvo a punto de echarse a reír. Él había escrito aquel papel para Candela y la había convertido en una gran estrella. En una reina de las taquillas. La suerte no tenía nada que ver con ello.
-El papel que te valió un Oscar -dijo Bob- Gracias a un guión magnífico, por supuesto -le lanzó una sonrisa ladeada- ¿Estás de acuerdo conmigo en eso?
Era la insinuación que ella estaba esperando. Y hacia la que había dirigido la conversación.
-Cande: Oh, sí. Peter Lanzani es posiblemente... no, con toda certeza, el mejor guionista actual. A pesar de nuestras... ejem... rencillas personales, siempre nos hemos respetado profesionalmente.
-Yo sé mucho de rencillas personales -dijo Bob con desgana, y se ganó una carcajada del público. Sus tres matrimonios habían recibido gran publicidad. Al igual que las exorbitantes pensiones de sus ex mujeres-. ¿Qué te parece su último trabajo?
-Candela: Oh - sonrió y se llevó una mano a la garganta antes de dejarla caer sobre el regazo-. Supongo que su argumento no es ningún secreto, ¿no? -de nuevo, la carcajada esperada, esta vez un tanto más desganada-. Estoy segura de que el guión de Peter es maravilloso, como todos los suyos. Pero es natural que sea... eh... un poco sesgado -dijo cuidadosamente-. Tengo entendido que es muy común que un escritor refleje en sus obras algunos aspectos de su vida privada... desde su punto de vista, naturalmente -añadió-. Lo cierto es que visité el rodaje la semana pasada. Como sabes, Pat Marshell produce la película y Chuck Tyler la dirige.
-¿Pero...? -dijo Bob invitándola a seguir al notar su obvia reticencia.
-Cande: Como te decía, es muy difícil dar con el toque preciso de magia -lanzó las primeras semillas con una sonrisa-. Y Peter no había escrito nunca nada para la pequeña pantalla. Es una transición difícil para cualquiera.
-Mariano Martínez interpreta al protagonista -dijo Bob, poniéndole en bandeja su siguiente comentario.
-Cande: Sí, una elección excelente. En mi opinión, Mariano estaba absolutamente brillante en Intenciones ocultas. Ese sí que era un guión al que podía hincarle el diente.
-Pero este...
-Cande: Bueno, yo soy una gran admiradora de Mariano -dijo, soslayando aparentemente la pregunta-. Dudo de que haya algún papel al que no pueda sacarle jugo.
-¿Y la coprotagonista? -Bob juntó las manos encima de su mesa. Candela iba directa a la yugular, pensó. Aquello no le vendría mal a los índices de audiencia.
-Cande: La actriz protagonista es una chica encantadora. Ahora mismo no recuerdo su nombre, pero creo que hace un papel en una teleserie diurna. A Peter a veces le gusta probar con jóvenes intérpretes en lugar de recurrir a actores experimentados.
-Como hizo contigo.
Los ojos de Cande se entornaron levemente. No le gustaba aquel tono, ni la dirección que parecía querer imprimir a la conversación.
-Cande: Podría decirse así -la arrogancia de su voz indicaba lo contrario-. Pero, en mi opinión, cuando se dispone de un presupuesto como el de esa película, hay que buscar a los mejores actores disponibles. Naturalmente, esto es una opinión personal. Siempre he pensado que los actores debemos abrimos camino gracias a nuestras dotes, y Dios sabe que yo lo he hecho, en lugar de introducimos en una gran producción gracias a... a, digamos, un encaprichamiento personal del director o del guionista.
-¿Crees que Peter Lanzani se ha encaprichado con Lali Espósito? Se llama así, ¿no?
-Cande: Sí, creo que sí. En cuanto a tu otra pregunta, no me atrevo a decir que se haya encaprichado de ella -sonrió de nuevo encantadoramente-. Sobre todo, estando en el aire, Bob.
-Su parecido físico es asombroso.
-Cande: ¿De veras? -los ojos se helaron de repente- Yo prefiero ser única en mi especie, aunque por supuesto es halagador que alguien intente emularte. Naturalmente, le deseo a esa chica toda la suerte del mundo.
-Eso es muy generoso por tu parte, Candela, sobre todo teniendo en cuenta que se rumorea que el personaje que muchos creen inspirado en ti no sale precisamente bien parado en la película.
-Cande: Los que me conocen prestarán poca atención a una visión tan sesgada de los acontecimientos, Bob. De todos modos, estoy deseando ver el resultado final -afirmó con hastío, casi como si bostezara-. Si es que llega a estrenarse, claro.
-¿A estrenarse? ¿Crees que habrá algún problema al respecto?
-Cande: Ninguno del que yo pueda hablar aquí -dijo ella con evidente reticencia-. Pero tú y yo sabemos cuántas cosas pueden pasar entre el rodaje y la emisión de una película, Bob.
-Entonces, ¿no piensas demandarlos, Cande?
Ella se echó a reír, pero su risa sonó hueca.
-Cande: Eso sería darle demasiada importancia a esa película.
Bob se dirigió a la cámara.

