Capítulo Cinco

Lali dio otro trago con gesto pensativo, tenía que meditar bien cómo actuar. No tenía la menor duda de que sabía cuidarse en las calles de Nueva York o de cualquier otro lugar, pero Emilia era mucho más grande que ella y, como muy bien le había recordado, se trataba de su local y de su hombre. Sería mejor no hacerla enfadar.

—Lali: Es muy atractivo —admitió con relajación—. Resulta difícil no mirarlo, así que, si te parece bien, seguiré haciéndolo. No creo que vaya a mirarme siquiera teniendo a una mujer como tú cerca.

Emilia se echó a reír de nuevo.

—Emi: Parece que sí que sabes cuidarte sólita. Eres una chica lista.

Lali se rió también.

—Lali: Sí que lo soy, sí. Y de verdad me gusta mucho tu local. ¿Cuánto tiempo hace que lo tienes?

—Emi: Dos años.

—Lali: ¿Y antes de eso?

—Emi: Vivía en Nueva Orleans.

—Lali: Mi madre se crió allí.

—Emi: No conozco a ningún Espósito. ¿Cuál era el apellido de soltera de tu madre?

—Lali: Accardi.

—Emi: Conozco muchos Accardi. ¿Eres familia de la señorita Adelaide?

—Lali: Es mi tía abuela.

—Emi: Una gran dama. ¿Así que eres una Accardi? ¿Y quién es tu madre?

—Lali: Gimena Accardi Espósito, la pintora.

Emilia dejó el vaso sobre la mesa con una sonora carcajada.

—Emi: La hija de Gime en mi local. El mundo es increíble.

—Lali: ¿Conoces a mi madre?

—Emi: Mi madre le limpiaba la casa a tu abuela, querida.

—Lali: ¿Mazie? ¿Eres la hija de Mazie? —impulsada por ese vínculo inmediato, Lali le agarró la mano a Emilia—. Mi madre hablaba de Mazie todo el tiempo. Fuimos a visitarla una vez cuando yo era niña. Me acuerdo de que mi padre le hizo un dibujo.

—Emi: Lo puso en el salón, estaba muy orgullosa de él. Yo estaba en la ciudad cuando vino tu familia. Estaba trabajando, pero mi madre estuvo semanas hablando de su visita. Siempre quiso mucho a la señorita Gime.

—Lali: Verás cuando le diga que te he conocido. ¿Qué tal está tu madre, Emilia?

—Emi: Murió el año pasado.

—Lali: Vaya —le puso también la otra mano sobre la suya—. Lo siento mucho.

—Emi: Tuvo una vida estupenda y murió mientras dormía, así que supongo que también tuvo una buena muerte. Tus padres vinieron al funeral. Vienes de una gran familia, pequeña Lali.

—Lali: Lo sé. Tú también.

Peter no comprendía nada. Allí estaba Emilia, la persona más sensata que conocía, charlando y abrazándose con esa loca como si fueran viejas amigas. Compartiendo whisky y risas y agarrándose de las manos como solían hacer las mujeres.

Durante más de una hora estuvieron cotorreando animadamente.

Lali hablaba y gesticulaba con las manos mientras Emilia soltaba una carcajada tras otra o meneaba la cabeza con incredulidad.

—Peter: Mira a esas dos, Mariano —le dijo al pianista.

Mariano dejó de tocar para encenderse un cigarrillo.

—Mariano: Parecen dos gallinas. Esa chica es muy guapa, amigo. Tiene chispa.

—Peter: A mí no me gusta la chispa —farfulló. Se le habían quitado las ganas de tocar, así que guardó el saxo en su funda—. Hasta la próxima.

—Mariano: Aquí estaré.

Pensó en marcharse sin más, pero le daba rabia ver a su amiga tan a gusto con esa lunática.

Además, al menos sería una satisfacción que su entrometida vecina se sintiera descubierta. Pero al acercarse a la mesa, ella se limitó a levantar la mirada hacia él y sonreír.

—Lali: Hola —dijo con total normalidad—. ¿No vas a tocar más? Es una música maravillosa.

—Peter: Me seguiste.

—Lali: Lo sé. No está bien, pero la verdad es que me alegro mucho de haberlo hecho. Me ha encantado la música y si no hubiera venido, no habría conocido a Emilia.

—Peter: No vuelvas a hacerlo —espetó él antes de dirigirse hacia la puerta.

—Emi: Se ha enfadado —comentó riéndose—. Tiene esa mirada que le hiela los huesos a una.

—Lali: Debería disculparme —dijo al tiempo que se ponía en pie—. No quiero que se enfade contigo.

—Emi: ¿Conmigo? Pero...

—Lali: Enseguida vuelvo —le dio un beso en la mejilla a Emilia y fue corriendo tras él—. No te preocupes, te prometo que lo arreglaré.

Emilia se quedó allí mirándola, sorprendida.

—Emi: Pequeña, no sabes en lo que te está metiendo —dijo sonriendo—. Claro que tampoco lo sabe Peter.

En la calle, Lali llamó a gritos a su vecino mientras se lamentaba de no haberle preguntado a Emilia cómo se llamaba.

Cuando por fin lo alcanzó, lo agarró por el brazo.

—Lali: Lo siento. Es todo culpa mía.

—Peter: ¿Quién ha dicho que no lo sea?

—Lali: No debería haberte seguido. Fue un impulso y me cuesta mucho no dejarme llevar por los impulsos. Estaba muy enfadada con ese idiota de Frank y... bueno, eso no importa. Sólo quería... ¿podrías caminar un poco más despacio?

