Capítulo CINCUENTA y SEIS

Tratando de pensar por encima de la locura, tomó un respiro temblando, y parpadeó con fuerza. 

¿Qué en nombre de Dios estaba haciendo? Había empujado contra la jamba de la puerta a Lali, clavándola por la garganta, la otra mano dibujado de nuevo en un puño letal. 

Le aterraba, cuánto esfuerzo le costó a abrir el puño y relajar el brazo. Con la mano que se encontraba todavía en la garganta, sentía el latido de su pulso frágil debajo de su pulgar, y el murmullo delicado de una golondrina. 

Mirando fijamente a los ojos marron intenso, sintió la confusión de la violencia fue arrasado por una inundación de la desesperación. Con una maldición ahogada, le quitó la mano y fue a buscar su bebida. 

—Lali: La señora Clocker dijo que pediste no ser molestado... Y lo primero que hice fue molestarte. 

—Peter: No vengas detrás de mí — dijo aproximadamente – Jamás. 

—Lali: Yo de todas las personas debería haberlo sabido. No voy a hacerlo de nuevo. 

Peter tomó un trago de licor. 

—Peter: ¿Qué quieres decir con todas las personas? 

—Lali: Estoy acostumbrada a las criaturas salvajes que no les gusta que se aproximen por detrás. 

Él le lanzó una mirada torva. 

—Peter: Qué suerte que tu experiencia con los animales haya resultado ser tan buena preparación para nuestro matrimonio. 

—Lali: No era mi intención... bien, mi punto es que yo debería haber sido más considerada con tus nervios. 

—Peter: No tengo nervios — espetó. 

—Lali: Lo siento. Vamos a llamarlos de alguna otra manera — su voz era suave y dulce. Peter apretó los dientes y mantuvo un silencio sepulcral. Tirando de lo que parecía ser una galleta del bolsillo de su vestido, Lali se lo ofreció a Albert, que la tomó con ansiedad. Liderando al perro hasta la puerta, ella hizo un gesto para que cruzara el umbral. 

—Lali: Vamos a la cocina — dijo en tono alentador — La señora Clocker te va a dar de comer — Albert había desaparecido en un instante. 

Cerrando la puerta, se acercó a Peter. Se veía fresca y femenina con el vestido lila, el cabello cuidadosamente barrido con los peines. Uno no podía imaginar una visión diferente de la chica extraña de los pantalones. 

—Peter: Podría haberte matado — dijo salvajemente. 

—Lali: No lo hiciste. 

—Peter: Podría haberte hecho daño. 

—Lali: No lo hiciste tampoco 

—Peter: Dios, Lali — fue a sentarse pesadamente en una silla con la copa en la mano. Ella lo siguió con un susurro de seda color lavanda. 

—Lali: No soy Lali, en realidad. Soy su hermana gemela mucho más agradable. Podrias tenerme de ahora en adelante — su mirada parpadeo sobre el Armagnac – Te comprometiste a no beber bebidas alcohólicas. 

—Peter: No estamos casados todavía — sabía que debería haber sentido vergüenza del eco burlón de sus palabras anteriores, pero la tentación fue demasiada para resistir. Lali no se inmutó. 

—Lali: Lo siento por eso. No fue divertido preocuparte por mi bienestar. Fui imprudente – se hinco en el suelo descansando los brazos sobre las rodillas. Sus ojos estaban serios — No debí haberte hablado como lo hice antes. Para mi familia, discutir es un deporte, nos olvidamos de que algunas personas tienden a tomarlo como algo personal — una de las yemas de sus dedos dibujó un patrón intrincado en su muslo — Pero tengo cualidades a tu favor – continuó – No me molesta el pelo de perro, por ejemplo. Y puedo recoger objetos pequeños con los dedos de mis pies, que es un talento sorprendentemente útil. 

La reserva de Peter comenzó a derretirse como el hielo en primavera. Y no tenía nada que ver con el Armagnac si no con Lali. 

Dios, él la adoraba. 

Dejando el licor sin terminar en el piso alfombrado, Peter se acerco a Lali inclinándose para presionar sus labios sobre su frente. Podía oler la dulzura tentadora de su piel. Se veía angelical e inocente, como el azúcar cuando se funde en la boca. 

Acarició una de sus manos delgadas, que descansaba sobre el muslo. 

—Peter: Así que tu segundo nombre es Eloísa — dijo. 

—Lali: Sí, después de la monja francesa medieval. Mi padre amaba sus escritos. De hecho, se me ocurre. . . Eloísa era conocida por las cartas de amor que cambió con Abelardo – la expresión de Lali se iluminó — He vivido como mi nombre, ¿verdad? 

—Peter: Hasta que Abelardo fue castrado finalmente por la familia de Eloísa, no soy especialmente aficionado a la comparación. 

Lali sonrió. 

—Lali: No tienes nada de qué preocuparse — ella lo miró fijamente, su sonrisa se desvaneció. — ¿Estoy perdonada? — preguntó ella. 

—Peter: ¿Por ponerte en peligro?... No. Eres demasiado preciosa para mí — tomó su mano y las besó – Eres hermosa Lali y te ves preciosa con ese vestido, me encanta tu compañía más que nada en el mundo. Pero tengo que llevarte a casa. 

Lali no se movió. 

—Lali: No hasta que esto se resuelva. 

—Peter: Es… 

—Lali: No, todavía hay un muro entre nosotros. Lo puedo sentir. Peter negó con la cabeza. — Sólo estoy. . . distraído – la tomó por los codos — Deja que te ayude a levantarte. 

Ella se resistió. 

—Lali: Algo no está bien. Estás tan lejos. 

—Peter: Estoy aqui. 

Mirando hacia él, Lali apretó las manos suavemente sobre los muslos para ponerse de pie. Con cuidado, su boca buscó la de él. 

Continuará...

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