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sábado, 28 de abril de 2012

Capítulo 25



La obra de Cande se representa en un teatro de Bloomsbury, situado ante un pequeño patio de gravilla que, cuando llego, está repleto de abogados vestidos con trajes caros y la oreja pegada al móvil.
—... un cliente que no está dispuesto a aceptar las condiciones del acuerdo...
—... en especial la cláusula cuatro, coma, sin embargo...

Nadie parece tener prisa por entrar en la sala, así que me dirijo hacia los camerinos para darle a Cande el ramo de flores que le he comprado. (Había pensado en arrojarlo al escenario al final de la actuación, pero son rosas y tengo miedo de que le hagan una carrera en las medias.)

Mientras recorro los pasillos, oigo música ambiental y me cruzo con un montón de gente ataviada con ropa brillante

Entonces descubro a mi amiga, sentada en un taburete en un taburete en un camerino. Está muy maquillada, los ojos se le ven enormes y enormes y brillantes, y también lleva plumas azules en la cabeza.
-Lali: ¡Madre mía, Cande! —exclamo en la puerta—. Estás increíble. Me encanta tu...
-Cande: No puedo hacerlo.
-Lali: ¿Qué?
Cande: No puedo —repite desesperada, y se ciñe la bata de algo­dón— No recuerdo nada. Tengo la mente en blanco.
-Lali: Eso le pasa a todo el mundo. Ahí fuera hay un tipo diciendo lo mismo.
-Cande: Es verdad. Además, mis piernas parecen de algodón, y me ahogo. —Coge una brocha para colorete, la mira desolada y la deja— No sé por qué me apunté al grupo.
-Lali: ¿Por diversión?
-Cande: ¿Crees que esto es divertido?
De repente le cambia la cara, y se va a toda velocidad hacia una puerta que hay en el camerino. Al momento oigo arcadas.
Algo no marcha bien. Y yo que creía que el baile era bueno para la salud.
Poco después sale, pálida y temblorosa.
-Lali: ¿Estás bien?
-Cande: No puedo hacerlo. —De pronto parece tomar una decisión repentina—. Muy bien, me voy a casa. Diles que me he puesto mala, que ha sido una emergencia.
Empieza a recoger su ropa.
-Lali: De eso nada —digo horrorizada, e intento quitarle lo que lle­va en la mano—. Te saldrá bien. Piensa un poco, ¿cuántas veces has estado en un juzgado soltando un discurso delante de un montón de gente? Y si te equivocas, un inocente puede ir a la cárcel.
Me mira como si estuviera loca.
-Cande: Sí, pero eso es fácil.
-Lali: Pues si te vas ahora, te arrepentirás toda la vida. Cuando lo recuerdes, pensarás que ojalá te hubieras atrevido.
Nos quedamos en silencio y noto que, bajo las plumas y demás, su cerebro está trabajando.
-Cande: Tienes razón —admite, y suelta la ropa—. Vale, lo haré, pero no quiero que me veas. Ven luego, cuando haya acabado. No, tampoco, no te acerques. Mantente alejada.
-Lali: Bueno, si de verdad...
-Cande: No, quédate. He cambiado de opinión. Necesito que estés aquí.
-Lali: De acuerdo.
-Cande: ¡Faltan quince minutos para la representación! —anuncia un altavoz cercano.
-Lali: Te dejo para que hagas el calentamiento.
-Cande: Lali. —Me agarra del brazo y me mira fijamente. Aprieta con tantá fuerza que me está haciendo daño—. Si alguna vez vuelvo a decir que quiero hacer algo como esto, párame los pies. Diga lo que diga. Prométemelo.
-Lali: Te lo prometo.
¡Joder! Jamás la había visto así. Cuando salgo al patio, que ahora está lleno de gente todavía más arreglada, estoy hecha un manojo de nervios. Cande no parecía capaz de mantenerse en pie y mucho menos de bailar.
Ojalá no lo arruine.
Me la imagino en el escenario como un conejo asustado, sin re­cordar los pasos, mientras el público la observa. Sólo de pensarlo se me revuelve el estómago.

