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sábado, 28 de abril de 2012

Capítulo 21



—¿Te pasa algo?

Llevo unos cinco minutos sentada en el banco, con la vista fija en la acera y un torbellino en la cabeza, cuando oigo una voz que se eleva sobre los sonidos habituales de la calle: gente que camina, chirridos de autobuses y bocinas de coches. Es una voz masculina. Levanto la cara, parpadeo a causa del sol y miro confundida unos ojos verdes que me resultan familiares.
Entonces caigo en la cuenta. Es Aidan, el chico de los batidos.
-Aidan: ¿Estás bien?
Durante un instante no puedo ni contestar. Mis sentimientos están desparramados por el suelo, como una bandeja de té que se hubiera caído, y no sé muy bien cuál de ellos recoger primero.
-Lali: Supongo que la respuesta es no. No lo estoy. En absoluto.
-Aidan: Vaya —exclama preocupado—. Si puedo hacer algo por...
-Lali: ¿Estarías bien si el hombre en el que confiabas hubiera revelado todos tus secretos en televisión? ¿Si te hubiese humillado delante de tus amigos, compañeros y familia? —Nos quedamos en silencio—. Contesta.
-Aidan: Seguramente no.
-Lali: Lo ves. ¿Qué te parecería que alguien dijera que... que llevas ropa interior femenina?
Palidece ante semejante perspectiva.
-Aidan: Pero si no la llevo...
-Lali: ¡Ya lo sé! Bueno, no lo sé, pero imagínate por un momento que sí la usaras. ¿Te gustaría que alguien lo contase en una supuesta entrevista profesional en televisión?
Me mira como si estuviera llegando a una conclusión.
-Aidan: Un momento. ¿Te refieres a la de Peter Lanzani que acaban de emitir? La hemos visto en el bar.
-Lali: Estupendo. Habría sido una pena que, en todo el universo, alguien se la hubiese perdido.
-Aidan: ¿Hablaba de ti? ¿Sos vos la que lee quince horóscopos y miente sobre su...? —Se calla al ver mi cara— Perdona, debes de estar muy dolida.
-Lali: Sí, lo estoy. Y furiosa. Y avergonzada.
También confundida. Estoy tan perpleja, conmocionada y aturdida que hasta sentada me cuesta mantener el equilibrio. En cuestión de minutos han puesto patas arriba todo mi mundo.
Creía que Peter me quería. Pensaba que él... Que él y yo...
De repente siento un dolor agudo y escondo la cabeza entre las manos.
-Aidan: ¿Cómo sabe tantas cosas sobre vos? ¿Son pareja?
-Lali: Nos conocimos en un avión —le explico intentando controlarme— Me pasé el viaje contándole mi vida. Salimos un par de veces y creí que... —Comienzo a levantar la voz— La verdad es que pensaba, ya sabes, que sería mi verdadero amor. Pero en realidad nunca le he interesado. Él sólo quería averiguar cómo es una chica normal y corriente y utilizar esa información para su mercado objetivo. Para su estúpida nueva línea femenina.

Cuando comprendo la verdad, una lágrima empieza a rodar por mi mejilla, seguida rápidamente por otra y otra más.

Me ha usado.

Por eso me invitó a cenar con él. Por eso estaba tan fascinado por todo lo que yo decía. Por eso se sintió cautivado.

No era amor, sino negocio. De pronto, sollozo sin querer.
-Lali: Lo siento. Ha sido muy duro.
-Aidan: No te preocupes —me anima— Es una reacción natural. No sé mucho de grandes empresarios, pero yo diría que esos tipos no llegan a la cumbre sin pisotear a un montón de gente por el camino. Para alcanzar el éxito han de ser despiadados. —Se calla y contempla mis esfuerzos por contener el llanto, aunque sólo lo consigo a medias— Lali ,¿querés que te dé un consejo?
-Lali: ¿Cuál? –pregunto secándome los ojos.
-Aidan: Sácalo todo a través del kick boxing. Utiliza tu agresividad. Canaliza el dolor.
Lo miro sin poder creérmelo. ¿Es que no se ha enterado o qué?
-Lali: No practico ese deporte —digo con voz chillona—. Jamás lo he hecho.
-Aidan: ¿No? Pero si dijiste que...
-Lali: Estaba mintiendo.
Nos quedamos en silencio un momento.
-Aidan: Bueno, no pasa nada. Podrías empezar con algo más suave. Tai-chi, por ejemplo. —Me mira con incertidumbre— ¿Quieres tomar algo? ¿Un batido que te calme? Puedo prepararte una mezcla de mango y plátano con manzanilla, y añadir un poco de nuez moscada, que es muy relajante.
-Lali: No, gracias. —Me sueno la nariz, inspiro profundamente y cojo el bolso—. Creo que me iré a casa.
-Aidan: ¿Estarás bien?
-Lali: Sí, tranquilo —le aseguro forzando una sonrisa— De hecho, ya estoy mejor.
Pero, por supuesto, eso también es mentira. Estoy fatal.

