Lali intentó ocupar su tiempo con pequeñas labores mientras
no dejaba de darle vueltas a los recovecos de su situación. Resultó
decepcionante despertarse por la mañana y descubrir que Peter ya se había
marchado, aunque también supuso un alivio verse sola, pues así podría pensar.
Todo parecía haber cambiado desde la noche anterior.
Habría mentido de no reconocer que había disfrutado con él; y ahora le
resultaba chocante haber creído durante tanto tiempo que Benjamín sería el
único hombre al que desearía. Pero
¿acaso lo que había sentido por Benjamín había sido simplemente cuestión de
costumbre?
Ahora estaba empezando a interesarse por su esposo de un
modo que no había supuesto, aunque era el hombre más exasperante, impredecible
y complicado que jamás había conocido.
Peter regresó a casa mucho después de la cena. En cuanto
cruzó la puerta, Lali se hizo con su abrigo y lo apretó con fuerza entre sus
dedos antes de colgarlo. El rostro de Peter mostraba una extraña expresión.
Parecía tenso y un poco cansado, pero no por ello había
desaparecido la energía, pues también expresaba cierto aire de triunfo. Algo le
había ocurrido; ella lo supo al mirarlo. Intuyó que no iba a gustarle lo que
tenía que decirle.
—Peter: Tenemos que hablar, Lali.
—Lali: ¿Son buenas o malas noticias?
—Peter: Depende de cómo lo enfoques.
—Lali: Eso no suena muy prometedor.
Peter esbozó una breve sonrisa y después señaló hacia el
sofá.
—Peter: Mejor siéntate. Será una larga conversación.
Por el modo en que la miraba, así como por la exagerada
calma que expresaba su tono de voz, supo, sin lugar a dudas, que iba a
comunicarle algo importante.
—Lali: ¿Y sobre qué conversaremos?
—Peter: Sobre todas esas reuniones que he mantenido en
Boston. Tendría que haberte hablado de esto antes. Pero cuanto más lo posponía,
más duro se me hacía explicártelo... Y, tal como estaban las cosas entre
nosotros, lo más adecuado era mantenerlo en secreto...
—Lali: Lo entiendo —dijo sentándose sin más dilación,
preguntándose si, después de todo, sus anteriores sospechas serían ciertas.
¿Habría estado visitando a alguna otra mujer? ¡Oh, tan solo pensarlo ya era
demasiado desagradable!
Peter se sentó a su lado y cogió el vaso del que ella
había bebido antes. Estaba vacío, por lo que se limitó a darle vueltas entres
sus dedos mientras hablaba.
—Peter: No estaba seguro de cómo iban a ir las cosas, así
que me he tomado mi tiempo. Ahora es el momento adecuado y tenemos que hacernos
cargo de todo con extrema rapidez.
Ella asintió lentamente. ¿Estaba intentando hablarle de
otra mujer? ¿Sería tan cruel para hablarle de algo así después de lo que había
pasado la noche anterior? No, no, incluso aunque fuese cierto, no tenía razón
alguna para hablarle de otra mujer... ¿o sí?
—Peter: ¿Has leído alguna vez el Examiner de Boston? —le
preguntó.
La pregunta difería tanto de lo que ella estaba pensando
que se le quedó la mente en blanco y lo miró sorprendida.
—Lali: ¿Qué? Yo... no, creo que no...
—Peter: He estado investigando sobre todos los periódicos
de la zona. El Herald es el que tiene una mayor tirada, unos noventa mil ejemplares...
Y el Journal tiene más o menos la mitad de suscriptores. Después les siguen
todos los demás, ninguno de los cuales tiene más de diecisiete mil
suscriptores. Puede decirse que el Examiner es el tercero en discordia; aunque
una tercera posición más bien débil.
Periódicos. Le estaba hablando de periódicos. ¿Qué tenía
eso que ver con ellos?
—Lali: Eso es muy interesante —dijo con cortesía.