Vale, no voy a permitir que eso suceda. Si pasa algo, distraeré la atención. Fingiré que me ha dado un ataque al corazón. Sí, me ti­raré al suelo y todo el mundo me mirará a mí, pero la representa­ción seguirá adelante, porque somos británicos, y cuando la gente vuelva a prestarle atención, Cande habrá recordado lo que tenía que hacer.
Y si me llevan a toda prisa al hospital les diré: «Tenía un dolor te­rrible en el pecho.» Nadie podrá demostrar que era mentira.
Incluso aunque puedan, gracias a alguna máquina especial...
—¡Lali!
-Lali: ¿Qué? —contesto distraída, y luego se me para el corazón de verdad.
Peter está a un par de metros de mí. Lleva su habitual uniforme de vaqueros y jersey, con lo que se le ve a la legua entre todos los elegantes abogados. Cuando clava sus ojos en los míos, siento que me vuelve al pecho todo el dolor que creía haber olvidado. «No reacciones de ninguna manera —me digo a mí misma—. Punto final. Nueva vida.»
-Lali: ¿Qué haces aquí? —le pregunto en tono de: « La verdad es que me da igual .. »
-Peter: He encontrado el folleto de la actuación en tu mesa. —Me lo enseña sin quitarme la vista de encima—. Me gustaría hablar contigo.
Me invade cierto resquemor. ¿Se cree que sólo con venir lo deja­ré todo para hablar con él? Puede que esté ocupada, o que haya se­guido mi camino. ¿No se le ha ocurrido o qué?
-Lali: Da la casualidad de que estoy con alguien —digo en tono educado y ligeramente despectivo.
-Peter: ¿En serio?
-Lali: Así es.
Me encojo de hombros y espero a que se vaya, pero no se mueve.
-Peter: ¿Con quién?
Vale, se suponía que no iba a preguntarme algo así. Durante un momento no estoy muy segura de qué responder.
-Lali: Con... él —digo señalando a un tipo alto, en mangas de camisa, que está en un rincón del patio mirando hacia otro lado— Creo que será mejor que vaya a hacerle compañía.

