Capítulo 26, 27 y 28

El resto de la tarde pasó como entre brumas mientras el silencio entre ellos se alargaba durante la comida, roto tan solo por las inevitables peticiones del menú y cosas similares. Tras una segunda copa de vino, sin embargo, la lengua de Lali se aflojó lo suficiente para hacerle algunas preguntas que le preocupaban.

—Lali: ¿Vas a escribir otro libro? —preguntó.

—Peter: No lo tengo previsto. ¿Por qué lo preguntas?

—Lali: Bueno... porque necesitamos dinero para vivir. El dinero de tu primer libro no durará para siempre, y pienso que para conseguir más tendríamos que...

—Peter: Oh. —Sus ojos color verde destellaron de sorpresa—. La, un hombre solo puede pretender ganarse la vida como escritor si no tiene la pretensión de darse el lujo de comer tres veces al día.

—Lali: Pero tu libro fue un éxito...

—Peter: Sí, pero el total del dinero que gané me duró una semana.

Lali abrió la boca, anonadada. ¡Su padre le había dicho que Peter cuidaría de ella! No se le había ocurrido ponerlo en duda, pues la ropa de Peter era estupenda y siempre parecía libre de preocupaciones.

—Lali: Siempre di por supuesto que... ¿Entonces cómo te ganas la vida?

—Peter: Después de la guerra vendí algunas de las tierras que me dejó mi padre y llevé a cabo algunas inversiones. Una en particular tiene visos de convertirse en un negocio muy rentable, lo bastante para permitirnos llevar una vida confortable. ¿Has oído hablar de los vagones de tren refrigerados?

—Lali: No —dijo un tanto más relajada.

—Peter: Es un método que permitirá a los transportistas multiplicar la capacidad de sus negocios por diez, enviando sus frutas y verduras en vagones a baja temperatura a los mayoristas, variando así su mercado...

—Lali: Pero ¿eso no hará que mucha gente pierda trabajo?

—Peter: Sí. Pero eso no se puede evitar... especialmente dado que estamos en tiempos de progreso.

—Lali: ¡Qué insensible suena eso! ¿No te hace sentir culpable ser responsable de que toda esa gente se quede sin trabajo?

—Peter: Debería haber supuesto que me soltarías un discurso moral al respecto —dijo y sonrió ligeramente— No me gusta que la gente se quede sin trabajo, pero tengo la extraña manía de dormir bajo techo.

—Lali. Pero toda esa gente...

—Peter: Esas son las consecuencias de la guerra... acaba con el orden establecido. Unos flotamos en la superficie y otros se hunden hasta el fondo. Y no importa lo que uno tenga que hacer para mantenerse a flote, sin duda es mejor que ahogarse.

—Lali: Algunos hombres preferirían ahogarse a perder la integridad —dijo con un matiz de censura en su tono de voz.

Los ojos verdes de Peter parecían ahora de hielo, lo que hizo que un escalofrío recorriese la espalda de Lali.

—Peter: Te sorprendería saber, señora Lanzani, la cantidad de cosas que desconoces respecto a los hombres y su integridad. Incluido el hecho de que durante la guerra tu querido Benjamín muy probablemente tuvo que hacer cosas para sobrevivir que te revolverían el estómago.

—Lali: ¡Yo no he dicho una palabra sobre Benjamín! —dijo enfebrecida, aunque ambos sabían que había pensado en él.

—Peter: Te toleraré un montón de cosas —dijo mirándola a los ojos— pero no te permitiré que me juzgues... o me compares.

Después de eso, ya no volvieron a hablar, pero el silencio de ahora, frío e irrompible, era mucho peor que el de antes.

Tras dar cuenta de la cena, regresaron a Concord bien entrada la noche. Lali pasó unos minutos a solas antes de irse a la cama. Con mucho cuidado, se quitó el vestido y lo dejó a un lado. Se desabrochó el corsé con torpeza y se lo sacó al tiempo que respiraba hondo llenándose los pulmones.

—Peter: ¿La? —Se incorporó al oír la voz de Peter y abrió los ojos—. ¿Te encuentras bien? —le preguntó acercándose desde la puerta hasta la cama. Su hermoso rostro evidenciaba su preocupación.

—Lali: Estoy bien —dijo a la defensiva, abrazándose a sí misma temblorosa. Era del todo consciente de que él estaba totalmente vestido mientras ella tan solo vestía las calzas y la camisola que había llevado todo el día bajo el corsé—. No pensaba que fueses a subir tan pronto. No he tenido tiempo de... prepararme.

