Capítulo DIECIOCHO

Peter salió temprano de la base, pero no fue a su casa.

Aún no estaba preparado para enfrentarse con Lali. Si eso era una cobardía, tendría que aceptarlo. En lugar de hacerlo, fue al restaurante Light-house, donde había quedado con sus hermanos. Ahora intentaba recordar por qué le había parecido buena idea quedar con ellos...

-Eliseo: ¿Otra vez vas a dejarla ir? —exclamó.

-Peter: No voy a dejar que haga nada —replicó—. Lali va donde quiere y hace lo que quiere.

-German: Ya, ya —murmuró— ¿Y se marcha porque...?

-Peter: ¿Y yo qué sé? —Pero sí lo sabía. Sabía muy bien por qué se iba Lali: porque no estaba embarazada. No había futuro con él. Y estaría mejor sola, además. Los dos estarían mejor sin tener un niño que creciera en Los Ángeles, tan lejos de Baywater.

Peter se pasó una mano por el pecho, a la altura del corazón. Ya casi se había acostumbrado al dolorcillo que sentía allí. Un dolor que aparecía cada vez que recordaba que no había niño. Que Lali se iba de Baywater.

Que podría no volver a verla nunca.

Pero se había acostumbrado a su ausencia durante aquellos cinco años, se dijo. Y volvería a acostumbrarse. Además, no le quedaba más remedio. Pensando en eso, le hizo un gesto a la camarera para que llevara cuatro cervezas.

-Camilo: Sí lo sabes, cuéntalo de una vez —dijo entonces, dándole un codazo en las costillas.

-Peter: ¿Qué esperas, una confesión? Pues lo llevas claro. Para eso, vete con tu rebaño.

-Eliseo: Mira cómo se pone —murmuró.

-German: Una pena —dijo— Una pena. El hombre no puede ni admitirlo siquiera.

-Peter: ¿Admitir qué? —exclamó, irritado.

-Camilo: Que estás enamorado de ella, idiota —contestó. Peter se quedó sin aliento durante unos segundos. Le pareció como si una mano fría apretase su corazón... Enamorado. ¿Qué tenía esa palabra que hacía que un hombre cayera de rodillas? ¿Qué tenía esa palabra que hacía que los hombres desconfiaran tanto de ella? ¿Por qué querían verla con objetividad cuando no había nada objetivo en estar enamorado?

Entonces miró alrededor. Allí estaban las mismas caras que solía ver todos los días. Las mismas familias, los mismos niños, los mismos padres. Las mismas parejas charlando en voz baja, haciendo planes seguramente, haciéndose promesas...

Y de repente, lo entendió todo. El amor era así. O lo sentías o no. O lo deseabas o salías corriendo. O lo apreciabas o lo tirabas a la basura. Peter miró a su hermano mayor.

-Peter: ¿Sabes una cosa? Me estoy cansando de que me insultes.

-Camilo: Pues entonces deja de hacer de idiota.

-Peter: ¿Les enseñan a consolar a la gente así en el seminario? —bromeó.

-Camilo: Nos enseñan a dar buenos consejos —contestó—. Aunque, en tu caso, podría dártelos cualquiera.

-Peter: ¿Ah, sí? Pues ya que son tan listos, ¿por qué no me dicen qué estoy haciendo aquí?

-Eliseo: Estás aquí porque eres demasiado tonto como para admitir que preferirías estar con Lali —contestó su hermano.

-German: Además, ya has perdido la apuesta —dijo.

-Peter: Esto no tiene nada que ver con la apuesta.

-German: ¿Entonces?

-Peter: Yo quiero ser justo —dijo entonces, cada vez menos convencido.

-Camilo: ¿Justo con quién?

-Peter: Con Lali. Ser la esposa de un marine, es muy duro. Más duro que estar casada con cualquier otro hombre y ustedes lo saben.

-Eliseo: ¿Y?

-Peter: Yo quiero que Lali sea feliz. Ella se merece lo mejor.

-Camilo: ¿Y qué es mejor que querer a un hombre que te quiere? —preguntó. Peter empezó a jugar con su botella de cerveza.

-Peter: Ella se merece algo mejor —murmuró, sin mirar a nadie.

-Camilo: Lo que se merece es poder decidir por sí misma —dijo entonces—. Lo que se merece es que su marido la deje tomar sus propias decisiones y no decida por ella.

-Peter: Tú no entien...

-Camilo: Claro que lo entiendo —lo interrumpió su hermano— Lali sabía que se casaba con un marine. Creció en un pueblo con una base militar y sabe lo que es ser la esposa de un militar, Peter. Se enamoró de ti y decidió casarse contigo, de modo que para ella no era ningún problema —Peter se quedó pensativo. Entonces le pareció ver una lucecita muy tenue al final del túnel que era su vida y una esperanza empezó a crecer dentro de su corazón.

Empezó a ver imágenes de Lali sonriendo, envolviéndole en sus brazos. La oyó reír, sintió su aliento en la cara y revivió la deliciosa sensación de tener su cabeza apoyada en el pecho... Y entonces lo supo. Quizá siempre lo había sabido. La vida no tenía sentido sin ella.

-Peter: Tengo que irme —murmuró, sacando la cartera para dejar un billete sobre la mesa—. Tengo que hablar con Lali.

-Eliseo: Pues será mejor que te des prisa —dijo, levantando la botella de cerveza en señal de saludo.

-German: Eso digo yo —asintió— Antes de que recuerde lo imbécil que eres.

Mientras Peter se abría paso entre las mesas, los Lanzani brindaron por la felicidad de su hermano.

Continuara...

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Chicas se viene el ultimo cap!!!! 

mas firmitas y suboooooo!! :D