Con la cabeza bien alta, me giro y empiezo a caminar en esa dirección. Le preguntaré la hora y cruzaré unas palabras con él has­ta que Peter se marche. (Y a lo mejor suelto un par de carcajadas para que vea lo bien que lo pasamos.)
Estoy a poca distancia cuando el tipo se vuelve y saca un móvil.
-Lali: Hola —lo saludo alegremente, pero él ni siquiera me oye. Me mira sin verme y se dirige hacia la multitud sin dejar de ha­blar.
Me he quedado sola.
Mierda.
Tras lo que me parecen varias eternidades, me doy la vuelta con toda la despreocupación de la que soy capaz. Peter sigue en el mismo sitio.
Lo miro, muerta de vergüenza. Si se ríe de mí... Pero no lo hace.
-Peter: La… —Se acerca hasta que nos separa un metro. Su expresión es sincera—. No he podido olvidar lo que me dijiste. Debería haber compartido más cosas contigo y no excluirte.
Por un lado estoy desconcertada y, por otro, siento que ha herido mi orgullo. Así que ahora quiere compartir cosas conmigo, ¿verdad? Pues a lo mejor es demasiado tarde y a mí ya no me apetece
-Lali: No tienes por qué contarme nada. Tus asuntos son cosa tuya. De todas formas, seguramente no los entendería porque como son tan complicados y yo, tan tonta...
Le doy la espalda y echo a andar por la grava.
-Peter: Te debo una explicación.
-Lali: No me debes nada. —Zanjo la cuestión levantando el men­tón con altivez— Se acabó, Peter. Y los dos podríamos... ¡Suéltame!
Me ha cogido del brazo para que lo mire.
-Peter: He venido por una razón. Para decirte lo que estuve haciendo en Escocia.
Me llevo una sorpresa mayúscula, que intento disimular lo me­jor que puedo.
-Lali: No me interesa en absoluto.
Me suelto y comienzo a andar hacia el bosque de abogados que hablan por sus móviles.
-Peter: Lali, quiero contártelo.
-Lali: Bueno, pues a lo mejor yo no deseo oírlo —replico desafiante dándome la vuelta. Estamos frente a frente como dos duelistas y el pecho me sube y me baja con rapidez. Por supuesto que quiero en­terarme. Y él lo sabe muy bien—. Venga —concedo encogiéndome de hombros con reticencia—. Dímelo.
Sin pronunciar palabra, me conduce a un rincón apartado, le­jos de la multitud. En ese momento, toda mi bravuconería se desva­nece. De hecho, estoy algo inquieta. Incluso asustada.
¿Qué pasará si es un defraudador, como sugirió Cande? ¿Y si está haciendo algo ilegal y espera que me una a él?
¿Y si se ha sometido a alguna operación embarazosa y me echo a reír sin querer?
¿Y si es otra mujer y ha venido a decirme que va a casarse o algo así?
Siento un doloroso escalofrío, que domino como puedo. Bue­no, si es eso, actuaré con naturalidad, como si ya lo supiera. Fingiré que yo también tengo un amante. Le sonreiré con ironía y le diré: «Nunca he supuesto que tuviéramos posesión exclusiva el uno del otro»
-Peter: Muy bien. —Se coloca frente a mí. Decido que si ha cometido un asesinato, lo denunciaré, aunque prometa no hacerlo—. Fui a Escocia a ver a alguien.
Se me cae el alma a los pies.
-Lali: Una mujer —digo sin poder contenerme.
-Peter: Pues no. —Le cambia la expresión y me mira fijamente—.¿Eso era lo que pensabas? ¿Que había otra?
-Lali: No sabía qué pensar.
-Peter: No salgo con nadie. Estuve viendo a... —continúa dubitativo— digamos, la familia.
El corazón me da un vuelco.
¿Familia?
¡Dios mío! Belén tenía razón. Me he liado con la mafia.
Vale, que no cunda el pánico. Puedo huir. Entraré en el programa de protección de testigos. Mi nuevo nombre podría ser Megan. No, mejor Chloe. Chloe de Souza.
-Peter: Para ser más preciso, a una niña.
¿Qué? Vuelvo a sentir un escalofrío.
-Peter: Se llama Alice. Tiene cuatro años.
Peter tiene una mujer y una familia secreta. Lo sabía.
-Lali: ¿Es...? —Me humedezco los labios con la lengua—. ¿Es tu hija?
-Peter: No. —Mira al suelo un segundo y luego levanta la cabeza—. Es hija de Agustín.
-Lali: Pero... —Estoy sorprendida—. Nunca has comentado nada al respecto.
-Peter: No lo sabe nadie, de eso se trata.
Esto es algo que no esperaba ni por asomo.
Una niña. La hija secreta de Agustín Sierra.
-Lali: Pero ¿cómo es posible que nadie conozca su existencia? —pregunto. Nos hemos alejado todavía más de la gente y ahora es­tamos sentados en un banco que hay debajo de un árbol—. Alguien la habrá visto.
-Peter: Agustín era una estupenda persona, pero el compromiso nunca fue uno de sus fuertes. Cuando Marie, la madre de Alice, se enteró de que estaba embarazada, ellos ya no estaban juntos. Marie es una mujer orgullosa y resuelta, y estaba decidida a seguir adelante sola. Agustín la ayudó económicamente, pero no se interesó mucho por la niña. Ni siquiera le dijo a nadie que era padre.
-Lali: ¿Tú no lo sabías?
-Peter: Hasta su muerte no. Lo quería mucho, pero me resultó muy difícil perdonarle eso. Así que unos cuantos meses después del accidente, Marie apareció con la niña. Te puedes imaginar cómo nos sentimos todos. Impresionados sería decir poco, pero Marie fue ta­jante, no quería que nadie se enterara. Deseaba educar a Alice como a una niña normal, no como a la hija de Agustín Sierra ni como a la heredera de una gran fortuna.
Alucino. Una niña de cuatro años se queda con la parte de Agustín Sierra de la Panther Corporation. Vaya pasada.
-Lali: Entonces, ¿lo hereda todo?
-Peter: Casi todo. La familia de Agustín ha sido muy generosa, y por eso Marie ha mantenido a su hija alejada de la atención pública. Sé que no podremos protegerla toda la vida. Tarde o temprano se sabrá y entonces la prensa enloquecerá. La niña pasará a formar parte de la lista de personas ricas, los demás chavales se meterán con ella y su vida no volverá a ser normal. Hay niños que lo llevarían bien, pero no es el caso de Alice. Tiene asma y es muy frágil. —Mientras habla, recuerdo lo que publicaron los periódicos a la muerte de Agustín. Todos sacaron su foto en primera página—. Soy excesivamente protector con ella, lo sé. Incluso su madre me lo dice, pero... para mí es muy importante. Es todo lo que me queda de Agustín.