-En fin, dicho esto, vamos a tomamos un pequeño descanso. Cuando volvamos, James R. Lemont se unirá a nosotros para hablamos de su nuevo libro, Secretos de Hollywood. De eso también sabemos mucho tú y yo, ¿verdad, Candela? -después de que Bob le hiciera un guiño a Cande Vetrano, en la pantalla apareció el primer anuncio.

Reclinándose en las almohadas, Peter dio una calada al cigarrillo y expelió el humo hacia el techo. Estaba enfadado. Lo notaba por el nudo que tenía en el estómago. Las andanadas que Cande había lanzado contra la película ni siquiera habían sido sutiles, pensó. Quizá lograra engañar a un pequeño porcentaje de los espectadores, pero nadie relacionado con el negocio se dejaría engatusar por sus palabras. Su ex mujer había intentado lanzar unos cuantos dardos envenenados y, en opinión de Peter, solo había conseguido ponerse en evidencia.

Pero aun así estaba enfadado. Y su enfado procedía de las estocadas que Cande había lanzado contra Lali. Sus ataques habían sido deliberados y, para desgracia de Candela, también evidentes. Era una gata. Normalmente, una gata muy astuta. Los celos eran lo único que podía ofuscarla hasta el punto de hacerle perder la astucia.
Naturalmente, estaba celosa de Lali, pensó Peter. De una mujer joven, bella y llena de talento. A eso había que añadir la bilis que sin duda había tenido que tragar por culpa de la película. Debía de estar tan iracunda como sus limitadas emociones le permitían. Y aquel era su modo de devolver el golpe.

Peter se levantó, apagó el televisor y comenzó a pasearse por la habitación. Cande sacaría a relucir la película y a Lali en cada entrevista que concediera, en cada fiesta a la que asistiera era, siempre con la esperanza de sabotear a ambas. Naturalmente, no podía infligirles ningún daño apreciable, pero eso no mitigaba el enfado de Peter. Nadie tenía derecho a atacar a Lali, y el hecho de que esos ataques se hicieran utilizándolo a él, y por él, solo empeoraba las cosas.
Si lo deseaba, podía implicarse en la promoción de la película y contrarrestar la campaña iniciada por Cande. Pero eso sería echar más leña al fuego. Sabía que el mejor modo de desinflar la tormenta que Cande intentaba conjurar era guardar silencio. Irritado, se acercó a la ventana. Desde allí podía oír a lo lejos el mar. Se preguntó si Cande habría visto el programa. Y qué sentiría al respecto.

--

Tumbada en la hamaca, hundida entre almohadones, con un cuenco de palomitas recién hechas sobre la tripa, Lali  escuchaba a Candela Vetrano. Alzó las cejas al oír que se referían a ella. Masticó las palomitas y sonrió cuando Robert MacAllister le recordó a Candela que «la chica» se llamaba Lali Espósito.

Pobre Cande, pensó. Solo estaba poniéndose en ridículo. Tal vez por el hecho de haberse metido en el pellejo de Rae durante varias semanas, Lali detectó en Cande numerosos signos de inquietud. El tamborileo de la punta de un dedo sobre el brazo de la silla, la fugaz crispación de los labios, el brillo en la mirada que parecía provocado en parte por la rabia, en parte por la desesperación... Cuanto más hablaba Cande, más precaria se hacía su posición.

