Capítulo Dieciseis

Él enarcó una ceja al ver que había adivinado sus pensamientos.

—Peter: ¿No? No —decidió de inmediato porque creía lo que ella decía—. No se te daría bien ese juego, ¿verdad?

—Lali: No lo sé, nunca lo he jugado.

Peter dio un paso atrás y se encogió de hombros, parecía haber recuperado el control por completo, mientras que ella seguía inmersa en un absoluto torbellino de sensaciones.

Inconscientemente, Lali se llevó los dedos al cuello con lentitud, donde él acababa de besarla.

—Lali: Necesito tiempo antes de entregarme de ese modo. Hacer el amor con alguien es algo que no debería hacerse sin pensar.

Aquellas palabras le llegaron muy hondo y, por motivos que ella no podría comprender, hicieron que se sintiera más tranquilo.

—Peter: Hay mucha gente que lo hace todo el tiempo sin pensar.

—Lali: Yo no —dijo ella, negando con la cabeza.

Sintió el impulso de acariciarle la cara, por eso prefirió meterse las manos en los bolsillos. Sería mejor que no la tocara, al menos por el momento.

—Peter: ¿Y se supone que con eso me retiraré satisfecho?

—Lali: Sólo pretendo que comprendas por qué te he dicho no cuando quería decir sí. Cuando los dos sabemos que podrías hacerme decir sí.

—Peter: Esa sinceridad tuya es muy peligrosa —admitió él con los ojos ardiendo de deseo.

—Lali: Necesitas saber la verdad —de hecho, Lali tuvo la sensación de no haber conocido a nadie antes que lo necesitara más que él—. Además, no suelo mentir a los hombres con los que tengo la intención de intimar.

Volvió a dar un paso hacia ella y vio cómo le temblaban los labios. Podría hacerle decir sí... saberse poseedor de tal poder resultaba muy seductor. Pero sabía que si utilizaba dicho poder, estaría poniendo en peligro algo que ni siquiera sabía si existía.

—Peter: Necesitas tiempo —concluyó—. ¿Tienes idea de cuánto?

El deseo hizo que le temblara la voz al responder a tan difícil pregunta.

—Lali: No lo sé, pero te aseguro que serás el primero en saberlo.

—Peter: Quizá podríamos quitar un par de días a ese tiempo —murmuró al tiempo que se permitía caer en la tentación de besarle los labios suavemente.

Lali mantuvo los ojos abiertos con la esperanza de que eso la ayudara a no dejarse llevar, pero la visión se le hizo borrosa.

—Lali: Mm, sí, seguro que podemos quitar unos días.

—Peter: Mejor una semana —dijo mientras el beso se iba haciendo más y más intenso—. ¿Qué tal quince días?

Lo último que esperaba hacer en un momento en el que se veía completamente dominado por el deseo, era reírse.

—Lali: Será mejor que dejemos esto para más adelante —dijo.

Lali se concentró en respirar con normalidad mientras él se volvía a agarrar su cerveza.

—Lali: Tengo toda esta... —señaló a su alrededor.

—Peter: ¿Comida? —añadió él, encantado con su desconcierto.

—Lali: Sí. Tengo toda esta comida, así que supongo que podría preparar...

Peter esperó unos segundos mientras ella se apretaba las sienes y fruncía el ceño.

—Peter: ¿La cena?

—Lali: Eso es. La cena. Es curioso cómo a veces nos quedamos sin palabras. Voy a preparar la cena —respiró hondo—. ¿Te apetece quedarte a cenar?

El dio un trago de cerveza y se apoyó en la encimera.

—Peter: ¿Puedo verte cocinar?

—Lali: Claro. Puedes sentarte ahí y cortar la verdura.

—Peter: Muy bien —la idea le resultó sorprendentemente atractiva, así que se sentó en un taburete—. ¿Cocinas mucho?

—Lali: Sí, bastante. Me gusta mucho cocinar. Es una especie de aventura; con todos los ingredientes, el calor, el tiempo, la mezcla de olores, texturas y sabores.

—Peter: Y... ¿alguna vez cocinas desnuda?

Lali se detuvo en seco cuando se disponía a lavar un pimiento. Se dio media vuelta riéndose.

—Lali: Peter, acabas de hacer una broma —dejó el pimiento y le puso la mano sobre la de él—. Estoy muy orgullosa de ti.

—Peter: No era ninguna broma. Te lo preguntaba completamente en serio.

Cuando ella se echó a reír, se inclinó y le agarró el rostro entre las manos para después darle un sonoro beso en la boca, Peter sonrió de tal modo que ni él mismo se habría reconocido.

—Peter: Bueno, ¿lo haces o no?

—Lali: Nunca si estoy friendo pollo, que es lo que voy a hacer ahora mismo.

—Peter: No importa. Tengo mucha imaginación.

Lali se echó a reír de nuevo.

—Lali: Me apetece un poco de vino —dijo mirándolo a los ojos—. ¿Te apetece una copa?

—Peter: Claro.

Sacó una botella de vino blanco del frigorífico y después se volvió hacia él, que seguía observándola con ese brillo malévolo en los ojos.

—Lali: Tienes que dejar de hacer eso.

—Peter: ¿El qué?

—Lali: Deja de imaginarme desnuda. Mejor ve a poner música —le ordenó señalándole el salón—. Abre una ventana porque tengo mucho calor y dame un par de minutos para que busque otra cosa de la que hablar que no tenga nada que ver con el sexo.

—Peter: A ti nunca te cuesta encontrar algo de lo que hablar.

—Lali: Supongo que eso para ti es un insulto. Para mí no. Soy una buena conversadora.

—Peter: ¿Así es como se dice ahora ser una charlatana?

