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viernes, 6 de abril de 2012

Capítulo 1



En medio de los relámpagos que iluminaban de forma intermitente el cielo, y el retumbar de los truenos, una manta de fría lluvia de enero caía sobre las calles de Bueno Aires, sobre el cual se alzaba la mansión Crofthaven rompían con furia las olas. No era desde luego una noche para salir de casa, pero cuando Juan Lanzani convocaba a los suyos para una reunión de familia, todos acudían sin falta.

A salvo de las inclemencias del tiempo en su BMW, Peter Lanzani, su segundo hijo, se dirigía hacia allí en esos momentos. Sentado al volante con la suave música de Duke Ellington y el ruido de los limpiaparabrisas de fondo, Peter iba dándole vueltas a los problemas del largo y ajetreado día que había tenido. Después de haber logrado, tras interminables discusiones, llegar a un acuerdo con los abogados de Maximilian, una empresa papelera húngara que era uno de los clientes más importantes de Lanzani & Co y que el representante del señor Maximilian hubiera firmado el nuevo contrato, agradecía poder relajarse un poco con aquel corto trayecto de treinta minutos entre su casa y la de su padre.

Un trayecto que estaba a punto de concluir, se dijo mientras detenía el vehículo frente a las altas puertas de hierro negro forjado. Dejando escapar un suspiro, alcanzó el mando a distancia que había sobre la guantera, y lo accionó, observando cómo la verja se abría lentamente. Un nuevo relámpago iluminó la fachada de la mansión de estilo georgiano al final del camino. Edificada en la década de 1890 por su tatarabuelo, Hiram Lanzani, la casa había sido construida con sólidos materiales para sobrevivir al paso del tiempo, y ese mismo concepto de solidez trasladado a los principios e inculcado de generación en generación era lo que mantenía unidos a los Lanzani.

Peter aparcó el coche entre dos de las tres limusinas de la familia, apagó el motor, y se quedó sentado un instante, escuchando el golpeteo de la lluvia en los cristales y el techo del coche. Aquella noche su padre esperaba que todo el clan Lanzani le ofreciese su apoyo cuando les anunciase oficialmente su intención de presentarse a senador, y así sería sin duda, porque los Lanzani Iban todos a una.

Se bajó del vehículo y corrió hasta el pórtico de entrada en medio de la incesante lluvia. Llamó al timbre, y una mujer mayor fue a abrir.
— ¡Niño Peter! —exclamó, haciéndose a un lado para dejarlo pasar— Ya estaba empezando a preocuparme por usted. ¡Mire qué mojado viene! Ande, déme el abrigo.
El suelo del vestíbulo era de mármol blanco, y sobre una mesita al pie de la majestuosa escalera había un jarrón de cristal con rosas rojas, cuyo delicado perfume inundaba el ambiente.
-Peter: Estoy bien, Julia —tranquilizó al ama de llaves, que llevaba al servicio de su familia desde antes de su nacimiento, treinta y dos años atrás— Tenía que dejar unos asuntos de la oficina arreglados antes de venir, eso es todo.
-Julia: Están todos en el saloncito azul. Martin está sirviéndoles unas bebidas y aperitivos —le dijo mientras lo ayudaba a quitarse el abrigo— Su padre está hablando por teléfono en su estudio, pero le avisaré de que ha llegado.
-Peter: Gracias.

Aflojándose un poco la corbata, Peter se dirigió al saloncito azul, deteniéndose en el umbral de la puerta entreabierta. Dos de sus hermanos, Vico y Pablo, estaban de pie junto a la chimenea con su primo Jake, hablando sin duda de la cadena de cafeterías H&H que habían abierto en distintos puntos del estado. Al lado del bar estaba su hermano menor, Agus, el abogado de la familia, que en ese momento se encontraba enzarzado en una discusión jurídica con su tío Harold y su primo Toby, acerca de algo relativo a los derechos del abastecimiento de agua en el rancho del segundo, en Wyoming.
Peter pensó en su madre, y deseó que pudiera estar allí en ese momento para ver a sus cinco hijos convertidos en adultos. Aunque él sólo había contado ocho años cuando había muerto, recordaba cosas como lo mucho que le gustaba cocinar para la familia y dar fiestas. De niños, agazapados tras la barandilla de la escalera, Vico y él habían observado docenas de veces a los invitados vestidos con elegantes ropas, riendo, comiendo, y bailando, y nunca olvidaría la noche de la fiesta del cumpleaños de su madre, cuando la había visto bailar un vals con su padre, mirándose a los ojos con tanto amor como si fueran un par de recién casados. Había fallecido a la semana siguiente, y desde entonces su padre no había vuelto a ser el mismo. Ninguno de ellos había vuelto a ser el mismo.

