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viernes, 4 de mayo de 2012

Capítulo 5



-Lali: No, Chris, si comes más algodón de azúcar, se te caerán los dientes. Y entonces... -alzó a su sobrino en brazos y lo apretó con fuerza -entonces solo podrás comer puré de espinacas.
-Chris: Palomitas -pidió él, sonriéndole.
-Lali: Pero ¿es que tu tripita no tiene fondo? -le besó en el cuello y dejó que el amor se apoderara de ella.
 El domingo era un día precioso, no solo porque hacía sol y la temperatura era suave y primaveral, ni porque Lali dispusiera de largas horas de tiempo libre, sino porque podía pasar la tarde con la persona más importante de su vida.
«Hasta huele como su padre», pensaba, preguntándose si era posible heredar un olor. Sin dejar de abrazarlo, con sus piernecitas enroscadas a la cintura, observó el rostro de Chris.

Era casi como mirar un espejo. Lali solo se llevaba diez meses con su hermano Jeremy. Chris tenía el pelo rubio y lacio, los ojos azul claro y una cara que prometía ser fina y elegante cuando perdiera su redondez infantil. En ese momento, estaba pegajosa y llena de rosas manchas de azúcar. Lali lo besó con firmeza y sintió su dulzura.
-Lali: Mmmm; qué rico -musitó, besándolo de nuevo mientras él reía.
-Chris: ¿Y tus dientes?
Ella enarcó una ceja y cambió el peso del cuerpo de un pie a otro, buscando una postura más cómoda.
-Lali: Si es de segunda mano, no vale.
Él le lanzó una sonrisa pícara.
-Chris: ¿Y eso?
-Lali: Es un hecho científico -afirmó- Seguramente el azúcar se evapora después de permanecer sobre la piel expuesto al sol.
-Chris: Te lo estás inventando -le dijo él alegremente.
Reprimiendo una sonrisa, ella se echó la larga trenza a la espalda.
-Lali: ¿Quién? ¿Yo?
-Chris: Tú siempre te estás inventando cosas.
-Lali: Ese es mi trabajo -contestó ella-. Vamos a ver los osos.
-Chris: Ojalá sean muy grandes -dijo mientras lo bajaba al suelo- Grandísimos.
-Lali: Me han dicho que son enormes, -dijo ella- A lo mejor son tan grandes que se salen de las jaulas.
-Chris: ¿Sí? -sus ojos se iluminaron ante la idea.
Lali casi podía verlo recreando aquella imagen en su cabeza. La fuga de los osos, el pánico y los gritos de la multitud, y luego su heroísmo al meter de nuevo entre rejas a los enormes animales. Y, después, naturalmente, su humildad al aceptar la gratitud de los guardianes del zoo.
-Chris: ¡Vamos!
Lali dejó que Chris tirara de ella, zigzagueando entre el gentío que había ido a pasar el día al zoo del Bronx. Eso podía proporcionárselo, pensó Lali. La diversión, la alegría de la niñez. Era una etapa tan breve, tan concentrada... De adulto se vivían muchos años entre obligaciones, responsabilidades, preocupaciones y horarios. Ella quería darle libertad a Chris, mostrarle los límites que podía saltarse y los que debía respetar. Pero, ante todo, quería darle su amor.

Amaba al niño y lo quería con ella, no solo porque le recordaba a su hermano, sino por sí mismo, por su modo de ser y su extraña estabilidad. A pesar de que la vida de Lali se guiaba por una rutina desordenada que poco tenía de monótona, y aun cuando disfrutaba yendo y viniendo según sus impulsos momentáneos, Lali siempre había necesitado estabilidad, alguien a quien cuidar, a quien nutrir, a quien devolverle una parte de la gratitud que sentía. No había nada como un niño, con su inocencia y su falta de inhibiciones, para dar y recibir amor. Incluso en ese momento, mientras corría, reía y señalaba las cosas, fascinado por el día y los animales, Chris la llenaba de energía.

Si hubiera creído que Chris era feliz viviendo con sus abuelos, lo habría aceptado. Pero sabía que los Anderson estaban sofocando la singularidad del niño. No eran malas personas, pensó, pero sí de miras estrechas. A un niño había que educarlo siguiendo normas fijas, y no había más que hablar. Un niño era una responsabilidad solemne. Lali comprendía el sentido del deber de los Anderson, pero para ella la educación de Chris era ante todo un placer. Ellos educarían al niño para que fuera responsable, educado e instruido. Y se olvidarían por completo de su singularidad.
Tal vez todo hubiera sido más fácil si los abuelos de Chris no hubieran desaprobado tan rotundamente al hermano de Lali, o si Chris no hubiera sido concebido por pasión y despecho juvenil... y fuera del matrimonio. Pero ni el matrimonio, ni el nacimiento de Chris habían disipado la tensión, como no lo había hecho el trágico accidente que había segado la vida del hermano de Lali y de su joven mujer. Al mirar al niño, los abuelos de Chris recordaban que su hija se había casado sin su aprobación y había muerto.

