Capítulo SEIS

Con las risotadas de Eliseo aún sonando en su cabeza, Peter hizo una mueca mientras dejaba el coche en la entrada de la casa. Lo que a su hermano le había hecho tanta gracia, seguramente había sacado de quicio a Lali.

Pero él sabía que aquello no iba a funcionar. Haberse prestado a dejar que Eliseo se hiciera pasar por él sólo era una muestra de su desesperación.

Y la verdad, se alegraba de que no hubiera funcionado. Al menos, sabía que Lali aún podía distinguirlos. Ella era la única persona que podía hacerlo.

Lali era diferente. Tan diferente que si no lograba convencerla para que se fuera de Baywater, era hombre muerto. No podría ganar la apuesta. En cualquier otro momento, la visita de Lali habría sido un problema, pero ahora... ahora era un peligro.

Él nunca había deseado a una mujer como la había deseado a ella. Y seguía deseándola. Llevaban cinco años separados, pero con sólo saber que estaba en el pueblo se le aceleraba el pulso. Vivir y dormir en la misma casa hacía que no pudiera pegar ojo.

Sí, aquello era un problema. Suspirando por la inminente confrontación, Peter bajó del coche. Se había puesto el sol, y las primeras estrellas empezaban a asomar en el cielo; el aroma del jazmín llenándolo todo. La puerta de la casa estaba abierta, la luz del vestíbulo iluminando el porche como si fuera una señal de bienvenida. Aunque Peter estaba seguro de que Lali no lo había hecho a propósito.

Pero le daba igual lo que ella pensara del cambio. Tenía que hacer algo, ¿no? Además, no tenía por qué darle explicaciones, no le debía nada. Era su ex, nada más.

Entonces, ¿por qué se sentía tan culpable?

¿Y por qué le daba miedo enfrentarse con ella? Él era un marine. Entrenado para el combate.

Y eso era necesario cuando uno tenía que tratar con Espósito Lanzani.

Peter subió los escalones del porche de dos en dos y asomó la cabeza en el vestíbulo. De alguna parte llegaban unas nota de jazz. Las perras debían estar en el jardín o se habrían puesto a ladrar como posesas.

Después de aclararse la garganta, llamó a la puerta.

Nada. No hubo respuesta. Volvió a llamar, más fuerte esta vez.

-Lali: ¿Peter?

-Peter: Sí, soy yo.

-Lali: Entra —Bueno, por el momento, la cosa iba bien, pensó. La encontró en la cocina, con una copa de vino en la mano.  Estaba enfadada. Y preciosa. El brillo de sus ojos siempre lo había atraído. Y eso era un problema —Siéntate.

-Peter: No, gracias —dijo él, sin dejar de mirar sus torneadas piernas. No, no pensaba sentarse. Porque no iba a quedarse mucho tiempo. No podía estar tan cerca de una mujer que podía atormentarlo de esa forma, de modo que lo mejor sería decir lo que tenía que decir y marcharse lo antes posible —Mira, siento haber...

-Lali: ...¿enviado a Eliseo para librarte de mí? —terminó la frase por él.

Peter se encogió de hombros.

-Peter: Sí.

-Lali: ¿Eso es todo lo que vas a decir? —preguntó, cruzándose de piernas. Llevaba las uñas de los pies pintadas de rosa. Oh, cielos. Peter se pasó una mano por la barbilla.

-Peter: ¿Qué quieres que diga? —Tenía que intentarlo. Lo que tenía que hacer era salir de aquella casa. Ya.

Lali se levantó y dejó la copa de vino sobre la mesa. No llevaba sujetador bajo el top y Peter notó cómo se le marcaban los pezones bajo la fina tela.

-Lali: ¿Por qué estás tan ansioso por verme desaparecer?

-Peter: No estoy ansioso —dijo él. No, ansioso no, desesperado más bien. Pero eso no podía decírselo. No quería que supiera lo que podía hacerle con una sola mirada.

-Lali: Eliseo no me engañó ni por un segundo.

-Peter: Sí, lo sé —murmuró, mirándola a los ojos. Aunque eso no era seguro. No, siempre se había perdido en los ojos de Lali. Pero era más seguro que mirar sus pechos o su ombligo o cómo los pantalones cortos colgaban un poco de sus caderas.

-Lali: ¿Por qué lo has hecho, Peter? —Era como un polígrafo. Mirar a los ojos de Lali obligaba a un hombre a decir la verdad. Al menos, así era como lo habían afectado siempre esos ojos castaños.

-Peter: Porque no te quiero aquí —Ella echó la cabeza hacia atrás, como si le hubiera dado una bofetada, y Peter se maldijo a sí mismo mentalmente. Entonces se percató de que seguía usando el mismo perfume, ese perfume que olía como una noche de verano...

-Lali: Al menos eres sincero. ¿Por qué no me quieres aquí? —Peter dio un paso adelante para tomar su copa de vino y después de dar un largo trago, la miró por encima del hombro.

-Peter: ¿Por qué has venido, Lali?  —Ella sintió una punzada de algo triste y vacío en su interior. Llevaba toda la tarde furiosa, esperándolo... Y ahora que estaba allí, se daba cuenta de que todo había cambiado. Ellos habían cambiado. La atracción sexual seguía ahí, desde luego. La había sentido desde que entró en la cocina. Pero Peter se distanció de inmediato, sin dar un paso, y le pareció que por mucho que quisiera, nunca podría llegar a él.

Pero daba igual que se sintiera herida. No iba a dejar que la echara de Baywater porque tenía algo que hacer. Y haría lo que fuera para conseguirlo.

-Lali: ¿Tiene que haber una razón? ¿No podemos ser amigos? —Riendo, Peter dejó la copa sobre la mesa.