—¡Peter! —exclamó su hermana Cande, interrumpiendo la conversación que estaba teniendo con su prima Imogene, y yendo hacia él— ¿Ya has vuelto a olvidarte el paraguas? Estás hecho una sopa.
—¡Hombre, Peter!, ya creíamos que no venías —lo saludó Jake, levantando su copa para saludarlo.
Peter le devolvió el saludo con un gesto de la mano y una sonrisa.
-Peter: Y la tía Miranda? —le preguntó a Cande mientras ésta se ponía de puntillas y lo besaba en la mejilla.
-Cande: Ha subido a acostar a Dylan —respondió ella. El hijo de Toby, con sólo tres años, era el juguete de la familia— Tenías que ver lo entusiasmado que está con el álbum de los peces que he estado fotografiando y estudiando en la isla las últimas semanas. No ha parado hasta convencerme de que le dejara llevárselo para mirarlo en vez de que su abuela le leyera un cuento antes de dormirse.
-Peter: Como nos descuidemos tendremos otro biólogo marino en la familia —bromeó.
-Cande: Pues silo hubieras escuchado antes tocando el piano cambiarías de idea —replicó— Estará en el Carnegie Hall cuando cumpla los diez años.
—Si de mi dinero depende, será a los ocho —intervino Imogene, acercándose a ellos y poniendo un martini en la mano de Peter— Hola, primo.
-Peter: Ah, la orgullosa tía —dijo sonriéndole y besándola en la mejilla— ¿Cómo va el mundo de las inversiones bancarias?
-Imogene: No podía ir mejor: mis acciones no han dejado de subir en los últimos tres meses. Llevas la corbata torcida, cielo —dijo, apretándole el nudo que unos instantes antes él había aflojado— Hay que cuidar los pequeños detalles. Las apariencias son muy importantes. Y hablando de apariencias... ¿dónde has dejado a Mitzi? Pensé que la traerías: forman una pareja tan encantadora...
-Peter: No tengo ni idea de dónde está —contestó él con cierta aspereza— Probablemente de compras.

No había visto a Mitzi Birmingham desde hacía cuatro meses... gracias a Dios. Lo cierto era que había estado muy ocupado dejando resueltos todos los asuntos posibles en Lanzani & Co. para poder tomarse libres unas semanas y ayudar a su padre a montar la sede para la campaña, y durante ese tiempo no había salido con nadie. Claro que tampoco era algo que hubiese echado en falta. En lo que se refería a las mujeres, parecía ser un imán que atrajese a todas las caza fortunas de Buenos Aires. Por lo general, en cuanto una mujer se enteraba de que era hijo de Juan Lanzani, que era el presidente de la compañía de transporte de mercancías Lanzani & Co. y de que vivía en un lujoso ático, empezaba a colmarlo de halagos, o a reírse como una tonta, o a coquetear descaradamente con él, o, peor aún, las tres cosas a un tiempo.

—Por fin has llegado, Peter.
El sonido de la profunda voz de su padre lo hizo volverse. Melody Granville, la directora de su campaña estaba junto a él.
-Peter: Hola, papá. ¿Qué hay, Melody? —los saludó.
-Mel: Hola, Peter. Me alegra volver a verte —respondió ella.
Peter, que había conocido a la alta rubia la semana anterior, y antes había hablado por teléfono un par de veces con ella, estaba seguro de que formaría un magnífico equipo con su padre. A sus treinta y siete años podía presumir de un considerable prestigio en el mundo de la política en su calidad de asesora. Y, además de atractiva, tenía una apabullante confianza en sí misma y era muy trabajadora. Su padre no podría haber contratado a nadie mejor.

Por otra parte, Peter estaba seguro de que el encanto personal de su progenitor le proporcionaría un buen número de votos femeninos. Y es que, a sus cincuenta y cinco años, no había perdido su atractivo. Las canas habían invadido su cabello castaño oscuro, pero sus ojos azules habían ganado en profundidad, se mantenía en buena forma física, y contaba con un arma infalible en su arsenal: la famosa sonrisa de los Lanzani.
-Juan: Un momento de atención todo el mundo, por favor —dijo su padre. Sus familiares interrumpieron sus conversaciones y se volvieron hacia él— Quiero presentarles a la que será mi directora de campaña, Melody Granville. Después de cenar, con su ayuda les presentaré un bosquejo de lo que va a ser la campaña, los eventos que llevaremos a cabo, y les dará unas directrices básicas de... «Protocolo familiar» de cara a la prensa.