En cambio Lali, al mirarlo, veía la vida en su plenitud.

«Me necesita», se dijo, revolviéndole el pelo mientras el niño miraba con ojos asombrados a un oso que se bamboleaba lentamente. Aunque no hubiera estado en juego su corazón, era incapaz de rehusarse a prestar ayuda cuando alguien la necesitaba. Con Chris había perdido el corazón nada más verlo, enrojecido y esmirriado, tras la pared de cristal de un hospital. También sabía que ella lo necesitaba a él. Necesitaba depositar en alguien el amor que sentía. Entonces pensó en Peter.

Él también la necesitaba, pensó esbozando una sonrisa. Aunque aún no lo supiera. Un hombre así necesitaba la tranquilidad y el buen humor que proporcionaba el amor. Y ella quería darle ambas cosas.

¿Por qué? Apoyándose en la barrera, Lali sacudió la cabeza. No tenía ningún motivo sólido, y eso bastaba para convencerla de que tenía razón. A menudo, cuando se podía diseccionar metódicamente un problema, solo se encontraban respuestas equivocadas. Ella confiaba en su instinto y en sus emociones mucho más que en su intelecto. Ella amaba de improvisto, ciega y completamente. Al pensar en ello, comprendió que nunca había esperado que fuera de otro modo.

Si le confesaba su amor, Peter pensaría que mentía o que estaba loca. Y Lali no podría reprochárselo. No sería fácil ganarse la confianza de un hombre tan receloso y cínico como Peter Lanzani. Sonriendo, Lali se comió un puñado de palomitas de Chris. A fin de cuentas, los desafíos eran lo que daba color a la vida. Y, aunque Peter no se diera cuenta, ella pensaba pintar de colores la suya.
-Chris: ¿De qué te reís, Lali?
Ella miró a Chris y, sin dejar de sonreír, lo tomó en brazos. El niño se echó a reír como hacía siempre que Lali le demostraba su afecto con aquella urgencia.
-Lali: Me río porque soy feliz. ¿Tú no? Hoy es un día precioso.
-Chris: Yo siempre soy feliz contigo -él se abrazó con fuerza a su cuello- ¿No puedo quedarme contigo? ¿No puedo vivir en tu casa?
Ella escondió la cara en la curva del hombro de Chris, sabiendo que no podía decirle que estaba intentando con todas sus fuerzas concederle aquel deseo.
-Lali: Hoy podemos estar juntos -dijo- Todo el día.
Sosteniéndolo en brazos, podía sentir el olor de su jabón y de su champú, el olor de las palomitas y el aroma punzante y ardoroso del sol. Rió de nuevo y dejó a su sobrino en el suelo.
-Lali: Vamos a ver las serpientes. Quiero que las veas deslizarse.

--

Peter no comprendía por qué la imagen de Lali seguía asaltando su recuerdo. Deseaba arrumbar aquella imagen a un rincón de su cerebro y mantenerla allí mientras estuviera trabajando. Pero no podía.

Le habría sido más fácil aceptarlo si hubiera podido pensar en Lali simplemente como la actriz que iba a encarnar a Rae. Podría haber racionalizado aquella obsesión si hubiera sido de carácter profesional. Pero seguía viendo a Lali en la cúspide de Nueva York, con el pelo al viento y los ojos exultantes. Aquella mujer no tenía nada en común con Rae.

También la recordaba el día que había ido a su apartamento. Fresca, vital, derramando energía y honestidad. Recordaba su expresión dolida cuando se había mostrado deliberadamente ofensivo, y la culpabilidad que había sentido, una sensación que había jurado desterrar para siempre de sí. Apenas conocía a Lali y, sin embargo, aquella mujer estaba extrayendo de él sentimientos que se había prometido olvidar de una vez por todas. Peter era lo bastante perspicaz como para saber que Lali podía sacar de él mucho más. Por esa razón había decidido interponer entre ambos una distancia prudente y profesional.

Sin embargo, mientras observaba a Lali hablando con Mariano antes de la prueba, no lograba concentrarse. ¿Sería acaso porque Lali era bella y él siempre había sido susceptible a la belleza? ¿O sería quizá porque era tan singular que siempre lograba atrapar su atención? Como escritor, sentía una irremediable fascinación por lo raro. Sin embargo, y pese al hecho de que a veces se comportaba a medio camino entre una cíngara y una adolescente, Peter había creído percibir en ella una estabilidad absoluta. Ya le había preguntado quién era, pero no se daba por satisfecho con la respuesta.

Quizá, solo quizá, pudiera averiguarlo por sí mismo.