Cuando me siento en el metro, las lágrimas me corren por la cara, una a una, y me caen en el regazo unas gotas enormes. La gente me mira, pero no me importa. Ya he sufrido la mayor vergüenza posible; que me miren boquiabiertas unas cuantas personas más me tiene sin cuidado.

Soy tan tonta... Está claro que no éramos almas gemelas. No me ha querido nunca.
Un nuevo dolor me asalta, y busco un pañuelo.
—No te angusties, querida —me dice una corpulenta mujer que está sentada a mi izquierda y lleva un voluminoso vestido estampado con piñas— Él no se lo merece. Vete a casa y tómate una buena taza de té.
—¿Cómo sabe que llora por un hombre? —interviene con agresividad una pasajera con traje negro— Me parece una manera tópica y poco feminista de ver las cosas. Podría estar triste por cualquier cosa: por alguna música en particular, un verso, el hambre en el mundo, la situación política en Oriente Medio...
Me mira expectante.
-Lali: La verdad es que es por culpa de un hombre —confieso.
El tren se detiene y la mujer del traje negro pone los ojos en blanco y sale del vagón. La del vestido de piñas le devuelve el gesto.
—¡El hambre en el mundo! —repite con tono desdeñoso, y no puedo reprimir una risita. Después me da una palmadita en la espalda mientras me seco los ojos— No te preocupes. Prepárate un té con unas buenas galletas de chocolate y habla con tu madre. Todavía vive, ¿no?
-Lali: Sí, pero en este preciso momento no nos hablamos.
—Bueno, pues entonces con tu padre.
Niego con la cabeza.
—¿Qué me dices de tu mejor amiga? Seguro que tienes una —afirma sonriente.
-Lali: Sí. Pero acaba de oír en la televisión que he tenido fantasías lésbicas con ella.
Me mira en silencio un instante.
—Tómate una buena taza de té —me sugiere al final, y con menos convicción añade— Y... buena suerte.

Recorro despacio la distancia que separa nuestra casa de la parada de metro. Cuando llego a la esquina, me sueno la nariz e inspiro profundamente varias veces. La opresión que sentía en el pecho ha disminuido bastante, pero, en cambio, los nervios se han apoderado de mí.

¿Cómo voy a enfrentarme a Cande después de lo que ha dicho Peter? Hace mucho tiempo que la conozco y he pasado por situaciones muy embarazosas delante de ella, pero ninguna que se parezca a ésta.

Es peor que cuando vomité en el cuarto de baño de casa de sus padres o que cuando me vio besando mi imagen en el espejo y susurrando con voz sexy: «Oh, cariño.» Incluso es aún más horrible que cuando me pilló escribiéndole una postal de San Valentín a nuestro profesor de Matemáticas, el señor Blake.

Espero, poco convencida, que de pronto haya decidido pasar todo el día fuera o algo así. Pero cuando abro la puerta, la veo salir de la cocina en dirección al recibidor. En cuanto me mira, se lo noto. Está totalmente descolocada.