—Peter: No sé cuánto tiempo necesitas.

—Lali: Bueno —dijo ella incómoda—, ¿por qué no sales y vuelves dentro de unos minutos? Para entonces habré encontrado mi camisón y...

—Peter: ¿Y por qué no me quedo? —sugirió él desprendiéndose ya de su abrigo. Ella observó hipnotizada cómo se quitaba los zapatos—. Será más sencillo si no convertimos esto en todo un asunto.

—Lali: No puedo hacer... como si no pasase... nada.

—Peter: No hay por qué ponerse nerviosos. Recuerda que te he visto con mucha menos ropa.

Lali se volvió para evitar ver cómo se desnudaba. Tomó con sus manos las cintas de la camisola, pero entonces se detuvo; no, no podía quitársela delante de él. ¿Acaso esperaba que se desnudase en ese momento, mientras él la observaba? O peor aún, ¿se habría desnudado ya él? Y si así era, ¿qué aspecto tendría, qué diría ella? Eso era mil veces peor de lo que había imaginado.

Oh, ¿por qué, por qué nadie le había dicho lo que se suponía que tenía que hacer? Muda, helada y temblorosa, permaneció allí mientras su mente trazaba un plan a toda velocidad. Ah... No se había quitado los alfileres del pelo. Eso le daría un par de minutos de tiempo. Revolvió torpemente los alfileres que sujetaban los mechones de cabello en lo alto de la cabeza y escuchó cómo varios de ellos caían al suelo. Segundos después oyó la voz de Peter aproximándose.

—Peter: Déjame a mí.

Sus dedos se deslizaron a lo largo de los mechones, acariciando aquel sedoso cabello y sacando los alfileres sin problema. A regañadientes, Lali se volvió. Peter todavía llevaba puestos los pantalones, gracias a Dios, pero sin la camisa parecía mucho más alto, mucho más intimidante de lo que esperaba.

Capítulo 27

 La boca de Peter estaba empezando a esbozar lo que parecía una media sonrisa cuando bajó la vista para mirarla a los ojos.

Sin sus zapatillas de tacón era mucho más baja que él, solo le llegaba al hombro. Odiaba sentirse tan pequeña a su lado, odiaba tener que inclinar tanto la cabeza para mirarlo a la cara. Lali fijó la vista en la base de su cuello mientras se obligaba a permanecer inmóvil, a pesar de que su cercanía resultaba sofocante. Se le había formado un consistente nudo debido a la tensión en la boca del estómago.

Cuando él deslizó las manos por su cintura, se apartó de él y se cubrió la cara con las manos. Su cuerpo al completo temblaba al presentir su roce.

—Lali: No puedo —dijo con pesar—. No puedo soportarlo. Ahora no, por favor. Necesito unos cuantos días, una semana o dos, para acostumbrarme a todo esto...  No debería, pero no creí que... —Dejó la frase a la mitad, boqueando debido al esfuerzo que le suponía mantener el control.

Cuando Peter rompió el silencio, su voz era suave y tranquila.

—Peter: Tranquila, tranquila... Todo está bien... No hay nada que temer. —No hizo otra cosa que abrazarla y, poco a poco, ella se fue relajando apretada contra él. Ella apoyó las manos en su pecho desnudo y también recostó la mejilla. Era agradable sentirse envuelta por sus brazos, descansar el peso de su cuerpo contra él y saber que tenía la fuerza necesaria para aguantarla sin esfuerzo—. Sé lo difícil que está siendo para ti —susurró, acariciando su nuca por debajo del largo pelo—. Pero lo peor ya ha pasado.

—Lali: No, no es cierto —dijo con un hilo de voz.

—Peter: Lo último que desearía es asustarte o hacerte daño...

—Lali: Entonces dame algo de tiempo —suplicó—. Una semana, un mes quizá, para que pueda...

—Peter: ¿Crees que será más fácil si esperamos un mes? —preguntó amablemente—. Tendrás más miedo todavía.

Sumida como estaba en la confusión, se aferró a su cuerpo sin saber por qué. Peter esperó hasta tener claro que no iba a contestar. Aflojó su abrazo, dirigió las manos hacia la camisola y, sin ofrecerle posibilidad a resistirse, se la sacó por encima de la cabeza con un solo movimiento.

—Lali: La lámpara... —empezó a decir, excesivamente consciente de la dorada luz que bañaba sus pechos desnudos.