Mientras Melody saludaba a unos y otros, Peter se acercó a su hermano Vico.
-Vico: He oído que has encontrado un edificio en Drayton para alquilarlo como centro de operaciones de la campaña.
-Peter: Sólo el piso de abajo —respondió, dando un sorbo a su vaso de martini— He quedado en ir allí mañana para que Nicolás Espósito, el propietario, me lo enseñe por dentro y me dé la llave. También es dueño del edificio contiguo, donde tiene un negocio, la Tahona Castillo.
-Vico: Ah, sí -dijo asintiendo con la cabeza— he oído hablar de ese sitio. Tiene fama de hacer una bollería excelente. De hecho, estaba pensando acercarme algún día para comprobarlo por mí mismo. Podrían convertirse en proveedores de nuestras cafeterías. Además, creo que las tres hijas del dueño también son bastante apetitosas —añadió inclinándose hacia él y moviendo una ceja.
-Peter: Te veo muy interesado –respondió sonriendo divertido— Si querés podés ocuparte vos de ir a negociar el arrendamiento con el señor Espósito y montar la oficina para la campaña.
-Vico: Y privarte de toda la diversión? —contestó, plantándole la mano a su primo en el hombro— ¿Cómo podría hacerte algo así?

Antes de que Peter pudiera responder, entró Julia para anunciar que la cena estaba servida, y mientras todos salían y se dirigían por el amplio vestíbulo hasta el comedor, su padre se unió a ellos, y la conversación dio un giro hacia las estrategias y los objetivos de la campaña. A un año escaso de las elecciones, se dijo Peter, los siguientes meses iban a ser una locura.

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Lali Espósito adoraba los días en que todo iba como la seda: los días en que no quemaba una sola barra de pan ni una bandeja entera de cruasanes; los días en que su hermana Eugenia no tenía una crisis porque algún hombre le hubiera roto el corazón y cumplía con su turno de tarde; los días en que su otra hermana, Rocío, no se encerraba en el despacho de la trastienda, escondiéndose tras la pantalla del ordenador y los libros de cuentas. Pero, sobre todo, adoraba los raros días en que su madre, Emilia, no se entrometía en su vida y la de sus hermanas. Aquél, sin embargo, no era uno de esos días.
-Emi: Anoche Euge volvió a ir a una de esas salas de fiestas —estaba farfullando en ese momento, mientras preparaba un pedido telefónico de tres docenas de magdalenas de chocolate— Y no regresó hasta las dos de la madrugada. ¡Las dos!— La rubia melena rizada, que siempre llevaba en un recogido, la nariz recta, y la firme mandíbula, delataban su origen europeo, y le daban un aíre distinguido —¿Y se molestó siquiera en llamar a casa? No, por supuesto que no —continuó mascullando.
Lali suspiró, poniendo los ojos en blanco, y ajustó el cierre de la caja de plástico que acababa de llenar de magdalenas. La mañana estaba siendo muy ajetreada y, aparte de su madre, sólo estaban Gastón, el dependiente que se encargaba de la caja, y ella para ocuparse de todo. Con clientes a los que atender, pedidos que preparar, y estantes que reponer, lo último que necesitaba en ese momento era escuchar a su madre quejarse del comportamiento de su hija mayor.
-Lali: Mamá, ¿te has olvidado del anuncio que pusiste en el periódico pidiendo un ayudante? —le dijo, señalando con la cabeza a dos jóvenes sentados en una mesita en una esquina de la tahona. El del pelo negro y vaqueros gastados parecía aburrido, mientras que el de la camisa de manga corta y pantalones negros estaba leyendo un libro— ¿Tenes pensado entrevistarlos?
Como si no la hubiera oído, Emilia señaló su cara.
-Emi: Mira qué ojos tengo esta mañana. Estas ojeras son por haberme quedado levantada esperando a tu hermana.
Lali suspiró y entregó la caja de magdalenas a la dienta a la que estaba atendiendo.
-Lali: Euge tiene veintiocho años, mamá —le dijo, armándose de paciencia— No tenes que esperarla.
Su madre se volvió hacia la dienta.
-Emi: Cómo se supone que puedo dormir cuando mi hija está por ahí a esas horas de la noche? —le preguntó exasperada buscando su apoyo.
—Es verdad —asintió una clienta, mientras rebuscaba en su monedero para darle a Lali el precio exacto— Tengan ocho o veintiocho años, una madre no puede evitar preocuparse por sus hijos. Más de una noche me pasé yo esperando a mi Eleanor hasta que llegaba a casa. Gracias a Dios que por fin se casó y sentó la cabeza. ¿Les he enseñado las fotos de mis tres nietos?
«Sólo media docena de veces», estuvo a punto de decir Lali, pero se mordió la lengua. Se limitó a sonreír mientras la mujer sacaba toda una ristra de fotografías de su cartera.
-Emi: Ah, qué envidia me da... —suspiró— Yo, a este paso, me temo que nunca seré abuela. Euge pasa de un novio a otro como quien se cambia de camisa, y ninguno le dura más de un mes; Rocío es un ratón de biblioteca y tímida como una amapola; y mi Lali... —añadió, dándole un pellizco en la mejilla— ...no es más que una niña.
«Por amor de Dios, tengo veinticuatro años!», pensó Lali, apretando los dientes. Por ser la menor de las tres, su madre la seguía tratando como si fuera un bebé, y seguiría tratándola igual aunque pasasen diez años. Claro que, tampoco supondría demasiada diferencia que cambiase su actitud. Estaba convencida de que jamás recibiría una proposición de matrimonio, porque ningún hombre en sus cabales querría entrar a formar parte de su familia.