-Hacen buena pareja -murmuró Marshell a su lado.
Sin apartar los ojos de Lali, Peter profirió un sonido que podía haber sido de aprobación o de desinterés. Si no recordara tan bien la primera prueba de Lali, habría jurado que cometía un error al considerarla para el papel. Su sonrisa era demasiado franca, sus gestos demasiados espontáneos. Peter se sintió desconcertado al darse cuenta de que Lali lo ponía nervioso.

Deseo. Sí, sentía deseo. Peter sopesó aquella sensación. Era fuerte, vigorosa y apremiante. Naturalmente, Lali era una mujer a la que cualquier hombre desearía. A él no le inquietaba el deseo, ni siquiera el interés que sentía por ella, sino la insidiosa sensación de que se le estaba escapando algo sin darse cuenta y contra su voluntad.

Sacó un cigarrillo y la observó a través del humo azulado. Como escritor y como hombre, merecía la pena ver cuántas máscaras podía ponerse Lali y con cuánta facilidad. Se sentó al borde de la mesa de Marshell.
-Peter: Vamos a empezar.

Al oír su orden, Lali giró la cabeza y se encontró con la mirada de Peter. «Hoy está distinto», pensó, aunque no supo dar con la razón. Él seguía observándola con aquella mirada incisiva y severa. Seguía pareciendo distante. Lali percibía el muro que había erigido entre él y el resto del mundo. Pero había algo más.

Lali le sonrió. Al ver que él no respondía, tomó su copia del guión. Iba a hacer la mejor prueba de su carrera. Por ella misma y, aunque pareciera extraño, también por Peter.

-Peter: Está bien, quiero que empiecen por la escena en la que acaban de regresar a casa de la fiesta -sacudió distraídamente el cigarrillo en un cenicero ribeteado de oro. Tras él, Marshell se metió en la boca un caramelo de menta- ¿Quieren hacer un ensayo primero?
Lali levantó la vista del guión. «Todavía cree que voy a fracasar», pensó, y se alegró de notar un nudo en el estómago.
-Lali: No es necesario -le dijo, y se giró hacia Mariano.

Peter asistió por segunda vez a la transformación de Lali. ¿Era posible que sus ojos, parecieran volverse más pálidos, más gélidos, cuando adoptaba el papel de Rae? Él podía sentir la antigua atracción sexual y la repugnancia intelectual que siempre le había infundido su ex-mujer. Con el cigarrillo consumiéndose entre sus dedos, sintió el sarcasmo de Rae y la ira de Phil... y lo recordó todo con excesiva nitidez.

Una vampiresa. Así la había llamado, y con toda razón. Despiadada, perversa, atrayente. Lali se introdujo en el personaje como si fuera su segunda piel. Peter sabía que debía admirarla por ello, incluso dar gracias porque, al encontrarla, su búsqueda de la actriz principal hubiera concluido. Pero la habilidad de camaleón de Lali lo sacaba de quicio.

Sin saber por qué, Peter comprendió que darle el papel a Lali era un acierto profesional y un terrible error en lo que a su vida privada se refería.
-Peter: Con eso basta.

