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viernes, 11 de mayo de 2012

Capítulo 3



Arrancando su boca de la de ella, Lanzani enterró su rostro en el brillante velo castaño de su cabello.

-Peter: ¿Por qué has hecho eso? -gruñó.

La breve risa de Lali era de un audible dolor.

-Lali: Vos sos todo para mí. Te quiero. Siempre lo he…

-Peter: Shhh... -Él la sacudió brevemente para hacerla callar. Manteniéndola a la distancia de la longitud de un brazo, contempló su rostro ruborizado, radiante -No vuelvas a decir eso jamás. Si lo haces, dejaré Stony Cross.

-Lali: Huiremos juntos -continuó ella sin descanso- Iremos a un lugar donde nadie pueda encontrarnos.

-Peter: Basta La, ¿sabes lo loca que suenas?

-Lali: ¿Por qué es una locura?

-Peter: ¿Crees que te arruinaría la vida de ese modo?

-Lali: Te pertenezco -dijo ella tercamente- Haré lo que tenga que hacer para estar contigo.

Ella creía en lo que estaba diciendo. Lanzani lo veía en su rostro. Le rompió el corazón, incluso mientras se enfurecía. Maldita fuera, ella sabía que las diferencias entre ellos eran insuperables, y tenía que aceptar eso. No podía quedarse aquí y enfrentarse con la constante tentación, sabiendo que ceder provocaría la caída de ambos. Sujetando el rostro de ella en sus manos, Lanzani dejó que sus dedos tocaran los extremos de sus oscuras cejas, y deslizó sus pulgares sobre el cálido terciopelo de sus mejillas. Y porque no pudo conseguir eliminar la reverencia de su toque, habló con fría aspereza.

-Peter: Crees que me quieres ahora. Pero cambiarás. Algún día encontrarás fácil olvidarte de mí. Soy un criado, y ni siquiera un criado de los de arriba ni siquiera…

-Lali: Sos mi otra mitad.

Callado por la conmoción, Lanzani cerró los ojos. Odiaba su propia respuesta instintiva a las palabras, el brinco de primitiva alegría.

-Peter: ¡Por todos los demonios! Estás haciendo imposible que me quede en Stony Cross.

Lali retrocedió un paso de él de inmediato, el color abandonando su rostro.

-Lali: No, no te vayas. Lo siento. No diré nada más. Por favor, Lanzani, te quedarás, ¿verdad?

Sintió de repente un poco del dolor inevitable que experimentaría algún día, las heridas letales que resultarían del simple acto de dejarla. Lali tenía dieciséis años… todavía le quedaba dos años con ella, quizás ni siquiera tanto. Luego el mundo se le abriría a ella, y Peter se convertiría en una peligrosa obligación. O peor, en una vergüenza. Ella se obligaría a olvidarse de esta noche. No querría recordar lo que le había dicho a un mozo de cuadra en el balcón bañado por la luz de la luna fuera de su dormitorio. Pero hasta entonces…

-Peter: Me quedaré todo lo que pueda -dijo broncamente.

Brilló la ansiedad en las oscuras profundidades de sus ojos.

-Lali: ¿Y mañana?- le recordó- ¿Te encontrarás conmigo mañana?

-Peter: En el río a la puesta de sol -dijo súbitamente fatigado por la interminable lucha interior de querer y jamás tener.

Lali pareció leer su mente.

-Lali: Lo siento -su angustiado susurro descendió en aire tan gentilmente como cayeron los pétalos de las flores cuando descendió trepando por el balcón.

Después Lanzani había desaparecido en las sombras.

Lali se resguardó en su dormitorio y se tocó los labios. Las yemas de sus dedos frotaron el beso más profundo en la tierna piel. Su boca había sido inesperadamente cálida, y su sabor era dulce y exquisito, con aroma a las manzanas que él debía haber robado del huerto. Se había imaginado su beso miles de veces, pero nada la había preparado para su sensual realidad.

Había querido hacer que Lanzani la reconociera como una mujer, y había tenido éxito por fin. Pero no había triunfo en la ocasión, sólo una desesperación que cortaba como la hoja de un cuchillo. Sabía que Lanzani pensaba que ella no comprendía la complejidad de la situación, cuando la verdad era que ella lo sabía mejor que él.

