Capítulo 49

Lali se sobresaltó cuando Peter lanzó el vaso contra la chimenea produciendo un gran estrépito. Se rompió en mil pedazos, levantando montones de chispas de los troncos ardientes. Estremecida, algo asustada por aquel ataque de ira, volvió a observar su regazo.

—Lali: Dime cómo puedo ayudarte —dijo en voz baja—. No sé qué hacer.

El se le acercó, sintió la frialdad de su sombra sobre sí, vio el brillo oscuro de sus botas frente a ella.

—Peter: Yo tampoco lo sé —dijo con voz ronca, el licor había intensificado su acento—. Lo único que sé es que todo esto me pone enfermo. Estoy cansado de tomar decisiones. Me fui del Sur... porque estaba cansado de sentirme derrotado... Oh, Dios, La, hay cosas que... no te he contado...

Con un suspiro se dejó caer de rodillas y enterró la cara en el regazo de Lali, aferrando con fuerza la seda de su falda. Ella escuchó un mudo y roto jadeo y miró hacia su cabello negro con una mezcla de pánico y sorpresa. El descuidado, burlón y temperamental Peter Lanzani con la cabeza hundida en su regazo y los dedos apretados en su vestido...

De repente, ya no tendría que preocuparse de qué decirle, porque las palabras salieron de su boca demasiado rápido para frenarlas. Se inclinó sobre él, le acarició el pelo, y murmuró con urgencia:

—Lali: Por supuesto que estás cansado... Has trabajado tan duro... Por supuesto que lo estás. Sé que no me lo has contado todo... pero no importa.

—Peter: Me fui porque sabía que no terminaría... hasta que acabasen con el espíritu de la gente... Y no podía quedarme para verlo.

—Lali: No... no, por supuesto que no —dijo en tono tranquilizador, sin esforzarse por razonar con él.

—Peter: No puedo evitarlo...

—Lali: Shhh... Todo irá bien.

—Peter: No sabes cómo era aquello...

—Lali: Sí lo sé. Lo entiendo —dijo descansando sus fríos dedos en la nuca de Peter.

—Peter: No... Regresé y vi... vi que todos estaban allí... Nina... Nina también estaba allí. Habían herido a Clay; tenía la espalda... destrozada. Me necesitaban. Podía ayudarlos. Me habría ocupado de ellos... Ni siquiera la habría tocado. No lo habría hecho.

—Lali: ¿Peter? —preguntó revolviéndole el pelo a su marido al respirar encima de él—. ¿Quién es Nina? ¿De quién estás hablando?

Él se limitó a sacudir la cabeza, cogió su pequeña mano y la apretó contra su sien.

Lali frunció el ceño y se preguntó qué habría sucedido entre él y la tal Nina, fuera quien fuese. ¿Amor? ¿Odio? Tuvo que esforzarse para admitir que, en el pasado, él podía haber amado a otras mujeres con todas sus fuerzas, entregándoles a ellas lo que no le había dado a Lali. Tal vez la tal Nina fue una de ellas. Lali no había imaginado lo celosa que podía llegar a sentirse.

—Peter: No quiso admitir... que me necesitaba... —Se secó los ojos con la manga de la camisa en un gesto que la conmovió, y después volvió a recostar la cabeza en el confortable hueco de su regazo. Permaneció en silencio mientras le escuchaba, atrapada por la contradicción de querer que siguiese hablando y el temor de que lo hiciese—. Nunca lo hizo. Nunca.

Lali le rozó la sien con los nudillos en una nerviosa caricia.

—Peter: Quise estar contigo —dijo con voz apagada— desde la primera vez que te vi. ¿Te lo había dicho alguna vez?

—Lali: No.

—Peter: Estaba lloviendo. Cruzabas la calle. Ibas más lenta que los demás porque... porque ibas rodeando todos los charcos. Te deseé al instante.

—Lali: Peter...

—Peter: Cuando te encontré en el río, tú me llamaste Benjamín... pero era yo. Era yo el que te abrazaba...

—Lali: Lo sé.

—Peter: Pero tú... —Suspiró y después se quedó callado, y Lali sintió todo el peso de su cabeza y sus brazos relajados.

Lali supo que si Peter perdía el conocimiento, no sería capaz de llevarlo hasta la cama. Y la idea de tener que llamar a alguien para que la ayudase la empujó a actuar.

—Lali: Peter, siéntate y deja que te quite las botas.

—Peter: No... no tienes por qué...

—Lali: Sí, porque tú no vas a ser capaz de quitártelas.

Peter maldijo entre dientes al tener que separarse de su regazo y se arrastró hasta la cama, alargando uno de sus pies hacia ella. Lali agarró la bota con firmeza e intentó sacársela, comprobando que los esfuerzos de Peter por estirar los dedos de los pies entorpecían el trabajo considerablemente. Tras varios minutos de lucha, salió una de las botas, y después la otra.

—Lali: Seguro que no has comido nada en todo el día —le increpó, observando cómo Peter se tumbaba en el colchón con los brazos abiertos.

—Peter: No.

—Lali: Pues esto es lo que pasa cuando tragas una buena cantidad de whisky con el estómago vacío. —Se encaramó junto a él y le desanudó la corbata—. Nunca había visto a nadie beber licor como si fuese agua. Te dije que no bebieses más. —Mientras le reprendía, empezó el laborioso proceso de desvestirlo—. Saca el brazo de la manga...

—Peter: No puedo.

—Lali: Peter, inténtalo...

—Peter: No puedo. No lo has desabotonado.

—Lali: Me alegro de que no bebas a menudo, porque no me gustaría tener que hacer esto cada dos por tres...

—Peter: No se te da muy bien —dijo enroscando los dedos en uno de sus mechones al tiempo que ella tiraba de los faldones de su camisa fuera de los pantalones.

—Lali: Bueno, no creas que voy a disculparme por mi falta de experiencia a la hora de desnudar a hombres. Por todos los santos, pesas mucho. —Solo gracias a su determinación y esfuerzo, Lali logró quitarle la ropa, deteniéndose unos segundos para admirar su musculoso torso antes de alargar el brazo para coger una almohada—. Y ahora, si pudieses meterte debajo de las sábanas...

—Peter: La —dijo tartamudeando—. Te dije... que te comportases como mi esposa... antes... pero solo si tú... ya sabes que no quería...

—Lali: Lo sé —murmuró ella, vagamente sorprendida por su preocupación. ¿Realmente se había preocupado por eso, se había preguntado si sus reacciones venían forzadas por su sentido del deber? Eres un hombre desconcertante, pensó con una repentina corriente de afecto. ¿Cómo podía conocerla tan bien en unos aspectos y tan mal en otros?

Continuará...

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Mañana continuamos con más maratón ;)