No era que no los quisiera. Quería a sus dos hermanas, sus padres, y su tía Gimena con toda su alma, pero a veces pensaba que su vida sería más sencilla con una familia un poco más… normal. Su padre parecía un capo de la mafia. Con una mirada Nicolás Espósito era capaz de ahuyentar a cualquier hombre que se acercara a sus hermanas o a ella y, a los que no lograba asustar, su madre les cortaba las alas, haciéndoles un interminable interrogatorio acerca de su situación laboral, su familia... y finalmente la pregunta que les hacía salir corriendo como alma que lleva el diablo: «¿te gustan los niños?».

Lali atendió al siguiente cliente mientras su madre dejaba de exclamar cosas como «¡oh, qué lindo!», y «qué encanto de criatura!» a cada foto que le enseñaba la dienta anterior. Cuando finalmente la mujer se hubo marchado, Emilia se desabrochó el delantal y fue por su bolso.
-Emi: Mañana hay un desayuno oficial en la Cámara de Comercio y nos han pedido catorce docenas de bollos suizos y diez de bayonesas —le dijo a su hija mientras se ponía la chaqueta— Me voy volando al mercado a comprar pecanas y arándanos.
Lali lanzó una mirada a los dos jóvenes sentados en la mesita de la esquina.
-Lali: Pero se supone que tienes que entrevistar a los aspirantes...
-Emi: Lo sé, lo sé, pero tengo mucha prisa. Sé buena chica y hazlo por mí, ¿quieres? —le dijo su madre, dándole unas palmaditas en la mejilla.
-Lali: Pero...
-Emi: Oh, y mañana tienes que estar aquí temprano, cariño —añadió— Tenemos un montón de pedidos que preparar, y a tu padre y a mí nos vendría muy bien tu ayuda. ¡Hasta luego!
Y con un gesto de despedida desapareció tras la puerta que conducía a la trastienda y la salida trasera.

Lali suspiró. En fin, tampoco tenía ningún motivo para no poder madrugar al día siguiente. Su «plan» para aquella noche era cuidar el apartamento de su tía Gime, que estaría fuera de la ciudad las tres semanas siguientes, y su única compañía el gato rallado de su tía y una copia alquilada de una película romántica de Meg Ryan y Tom Hanks.