De repente, me conmuevo.
-Lali: ¿Por eso recibías tantas llamadas? ¿Por eso te marchaste?
-Peter: El otro día tuvieron un accidente de coche. No fue nada grave, pero después de lo de Agustín estamos muy sensibilizados, y queríamos asegurarnos de que recibiera el tratamiento adecuado.
-Lali: Claro, es comprensible.
Nos quedamos en silencio un momento, durante el que mi cerebro intenta unir todas las piezas.
-Lali: Lo que no acabo de entender es por qué querías que mantu­viera en secreto que habías estado en Escocia. Nadie habría sospe­chado nada.
Peter pone cara de arrepentimiento.
-Peter: Ése fue un estúpido error por mi parte. Le dije a unas cuantas personas que me iba a París, como precaución extra. Elegí una compañía aérea poco conocida. Pensé que nadie se enteraría. Y en­tonces, entré en la oficina y... estabas tú.
-Lali: Y te quedaste de piedra.
-Peter: No exactamente. No sabía muy bien cómo reaccionar.
Noto que me estoy ruborizando y me aclaro la voz.
-Lali: Ejem… Esto… Por eso…
-Peter: Sólo quería evitar que fueras diciendo: «Estuvo en Escocia, no en París», y que todo el mundo empezara a inventarse historias. Te sorprendería saber las absurdas teorías a las que llega la gente cuando no tienen nada mejor que hacer. He oído de todo. Que voy a vender la empresa, que soy gay, que pertenezco a la mafia...
-Lali: ¿Ah, sí? Qué tontos.
Un par de chicas pasan a nuestro lado y nos callamos un mo­mento.
-Peter: Lamento mucho no habértelo contado antes —continúa en voz baja—. Sé que te sentiste dolida, marginada, pero no es algo que se comparta a la ligera.
-Lali: No, por supuesto. Soy yo quien se ha comportado como una tonta.
Arrastro el zapato por la gravilla, un poco avergonzada. Debería haber imaginado que era algo importante. Cuando dijo que era algo delicado y complejo, estaba diciendo la verdad.
-Peter: Sólo lo saben unos cuantos; gente especial y de confianza.
Hay algo en su mirada que me pone un gran nudo en la gargan­ta, y enrojezco.
—¿Van a entrar? La función está a punto de empezar.
La voz de una mujer vestida con vaqueros de color negro, que se aproxima sonriendo, nos sobresalta, y siento como si me hubieran dado una bofetada para despertarme de un sueño.
-Lali: Tengo que ir a ver a Cande.
-Peter: Vale, te dejo. En realidad ya te lo he contado todo. —Se levanta para marcharse, pero se da la vuelta—. Una cosa más. Sé que estos últimos días no han sido fáciles para ti. Te has comportado con una discreción modélica y yo, no tanto. Quería disculparme una vez más. Sos extraordinaria.
-Lali: No pasa nada.
Lo veo alejarse por la gravilla y me quedo completamente des­trozada.
Ha venido hasta aquí para contarme su gran y preciado secreto. No tenía por qué hacerlo.
¡Dios mío!
-Lali: ¡Espera! —grito, y Peter se gira enseguida—. ¿Te apetece acompañarme?
Cuando veo que sonríe, no puedo evitar un estremecimiento de placer.
Mientras caminamos juntos, reúno el valor suficiente para hablar.
-Lali: Yo también tengo que confesarte algo. Sé que el otro día dije que habías arruinado mi vida.
-Peter: Lo recuerdo.
-Lali: Puede que estuviera equivocada. —Me aclaro la voz y lo miro con franqueza—. No lo has hecho.
-Peter: ¿No? ¿Lo intento de nuevo?
Muy a mi pesar, me entran ganas de echarme a reír.
-Lali: ¡No!
-Peter: ¿Es tu última palabra?
En sus ojos brilla otra pregunta más profunda, y siento un dardo en el pecho, mitad esperanza, mitad temor. Durante un buen rato, ninguno de los dos dice nada y mi respiración comienza a acelerarse.
De repente, él se fija en mi mano.
-Peter: He acabado con Peter —lee en voz alta. Mierda.
Me pongo como un tomate.
No volveré a escribirme nada en la mano, jamás.
-Lali: Sólo es un garabato. No significa...
El timbre del móvil me interrumpe. Gracias a Dios. Sea quien sea, encantada. Lo saco y aprieto el botón verde.
-Belén: Lali, me vas a adorar toda la vida —asegura.
-Lali: ¿A qué te refieres?
-Belén: Ya lo he arreglado todo. Soy la mejor. No sé qué harías sin mí.
-Lali: ¿De qué me estás hablando?
-Belén: De tu venganza contra Peter Lanzani, tonta. Mientras permanecías de brazos cruzados como un pelele, me he ocupado del asunto.
Me quedo paralizada.
-Lali: Peter, perdona un momento —le pido con una enorme sonri­sa —.Tengo que atender esta llamada.
Me voy hacia un rincón con paso tembloroso, donde él no puede oirme
-Lali: ¡Me prometiste que no harías nada! Lo juraste por tu bolso Miu Miu de piel de potro.
-belén: Mi bolso de piel de potro es de Fendi —se jacta con voz triunfal.
Está como una cabra.
-Lali: ¿Qué has hecho? Dímelo.
El corazón me late con fuerza por el miedo. Por favor, que no le haya rayado el coche.
-Belén: Ojo por ojo. Ese hombre te traicionó y vamos a pagarle con la misma moneda. Estoy con un chico muy majo llamado Mick, que es periodista y trabaja en el Daily World.
Se me hiela la sangre.
-Lali: ¿El diario sensacionalista? ¿Estás loca?
-Belén: No seas tan estrecha y burguesa —me reprende—. Son como detectives privados, pero gratis. Mick le ha hecho muchos trabajitos a mamá y está muy interesado en averiguar el secreto de Peter Lanzani, pero antes desea hablar contigo.
Creo que me voy a desmayar, esto no puede estar pasando.
-Lali: Escúchame —susurro, como si estuviera intentando conven­cer a una lunática de que bajara del tejado—. Ya no quiero saber nada, ¿vale? Quiero olvidarlo todo. Deshazte de ese tipo.
-belén: Ni hablar —responde como una niña malcriada—. No seas ridícula. No puedes dejar que un hombre te pisotee sin hacer nada. Tiene que enterarse. Mi madre siempre dice... —Se oye un repenti­no chirrido de neumáticos—. ¡Vaya! Acabo de tener un ligero acci­dente. Te llamo luego.
Dejo de oír su voz. Estoy muda por el horror.
Marco frenéticamente su número, pero salta el contestador.
-Lali: ¡Belén! Olvida todo... —Me callo a mitad de frase porque Peter ha aparecido delante de mí.
-Peter: Está a punto de empezar. ¿Va todo bien?
-Lali: Sí, claro —contesto con voz entrecortada, y cuelgo—. De maravilla.