Se tumbó hacia atrás, quitó el sonido del televisor y volvió a sintonizar el de la lluvia. Ya casi había cesado. Ahora no era ya más que un leve tintineo en el cristal de la ventana. Seguramente Peter también había visto el programa, pensó. Y si se lo había perdido, muy pronto se enteraría de lo ocurrido. Se enfadaría. Lali casi podía ver su mirada dura, la mueca crispada de su boca. Ella misma había tenido que reprimir una punzada de ira que había amenazado con dominar sus otros sentimientos.

La ira era inútil. Deseaba poder decírselo a Peter. Él debía saber que había abierto la caja de los truenos al escribir el guión. Ella la había abierto un poco más al aceptar el papel. Confiaba en que, cuando Peter se hubiera calmado, comprendiera que Candela Vetrano le había hecho a la película más bien que mal.

Lali se incorporó al oír el teléfono. Balanceándose precariamente en la hamaca, agarró el aparato y lo alzó hasta ella.
-Lali: ¿Diga?
-¡Esa bruja!
Con una media risa, Lali volvió a recostarse en los almohadones.
-Lali: Hola, Paula.
-Paula: ¿Estás viendo el programa de MacAllister?
-Lali: Sí, lo estoy viendo.
-Paula: Oye, Lali, esa mujer se está poniendo en ridículo. Cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta.
-Lali: Entonces, ¿por qué estás tan enfadada?
Oyó que Paula respiraba hondo.
-Paula: Porque llevo un rato aquí sentada escuchando hablar a esa mujer... ¡y tiene el descaro de decir que te desea toda la suerte del mundo! -Paula masculló algo incomprensible y luego comenzó a hablar atropelladamente-. ¡Toda la suerte del mundo! ¡Y un cuerno! A esa le gustaría que desaparecieras de la faz de la tierra. Le gustaría clavarte un cuchillo.
-Lali: Una lima de uñas, más bien.
-Paula: ¿Cómo puedes bromear con esto? -preguntó.
«Porque, si no lo hago, puede que me ponga a gritar».
-Lali: ¿Y cómo puedes tú tomártelo tan en serio? -dijo en voz alta.
-Paula: Mira, Lali... -apenas podía controlar su voz-, conozco a esa clase de mujeres, llevo cinco años haciendo de una. No hay nada que no sean capaces de hacer, nada, si quieren perjudicarte. Y, maldita sea, tú te fías de todo el mundo.
-Lali: De unos más que de otros -a pesar de que la preocupación de su amiga la conmovía, se echó a reír-. No soy del todo tonta, Paula.
-Paula: No eres tonta en absoluto -replicó su amiga, exasperada-. Pero eres muy ingenua. Si un crío te para en la calle para pedirte un donativo, tú vas y te crees que está recogiendo dinero para una orfanato.
-Lali: Puede que así sea -murmuró- Además, ¿qué tiene eso que ver con...?
-Paula: ¡Todo! -la atajó con algo parecido a un rugido-. Estoy preocupada por ti. Cada vez que pienso que vas por la calle a ciegas, sin pensar en los locos que hay por ahí sueltos...
-Lali: Vamos, Paula, si pensara mucho en eso, nunca saldría de casa.
-Paula: Pues piensa en esto: Candela Vetrano es una mujer poderosa y vengativa a la que le gustaría arruinarte la vida. Vigila tus espaldas, Lali.
«¿Quién lo sabe mejor que yo?», pensó Lali con un repentino estremecimiento. «Llevo semanas haciendo de ella».
-Lali: Si te lo prometo, ¿dejarás de preocuparte?
-Paula: No -ligeramente apaciguada, suspiró- Pero prométemelo de todos modos.
-Lali: Prometido. ¿Estás más tranquila?
Paula profirió un suave sonido gutural.
-Paula: No entiendo por qué no estás enfadada.
-Lali: ¿Y para qué iba enfadarme si ya te enfadas tú por mí... y además tan bien?
Paula dejó escapar un largo suspiro.
-Paula: Buenas noches, Lali.
-Lali: Buenas noches, Paula. Y gracias.
Lali colgó el teléfono y se balanceó suavemente en la hamaca. Al mirar el techo, se maravilló de lo afortunada que era. La amistad era algo precioso. Tener a alguien dispuesto a salir en tu defensa, a sacar las uñas por ti, era una sensación reconfortante. Ella tenía esa clase de amigos, y un trabajo en el que le pagaban bien por hacer lo que de buena gana habría hecho gratis. Gozaba del amor incuestionable de un niño del que, Dios mediante, podría hacerse cargo al cabo de unas semanas. Tenía mucha suerte.