Ya está. Peter no sólo me ha traicionado sino que, además, ha conseguido arruinar mi relación con mi mejor amiga. Las cosas nunca volverán a ser iguales entre ella y yo. El sexo se ha interpuesto entre nosotras y ya no podemos ser amigas porque queremos dormir juntas.
No, borra eso. La cuestión es que no queremos...
Sea lo que sea, es horrible.
-Cande: ¡Ah! —exclama mirando al suelo— Hola, Lali.
-Lali: Hola —contesto con voz ahogada— He decidido venir a casa. La oficina era demasiado horrorosa.
Me callo y se produce un silencio insoportable y violento.
-Lali: Supongo que lo has visto —digo finalmente.
-Cande: Sí —responde sin apartar la vista de las baldosas. Carraspea y añade— Si quieres que me vaya del piso, lo haré.
Se me forma un nudo en la garganta. Lo sabía. Después de veintiún años, nuestra amistad está hecha trizas. Alguien revela un secretillo y se acabó la cosa.
-Lali: No. Me iré yo —digo intentando no romper a llorar.
-Cande: Ni hablar. No es culpa tuya. He sido yo quien te ha estado dando esperanzas.
-Lali: ¿Qué? Eso no es verdad.
-Cande: Sí. Me siento fatal. Ignoraba que... tuvieras ese tipo de inclinaciones.
-Lali: ¡Pero si no las tengo!
-Cande: Ahora lo veo claro. He estado paseándome medio desnuda; no me extraña que estés frustrada.
-Lali: No lo estoy. Y no soy lesbiana.
-Cande: Pues entonces bisexual o de orientación sexual múltiple, como quieras llamarlo.
-Lali: Tampoco soy nada de eso.
-Cande: Por favor, Lali. No te avergüences de tu sexualidad. Te prometo que te apoyaré incondicionalmente, elijas la opción que elijas.
-Lali: Cande, no necesito apoyo. Sólo tuve un extraño sueño, ¿vale?, no una fantasía, ¡un maldito sueño!, y eso no significa que sea lesbiana ni que me gustes ni nada de nada.
Nos callamos. Cande parece desconcertada.
-Cande: Ah, bueno. Pensaba que..., ya sabes, que querías...
-Lali: Pues no.
-Cande: Vale.
Nos quedamos en silencio un buen rato, durante el que Cande se mira fijamente las uñas y yo, la hebilla del reloj.