En cuanto Peter cortó la escena, Lali echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar una risa ahogada. La liberación, aquella repentina ausencia de tensión, resultaba tremenda. Así sería siempre, pensó, con un papel tan duro y frío como aquel.
-Lali: Oh Dios, es tan odiosa, tan absolutamente egoísta -con los ojos encendidos y la cara sofocada, se giró hacia Peter- Él la desprecia y, sin embargo, la desea. Incluso cuando ve que le va a clavar un puñal por la espalda, le resulta difícil mantenerse alejado de ella.
-Peter: Sí -asistir a la escena había perturbado a Peter más de lo que esperaba. Levantándose, metió las manos en los bolsillos-. Quiero que hagas el papel. Nos pondremos en contacto con tu agente para ultimar los detalles.
Ella suspiró, pero sus labios siguieron conservando la sonrisa.
-Lali: Ya veo que te he impresionado -dijo con soma- Pero lo que importa es el personaje. No te arrepentirás. Señor Marshell, Mariano, será un placer trabajar con ustedes.
-Marshell: Lali… -se levantó y aceptó la mano que ella le tendía. Hacía mucho tiempo que no le impresionaba tanto una escena- a menos que me equivoque, y nunca lo hago, vas a conseguir un gran éxito.
Ella le lanzó una sonrisa y se sintió como si volara.
-Lali: Entonces, no me quejaré. Muchas gracias.
Peter la tomó del codo antes de que ella pudiera girarse y antes de que él se diera cuenta de que iba a tocarla. Deseaba descargar su furia contra algo o alguien, pero consiguió refrenarse.
-Peter: Te acompaño.
Sintiendo la tensión de sus dedos, ella tuvo que reprimir el deseo de calmarlo. Peter no era hombre que apreciara las caricias.
-Lali: Está bien.
Siguieron el mismo, camino que la semana anterior, pero esta vez en silencio. Lali notaba que Peter lo necesitaba. Cuando llegaron a la puerta de la calle, aguardó a que él dijera algo.
-Peter: ¿Estás libre? -preguntó. Un tanto sorprendida, ella ladeó la cabeza- Para ir a cenar- explicó él- Me parece que te debo una cena.
-Lali: Bueno -ella se apartó el pelo de la cara. No se molestó en ocultar que su invitación le gustaba- técnicamente, es al revés. ¿Por qué quieres cenar conmigo?
Con solo mirar sus ojos alegres, su boca generosa, Peter se sentía dividido en dos direcciones opuestas. Acercarse a ella; antes de que fuera demasiado tarde. O retirarse antes de que no hubiera escapatoria.
-Peter: No estoy del todo seguro.
-Lali: Con eso me basta -ella lo tomó de la mano y alzó la otra para parar un taxi-. ¿Te gustan las chuletas de cerdo a la parrilla?
-Peter: Sí.
Ella giró la cabeza, riendo, antes de tirar de él hacia el taxi.
-Lali: Un comienzo excelente -tras darle al taxista una dirección en Greenwich Village, se recostó en el asiento-. Creo que el siguiente paso es mantener una conversación sin decir ni una sola palabra acerca del trabajo. Imagino que podremos aguantar el uno en compañía del otro más de una hora sin hablar de negocios.
-Peter: De acuerdo -asintió. Estaba decidido a conocerla mejor y eso pensaba hacer- Pero tampoco hablaremos de política.
-Lali: Trato hecho.
-Peter: ¿Desde cuándo vives en Nueva York?
-Lali: Nací aquí. Soy neoyorquina -ella sonrió y cruzó las piernas- Tú no. Leí en alguna parte que eres de Filadelfia, de una familia bien. Tienes un montón de parientes poderosos -ni siquiera miró a su alrededor cuando el taxi dio un brusco frenazo- ¿Eres feliz en Nueva York?
Él nunca había pensado sobre aquella cuestión en términos de felicidad, pero, al hacerla, la respuesta le salió con facilidad.
-Peter: Sí. Necesito su dinamismo y su tensión durante largos periodos de tiempo.
-Lali: Y luego necesitas irte -concluyó ella-. Y estar solo, en tu barco.
-Peter: Sí, así es. Cuando navego, me relajo, y me gusta relajarme solo.
-Lali: Yo pinto -dijo ella- Fatal -riendo, hizo girar los ojos- Pero me ayuda a tranquilizarme cuando estoy nerviosa. Suelo amenazar a mis amigos con regalarles un auténtico Espósito por Navidad, pero luego nunca lo hago.
-Peter: Me gustaría ver alguno -murmuró él con una sonrisa.
-Lali: El problema es que, según parece, plasmo mi estado de ánimo en el lienzo. Ya hemos llegado -saltó del taxi y aguardó en la acera.
Peter observó los pequeños escaparates.
-Peter: ¿Adónde vamos?
-Lali: Al mercado -lo asió del brazo con naturalidad- No tengo chuletas en casa.
Él bajó la mirada hacia ella.
-Peter: ¿En casa?
-Lali: Casi siempre prefiero cocinar a comer fuera. Y esta noche estoy demasiado nerviosa para ir a un restaurante. Tengo que mantenerme ocupada.
-Peter: ¿Nerviosa? -tras observar su perfil, Peter sacudió la cabeza. Su pelo parecía más oscuro a la luz del atardecer, y aquel movimiento hizo que se agitara descuidadamente alrededor de su cara. Qué contraste, pensó Lali, con su apariencia más bien formal- A mí me pareces bastante tranquila.
-Lali: Sí, ya. Pero estoy intentando reprimir la verdadera explosión hasta que mi agente me llame para decirme que está todo labrado en granito. No te preocupes... -le sonrió- Soy una buena cocinera.