—Peter: Quiero verte —respondió él con mirada ardiente—. Y quiero que tú me veas a mí. —Agarró uno de los extremos de la cama y tumbó a Lali sobre el colchón, y la acarició con la punta de los dedos con tanta suavidad como un rayo de sol.

La besó. El sabor de Peter colapso sus sentidos. Sintió el lento y sensual roce de su lengua contra la suya, y ella le rodeó el cuello con los brazos, sintiendo que entregarse a las sensaciones físicas era una buena vía de escape. Los dedos de Peter alcanzaron la cintura de sus calzas y, con urgencia, tiró de ellas hacia abajo.

Con el rincón más oculto de su cerebro, Lali comprendió que no solo quería besarlo, sino que deseaba que la tocase. Quería que volviese a tocarla como ya lo había hecho. Lo deseaba otra vez.

Se apartó de ella de mala gana para quitarse el resto de la ropa. Roja como un tomate, Lali empezó a tirar de forma instintiva de la manta que se arremolinaba a los pies de la cama para cubrir su desnudez.

Oyó el ruido de sus pantalones al caer al suelo, y cerró los ojos cuando se unió a ella en la cama. Sintió su voz muy cerca de su oreja.

—Peter: La... mírame. ¿No sientes un poco de curiosidad?

Movió ampliamente sus largas pestañas al mirarlo. Los ojos de Peter tenían un brillo malicioso.

—Lali: En realidad, no.

Él sonrió.

—Peter: Claro que sí —insistió—. Lo que pasa es que eres demasiado terca para admitirlo.

—Lali: ¿Terca? Yo...

—Peter: No me mires de ese modo, cariño... Hace que un hombre se enfríe más rápidamente que si le lanzases un cubo de agua helada.

—Lali: ¡Muy bien! —replicó ella intentando apartarse de él, enfadada por el modo en que Peter le había hecho cambiar de ánimo—. ¡Y deja de sonreír así... no tiene ninguna gracia!

—Peter: Tranquila. —Se inclinó hacia ella y la besó en la nariz, obligándose a dejar de sonreír, a pesar de que sus ojos seguían centelleando—. No te gusta reírte de ti misma —le dijo más calmado—. Deberías aprender a hacerlo.

—Lali: ¿Por qué? —preguntó en voz baja—. Tú te ríes de mí por los dos.

La besó en la comisura de la boca, después ascendió hasta el lóbulo de su oreja y el hueco que se extiende tras ella.

—Peter: No hay barreras entre nosotros —dijo—. En esta habitación, ahora, no. No hay muros... nada prohibido... ni nada que temer ni de lo que esconderse... No tenemos nada que perder.

Con un movimiento inesperado, Peter la agarró y rodó como un gato hasta ponerse encima de ella. Colocó las piernas entre las de Lali al tiempo que situaba los brazos a ambos costados de su cuerpo. Lali boqueó de asombro al sentir su masculinidad contra sí de un modo tan íntimo. Sintió la dureza y el poder que desprendía, tan solo levemente bajo control. Incómoda, se apartó de su lado respirando con dificultad.

No. No estaba preparada todavía, se sentía penosa, confundida, enojada… ¡Todo había sucedido tan rápido! Un día estaba comprometida con un hombre al que amaba y al día siguiente casada con otro al que ni siquiera conocía. Con Benjamín esa noche habría sido una experiencia romántica, llena de amor y ternura.

Peter pareció leer sus pensamientos, porque inmediatamente su sonrisa se borró. Solo un tonto no se habría dado cuenta de lo que Lali estaba pensando, en quién estaba pensando, y no era él. ¿Por cuánto tiempo tendría que competir con la sombra del hombre al que ella había querido?, se preguntó desolado.

Capítulo 28

Una terrible furia se apoderó de él.

—Peter: Preferirías tener en tu cama a uno de esos fríos tipos de Nueva Inglaterra, ¿verdad?, correcto y moderado incluso en una situación así... Alguien que levantase el faldón de tu camisón con mucho respeto y te pidiese permiso para cualquier cosa que pretendiese hacer...

—Lali: No me hables así.

—Peter: Admítelo. Darías cualquier cosa para estar con Benjamín Amadeo ahora mismo. Venderías tu alma para estar con él en la cama en lugar de con alguien que se atreve a reírse de ti y que te hace sentir cosas en lugar de dejar que te quedes tumbada y quieta como una muñeca de cera...