-Cande: ¿Y en tu suelo de verdad hacíamos...? —pregunta ella por fin. ¡Santo cielo!
-Lali: Más o menos.
-Cande: ¿Y cómo estuve?
-Lali: ¿Qué? —exclamo atónita.
-Cande: En tu sueño. —Me mira ruborizada—. ¿Lo pasaste bien?
-Lali: Cande... —comienzo a decir con cara de angustia.
-Cande: Lo hice fatal, ¿verdad? Lo sabía.
-Lali: Pues claro que no... Fue...
No acabo de creerme que estemos hablando de sus habilidades sexuales en un sueño lésbico.
-Lali: ¿Te importa que dejemos el tema? Ya he tenido un día bastante dificil.
-Cande: Sí, claro —acepta llena de remordimiento—. Debes de sentirte...
-Lali: Humillada y traicionada —acabo, y trato de sonreír—. Sí, más o menos.
-Cande: ¿Lo ha visto alguien de tu oficina?
-Lali: ¡Lo han visto todos! —Doy media vuelta—. Y enseguida han comprendido que Peter hablaba de mí y han empezado a reírse, mientras lo único que yo deseaba era que me tragase la tierra.
-Cande: ¿De verdad? —pregunta consternada.
-Lali: Ha sido horrible. —Cierro los ojos y me invade una nueva oleada de vergüenza—. Jamás lo había pasado tan mal en mi vida. Nunca me habían puesto en evidencia de ese modo. Ahora todo el mundo sabe que los tangas me parecen incómodos, que no hago kick boxing, que nunca he leído a Dickens... —Mi voz tiembla cada vez más y, de repente, me pongo a sollozar— Tenías razón, Cande. He sido una idiota. Peter me ha estado utilizando desde el primer momento. Nunca le he interesado. Era sólo parte de un estudio de mercado.
-Cande: ¡Eso no lo sabes!
-Lali: Si que lo sé. Por eso estaba cautivado. No era porque me quisiera, sino porque se había dado cuenta de que tenía a su cliente objetivo delante de las narices. El tipo de chica normal y corriente a la que ni saludaría. Lo ha dicho bien claro en la entrevista. Soy alguien sin nada especial.
-Cande: Pero eso no es cierto —asegura furiosa.
-Lali: Sí. Es lo que soy. Absolutamente nada. Y soy tan imbécil que me lo creí todo. Estaba convencida de que me quería. Bueno... al menos de que sentía lo mismo que yo por él.
-Cande: Ya.
Me da la impresión de que Cande también se va a echar a llorar. Se acerca y me da un fuerte abrazo.
Luego se aparta de golpe.
-Cande: Esto no te incomoda, ¿verdad? Es decir, no te excita ni nada de eso.
-Lali: Por última vez, Cande. ¡No soy lesbiana! —grito exasperada.
-Cande: Esta bien. Perdona. —Me abraza y luego exclama— ¡Vamos! Necesitas un trago.
Nos dirigimos al minúsculo y convencional balcón que el dueño describió como «amplia terraza» cuando alquilamos el piso, y me siento al sol para beberme el licor que Cande compró en un dutyfree el año pasado. La boca me arde después de cada trago, pero cinco segundos después noto un relajante calorcillo por todo el cuerpo.
-Lali: Debería haberlo imaginado —digo mirando el vaso— Tendría que haber sabido que a los millonarios no les atraen las chicas como yo.
-Cande: No digas esas cosas —me pide Cande suspirando por enésima vez—. Me cuesta creer que todo estuviera preparado. Era tan romántico que decidiese no irse a Estados Unidos, lo del autobús, lo de ese cóctel de color rosa...
-Lali: Ésa es la cuestión. —Siento que se me van a saltar las lágrimas otra vez y parpadeo para contenerlas—. Por eso es tan humillante. Él sabía exactamente lo que me gustaba. En el avión le dije que Pablo me aburría, que necesitaba más entusiasmo, pasión y romanticismo. Me dio todo lo que yo deseaba. Y me lo creí porque quise creérmelo.
-Cande: ¿Estás segura de que lo tenía todo planeado? —pregunta mordiéndose el labio.
-Lali: Por supuesto. Me siguió a todas partes deliberadamente y se fijó en todo lo que hacía; quería entrar en mi vida. Acuérdate de la forma en que fisgó por mi habitación. No me extraña que lo observara todo; quizá hasta llevara un dictáfono en el bolsillo. Y yo voy y lo invito a pasar. —Tomo un buen trago de aguardiente y noto un ligero escalofrío— Jamás volveré a confiar en un hombre.
-Cande: Parecía muy lindo —murmura con pesar— No me cabe en la cabeza que fuera tan cínico.
-Lali: Cande, la verdad es que un hombre como él no llega a la cumbre sin actuar de forma despiadada y pisotear a la gente. Es imposible.
-Cande: ¿Sí? —dice mirándome con el entrecejo arrugado—. Puede que tengas razón. Wow, qué deprimente.
-Belén: ¿Está Lali? —pregunta, que sale al balcón con su albornoz blanco, una mascarilla en la cara y los ojos entrecerrados por la furia—. Muy bien, señorita Jamás-te-cojo-las-cosas, ¿qué me dices de mis zapatos de tacón de Prada?
Supongo que a estas alturas no tiene sentido mentir más.
-Lali: Que son demasiado puntiagudos e incómodos —contesto encogiéndome de hombros, y Belén inspira con fuerza.
-Belén: ¡Lo sabía! ¿Dónde está mi jersey de Joseph? ¿Y mi bolso de Gucci?
-Lali: ¿De cuál hablas? —respondo desafiante.
Por un instante parece quedarse sin palabras.
-Belén: De todos ellos. ¿Sabén? Podría demandarlas por eso —amenaza blandiendo un papel—He elaborado una lista de las prendas que sospecho que se ha puesto otra persona en los tres últimos meses.
-Cande: ¡Déjanos en paz con tu ridícula ropa! —vocifera— Lali está muy dolida. El hombre que supuestamente la amaba la ha apuñalado por la espalda.
-Belén: ¡Qué sorpresa! Permite que me desmaye por la impresión —replica con ironía— Te dije que te pasaría. Te avisé de que no se le puede decir a un hombre todo sobre una misma, porque entonces hay muchas posibilidades de que la cosa acabe mal. ¿Acaso no te previne?
-Cande: Dijiste que no conseguiría un pedrusco en el dedo, no que él aparecería en televisión para contarle a todo el país sus secretos más íntimos. Podrías mostrar un poco de compasión.
-Lali: No, Cande. Belén tiene razón. Si hubiera mantenido la boca cerrada, nada de esto habría pasado. —Cojo la botella y me sirvo otro vaso con gesto taciturno— Las relaciones son una batalla, una partida de ajedrez. ¿Y qué he hecho yo? Arrojar todas mis piezas encima del tablero de una sola vez y decir: «Toma, ahí están todas.» La verdad es que los hombres y las mujeres no deberían contarse nada de nada.
-Belén: Estoy completamente de acuerdo —aprueba— Tengo pensado hablar lo menos posible con mi futuro marido.
El timbre del teléfono inalámbrico que lleva en la mano la interrumpe.
-Belén: ¿Hola? ¿Camilla? ¡Ah!, espera un momento. —Tapa el auricular y me mira con los ojos como platos— ¡Es Peter!
Me quedo de piedra.
Casi había olvidado que existe en la vida real. Lo único que veo es su cara en la pantalla, sonriendo, asintiendo..., y arrastrándome lentamente hacia la humillación.
-Cande: Dile que Lali no quiere hablar con él —le susurra.
-Belén: No, tiene que hacerlo —contesta— Si no, él pensará que ha vencido.
-Cande: Pero...
-Lali: Dámelo. —Cojo el teléfono con el corazón a toda velocidad— Hola —saludo con el tono más cortante de que soy capaz.
-Peter: Soy yo —dice su familiar voz, y, sin querer, siento una oleada de emoción que casi me supera. Quiero echarme a llorar, pegarle, hacerle daño...
Pero, no sé cómo, consigo controlarme.
-Lali: No pienso volver a dirigirte la palabra.
Cuelgo y empiezo a respirar con fuerza.
-Cande: Bien hecho —aplaude.
Un instante después, el teléfono vuelve a sonar.
-Peter: Por favor, La —suplica— Escucha un momento. Debes de estar muy enfadada, pero si me das un segundo para que te explique...
-Lali: ¿No me has oído? —exclamo enrojeciendo— Te has aprovechado de mí y me has avergonzado, y no quiero hablar contigo nunca más, ni verte ni, escucharte ni...
-Belén: Saborearte —sisea asintiendo con la cabeza vigorosamente.
-Lali: ... tocarte. Jamás de los jamases.
Cuelgo, entro en el piso y desconecto el cable de la pared. Después, con manos trémulas, saco el móvil del bolso en el momento en que comienza a sonar y lo apago.