Mientras permanecía allí tumbada, reflexionando sobre su buena estrella, pensó en Peter y deseó que estuviera a su lado.

--

Dos días después, Lali recibió una visita inesperada. Era su primer día libre desde que había retomado el papel de Marianella y había decidido invertido en una tarea que rara vez acometía y más raramente aún acababa: limpiar la casa.
Ataviada con unos viejos pantalones cortos y una camiseta sin mangas, permanecía sentada en el alféizar de su ventana en el segundo piso del edificio, con el cuerpo inclinado hacia fuera, limpiando el exterior de los cristales. Había subido el volumen de la radio y las ruidosas guitarras de Muse casi hacían vibrar los cristales. De vez en cuando algún vecino le gritaba algo desde la calle. Lali dejaba su tarea un momento y le respondía a voces.

Lo importante era mantenerse ocupada, atarearse. Si se detenía a pensar un solo instante, tal vez se volviera loca. Al día siguiente comenzaba el juicio sobre la custodia y se cumplían dos semanas enteras sin noticias de Peter. Lali siguió limpiando el cristal hasta dejarlo brillante.

De pronto escuchó el ruido de un coche aparcarse. Al girar la cabeza y mirar hacia abajo, vio a Peter en la acera. Experimentó una oleada de alivio. Aunque lo intentó, o eso le pareció, no pudo impedir que una sonrisa iluminara toda su cara.
-Lali: Hola.
Al verla, Peter sintió un deseo tan intenso que le flaquearon las rodillas.
-Peter: ¿Qué demonios estás haciendo?
-Lali: Limpiando las ventanas.
-Peter_ Puedes romperte la crisma.
-Lali: No, estoy bien sujeta -uno de los gatitos le rozó los tobillos sobresaltándola, y tuvo que sujetarse con las corvas al poyete-. ¿Subes?
-Peter: Sí -sin decir nada más, él desapareció de su vista.
Mientras subía las escaleras, Peter recordó la promesa que se había hecho a sí mismo. No iba a tocarla... ni una sola vez. Le diría lo que había ido a decirle, cumpliría su propósito y se marcharía. No la tocaría, ni iniciaría otra vez aquel ciclo interminable de anhelos, sueños y deseos. Durante las dos semanas anteriores había conseguido desintoxicarse de ella. Cuando alcanzó el descansillo, casi se había convencido de ello. Entonces Lali abrió la puerta.