Lali no aguantó más.

—Lali: ¡Sí! —gritó espoleada por su sarcasmo—. ¡Ojalá fueras él!

Su hermoso rostro se oscureció de repente.

—Peter: Qué equivocada estás. Solo lo deseas porque no quiere tener nada que ver contigo. ¿Y sabes por qué es así?

Sus pullas eran más de lo que podía soportar. Intentó apartarse de él, pero la agarró por las muñecas y le elevó los brazos por encima de la cabeza.

—Lali: Por tu culpa.

—Peter: Ah... Finalmente lo admites. —Su voz tenía un matiz de burla—. Prefieres culparme de todo a pesar de lo que dijiste la otra noche. Si lo sientes así, fue totalmente deshonesto aceptar mi propuesta. Eres un poco tramposa, señora Lanzani.

—Lali: Amé a Benjamín durante años —dijo temblando de ira—. ¿Acaso crees que unos pocos meses podrían cambiar eso? Tú no sabes lo que son el verdadero amor o la lealtad... Crees que todo puede resolverse en la cama...

—Peter: Verdadero amor —repitió con ironía—. Voy a contarte la verdad, Lali, la verdad acerca de por qué ahora ya no te quiere, y no tiene nada que ver conmigo. Se ha dado cuenta de que ibas a exigirle demasiado, y un hombre como él no iba a poder satisfacerte. Tú quieres cosas que él jamás podría darte; y sí, eso incluye unos cuantos revolcones en la cama. Jamás podría satisfacer tus necesidades. Le pedías demasiado, y el único modo que se le ocurría para lidiar con tus demandas era ponerte en tu lugar. Pero finalmente comprendió que no iba a funcionar...

—Lali: Sí me satisfacía —dijo con voz ronca—. Nada de lo que has dicho es cierto.

—Peter: Por supuesto que lo es. ¿Por qué crees que venías en mi busca en cuanto él no estaba presente? ¿Se debía a lo satisfecha que estabas?

—Lali: ¡Sentía lástima por ti!

—Peter: ¿Lástima? Oh. No me dio la impresión de que fuese lástima lo que te llevó a corresponderme aquella mañana después del incendio en casa de los Emerson.

—Lali: Lo hiciste a propósito... Planeaste seducirme para que alguien pudiese vernos.

—Peter: Me sorprende que no me acuses de haber provocado el fuego para que vinieses. Es fácil culpar a los demás, ¿verdad, Lali? ¿Pero qué pasaría si tú también fueses culpable? ¿Qué pasaría si Lali hubiese animado a otro hombre a que la cortejase para que Benjamín los encontrase y se pusiese celoso?

—Lali: ¡Yo no hice eso! —espetó furiosa—. ¡Y no tenía ninguna necesidad de darle celos! Todo iba bien hasta que apareciste tú.

—Peter: Sí, estoy seguro de que todo fue de maravilla durante los tres años que llevaban prometidos. ¡Tres años! Y seguías tan pura e inmaculada como una moneda recién acuñada. Apuesto a que le suplicabas que te hiciese el amor. Apuesto lo que sea a que tú le insistías al respecto y él no dejaba de hablarte de cosas como el honor y la respetabilidad. ¿Qué le llevaba a contenerse, Lali? ¿Por qué no te hizo suya?

—Lali: Me amaba. ¡Me respetaba!

Peter hizo un amplio gesto con el brazo para darle a entender que no estaba en absoluto de acuerdo y recogió sus pantalones del suelo.

—Peter: El respeto no tiene nada que ver con eso —dijo de mala manera mientras se abotonaba los pantalones y recuperaba el resto de su ropa camino de la puerta—. Al final entendió que no podía manejarte. Se dio cuenta de que no tenía ni la fuerza ni el tiempo ni la paciencia necesaria para lidiar contigo. Pero tú jamás lo habrías aceptado. Sigues anhelándolo y soñando con cómo habrían sido las cosas a su lado, en lugar de intentar encontrar lo bueno que puede haber entre nosotros.

Lali no respondió, pero cubrió por completo su cuerpo desnudo con la manta; la apretaba con tal fuerza que los nudillos se le quedaron blancos.

—Peter: Cuando decidas crecer, dímelo —añadió desde la puerta, con algo más de control sobre sí mismo que hacía unos minutos, y después cerró con una extraña calma. Ella habría preferido un portazo.

Continuará...
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Yo espero que Lali cambie de actitud en los próximos capítulos!!! ;)