Cuando vuelvo al balcón, sigo temblando un poco. Me parece increíble que todo haya acabado así. En un solo día, mi perfecta relación ha quedado reducida a la nada.
-Cande: ¿Estás bien? —pregunta preocupada.
-Lali: Creo que sí —contesto mientras me dejo caer en una silla— Un poco nerviosa.
-Belén: Bueno, Lali —dice Belén inspeccionándose una cutícula— No es que quiera meterte prisa, pero ya sabes lo que tienes que hacer, ¿no?
-Lali: ¿Qué?
-Belén: Vengarte. —Levanta la vista y me mira fijamente— Peter debe pagar por lo que ha hecho.
-Cande: Ni hablar —interviene— ¿No crees que la venganza es algo indigno? ¿No es mejor que se aleje de él?
-Belén: ¿Y de qué sirve eso? ¿Aprenderá así la lección Peter? ¿Deseará no haberla ofendido?
-Cande: Lali y yo siempre hemos estado de acuerdo en que es preferible mantener una posición de superioridad moral —replica con determinación— «Vivir bien es la mejor venganza», George Herbert.
Belén la mira un instante si saber qué decir.
-Belén: Estaré encantada de ayudarte —continúa por fin, volviéndose hacia mí—. La revancha es una de mis especialidades, modestia aparte.
Evito mirarla.
-Lali: ¿Qué has pensado?
-Belén: Rayarle el coche, cortarle los trajes, coser un pez en sus cortinas y esperar a que se descomponga... —recita de un tirón, como si fuera un poema.
-Cande: ¿Aprendiste esas cosas en las clases de urbanidad? —le pregunta poniendo los ojos en blanco.
-Belén: La verdad es que estoy siendo de lo más feminista. Las mujeres tenemos que defender nuestros derechos. Antes de casarse con mi padre, mi madre salió con un científico que prácticamente la dejó plantada: cambió de parecer tres semanas antes de la boda. ¿Pueden creerlo? Así que una noche ella entró en su laboratorio y desenchufó todas las máquinas. Arruinó toda su investigación. Siempre dice: «Así aprendió Emerson.»
-Cande: ¿Emerson Davies? —pregunta.
-Belén: El mismo.
-Cande: ¿El que casi descubre una vacuna para la viruela?
-Belén: Que no hubiera fastidiado a mi madre —afirma levantando el mentón con gesto de rebeldía— Otro de sus métodos es el aceite de chile. Aceptas acostarte con él otra vez, le propones un masaje con aceite y se lo frotas por... ya sabes dónde. Es una forma de darle donde más le duele.
-Cande: ¿Tu madre te ha contado esas cosas? —se extraña.
-Belén: Sí. Es un encanto. Cuando cumplí dieciocho años, tuvimos una charlita sobre los hombres y las mujeres.
Cande la mira atónita.
-Cande; ¿En la que te explicó cómo untar con aceite picante los genitales masculinos?
-Belén: Sólo si te tratan mal. ¿Qué pasa contigo, Cande? ¿Crees que hay que permitir que un tipo te pisotee y luego se quede tan fresco? Eso sería un duro golpe para el feminismo.
-Cande: No estoy diciendo eso. Pero yo no me vengaría así.
-Belén: Entonces, ¿qué harías tú, sabihonda? —le espeta poniendo los brazos en jarras.
-Cande: Muy bien, si estuviera dispuesta a caer tan bajo como para vengarme de alguien, algo que nunca haré porque personalmente creo que es un gran error... —Se detiene para recobrar el aliento— Bueno, yo haría lo mismo que él. Contaría uno de sus secretos.
-Belén: Eso está muy bien —admite de mala gana.
-Cande: Lo pisotearía —continúa con cierto tono reivindicativo— Lo cubriría de oprobio. A ver qué le parecía. Las dos se vuelven y me miran expectantes.