Todavía sujetaba en la mano un paño húmedo. No llevaba maquillaje, el rubor de sus mejillas era de placer y de sofoco. Llevaba el pelo recogido hacia atrás y atado con un hilo de lana. Había un fuerte olor a amoníaco. Peter deseaba tocarla aunque solo fuera una vez, solo una. Cerró las manos y se las metió en los bolsillos.
-Lali: Me alegro de verte -se apoyó en el quicio de la puerta y lo observó atentamente. La gente no cambiaba en dos semanas, se dijo mientras comparaba cada ángulo y plano del rostro de Peter con la imagen que guardaba de él en su recuerdo. Parecía el mismo, un poco más moreno quizá debido al sol, pero el mismo. El amor la inundó por completo.
-Lali: Has estado navegando.
-Peter: Sí, un poco.
-Lali: Te sienta bien. Se te nota -retrocedió, comprendiendo por la postura tensa de Peter que no aceptaría su mano si se la ofrecía- Pasa.
El se internó en aquel caos. Cuando Lali limpiaba, lo hacía a conciencia y nada estaba a salvo. Los cajones habían sido vaciados, las mesas despejadas. Los muebles y las ventanas relucían. No había un solo sitio despejado donde estar de pie, y mucho menos donde sentarse.
-Lali: Perdona -dijo ella, siguiendo su mirada-. Voy un poco retrasada con mi limpieza primaveral -la presión de su pecho aumentaba con cada segundo que permanecían el uno junto al otro, a miles de kilómetros de distancia-. ¿Quieres beber algo?
-Peter: No. No me quedaré mucho tiempo. Ya veo que estás ocupada. -no se quedaría porque le dolía físicamente no tocar lo que tanto deseaba... y seguir deseando lo que se había convencido de que no podía ser suyo-. Supongo que viste el programa de MacAllister la otra noche.
-Lali: Eso es agua pasada -contestó ella. Se sentó en la hamaca, balanceando los pies, con los dedos de las manos apretados.
Con las manos aún en los bolsillos, Peter osciló sobre sus talones.
-Lali: ¿Qué te pareció?
Ella se encogió de hombros y cruzó los tobillos.
-Lali: Le lanzó un par de estocadas a la película, pero...
-Peter: Te lanzó un par de estocadas a ti -dijo él. Su voz se había crispado y sus ojos se habían achicado.
Percibiendo su estado de ánimo, Lali decidió quitarle hierro al asunto. Sonrió.
-Lali: Pues ya ves que no estoy sangrando.
Peter la miró ceñudo un momento y al fin decidió que parecía mucho menos preocupada que él.
-Peter: No se ha detenido ahí, Lali -se acercó a ella para estudiar mejor su cara, tal vez para captar mejor su perfume-. Ha tenido una pequeña charla con el productor de tu serie y con unos cuantos ejecutivos de la cadena.
-Lali: ¿Con mi productor? -asombrada, ella ladeó la cabeza e intentó comprender lo que le decía-. ¿Para qué?
-Peter: Quiere que te despidan... o... eh... que dejen expirar tu contrato.
Asombrada, ella guardó silencio, pero su rostro palideció. El paño cayó silenciosamente de su mano al suelo.
-Peter: Se ha ofrecido a hacer unos cameos en la serie si te echan. Como tu productor la despachó amablemente, ella se fue al piso de arriba.
Lali tragó saliva, angustiada. Lo único que podía pensar, lo único que tamborileaba en su cabeza, era «ahora no, no durante la vista». Necesitaba la estabilidad del contrato para conseguir la custodia de Chris.
-Lali: ¿Y?
Peter no esperaba que sus labios palidecieran, que sus ojos se agrandaran al oír la noticia. Una mujer con su temperamento se habría enfadado, tal vez hasta el punto de enfurecerse, de tirar cosas, de estallar. Ni siquiera lo habría sorprendido que se lo tomara a broma, que se echara a reír a carcajadas, o que sacudiera la cabeza y se encogiera de hombros. Tenía la suficiente seguridad en sí misma como para reaccionar así. O eso había creído él. Pero lo que advertía en sus ojos era miedo.
