CAPÍTULO 14

—Lali: Vete.

—Peter: Es mi último aviso, ángel. Dentro de tres minutos nos vamos.

Lali abrió los ojos lo justo como para echarle una ojeada al reloj y ver que eran las cinco de la madrugada. No pensaba ir a ninguna parte a esas horas, así que se acurrucó aún más bajo las mantas y volvió a dormirse. Lo siguiente que supo fue que Peter la cogía en brazos.

—Lali: ¡Oye! —gritó. —¿Qué haces?

Sin decir ni una palabra, Peter la sacó al gélido aire matutino, la metió dentro de la cabina de la camioneta y dio un portazo. La fría tapicería de vinilo contra sus piernas desnudas espabiló a Lali de golpe y le hizo recordar que sólo llevaba puesto una camiseta y unas diminutas bragas azules. Él subió por el otro lado y unos instantes más tarde abandonaban el lugar.

—Lali: ¿Cómo puedes…? ¡Sólo son las cinco de la madrugada! ¡Nadie se levanta tan temprano!

—Peter: Nosotros sí. Tenemos que ir a Carolina del Norte.

Peter parecía bien despierto. Se había afeitado y se había puesto unos vaqueros y una camisa roja. Él deslizó los ojos por las piernas desnudas de Lali.

—Peter: Espero que la próxima vez te levantes cuando te lo diga.

—Lali: ¡No estoy vestida! Tienes que dejarme coger la ropa. Y necesito maquillaje. ¡Mi pelo...! ¡Tengo que lavarme los dientes!

Él metió la mano en el bolsillo y sacó un aplastado paquete de chicles Dentyne.

Ella se lo arrebató, sacó dos y se los metió en la boca. Volvió a recordar los acontecimientos de la noche anterior. Escudriñó la cara de Peter buscando algún rastro de resentimiento, pero no lo encontró. Estaba demasiado cansada y deprimida para volver a discutir, pero si no le replicaba, parecería que se había rendido y que hacía lo que él quería.

—Lali: Va a ser duro para mí quedarme aquí después de lo que sucedió anoche.

—Peter: No te iba a resultar fácil de todas maneras.

—Lali: Soy tu esposa —dijo con voz queda— y también tengo mi orgullo. Anoche me humillaste delante de todo el mundo y no me lo merecía.

Él no dijo nada y, si no hubiera sido por la manera en que frunció los labios, Lali habría pensado que no la había oído.

Se sacó el chicle de la boca y lo guardó en el envoltorio.

—Lali: Por favor, para y déjame coger mis cosas.

—Peter: Deberías haberlo hecho antes.

—Lali: Estaba dormida.

—Peter: Te avisé.

—Lali: Eres un robot. ¿Acaso no tienes sentimientos?

Ella tiró del bajo de la camiseta para taparse todo lo posible.

Peter bajó la mirada a los desnudos muslos de Lali.

—Peter: Oh, claro que tengo sentimientos. Pero no creo que sean los que tú quieres.

Ella siguió intentando bajarse la camiseta.

—Lali: Quiero mi ropa.

—Peter: Te desperté con tiempo de sobra para vestirte.

—Lali: Lo digo en serio, Peter. Esto no es divertido. Estoy casi desnuda.

—Peter: De eso ya me doy cuenta.

—Lali: ¿Te excito? —preguntó bruscamente a causa del sueño que tenía.

—Peter: Sí.

Eso sí que no se lo esperaba. Había pensado que él le respondería con su habitual desdén. Al recobrarse de la sorpresa, le lanzó una mirada feroz.

—Lali: Vaya... qué pena. Porque yo no siento ningún interés por ti. Por si no lo sabías, el cerebro es el órgano sexual más importante, y mi cerebro no está interesado en hacer nada contigo.

—Peter: ¿Tu cerebro?

—Lali: Tengo cerebro, ¿sabes?

—Peter: Jamás lo he dudado.

—Lali: ¿Cómo que no? No soy estúpida, Peter. Puede que mi educación no fuera demasiado convencional, pero te aseguro que fue muy completa.

—Peter: Tu padre no está de acuerdo.

—Lali: Lo sé. Le gusta decir a todo el mundo que soy una inculta porque mi madre me sacaba del colegio cada dos por tres. Pero cada vez que Gime hacía un viaje interesante, me llevaba con ella si creía que podría ser beneficioso para mí. Algunas veces pasaban meses antes de que regresara al colegio. A veces, ni siquiera volvía, pero ella se aseguraba de que siguiera estudiando.

—Peter: ¿De qué manera?

—Lali: Siempre le pedía a quienquiera que fuera a visitarla o pasara algún tiempo con ella, que me enseñara algo de provecho.

—Peter: Pensaba que tu madre sólo trataba con estrellas de rock.

—Lali: Aprendí bastante sobre alucinógenos.

—Peter: Me lo imagino.

—Lali: Pero también estábamos con otro tipo de gente. Fue la princesa Margarita la que me enseñó todo lo que sé sobre la historia de la familia real británica.

Él clavó los ojos en ella.

—Peter: ¿Hablas en serio?

—Lali: Claro. Y no fue la única. Crecí rodeada de gente famosa. —Lali no quería que Peter pensara que se estaba jactando, así que omitió mencionar la espectacular puntuación que había obtenido en las pruebas de acceso a la universidad. —Te agradecería que dejaras de poner en duda mi inteligencia. Si en cualquier momento te apetece hablar de Platón, estoy dispuesta.

—Peter: He leído a Platón —dijo él a la defensiva.

—Lali: ¿En griego?

Tras eso, viajaron en absoluto silencio hasta que, finalmente, Lali se quedó dormida. En sueños buscó una posición más cómoda y acabó apoyándose en el hombro de Peter.

Un mechón de su pelo se agitó con la brisa y acarició los labios de Peter. Él lo dejó jugar allí un rato, rozándole la boca y la mandíbula. Ella olía a un perfume dulce y caro, como a esencia de flores silvestres en una joyería.

Lali tenía razón sobre lo que había ocurrido la noche anterior. Se había portado como un tonto. Pero era porque lo habían cogido por sorpresa. No quería que se celebrara algo que no tenía ninguna importancia. Si él no tomaba precauciones, ella se tomaría ese matrimonio muy en serio.

Pensó que nunca había conocido a una mujer con tantas contradicciones. Ella había dicho que él era como un robot sin sentimientos, pero se equivocaba. Claro que tenía sentimientos. Sólo que no eran los que ella quería; la vida le había enseñado a Peter que era incapaz de tenerlos.

Se dijo a sí mismo que tenía que prestar atención a la carretera, pero no pudo resistirse a mirar hacia abajo, al cálido y delgado cuerpo que se acurrucaba contra él. Lali tenía las piernas recogidas sobre el asiento y, finalmente, había perdido la batalla contra la camiseta que se le había subido y mostraba la suave curva interior del muslo. Los ojos de Peter cayeron sobre las diminutas bragas. Cuando el calor se le concentró en la ingle, apartó la mirada enfadado consigo mismo por someterse a esa tortura.

«Dios, era tan hermosa.»

Y además era tonta y mimada, y más superficial de lo que nadie podía imaginar. Nunca había conocido a una mujer que se pasara tanto tiempo delante del espejo. Pero a pesar de todos esos defectos, Peter tenía que admitir que Lali no era la joven egoísta y egocéntrica que él había creído que era. Poseía una inesperada y perturbadora dulzura que la hacía parecer más vulnerable de lo que él quería.

Continuara...

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+30 firmitas y el siguiente!!!