-Lali: No sé ninguno de sus secretos.
-Cande: Seguro que sí.
-Belén: Claro, mujer.
-Lali: No —digo sintiéndome humillada una vez más—. Tenías razón desde el principio, Cande. Ha sido una relación desigual. Yo compartí los míos con él, pero él no me contó ninguno de los suyos. No me habló de nada. No éramos almas gemelas. He sido una auténtica tonta.
-Cande: No, no es cierto —me consuela apretándome la mano— Simplemente has sido confiada.
-Lali: Una tonta confiada, es lo mismo.
-Belén: Debes de saber alguna cosa —dice— ¡Por el amor de Dios! ¡Te has acostado con él! Tendrá algún punto débil.
-Cande: Un talón de Aquiles —añade Cande, y Belén la observa extrañada.
-Belén: Puede ser cualquier cosa. Haz memoria.
Obediente, cierro los ojos e intento recordar, pero la cabeza me da vueltas por el aguardiente. Secretos... Peter...
Escocia. De pronto, un pensamiento coherente aterriza en mi cerebro. Abro los ojos llena de júbilo.
-Lali: ¡Lo tengo! Sé uno.
-Belén: ¿Te has acordado de algo? —inquiere con avidez.
-Lali: Fue a... —Me callo.
Se lo prometí.
¿Y qué? Mi pecho vuelve a henchirse de emoción. ¿Por qué voy a mantener una estúpida promesa? Él no ha guardado ninguno de mis secretos, ¿verdad?
-Lali: Estuvo en Escocia —anuncio con voz triunfante— La primera vez que lo vi después del vuelo, me pidió que no se lo dijera a nadie.
-Cande: ¿Por qué? —se interesa.
-Lali: No tengo ni idea.
-Belén: ¿Y qué estaba haciendo allí? —pregunta.
-Lali: Tampoco lo sé.
Nos quedamos en silencio.
-Belén: Humm. Bueno, no es el secreto más embarazoso del mundo—comenta— Es decir, hay un montón de gente rica que vive en Escocia. ¿No sabes algo mejor? Como que lleva vello postizo en el pecho.
-Cande: ¡¿Qué?! —exclama soltando una carcajada—. Sí, o tupé.
-Lali: Por supuesto que no se pone nada de eso —replico indignada. ¿De verdad piensan que saldría con un hombre que usara cosas así?
-Belén: Entonces tendrás que inventar algo—sugiere— Antes de su relación con el científico, un político se portó muy mal con mi madre. Así que ella se encargó de propagar por toda la Cámara de los Comunes el rumor de que él aceptaba sobornos del Partido Comunista. Siempre dice: «Así aprendió Dermis.»
-Cande: ¿No sería Dennis Ilewellyn? —pregunta Cande.
-Belén: Sí, creo que era él.
-Cande: ¿El ministro del Interior deshonrado? —exclama atónita—. ¿El que se pasó toda la vida intentando limpiar su reputación y acabó recluido en un psiquiátrico?
-Belén: Pues que no hubiera fastidiado a mi madre, ¿no te parece? —replica alzando el mentón. En su bolsillo suena un pitido— Hora de mi baño de pies.