-Peter: Lali, ¿hasta qué punto crees ser importante para la serie?
Ella descubrió que tenía que tragar saliva antes de responder.
-Lali: Marianella es un personaje popular. Yo soy quien más cartas recibe, muchas veces dirigidas a la propia Marianella, en vez de a mí. En mi último contrato, me subieron el sueldo sin apenas negociación -tragó saliva de nuevo y juntó las manos con fuerza. Todo aquello era muy lógico, muy práctico. Sentía ganas de gritar-. Nadie es imprescindible. En una serie, esa es la regla número uno. ¿Van a despedirme?
-Peter: No -mirándola con el ceño fruncido, se acercó a ella-. Me sorprende que creas que van a hacerlo. Ahora mismo eres el principal tirón de la audiencia. Y en otoño la serie se beneficiará del estreno de la película. Pensando con estricta lógica, tu presencia diaria en la serie vale mucho más para la cadena que un cameo de Candela -al ver que Lali dejaba escapar un largo suspiro, tuvo que contener las ganas de abrazarla-. ¿Tanto significa la serie para ti?
-Lali: Sí, tanto.
-Peter: ¿Por qué?
-Lali: Es mi trabajo -dijo ella con sencillez-. Mi personaje -a medida que el miedo se disipaba, iba llenándose de ira-. Si lo dejo, será porque quiera, o porque ya no sirva -cediendo a la rabia, agarró de la mesa un pequeño jarrón amarillo lleno de flores y lo arrojó contra la pared. El jarrón se rompió y las flores se esparcieron por el suelo-. He dedicado cinco años de mi vida a ese papel -cuando su respiración se calmó de nuevo, miró los fragmentos del jarrón y las flores aplastadas-. Es importante para mí -continuó, mirando de nuevo a Peter-. En este momento, por muchas razones, es esencial -se asió a un lado de la hamaca y procuró relajarse-. ¿Cómo te has enterado de todo eso?
-Peter: Por Pat. Los peces gordos se han reunido para hablar de ti. Pensamos que debías saberlo.
-Lali: Te lo agradezco -la ira empezaba a desvanecerse. El alivio que sentía le producía un leve aturdimiento-. Bueno, lamento que esté tan rabiosa como para intentar echarme de mi trabajo, pero imagino que ahora desistirá.
-Peter: Eres demasiado lista como para creer tal cosa.
-Lali: En realidad, no puede hacerme nada. Y parece que cada vez que lo intenta lo único que consigue es ponerse en evidencia -relajó las manos lenta y deliberadamente-. Cada entrevista que concede es publicidad gratis para la película.
-Peter: Si existe algún modo de hacerte daño, Candela intentará aprovecharlo. Debería habérmelo imaginado antes de darte el papel de Rae.
Sonriendo, ella le tendió las manos hacia los brazos de Peter.
-Lali: ¿Estás preocupado por mí? Me gustaría que lo estuvieras... aunque fuera solo un poco.
Él sabía que debía apartarse en ese preciso instante. Pero deseaba desesperadamente sentir su contacto. Solo sus manos sobre los brazos. Si tenía cuidado, mucho cuidado, con eso bastaría.
-Peter: Soy responsable de cualquier problema que te cause.
-Lali: Eso es absolutamente ridículo... además de arrogante y egocéntrico -ella sonrió-. Y muy propio de ti. Te he echado de menos, Peter. Te he echado muchísimo de menos.
Lo estaba atrayendo hacia sí, arrastrándolo consigo. Cuando la mano de Peter alcanzó su cara, Peter se inclinó hacia ella para besarla. Y el primer roce de sus labios bastó para hacerle olvidar todas las promesas que se había hecho durante su ausencia.