—Peter: No.

—Lali: Está bien. Comprendo que quieras que me atropelle un camión, pero no tienes por qué enfadarte con Emilia. Nos pusimos a hablar y de pronto descubrimos que su madre trabajó para mi abuela. Conoce a mis padres y a muchos de mis primos...

Por fin se detuvo y la miró.

—Peter: De todos los antros de la ciudad —murmuró de un modo que la hizo reír.

—Lali: He tenido que seguirte hasta ése y hacerme amiga de tu novia. Lo siento.

—Peter: ¿Mi novia?

Lali comprobó con enorme sorpresa que era capaz de reír, un sonido que la hizo derretir.

—Peter: ¿A ti te parece que Emilia es novia? Dios, ¿de qué planeta eres?

—Lali: Es una manera de hablar. No me atrevía a llamarla tu amante.

Siguió mirándola con una cálida expresión en los ojos.

—Peter: Es muy halagador, pero da la casualidad de que el tipo con el que estaba tocando es su marido y mi amigo.

—Lali: ¿El tipo flaco que toca el piano? ¿De verdad? —consideró la idea un segundo y le resultó increíblemente romántica—. Es genial.

Peter meneó la cabeza y siguió caminando.

—Lali: Lo que quiero decir es que —continuó diciendo Lali andando junto a él—... estoy segura de que Emilia se acercó para asegurarse de que no iba a acosarte ni nada parecido, pero entonces una cosa llevó a la otra y acabamos charlando. No quiero que te enfades con ella.

—Peter: No estoy enfadado con ella, sólo contigo. Lo que has hecho es demasiado.

—Lali: Lo siento mucho, pero no te preocupes que enseguida te dejo en paz porque está claro que eso es lo que quieres.

Levantó bien la cabeza y se dio media vuelta para cruzar la calle y caminar en dirección opuesta al edificio en el que vivían.

Peter se quedó mirándola unos segundos, después se encogió de hombros y continuó su camino, diciéndose a sí mismo que se alegraba de haberse librado de ella.

No era cosa suya que se dedicase a pasear sola en mitad de la noche; había sido ella la que había decidido seguirlo.

No iba a preocuparse por ella.

Volvió a darse media vuelta con una maldición en los labios. Sólo iba a asegurarse de que llegaba a casa sana y salva, nada más. No quería sentirse responsable si le pasaba algo. Después se olvidaría de ella para siempre.

Estaba todavía a media manzana de ella cuando ocurrió.

Un hombre salió de entre las sombras y la agarró. Ella lanzó un grito ensordecedor. Peter soltó el saxo y echó a correr con los puños apretados, pero se detuvo en seco al ver cómo Lali se giraba y no sólo conseguía zafarse de su atacante, sino que le daba un rodillazo en la entrepierna con el que lo hizo caer al suelo de bruces.

—Lali: ¡Sólo tengo diez malditos dólares! ¡Diez dólares, estúpido! —gritaba cuando Peter consiguió reaccionar y llegó a su lado—. Si necesitabas dinero me lo pedias y listo.

—Peter: ¿Estás bien?

—Lali: Sí... Esto es culpa tuya. No le habría pegado tan fuerte si no hubiese estado enfadada contigo.

Peter se fijó en que se estaba mirando los nudillos y le agarró la mano.

—Peter: Mueve los dedos.

—Lali: Déjame en paz.

—Peter: Vamos, mueve los dedos.

—¡Oye! —dijo una mujer desde una ventana—. ¿Quieres que llame a la policía?

—Lali: Sí —respondió mientras hacía lo que Peter le pedía—. Sí, por favor. Gracias —añadió con algo más de suavidad.

—Peter: Vaya damisela indefensa —farfulló—. No tienes nada roto, pero deberían hacerte una radiografía.

—Lali: Muchas gracias, doctor —retiró la mano bruscamente—. Ya puedes irte, estoy perfectamente.

El atacante empezó a moverse en el suelo y Peter le puso el pie en el pecho.

—Peter: Creo que mejor me quedo un rato. ¿Por qué no me traes el saxo? Lo he tirado al suelo porque aún creía que el lobo feroz se comería a Caperucita.

Lali estuvo a punto de decirle que si quería su saxo, fuera por él, pero entonces pensó que si tenía que volver a pegar al atacante, se haría daño en la mano. Así pues, comenzó a caminar con toda la dignidad que pudo, recogió el saxo y volvió con él.

—Lali: Gracias —le dijo ella.

—Peter: ¿Por qué?

—Lali: Por intentar ayudarme.

—Peter: No hay de qué —respondió.

Se retiró en cuanto llegó el coche patrulla y, al ver lo bien que se explicaba Lali, albergó la esperanza de poder escabullirse sin más, pero justo en ese momento se dirigió a él uno de los agentes.

—¿Ha visto usted lo ocurrido?

 Peter suspiró con resignación.

—Peter: Sí.

Continuara... 

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Jajaja pobre va tener q acompañar a su querida vecina a la estación de policia!!...

Les dejo capi largo! :D

Chikis: Jeje encerio te piden identificación?? y cuantos años tenés ahora?... :D igual  está bueno verte más joven!! tengo amigas q son de 18 y se ven muy mayores, sin maquillaje yo no las reconozco! jaja

MAÑANA MÁS NOVE!!!

...a menos que quieran otro cap más o_O??????? jeje