Juzgando solamente por su cara de porcelana, apenas podía creerse que aquella mujer supiera distinguir la cocina de la lavadora. Pero Peter sabía juzgar las apariencias. Y tal vez, solo tal vez, hubiera una sorpresa bajo la de Lali. A pesar de las advertencias que se repetía a sí mismo, sonrió.
-Peter: ¿Solo buena?
Los ojos de ella se iluminaron.
-Lali: Odio alardear, pero la verdad es que soy una cocinera fantástica -lo condujo al interior de un pequeño mercado que olía fuertemente a ajo y a pimiento y se puso a hacer la compra par la cena- ¿Qué tal son hoy los aguacates, señor Stanislowski?
-Buenísimos -el tendero miró por encima de la cabeza de Lali y observó a Peter con el rabillo del ojo-. Para ti solo lo mejor, Lali.
-Lali: Entonces, voy a llevarme dos, pero elíjamelos bien. ¿Qué tal le salió a Mónica el examen de Historia?
-Ha sacado un nueve -el tendero hinchó levemente el pecho bajo el delantal, pero siguió observando a Peter.
-Lali: Estupendo. Necesito cuatro chuletas de primera -mientras el tendero las cortaba, ella observó los champiñones, consciente de que el señor Stanislowski estaba a punto de estallar de curiosidad-. ¿Sabe, señor Stanislowski?, a Mónica le encantaría tener un gatito.
Mientras pesaba la carne, el tendero le lanzó una mirada exasperada.
-Mira, Lali...
-Lali: Ya es lo bastante mayor como para ocuparse de él -prosiguió, tocando un tomate-. Le haría compañía y tendría que hacerse cargo de él. Y, además, ha sacado un nueve en Historia -alzando la mirada, le lanzó una sonrisa irresistible.
El señor Stanislowski se sonrojó, inquieto.
-Tal vez si trajeras uno, nos lo pensaríamos.
-Lali: Lo haré -sin dejar de sonreír, ella sacó su cartera- ¿Cuánto le debo?

-Peter: Has demostrado un gran tacto ahí dentro -murmuró cuando salieron- Y es la segunda vez que te veo intentar endosarle un gato a alguien. ¿Ha tenido cachorros tu gata?
-Lali: No, pero conozco a muchos gatos sin hogar -alzó la cabeza hacia él-. Si te interesa...
-Peter: No -dijo él secamente y con firmeza mientras le sujetaba la bolsa.
Lali se limitó a sonreír y decidió que intentaría convencerlo más adelante.

Aspiró el aroma a especias y a pan recién horneado que salía de las puertas abiertas de las tiendas. Algunos niños corrían por la acera, riendo. Unos cuantos viejos charlaban en las escaleras de los edificios. Cuando pasara la hora de la cena, otros miembros de la familia saldrían a hablar, a intercambiar noticias y a disfrutar del tiempo primaveral. De una ventana llegaban retazos amortiguados de la Novena Sinfonía de Beethoven y, un poco más allá, el ritmo machacón de una canción de rock de los cuarenta principales.

Lali se había mudado al Village dos años antes atraída por el ambiente del barrio, y este nunca la había decepcionado. Podía sentarse en la calle y escuchar la charla de los viejos, mirar jugar a los niños, oír el último éxito musical para quinceañeros o el llanto de un bebé recién nacido. Era justo lo que había necesitado al quedar desbaratada su familia.
-Lali: Hola, señor Miller. Señor Zirnmerman.
Los dos ancianos sentados en los escalones de un edificio reformado observaron a Peter antes de mirar a Lali.
-Ni se te ocurra darle otra oportunidad a ese Ramiro -le dijo el señor Miller.
-Ponlo de patitas en la calle -el señor Zimmerman dejó escapar un silbido que podía haber sido una carcajada-. Búscate un hombre de verdad.
-Lali: ¿Eso es una oferta? -ella le besó la mejilla antes de subir el resto de los escalones.
-Resérvame un baile en la verbena del barrio -dijo el señor Zirnmerman a sus espaldas.
Lali giró la cabeza y le guiñó un ojo.
-Lali: Señor Zirnmerman, a usted le concederé todos los bailes que quiera -mientras empezaban a subir las escaleras interiores, Lali rebuscó en su bolso las llaves- Estoy loca por él -le dijo a Peter- Era profesor de música. Ahora está retirado, pero todavía enseña a algunos niños del barrio. Se sienta en los escalones para ver pasar a las mujeres -localizó las llaves sujetas a un sonriente sol de plástico-. Es un auténtico donjuán.
Peter miró automáticamente hacia atrás.
-Peter: ¿Te lo ha dicho él?
-Lali: Solo hay que fijarse en la dirección de sus ojos cuando ve pasar unas faldas.
-Peter: ¿Las tuyas incluidas?
Los ojos de Lali danzaron.
-Lali: A mí me considera una especie de sobrina. En su opinión, ya debería estar casada y criando ingentes cantidades de niños.
Metió una sola llave en una sola cerradura, lo cual a Peter le pareció casi inaudito estando en Nueva York, y abrió la puerta. Él esperaba algo poco usual. Y no se equivocó.