Lali gimió cuando sus labios se encontraron. Le parecía que llevaba años esperando sentir de nuevo aquella laxitud. Deseaba más. El ansia se apoderó de ella. Tiró de Peter y la hamaca se hundió bajo el peso de ambos. No había ya delicadeza alguna en sus caricias.

Ambos bullían de impaciencia. Sin proferir palabra se urgían el uno al otro. «Date prisa, tócame. Ha pasado mucho tiempo», parecían decirse. Y a medida que se quitaban la ropa y sus cuerpos se entrelazaban, su ansiedad crecía.
El movimiento de la hamaca era como el del mar, y Peter se sintió libre de nuevo. Experimentaba una sensación de libertad con solo estar de nuevo junto a Lali. Y de aquella sensación de libertad surgía el delirio. No podía impedir que sus manos se deslizaran presurosas sobre el cuerpo de Lali. No podía evitar que su boca intentara devorar cada centímetro de la carne de ella. Estaba hambriento de su cuerpo y ya no le importaba haber prometido abstenerse. La piel de Lali fluía, cálida y suave, bajo las manos de Peter. Su boca era caliente y sedosa. Aquella generosidad que Peter nunca lograba medir manaba de ella sin traba alguna.

Lali dejó de pensar en cuanto Peter empezó a besarla. Ya no necesitaba servirse del intelecto, sino solo de los sentidos. Podía saborear la sal en la piel de Peter mientras se abrazaban en el bochorno húmedo de la tarde. Lali percibía en su deseo una furiosa intensidad que no había sentido hasta ese momento. Se estremecía al sentirse tan salvajemente deseada.

Pero aquel estremecimiento iba acompañado de un deseo parejo al de Peter. La parte superior de la hamaca le arañó la espalda cuando Peter se tumbó sobre ella. Por un instante, Lali creyó sentir cada cuerda de la hamaca. Luego, aquella sensación se disipó, dando paso a otra. Peter llevó las manos hasta su pelo y le sujetó la cabeza hacia atrás para apoderarse de su boca. Lali notó que su respiración se estremecía y, al parpadear, vio que la estaba mirando fijamente.

Los ojos de Peter permanecían abiertos, fijos en su rostro, cuando se hundió en ella. Quería verla, necesitaba saber que lo deseaba tanto como él a ella. Y podía sentido en el temblor de la boca de Lali, que entre jadeos susurraba su nombre, y en el placer asombrado de sus ojos. Todo aquello se lo daba él. Se lo daba él, pensó Peter enterrando la cara entre el pelo de Lali.
-Peter: Lali... -con el último vestigio de cordura que le quedaba, comprendió que estaban los dos a punto de perderse. Tomó la cara de Lali entre sus manos y la besó con fuerza para que alcanzaran juntos el éxtasis, bebiendo mutuamente sus gritos de placer.

El movimiento de la hamaca se aminoró, haciéndose suave como el balanceo de una cuna. Peter y Lali permanecían abrazados, cara a cara. Ella tenía la cabeza apoyada en la curva del hombro de él. El sudor humedecía sus cuerpos. Un mechón del pelo de Lali cayó sobre el pecho de Peter.
-Peter: He pensado mucho en ti -murmuró. Tenía los ojos cerrados. Los latidos de su corazón comenzaban a espaciarse, pero sus brazos seguían aferrando con fuerza a Lali-. No podía pensar en otra cosa.
Lali tenía los ojos abiertos y sonrió. Aquellas palabras eran lo único que le hacía falta.
-Lali: Duerme conmigo un rato -girando la cabeza, le besó el hombro-. Solo un rato.
Durante días y noches, Lali solo había pensado en el mañana. Había llegado el momento de pensar únicamente en el ahora. Mucho después de que Peter se durmiera, ella seguía despierta, sintiendo la hamaca balancearse suavemente.

Continuará…


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perdón!! :)
+20 y mas nove!! 

29 comentarios:

  1. Me encantoooooooooooo mas por favor

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  2. me carga cande en esta noveee =/

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  3. mas mas mas mas mas mas mas mas

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  4. QUIERO OTRO CAP
    JAJJA YO TAMBIEN SOY MOLESTOSA JAJAJJAJA
    MAS MAS MAS MAS NOVE

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  5. ay me encanta, ojala se pueda teerminar hoy
    no aguantaria hasta mañana jajaj

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  6. NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE
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  7. Sigo diciendo que esta nove
    esta buenisima

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  9. MAS NOVE
    ME ENCANTO

    sos una genia

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  10. mas noveeeeeeeeeeeeeeeee

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  11. por favooooooooooooor

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  12. massssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss

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  13. noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

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  14. masssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss

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  15. noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

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  16. masssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss

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  17. noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

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  18. otro cap ! me encanto

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  19. Quiero mas nove porfa
    mas nove!!!

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  20. Vivu ( @Lina _AR12)5 de mayo de 2012, 23:50

    Me encanta,el Amor es más fuerte!

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  21. Me fascina! Me encanta!
    Besos
    @vagomi

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  22. Ahhhhhh ssisisisisis ya los qeria juntitos!!!!!!!!!!!!!!!!! :) los extrañaba!!!!! :D me encanto el cap buenisimo!! hasta qe Peter se dio cuenta de qe no tienen qe estar separados! me encanta cuando tienen momento tiernos!! =$

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  23. D algo le sirvio el viajecito a Peter.

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