—Siento llegar tarde, Lali—se excusó su hermana Euge, entrando en ese momento en la tienda como una exhalación—  Tuve que pararme a echar gasolina y me rompí una uña al desenroscar el tapón del depósito, imagínate, así que por supuesto tuve que acercarme corriendo a mi manicura.
Bastó una mirada a Euge, que iba vestida con una falda de cuero negro, un suéter de punto con cuello en uve, y botas altas, para que los dos aspirantes se irguieran en sus asientos. La hija mayor de Nicolás Espósito, que el día anterior se había dado mechas platino en la peluquería para dar una imagen más moderna a su rubio cabello, les sonrió, y los dos jóvenes encogieron el estómago y sacaron pecho.
Lali miró a su hermana con el ceño fruncido mientras ésta rodeaba el mostrador.
-Lali: Tienes que torturar a cada hombre que ves?
-Euge: Soy yo la que vivo en una tortura constante...—replicó con una sonrisa maliciosa— Tantos hombres y tan poco tiempo...
Lali puso los ojos en blanco. Aunque fueran hermanas, Euge, Rocío, y ella no podían ser más distintas. Euge, la devora hombres, era una belleza exuberante, rubia platinada y de ojos verdes; Rocío era una bonita rubia de ojos dorados, tímida como una florecilla; y luego estaba ella. No era rubia como su madre, ni alta como su padre. Era la hija lista, la hija sensata, y, aquella era la etiqueta que más detestaba, la hija responsable. Aunque lo que en realidad detestaba era que era cierto.
-Euge: Voy al baño a arreglarme el maquillaje, debo estar hecha un desastre.
-Lali: Y todo lo que hay que hacer qué? —resopló, poniendo los brazos en jarras.
-Euge: Sólo será un minuto, mujer —dijo, pasando por detrás de ella hacia la puerta que daba a la trastienda— Además, tengo que contarle a Rochi un chisme buenísimo que he oído esta mañana.
-Lali: ¡Euge! —protestó, pero su hermana ya había desaparecido tras la puerta.

En fin, se dijo con un suspiro, lo mejor sería entrevistar a los dos aspirantes cuanto antes para quitarse eso de encima. Mientras se quitaba el delantal, sus ojos se posaron brevemente en Gas, que estaba apilando unas cajas de bizcochos. El dependiente de veintiséis años tenía un encanto innegable con ese alborotado cabello rubio, aquellos profundos ojos azules, y esa constitución atlética. Las adolescentes y las mujeres jóvenes tenían una tendencia a prorrumpir en risitas bobas y a pestañear con coquetería cuando las atendía, e incluso algunas mujeres de cierta edad parecían ponerse nerviosas por su apostura.

Pero Gastón, para disgusto de Lali, sólo tenía ojos para una mujer. Con otro suspiro, obligó a su mente a centrarse en el trabajo, y llamó al aspirante de los vaqueros gastados para que la siguiera al despacho de su padre en la trastienda.

Continuará...

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Tienen vidas totalmente diferentes!! jaja

HappinessLIP Ale jajaja pensé que yo era la única que se quedaba boba mirando el cintillo!! jaja y aunque me repita a mi misma que por más que lo mire siempre va a decir lo mismo no puedo evitarlo!!! jaja noemieli_laliter espero que te guste el cap!!! :) Ange_Patiii no hay problema dame tu correo y te envio la nove completa!!! ^-^ @Ari_StaFe totalmente!! espero que no te pierdass ahora que empieces la uni  Y@yoo.. espero que te pases más seguido!! CHARI me encanta tu demencia!! jaja mandale mis saludos a Coco como está??? :P GABY perdón ando re colgada la nove tiene el mismo título y la autora es la misma de "Una boda imprevista" Jacquie d' alessandro :D

Mas tarde les subo el segundo capitulo!!

Besos y pasenla lindo hoy!! ^-^

20 comentarios:

  1. Me gusta, me gusta. Quiero el encuentro laliter, presiento este encuentro va a estar muy bueno!

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  2. maaaaaaas quiere que se vean

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  3. me encantoo!! amo qu sean tan distintos!! espero el proximo!! besos

    faty****

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  4. que bueno que hayas vuelto con nove!!, ya quiero que lali y peter se encuentren!!

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  5. si me encanta si fuera por mi podrias subir toda la nove yaa!!
    gabi

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  6. Volvi y me puse al dia con tus noves :)
    Me ENCANTO el final de la nove anterior :) estuvo genial!
    Pobre Lali tantas cosas por hacer y nadie la ayuda =s
    espero el siguiente cap =)
    un beso!
    juli♥

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  7. me encantò el capitulo
    quiero el otrooooooo
    besos
    @porLali_ITALIA

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  8. estoy esperando al siguiente capitulo .... me encantan tus nove s

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  9. Se ve bastante interesante... Espero el proximo cap!!!

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  10. Vidas diferentes q seguramente se cruzarán para regalarnos una linda historia!Me gusta !Espero el prox!

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  11. Preciosa d comienzo a fin del cap,y largo .Gracias x hacerlo larguito.

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  12. ajajaaja si tal cual, pero me qeudo leendo apesar q se q solo dice ajajajajaj

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  13. gracias por darme el nombre grosa me encantan tus noves.
    GABY

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  14. LALI pobre con la familia k le ha tocado y Emi sigue pensando k ella es una niña.

    ME ENCANTO EL 1 CAP
    +++++++++++++++++++++++++

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  15. Me encanto el primer cap!

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