Le había sido instilado inexorablemente desde la cuna que la gente no osaba salir de su clase social. Los jóvenes como Lanzani le estarían prohibidos para siempre. Todo el mundo, desde lo más alto a lo más bajo de la sociedad comprendía y aceptaba tal estratificación, y causaba un desagrado universal sugerir que pudiera ser de otra forma en alguna ocasión.

Es como si Lanzani y ella hubieran pertenecido a especies diferentes, pensó con humor negro.

Pero de alguna forma, Lali no podía ver a Lanzani como lo hacía el resto del mundo. No era un aristócrata, pero tampoco era un mero mozo de cuadra. Si hubiera nacido en una familia de noble pedigrí, hubiera sido el orgullo de la nobleza. Era monstruosamente injusto que tuviera que comenzar su vida con tales desventajas. Él era joven, apuesto, trabajador infatigable, y aun así nunca podría superar las limitaciones sociales que habían nacido con él.

Se acordaba del día que había venido por primera vez a Stony Cross Park, un muchachito con el cabello castaño desigualmente cortado y ojos verdes. Según los chismes de los criados, el muchacho era el bastardo de una muchacha del pueblo que se había escapado a Londres, se había metido en problemas y había muerto en el parto. El desafortunado bebé había sido enviado a Stony Cross Park, donde se le empleó como criado de cámara. Sus deberes habían sido limpiar los zapatos de los criados de clase más elevada, ayudar a las doncellas a llevar pesados cubos de agua caliente arriba y abajo, y lavar las monedas de plata que venían de la ciudad, como para evitar que el conde y la condesa se encontraran con alguna traza de suciedad que pudiera haber procedido de las manos de un comerciante.

Su nombre completo era Peter Lanzani, pero ya había tres criados en la finca llamados Peter. Se había decidido que sería llamado por su apellido hasta que se eligiera un nuevo nombre para él… pero de algún modo se había olvidado el asunto, y él había sido simplemente Lanzani desde entonces. Al principio los criados le habían hecho poco caso, excepto el ama de llaves, la señora Julia. Ella era una mujer de buen corazón, rostro ancho y mejillas sonrosadas, que era la cosa más cercana a un pariente que Lanzani había conocido nunca. De hecho, incluso Lali y su hermana, Cande, estaban mucho más dispuestas para acudir a la señora Julia que a su propia madre. No importaba lo ocupada que estuviera el ama de llaves, ella siempre parecía tener un momento libre para un niño, para vendar un dedo herido, para admirar un nido vacía que se había encontrado fuera, o para recomponer un juguete roto.

Había sido la señora Julia quien había perdonado alguna vez a Lanzani de sus deberes para que pudiera correr y jugar con Lali. Esas tardes habían sido el único escape del muchacho de la poco natural existencia restringida de un muchacho sirviente.

-Julia: Debes ser amable con Lanzani -había regañado a Lali, cuando le había ido con un cuento de cómo le había roto él su cochecito para muñecas- Él no tiene ninguna familia ahora, ni tiene bonitas ropas que ponerse, ni buenas cosas para comer en su almuerzo, como tú. Mucho tiempo mientras tú juegas, él está trabajando para mantenerse. Y si cometiera demasiados errores, o si alguna vez se piensa que es un mal muchacho, puede ser enviado fuera de aquí, y nunca lo volveremos a ver.

Las palabras se habían calado hasta la médula de Lali. Desde entonces había buscado el proteger a Lanzani, asumiendo la culpa de sus ocasionales travesuras, compartiendo los dulces que su hermano mayor a veces les traía de la ciudad, e incluso haciéndole estudiar las lecciones que su institutriz le daba a leer. Y a cambio Lanzani le había enseñado cómo nadar, cómo hacer saltar guijarros sobre el estanque, cómo cabalgar y cómo hacer un silbato de una hoja de hierba estirada entre sus pulgares.

Contrariamente a lo que todo el mundo, incluso la señora Julia creían, Lali nunca había pensado en Lanzani como en un hermano. El afecto familiar que ella sentía por Gastón no tenía semejanza con su relación con Lanzani. Lanzani era su igual, su brújula, su santuario.