Cuando entra en casa, Cande pone los ojos en blanco.
-Cande: Se le va la olla. Está completamente loca, pobre. No irás a inventarte nada sobre Peter Lanzani, ¿verdad?
-Lali: Por supuesto que no. ¿Quién crees que soy? —contesto con indignación. Miro mi aguardiente y siento que desaparece su efecto.
Además, ¿a quién quiero engañar? Nunca podré vengarme de él. No podría hacerle daño, es perfecto, no tiene puntos débiles. Es un poderoso millonario y yo, nada especial, un absoluto y vulgar cero a la izquierda.

Continuará...

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Hola chicas!!
quiero agradecer a Va (@vagomi) por postear ayer!!
yo ando complicada estos días asi que ella mui amablemente me está haciendo el favor de postear la maratón de hoy para no dejarlas sin nove! y si la acaban hoy! entonces yo, tarde mui tarde tipo madrugada, subiré la intro de la siguiente! :D     

NO LO OLVIDEN: HOY EN LA NOCHE MARATÓN TÓN TÓN!! 
Hablando de la nove, pobre Lali! yo también me re enojé con Peter por lo que hizo, pero no se preocupen que Lali tendrá su recompensa! se los prometo! jiji

Besos!
@Fics_Laliter

19 comentarios:

  1. sii maratonnn porfaa!!!
    poobre lali me mata :(
    massss

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  2. jaja que locas son esas tres mas nove <3

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  3. Re loca la madre de Belén jajaja y asi salio su hija =/
    Espero el proximo cap!
    un beso

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  4. como que en la noche buuuu yo pense que ahora pero no la empieses tan tarde plisss
    me dio mucha pena el capitulo pobre lali

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  5. Supongo q habra una explicación pero eso no quita lo mal q se sintoió lali.Seguramente vendrá buena recompenza!

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  6. spero el prooximoo me encaantoo!!

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  7. me encanto el cap... como la aconsejan sus amigas... parece que tiene en su hombro un angel bueno y uno malo.. jajajaa..
    Espero la maraton ton ton..!!!
    Besos q estes bien..!!!!

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  8. Me encanto el CAP! Que horror la mama de Belén! Jajaja un peligro esa señora con razón Belen es tan loca! Pobre Lali es que aun no puedo creer lo que hizo Peter! Danii es con mucho gusto! Besos @vagomi

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  9. jajjaja me encantooooooooooooo jaj el cap cande y lo del lesbianismo jaajaja o belen y las historias de su mama naaaaa mas novela

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  10. Pobre lali! Solo espero que no sea tan estupida de escuchar belen!

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  11. Me dio mucha risa belen... Esta loca :D

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  12. SUBIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII MASSSSSSSSSSSSS QUIERO MASSSSSSSSSSSSSSSSSS

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  13. QUIERO MAS PORFAVOR PODES SUBIR YAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

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  14. Esto estuvo de risa con Belen la madre es una loca igual que Ella.

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  15. Menudas ideas d venganza, tiene la loca d Belen.

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  16. pobre Lali :S aunqe me da cosa qe se vengue de Peter pero si asi vuelven a estar juntos :D ♥ lo qe sea!!! ♥

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