El centro del cuarto de estar lo ocupaba una gran hamaca que colgaba del techo mediante ganchos de bronce. Uno de sus extremos estaba cubierto de cojines. Al igual que en el camerino de Lali, por todas partes había libros, papeles y olores. Peter percibió una fragancia a cera de velas, a popurrí de hojas secas y a flores frescas. De una heterogénea colección de jarrones, entre los que había piezas de barro de supermercado y auténticas porcelanas de Meissen, emergían rebosantes ramilletes de flores primaverales. Había también un paragüero en forma de cigüeña lleno de plumas de avestruz y pavo real. Un par de guantes de boxeo colgaba en un rincón, detrás de la puerta.
-Peter: Supongo que serás peso pluma -dijo con sorna.
Lali siguió su mirada y sonrió.
-Lali: Eran de mi hermano. Boxeaba en el instituto. ¿Quieres una copa? -antes de que él pudiera responder, le quitó la bolsa de la mano y echó a andar por el pasillo.
-Peter: Un poco de whisky con agua -al darse la vuelta, le llamó la atención una pared llena de pinturas. Eran de Lali, naturalmente. ¿Quién si no pintaría con esa especie de energía cinética, con ese brío y ese desprecio por las normas? Eran vívidas, excéntricas, perturbadoras. Sin duda no eran cuadros con los que relajarse. Mostraban al mismo tiempo talento y desidia, y, aunque Lali no lo hubiera pretendido, casaban a la perfección con aquella estancia.

Mientras observaba las pinturas, tres gatos entraron en la habitación. Dos de ellos eran apenas cachorros, negros como el carbón y de ojos ambarinos. Rodearon las piernas de Peter y se dirigieron en línea recta a la cocina. El otro era un enorme ejemplar atigrado que lograba caminar con altiva dignidad sobre tres patas. Peter oyó que Lali se reía y les decía algo a los dos gatos que acababan de entrar en la cocina. El atigrado observó a Peter son serena paciencia.
-Lali: Whisky con agua –dijo volviendo descalza con dos vasos en las manos.
Peter aceptó la copa y señaló con ella las pinturas.
-Peter: Supongo que serán ataques de ansiedad que lograste superar.
-Lali: Se nota, ¿eh? Así me ahorro dinero en psiquiatras, aunque no debería decir eso, teniendo en cuenta que interpreto a una.
-Peter: Tienes una casa muy curiosa.
-Lali: He llegado a la conclusión de que me crezco con el desorden -sonriendo, bebió un sorbo-. Ya veo que conoces a Butch-se agachó y deslizó una mano sobre el lomo del gato atigrado. Este se arqueó, ronroneando- Keats y Shelley son unos trastos. Ahora están tomando su cena.
-Peter: Ya veo -miró hacia abajo y vio que Butch se estaba restregando contra la pierna de Lali. Luego se acercó al sofá y saltó a un cojín-. ¿No te resulta difícil ocuparte de tres gatos viviendo en un apartamento y trabajando fuera de casa?
Ella se limitó a sonreír.
-Lali: No. Voy a encender la parrilla.
Peter alzó una ceja.
-Peter: ¿Dónde?
-Lali: ¿Dónde va a ser? En la terraza -se alejó y abrió una puerta corredera. Fuera había un balcón del tamaño de un sello de correos y que parecía más bien la prolongación del alféizar de una ventana. En él había encajado Lali tiestos de geranios y una pequeña barbacoa de carbón.
-Peter: La terraza -murmuró por encima del hombro de Lali. Solo un optimista incurable o un soñador sin remedio la habría llamado así. Pero a Peter le hizo gracia que Lali utilizara aquel nombre para definida. Riendo, se apoyó contra la jamba de la puerta.
Tras apartarse de la barbacoa sobre la que había estado inclinada, Lali lo miró fijamente. El sonido de la risa de Peter recorrió su piel como un susurro y la calmó.
-Lali: Vaya, vaya. Qué bien. ¿Sabes que es la primera vez desde que te conozco que te ríes con ganas?
Peter se encogió de hombros y bebió un sorbo de whisky.
-Peter: Supongo que he perdido práctica.
-Lali: Pues eso hay que arreglarlo -dijo ella. Sonrió y extendió la mano con la palma, hacia arriba- ¿Tienes una cerilla?
Peter se metió la mano en el bolsillo, pero algo, quizá el brillo divertido de los ojos de Lali, le hizo cambiar de opinión. Dando un paso hacia delante, la tomó de los hombros y la besó.

Esta vez no fue un mero roce de los labios, sino una exigencia abrupta y franca que la envolvió en brazos de Peter, atrapándola contra la puerta. Alzó las manos para tocar la cara de él mientras le entregaba sin condiciones lo que buscaba.

No hubo entre ellos un enardecimiento gradual, ni tanteo alguno, sino una llamarada tan intensa y repentina que de pronto pareció que eran amantes desde hacía mucho tiempo. Ella sintió la intimidad instantánea que se produjo entre ellos y la comprendió al instante. Su corazón ya era de Peter, no podía negarle su cuerpo.

Él sintió arder la pasión y se sintió aliviado. Sin embargo, no había ninguna tibieza en la pasión que sentía en ese instante. Era un sentimiento nítido y poderoso, como el viento que lo zarandeaba cuando se hacía al mar. Significaba libertad. Atrayéndola hacia sí, dejó que aquella sensación lo embargara.

