Capítulo UNO

—Diez mil dólares es mucho dinero —Peter Lanzani tomó su cerveza y se reclinó en el viejo banco de madera.

—No hagas planes —dijo, irónico, su hermano Germán— No sé si te acuerdas, pero no todo es para ti.

—Eso es —intervino Eliseo— Tienes que compartirlo con nosotros.

—Y yo les aconsejaré sabiamente cómo gastarlo —sonrió Camilo.

-Peter: Ya lo sabíamos —sonrió a sus hermanos.

Camilo, el mayor de los cuatro, parecía sentirse como en su casa en aquel bar. Algo que podría parecer normal... si no fuera sacerdote. Pero antes que nada Camilo era un Lanzani. Y los hermanos Lanzani eran unidos. Ahora y siempre.

Peter miró a los otros dos hombres. Era como mirarse en un espejo, dos veces. Los trillizos Lanzani: Peter, Germán y Eliseo, habían permanecido juntos desde que empezaron a dar los primeros pasos.

Juntos se habían alistado en los Marines, juntos habían hecho la instrucción en el campamento. Siempre habían estado juntos para apoyarse en un mal momento o para darse una patada en el trasero, lo que hiciera falta.

Y ahora, se reunían para celebrar un funeral.

Su tío abuelo Patrick, había muerto, y como no tenía más parientes, les había dejado diez mil dólares a los hermanos Lanzani. Ahora tenían que decidir cómo iban a repartir el dinero.

-Germán: Yo digo que hagamos cuatro partes —opinó— Los Lanzani somos todos para uno y uno para todos.

Camilo sonrió.

-Camilo: Me gustaría decir que no, pero la iglesia necesita un tejado nuevo.

-Eliseo: Pues no creo que puedas arreglar el tejado con dos mil quinientos dólares.

-Germán: La verdad es que ninguno de nosotros va a salir de pobre con ese dinero —suspiró.

-Camilo: Yo también lo había pensado —dijo— ¿Por qué no hacemos una apuesta? El ganador se lo lleva todo.

A los hermanos Lanzani nada les gustaba más que una buena apuesta. Especialmente, si apostaban unos contra otros. Pero la sonrisita de Camilo les decía que no iba a gustarles lo que tenía en mente. Sí, Camilo era sacerdote, pero siendo un Lanzani, eso no aseguraba nada.

-Peter: ¿Qué clase de apuesta? —preguntó.

Camilo sonrió.

-Camilo: ¿Estás preocupado?

-Peter: El día que un Lanzani se eche atrás en una apuesta será el día que...

-Eliseo: ...esté a dos metros bajo tierra —terminó la frase por él— ¿Qué se te ha ocurrido, Camilo?

Su hermano mayor hizo un gesto con la mano.

-Camilo: Siempre están hablando de compromiso, de sacrificio, ¿no? -Peter miró a sus hermanos antes de asentir.

-Peter: Pues claro. Somos marines. Lo sabemos todo sobre el compromiso y el sacrificio.

-Camilo: ¿Ah, sí? Pues yo creo que no tienen ni idea.

Germán y Eliseo se miraron, pero fue Peter el primero en hablar:

-Peter: ¿Cómo dices?

-Camilo: Sí, bueno, sé que están comprometidos con el ejército y todo eso. Dios sabe el tiempo que me paso rezando por vosotros. Pero esto es diferente, más difícil.

-Eliseo: ¿Más difícil que entrar en combate? —preguntó, irónico— Vamos, hombre.

-Germán: Aceptaremos cualquier apuesta que se te ocurra —dijo.

-Peter: Lo mismo digo —añadió.

-Camilo: Me alegro de oírlo —apoyó los codos en la mesa y miró de uno a otro— Porque esto es lo que separa a los niños de los hombres. Nada de sexo durante noventa días.

Un silencio pesado como una losa se hizo en la mesa.

-Eliseo: ¿Qué? —murmuró.

-Germán: De eso nada. ¿Noventa días? —repitió, horrorizado.

Peter escuchaba a los otros, pero mantuvo la boca cerrada.

-Camilo: Sólo son tres meses —insistió— ¿No pueden aguantar tres meses? Yo me he comprometido a no tener relaciones sexuales en toda mi vida.

Germán sintió un escalofrío.

-Eliseo: Eso es absurdo.

-Camilo: ¿Qué pasa, te da miedo intentarlo?

-Germán: ¿Y para qué vamos a intentarlo? —protestó.

-Peter: ¿Tres meses sin sexo? Imposible.