—Lali: Vaya, parece que esta noche rebosas ingenio y sentido del humor —y nada podría haberle gustado más a ella.

—Peter: Debe de ser por la compañía —murmuró antes de ponerse a mirar los discos— Tienes bastante buen gusto en cuestión de música.

—Lali: ¿Acaso esperabas que no fuera así?

—Peter: Desde luego no esperaba encontrar a Aretha Franklin, The Rolling Stones y Radiohead… Claro que también tienes otras cosas más animadas.

—Lali: ¿Qué tienes en contra de la música animada?

Por toda respuesta, Peter levantó un disco de One Direction.

—Peter: Lali esto es para niñas.

—Lali: Perdona, pero ese disco fue un regalo y resulta que es muy inspirador.

—Peter: ¿Inspirador?

—Lali: Es evidente que no aprecias el valor de la sutil crítica social que hace en What makes you beautiful, o la desesperada motivación de One Thing, pero estoy dispuesta a analizarlas contigo si quieres.

—Peter: Por favor no me digas que te sabes las letras.

—Lali: Por supuesto —dijo tratando de no echarse a reír—. De hecho, durante un periodo de mi vida, formé parte de un grupo de música.

—Peter: Ja-ja —dijo mientras ponía un compacto de B.B. King.

—Lali: Era vocalista y guitarra rítmica.

—Peter: Tocas la guitarra.

—Lali: Sí, bueno, la tocaba. Estoy segura de que mi vieja Fender seguirá en casa de mis padres junto con los dibujos que hacía cuando quería ser diseñadora de moda y los libros de animales que estuve coleccionando hasta que me di cuenta de que si me hacía veterinaria, tendría que sacrificar a los animales además de jugar con ellos. Siempre estaba buscando.

Fascinante, pensó Peter. Esa mujer era absolutamente fascinante.

—Peter: ¿Buscando?

—Lali: No conseguía decidir qué quería ser. Todo lo que probaba me resultaba muy divertido al principio, pero después era sólo trabajo. ¿Sabes cortar un pimiento?

—Peter: No. ¿Y lo que haces ahora no te parece trabajo, en cierto modo?

Lali suspiró con resignación y comenzó a cortar el pimiento.

—Lali: Claro que lo es y no en cierto modo. Es mucho trabajo, pero sigue pareciéndome divertido. ¿Tú disfrutas escribiendo?

—Peter: Rara vez.

Eso hizo que levantara la mirada hacia él.

—Lali: ¿Entonces por qué lo haces?

—Peter: No puedo hacer otra cosa. Es mi única búsqueda.

Lali asintió.

—Lali: A mi madre le ocurre lo mismo. Nunca quiso hacer otra cosa que no fuera pintar. A veces cuando la observo mientras trabajo, me doy cuenta de lo doloroso que es para ella trasladar al lienzo lo que ve en su cabeza, lo que quiere comunicar. Pero cuando termina y está satisfecha con el trabajo, resplandece de alegría y parece que incluso se sorprendiera de lo que es capaz de hacer. Supongo que debe de pasarte algo parecido, ¿no? —al volver a mirarlo lo encontró observándola con evidente curiosidad—.No comprendo por qué te extraña tanto que entienda cosas que están más allá de lo que se ve a simple vista.

Peter la agarró de la mano.

—Peter: Si es así, es porque soy yo el que no te comprende a ti. Es probable que siga ofendiéndote hasta que lo consiga.

—Lali: Yo soy tremendamente fácil de comprender.

—Peter: No, eso era lo que yo creía, pero estaba equivocado. Lali tú eres un verdadero laberinto, con infinitos recovecos y ángulos inesperados.

Al oír aquello, ella sonrió de un modo que iluminó la habitación.

—Lali: Eso es lo más bonito que me has dicho nunca.

—Peter: No soy un hombre muy amable. Lo más inteligente sería que me dieras una patada en el trasero y me echaras de tu casa.

—Lali: Como soy muy inteligente, ya me había dado cuenta de que no eres muy amable. Sin embargo... —le puso la mano en la mejilla tiernamente—. Me parece que te has convertido en mi nueva búsqueda.

—Peter: ¿Hasta que deje de ser divertido y se convierta en sólo trabajo?

La miró de un modo tan serio, que Lali se dio cuenta de que siempre se apresuraba a pensar lo peor.

—Lali: Lanzani, ya eres trabajo y sin embargo sigues sentado en mi cocina — volvió a sonreír—. ¿Sabes cortar la zanahoria en bastones?

—Peter: No tengo la menor idea.

—Lali: Entonces mira y aprende porque la próxima vez te tocará a ti —comenzó a cortar y entonces volvió a sentir sus ojos clavados en ella—. ¿Sigo desnuda?

—Peter: ¿Quieres estarlo?

Se echó a reír y optó por tomar un trago de vino.

Se tardaba mucho en cocinar hasta lo más sencillo con la distracción de la conversación, las miradas seductoras y las caricias.

Se tardaba mucho en comer una sencilla cena cuando una se estaba enamorando poco a poco del vecino de enfrente.

Lali reconocía perfectamente los síntomas... el latido irregular del corazón, el hormigueo en el estómago. Todo eso unido a sonrisas y suspiros de adolescente eran señal inequívoca de que el amor estaba a la vuelta de la esquina.

Se preguntaba qué pasaría cuando llegara allí.

Se tardaba mucho en despedirse de alguien entre interminables besos en el descansillo de la escalera.

Y más aún en quedarse dormida cuando a una le dolía el cuerpo de deseo y tenía la mente llena de fantasías.

Cuando oyó la suave melodía del saxo, Lali sonrió y dejó que la música la trasportara suavemente hacia el sueño.

Continuará...

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