-Peter: Tú y yo nunca fuimos amigos —Cierto. Odiaba admitirlo, pero era verdad. Se hicieron amantes desde el primer momento. No hubo período de «amistad». Fue como una tormenta de deseo, de amor.

Si hubieran sido amigos, quizá su matrimonio habría durado más. Quizá Peter no habría podido marcharse tan fácilmente.

-Lali: Podríamos serlo ahora.

-Peter: ¿Por qué?

-Lali: Porque una vez fuiste muy importante para mí —contestó, esperando que no se diera cuenta de que todavía lo era.

-Peter: Lo nuestro se terminó.

Esa frase fue como un puñetazo en el estómago, pero no dejó que él lo viera. En lugar de eso, decidió hablar del tema que llevaba cinco años dando vueltas en su cabeza. Después de todo, si quería alejarse de ella, podía darle razones. Podía decirle por qué de repente, había querido el divorcio.

-Lali: Se terminó porque tú lo decidiste.

Peter dejó escapar un suspiro.

-Peter: Lali...

-Lali: Dime por qué nos separamos y quizá me vaya entonces.

No lo haría, pero él no tenía por qué saber eso.

-Peter: Han pasado cinco años. Déjalo estar.

-Lali: ¿No quieres decírmelo? ¿Ni siquiera para librarte de mí?

-Peter: No te irás hasta que te dé la gana, estoy seguro.

-Lali: Sí, eso es verdad —asintió.

-Peter: Siempre has sido muy obstinada.

-Lali: Viniendo de ti, que eres el más cabezota del mundo, no lo considero un insulto.

-Peter: No quería insultarte. La verdad es que siempre he disfrutado de nuestras discusiones... al menos, disfrutaba después, cuando hacíamos las paces.

Lali tuvo que respirar profundamente un par de veces para no perder la concentración.

-Lali: Si tanto disfrutabas durante nuestro matrimonio, ¿por qué...?

-Peter: ¿Por qué estás aquí? —la interrumpió, apoyándose en la encimera— ¿Por qué has venido?

En sus ojos había un brillo peligroso. Y eso era parte de su atractivo. Pelo negro, ojos verdes, torso ancho, hombros anchos, caderas estrechas... Y los vaqueros le quedaban como a nadie en el mundo. Seguramente no había una sola mujer en el planeta, de los dieciséis a los sesenta años, a la que no pudiera conquistar.

-Lali: Mi abuela se ha ido a Italia y alguien tenía que cuidar de Muffin y Peaches.

-Peter: ¿Y ésa es la única razón? ¿No has hablado con mis hermanos?

-Lali: ¿Con tus hermanos? —repitió ella, extrañada— El único con el que he hablado es Eliseo, que yo sepa.

Peter tuvo la decencia de hacer una mueca al oír el nombre de su hermano.

-Peter: Sí, bueno, siento lo de Eliseo. Yo sabía que no iba a funcionar, pero... si te sirve de consuelo, le diste un susto de muerte.

-Lali: Pues sí, me consuela un poco. Pero eso no explica por qué lo hiciste. ¿Por qué es tan importante para ti que me vaya de Baywater?

El rostro de Peter se ensombreció. Era la única forma de describir su expresión en aquel momento.

-Peter: Da igual.

-Lali: A mí no me da igual.

-Peter: Mira, déjalo —murmuró él, dirigiéndose a la puerta del jardín.

-Lali: Las perras están fuera, te lo advierto.

-Peter: Maldita sea —se volvió hacia vestíbulo, pero Lali lo tomó del brazo.

Él se detuvo en seco, como si lo hubieran golpeado y despacio, levantó la mirada.

Lali sabía lo que eso quería decir, pero no lo soltó. No era sólo por obstinación, sino por el calor que emanaba de su cuerpo. Eléctrico. Como si hubiera tocado un cable pelado. Y no quería perder esa sensación. Había pasado tanto tiempo...

-Lali: No pienso irme —dijo, mirándolo a los ojos—. Voy a estar aquí tres semanas, te guste o no. Así que tendrás que acostumbrarte a la idea.

Vio cómo tragaba saliva y eso hizo que se sintiera un poco mejor. Al menos, tampoco era fácil para él. Sí, quería que se fuera de Baywater. Quería que dejase de tocarlo. Porque quisiera admitirlo o no, Peter había experimentado la misma sensación que ella.

Y eso significaba que seducirlo iba a ser más fácil de lo que había pensado.

Después de todo, para eso estaba allí. Para llevarse a Peter a la cama. Para quedar embarazada.

Y marcharse después.

Lali lo soltó entonces.

-Peter: Muy bien —dijo—. Tres semanas. Si tú puedes soportarlo, yo también.

Luego bajó los escalones del porche, dio la vuelta a la casa y subió las escaleras que llevaban a su apartamento. Las perras empezaron a ladrar y Lali sonrió cuando oyó que Peter les gritaba: «¡Silencio, pequeñas bestias inmundas!»

¿Soportarlo?

Sabía que antes de una semana lo tendría comiendo en la palma de su mano.

La cuestión era, ¿podría marcharse después?

Continuará… 

Les dejo el último cap de la maratón! ^-^

espero que les esté gustando la nove! perdón porque estuve bastante lenta al subir los caps :S jeje les prometo que pronto hacemos otra maratón! :)

Muchas gracias a las que firmaron!

siempreconlyp, vale, Ani Garcia, Lucia14, Sol, Carmen, Lina, SweetLaliter, lomejor_laliter, CHARI, @mely1803, @Angie232alma, Cami, Laura, mueroxksiangeles,chiki_87, ca_amorlaliter, constanza... anónimo!... :)

Besos que tengan un lindo finde!!!