Había sido únicamente natural que cuando se convirtió en una joven, se hubiera llegado a sentir físicamente atraída por él. Ciertamente todas las demás mujeres de Hampshire lo estaban. Lanzani se había transformado en un hombre alto de huesos grandes de aspecto impresionante, sus rasgos fuertes pero correctamente cincelados, su nariz pequeña y arrogante, su boca ancha. Su pelo castaño colgaba sobre su frente en un flujo continuo, mientras aquellos singulares ojos verdes estaban sombreados por extravagantes pestañas negras. Para completar su atractivo, poseía un encanto relajado y un astuto sentido del humor que lo hacían el favorito de la finca y más allá del pueblo.

El amor de Lali por Lanzani le hacía querer lo imposible, estar con él siempre, convertirse en la familia que él nunca había tenido. En lugar de eso, ella tendría que aceptar la vida que sus padres le eligieran. Aunque las parejas por amor entre los de la clase altar no eran ya tan mal vistos como lo habían sido antes, los Espósito todavía insistían en la tradición de los matrimonios concertados. Lali sabía perfectamente lo que estaba previsto para ella. Tendría un indolente y aristocrático marido, que la usaría para criar a sus niños y haría ojos ciegos cuando tomara un amante para divertirse en su ausencia. Cada año pasaría la temporada en Londres, seguido por las visitas a la casa de campo en verano, y luego las cacerías de otoño. Año tras año vería los mismos rostros, escucharía los mismos chismorreos. Incluso los placeres de la maternidad le serían denegados. Los criados cuidarían a sus niños, y cuando ellos fueran mayores, serían enviados internos a un colegio como lo había sido Gastón.

Décadas de vacío, pensó desdichadamente Lali. Y lo peor de todo sería saber que Lanzani estaba allí fuera en algún sitio, confiando a otra mujer todos sus pensamientos y sus sueños.

-Lali: Dios ¿qué voy a hacer? -susurró agitada, arrojándose sobre su cama cubierta de brocado.

Sujetó con fuerza una almohada en sus brazos y hundió su barbilla en la rechoncha blandura de su superficie, mientras imprudentes pensamientos vagaban por su mente. Ella no podía perderlo. Ese pensamiento la dejaba temblorosa, llenaba su mente de fiereza, la hacía querer gritar.

Dejando la almohada a un lado con un golpe, Lali se puso sobre su espalda y miró ciegamente a los pliegues oscuros del cubre dosel sobre su cabeza. ¿Cómo podría conservar a Lanzani en su vida? Intentó imaginarse tomándole como su amante una vez que estuviera casada. Su madre tenía amoríos… muchas señoras de la aristocracia tenían, y mientras fueran discretas, nadie objetaba. Pero Lali sabía que Lanzani nunca aceptaría tal arreglo. Nada tenía medias tintas para él, el no consentiría en compartirla. Podría ser un sirviente, pero tenía tanto orgullo y posesividad como cualquier otro hombre del mundo.

Lali no sabía qué hacer. Parecía que la única opción era robar cada momento que pudiera para estar con él hasta que el destino los separara.

Continuará…


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+ 20 y subo el siguiente!! :D

24 comentarios:

  1. Pobre lali, lo quiero pero la familia y la época no le permiten estar juntos! Más!

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  2. pobre de lali, peter no entiende que ella lo ma y no lo quiere dejar pobre de ella tiene que sufrir por el

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  3. maas noveeeeee!!!! esta re buenaaa!

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  4. Me fascina la nove y van 3 caps!

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  5. maaaaaaaaaaaaaaaaaas

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  6. estoy esoerandoo subii massss

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  7. masss novelaaa novelaaa

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  8. nove nove nnove nove nove nove nove

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  9. daleee mas nove dalee mas nove

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  11. Vivu ( @Lina _AR12)12 de mayo de 2012, 0:07

    Peter cómo se resiste,sabe q les depara el futuro y quiere ahorrar sufrimiento,algo q no conseguirá!

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  12. Aaaaaww!!! Me encanta!! Pobre lali :(

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  13. U.u qe triste! No qiero qe se separennn :(qe muy bueno el cap, re tierna la parte donde Lali le pide a Peter qe se qede =$ buenisisisimoooo

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