Podía oler a Lali: aquella fragancia suya cálida y provocativa que parecía exhalar su piel con cada latido. ¿Cuántas veces había creído sentir aquel perfume con solo pensar en ella? Recordaba su sabor. Embriagador, generoso y cálido. Y el tacto de su cuerpo esbelto, suave, aún más cálido. Era ese calor el que inundaba a Peter, el que prometía colmarlo por entero. Peter lo necesitaba, aunque sin saberlo hubiera pasado años despojado de él. Quizá la necesitara a ella.

Pero, al comprender que quería más, retrocedió asustado. Ella abrió los ojos lentamente al sentir que la soltaba y lo miró fijamente, sin pestañear. Esta vez, vio algo más que un reflejo de sí misma. Vio deseos y cautela y un atisbo de emoción que la turbó.
-Lali: Tenía muchas ganas de que me besaras -murmuró.
Peter procuró calmarse, se forzó a pensar en algo que no fueran las emociones que ella agitaba en su interior.
-Peter: Yo no tengo nada que ofrecerte.
A Lali, aquello le dolió, pero sabía que el amor no era indoloro.
-Lali: Creo que te equivocas. Claro que yo tengo cierta tendencia a precipitarme. Tú no -respiró hondo y retrocedió-. ¿Por qué no enciendes esto mientras yo hago la ensalada? -sin aguardar su respuesta, dio media vuelta y entró en la cocina.

Peter no era tan duro y frío como aparentaba, pensó Lali y, con una media sonrisa, empezó a lavar las hortalizas. Lo notaba por su risa y por los destellos de humor que brillaban en sus ojos. Y, naturalmente, estaba segura de que no habría podido enamorarse de un hombre sin sentido del humor. Le gustaba hacerle reír. Cuanto más tiempo pasaban juntos, más fácil le resultaba. Se preguntaba si él se daba cuenta. Canturreando, comenzó a partir un aguacate.

Peter la observaba desde la puerta. Lali tenía en los labios una sonrisa y sus ojos conservaban esa luz a la que él se estaba acostumbrando en exceso. Utilizaba el cuchillo con la soltura de alguien habituado a las labores domésticas.
Peter se preguntaba por qué aquella escena tan sencilla ejercía sobre él una atracción tan intensa. Con solo mirada de pie junto al lavabo, con las manos ocupadas y el agua corriendo, sentía que se relajaba. ¿Que había en ella que hacía que le dieran ganas de poner los pies sobre la mesa y echar la cabeza hacia atrás? Se imaginaba a sí mismo acercándose a ella, rodeándole la cintura con los brazos y besándole el cuello. Debía de estar perdiendo la razón.

Ella sabía que estaba allí. Tenía los sentidos afilados, y más aún en lo que a Peter se refería. Sin darse la vuelta, siguió preparando la ensalada.
-Lali: ¿Te ha costado encenderlo?
Él alzó una ceja.
-Peter: No.
-Lali: No tarda mucho en calentarse. ¿Tienes hambre?
-Peter: Un poco -se acercó a ella. No quería tocarla, pero deseaba estar un poco más cerca.
Sonriendo, ella alzó una fina rodaja de aguacate y le ofreció un mordisco. Lali notó su mirada cautelosa mientras permitía que le metiera el aguacate en la boca.
-Lali: Yo nunca tengo un poco de hambre -le dijo, acabándose ella la rodaja de aguacate- Siempre tengo un hambre feroz.
Peter se había prometido que no la tocaría, pero de pronto deslizó el dorso de la mano por su mejilla.
-Peter: Tu piel -murmuró- es tan hermosa... Parece de porcelana. Tiene el tacto del satén- su mirada se deslizó por el rostro de Lali antes de que la besara- No debería haberte tocado nunca.
A ella le palpitaba con fuerza el corazón. La inesperada ternura de Peter la desarmó por completo.
-Lali: ¿Por qué?
-Peter: Porque conduce a algo más -pasó los dedos lentamente por el pelo de Lali y luego dejó caer la mano- Yo no tengo nada que ofrecerte, y tú quieres algo de mí -murmuró él.
Ella dejó escapar un suspiro tembloroso.
-Lali: Sí, es cierto. Pero, por ahora, solo quiero que cenes conmigo. Supongo que eso te resultará fácil.
Al ver que ella se disponía a girarse de nuevo hacia el fregadero, Peter la detuvo.
-Peter: Nada de esto va a ser fácil. Si seguimos viéndonos así, voy a llevarte a la cama.
Habría sido fácil, muy fácil, arrojarse en sus brazos. Pero él no aceptaría su entrega, ni ella podría sobrevivir al vacío que le dejaría su ausencia.
-Lali: Peter, soy una mujer adulta. Si me voy a la cama contigo, será porque quiera hacerlo.
Él asintió.
-Peter: Puede. Solo quiero asegurarme de que tengo elección. Tú y yo no podemos estar juntos. Yo no quiero a nadie en mi vida.
-Lali: ¿A nadie? -ella sacudió la cabeza- Sos demasiado inteligente para creer que se pueda vivir sin nadie. ¿Acaso no necesitas amistad, compañía, amor?
-Peter: Esas cosas requieren dar algo a cambio. Algo que yo ya no puedo dar.
-Lali: Que no quieres dar -la mirada de Lali era pensativa, ya no sonreía-. Por lo menos, eres franco. Cuanto mejor te conozco, más me doy cuenta de que nunca mientes... salvo a ti mismo, claro.
-Peter: No hemos pasado juntos el tiempo suficiente como para que sepas cómo soy. Vas muy descaminada.
-Lali: ¿No serás tú el que va descaminado? -replicó ella, y sacudió la cabeza al ver que él no contestaba-. Estás permitiendo que esa mujer te convierta en una víctima -murmuró-. Me sorprende que actúes así.
Él achicó los ojos. El verde de sus pupilas pareció cubrirse de escarcha.
-Peter: No abras puertas a menos que sepas lo que hay detrás, Lali.
-Lali: Eso sería demasiado sensato -ella prefería la ira que en aquel momento percibía claramente en él. Con una media risa, se acercó a Peter y le puso las manos sobre los brazos- En esta vida no hay diversión sin riesgos. Y yo no puedo vivir sin divertirme -lo apretó suavemente- Mira, me gusta estar contigo. ¿Te parece mal?
-Peter: No estoy seguro -ella estaba volviendo a excitarlo con aquella leve caricia- No sé si esto nos conviene a ninguno de los dos.
-Lali: Hazte un favor a ti mismo -sugirió ella- No te preocupes por eso durante unos días, y ya veremos qué pasa -poniéndose de puntillas, le dio un beso fugaz, al mismo tiempo amistoso e íntimo- ¿Por qué no preparas unas copas? -añadió, sonriendo- Voy a preparar la comida.