Continuará...

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Vamos que acabamos hoy con la nove!!
+20 firmitas y más nove!!!

25 comentarios:

  1. ANDRE diez comentario cada uno y tenemos e proximo te parece???

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  2. Que no haga nada! O almenos que no se enteren de la niña! Pobre!

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  3. No me jodas, que belen se esté calladita y quietecita mejor

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  4. masssssssss noveeeeeeeeeeee

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  5. jajajjajaj habla y te juro q no se como pero la mato

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  6. Que rabia que tengo de lali ahora! Deberia haber dicho a peter lo que hizo belen!

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  7. a belen provoca matarla

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  8. hay no creo que belen va a terminar en el psiquiatra :P no creoq ue lali le tiene que decir a peter lo de belen por que sin osera otro secreto y aprte puede que si descubra lo de alice

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  9. Belen va a arruinar todo!Creo q podriamos matarla y listo,JEJE!

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  10. Ay te juro qe cuando Peter le conto lo de la nena me parecio re tierno ♥.♥ re AMOR!!!!! y cuando se estaba yendo me agarro una cosa de preocupacion qe dijo nooooooooooooooooo por favor qe no se vaya!!!! como una cosa fea en el pecho :( ♥ pero le pidio qe se qede :') ♥ Ahora Lali tiene qe arreglar lo de la loca de Blen, puede ser qe la cosas no puedan estar 100% perfectas!!!!!!!! :D jajajaja ♥ buenisimo el cap!!!

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  11. Tal como se comporta Cande con Lali ,esta lo hace con ella,verdaderas amigas.Peter se sincero.¡k insistente y pesada Belen!,k se compre una vida,parece k no tiene vida propia,k jode la d los demas.

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  12. hayy diossss belen y la lpm!!
    masss noveee

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