-Camilo: Sí, supongo que tienes razón —suspiró su hermano mayor, antes de tomar otro trago de cerveza— No podrían hacerlo. Ninguno de ustedes. Las mujeres los han perseguido desde el instituto. No aguantarían tres meses.

-Eliseo: No hemos dicho que no pudiéramos —murmuró.

-Germán: Y tampoco hemos dicho que pudiéramos —corrigió, para que no hubiera malentendidos.

-Camilo: Sí, claro, lo comprendo —sonrió, mirando de uno a otro— Lo que están diciendo es que un sacerdote es mucho más duro, que un marine.

Era imposible que los hermanos Lanzani aceptaran eso, de modo que en unos segundos, Camilo Lanzani había hecho una apuesta con sus hermanos; la más difícil de sus vidas.

Cómo se habían metido en eso, Peter no lo entendería nunca. Pero estaba seguro de que Camilo se había equivocado de oficio. En lugar de sacerdote, debería haber sido vendedor de coches usados.

-Peter: Nada de sexo durante noventa días —dijo, mirando de uno a otro. Eliseo y Germán no parecían más contentos que él. Pero no había forma de salir de aquello sin quedar como unos gallinas— Los perdedores no reciben nada.

-Camilo: Y si pierden todos, yo me quedo con los diez mil dólares —les recordó—. Y la iglesia tendrá un tejado nuevo.

-Peter: No vamos a perder —le aseguró. No le apetecía nada lo del celibato, pero una apuesta era una apuesta y no tenía intención de perder.

-Camilo: Muy bien, pues entonces no les importará la sanción.

-Peter: ¿Qué sanción?

-Eliseo: Lo tenías todo planeado, ¿eh? —le espetó.

-Camilo: Digamos que lo había pensado.

-Germán: Y bien, desde luego —murmuró.

-Camilo: Es que la iglesia necesita un tejado nuevo.

-Peter: Ya, claro. Pero esto no es sólo por el tejado, seguro. Quieres torturarnos.

-Camilo: Soy el mayor, es mi obligación —contestó divertido.

-Eliseo: Siempre se te ha dado bien torturarnos —murmuró.

-Camilo: Gracias —dijo el sacerdote, tan tranquilo—. Bueno, hablemos de la sanción. Por cierto, estoy especialmente orgulloso de esta parte. ¿Recuerdan el año pasado, cuando el capitán Gallagher perdió una partida de golf contra Eliseo?

Eliseo sonrió, encantado consigo mismo, pero Peter iba un paso por delante:

-Peter: ¡De eso nada!

-Camilo: ¿Por qué no? Gallagher estaba tan guapo con el disfraz que he pensado que sería perfecto para ustedes. Los que pierdan tendrán que ponerse sujetadores de cocos y falditas de paja mientras dan una vueltecita por la base en un descapotable. El día de la fiesta nacional.

El día que todos los dignatarios, todos los mandos, iban a la base con sus familias. Sí, la humillación sería completa ese día.

Eliseo y Germán empezaron a discutir de inmediato, pero Peter miraba a su hermano mayor, pensativo.

-Peter: Un momento, hermanito. ¿Y tú qué arriesgas aquí?

-Camilo: Arriesgo el tejado de mi iglesia —contestó, tomando un trago de cerveza—. Además de mis dos mil quinientos dólares, claro. Si alguno de ustedes aguanta sin sexo durante tres meses, se queda con todo el dinero. Si fracasan, y seguro que eso es lo que va a pasar, la iglesia se queda con todo y el tejado es mío, nuestro, de todos.

-Germán: ¿Y cómo vas a saber si aguantamos tres meses sin sexo?

-Camilo: Tendré que fiarme de su palabra —sonrió— Los Lanzani no mienten. Al menos, no unos a otros.

Peter miró a sus hermanos y los dos asintieron.

-Peter: Muy bien, de acuerdo. ¿Cuándo empieza la apuesta?

-Camilo: Esta noche.

-Eliseo: No, un momento, esta noche tengo una cita con Deb Hannigan —protestó.

-Camilo: Seguro que se alegrará mucho de que te portes como un caballero.

-Germán: Esto es un asco —murmuró.

Peter asintió, en silencio. Y luego miró a sus dos hermanos, preguntándose cuál sería el primero en caer.

Porque esa apuesta pensaba ganarla él.

Continuará....

Espero que les guste el 1º capppp! 

Ani Garcia no ellos estan separados, Lali quiere tener un hijo y prefiere que sea de Peter!... ya se irá entendiendo :D 

ca_amorlaliter Muchas gracias Dul! :)

Mañana más nove! 

Besos :)