Continuará...

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PRIMER CAP DE LA MARATÓN!!!!
+ 20 firmitas y más nove

La nove tiene 13 capítulos... pero son largos!! 
asi que yo creo que la podemos terminar en la maratón de mañana!
^-^

35 comentarios:

  1. muuuuuuuy buena , suvi maas!!

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  2. Maaaaaaaaaaaas!! Me encanta =D

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  3. Pobre peter me da pena que sea asi por culpa de una mujer que fue cruel con el =/

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  4. Amo a lali, me encanta como es y como lo deja a peter sin palabras!

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  5. perdon por no firmar antes, pero me quede dormida jajaja lo siento, amo amo amo esta novela!!!!

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  6. QUIERO MAS NOVE, ESTA MUY BUENA

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  7. me encanta la personalidad de lali
    y Peter que afloje jajajja
    masssssssssssssss

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  8. ME ENCANTA COMO LALI LOGRA
    DESARMAR LA FRIALDAD DE PETER
    OJALA PRONTO CAMBIE PITT

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  9. otro capppppppppppppppppppppp

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  10. mas mas mas mas
    me copo mucho tu nove
    te felicito

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  11. mas noveeeeeeeeeeeeeeeeee

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  12. mas mas mas mas mas mas
    no nos hagas sufrir jajaja

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  13. ya tienes mas de 20
    subi!!!!
    jaja danii
    soy muy pesada jajaa lo siento

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  14. noooo me encanto el cap.... quiero mas nove..!!!!! AMO ESTA NOVE Y MAS AUN AL PERSONAJE DE LALI.....
    QUIEROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS NOVEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!!!!!!!!!!!

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  15. Lali es super tieeerna <3

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  16. quiero quierooo , me encantaaaaa :) lo vuelve locooo

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  17. ya hay 25 firmas subi mas noveeeee por fiss esta muy buenaa

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  18. QUIERO MAS NOVE.... QUIERO SABEER Q PASO......?????
    BESOS Q ESTES BIEN..!!! Y SUBI RAPIDITO..... POS FISSSSSSSSSS

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  19. Vivu ( @Lina _AR12)4 de mayo de 2012, 23:49

    Buenísimo!Lali me re encanta!Super lanzada,me tarde un monton en leerlo porq estoy mirando Dulce Amor!

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  20. Poco a poco, Lali le esta bajando las defensas a Peter.

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  21. buenisimoooooooooooooooooooo
    me super encanto
    beso

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  22. hayy me encanta!!!
    los amooo
    mass noveee

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  23. ME FASCINO EL CAP!
    ES GENIAL LA NOVE
    NO PUEDO CREER QUE TENGA 13 CAPS!
    Besos
    @vagomi

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  24. Aaaaaahhhh siiii me encantoo!!! Muchos besossss!! De a poco se va a enamorar *.* LOS AMOOOOOOO ya me imagino cuando la lleve a la cama :) al fin Peter se mostró un poco tierno =$ buenisimo =D

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