—Peter: Los del Herald y el Journal se están cargando el
Examiner. Le roban la publicidad y los suscriptores, y realizan todo tipo de...
—Lali: Peter —lo interrumpió impaciente—, no quiero oírte
hablar ahora de eso. Quiero que me digas lo que tenías que decirme.
—Peter: De acuerdo. —La chispa incansable que brillaba en
sus ojos se intensificó—. Han puesto el periódico a la venta. Tras hablar con
el editor y echarle un vistazo a los libros de cuentas, he comprobado que
podría ser un negocio rentable. Así que, desde hoy, somos los nuevos dueños del
Examiner.
Lali lo miró totalmente anonadada.
—Lali: ¿Al completo? ¿Todo el periódico? Un periódico de
Boston, Peter...
—Peter: En realidad, no al completo... Poco más de la
mitad. El resto pertenece a Pablo Martínez, es de una familia de Boston que...
—Lali: ¿Martínez? ¿Como los Lowell, los Saltonstall y los
Martínez?
—Peter: Sí, esa familia. El tercer hijo de John Martínez
III. Conocí a Pablo en el extranjero, justo antes de que estallase la guerra.
—Lali: Pero... ¿alguno de los dos tienen la experiencia
necesaria para hacer funcionar un periódico? —preguntó demasiado impresionada
para ser cuidadosa.
Peter sonrió con malicia.
—Peter: En este caso, no creo que la experiencia sea
imprescindible. Cuanto más experimentado es un hombre, más tiende a repetir lo
que ha hecho en el pasado... a seguir la tradición... y eso es exactamente lo
que no queremos. El negocio ha cambiado, y el modo en que se hacían las cosas
hace diez años ya no resistirá mucho tiempo. Algunos periódicos se han adaptado
a los nuevos tiempos, y los que no lo han hecho han pasado a la historia. Ahora
es el momento adecuado para aprovecharse de esa circunstancia. Quiero
desarrollar un nuevo tipo de periodismo y un nuevo tipo de periódico...
—Lali: Parece que estuvieses hablando de una apuesta. ¿Y
qué pasa si no funciona? ¿Y si perdemos todo nuestro dinero?
—Peter: Siempre podemos irnos a vivir con tu padre encima
de la tienda.
—Lali: ¡No bromees sobre eso!
—Peter: No te preocupes, La. No permitiré que pases
hambre.
—Lali: ¿Y qué hay de ese tal... Martínez? ¿Estás seguro
de que puedes confiar en él como socio?
—Peter: No tengo ninguna duda. Es ambicioso, inteligente
y sabe hacer las cosas por su cuenta; de hecho, sospecho que tendré que
recordarle de algún modo que se trata de un esfuerzo conjunto. Es uno de esos
hombres a los que les gusta hacer las cosas a su manera.
—Lali: Seguro que tardaremos mucho tiempo en obtener
beneficios.
—Peter: Eso depende de muchas cosas... Si de verdad te
interesa, realizaré unos cuantos cálculos y estimaciones y te los pasaré en un
par de días.
—Lali: No, gracias. —nunca había mostrado el más mínimo
interés por los números. Aun así, le sorprendía que hubiese querido hablar con
ella de ese tipo de cosas. Por lo general, a los hombres no les interesaba
hablar de negocios con sus mujeres, ni con ninguna otra mujer en general... Al
igual que las mujeres no hablaban con los hombres acerca de sus charlas o sus
actividades privadas—. Lo único que quiero saber es si estaremos bien.
—Peter: Lo estaremos. Tendremos suficiente, en cualquier
caso, para que tengas un buen surtido de sombreros y de cintas para el pelo.
—Lali: Poner en marcha un periódico de esas
dimensiones... te tomará mucho trabajo —dijo frunciendo el ceño.
—Peter: Algo más que el mero hecho de llegar tarde
algunas noches —admitió.
—Lali: Y todos esos viajes de ida y vuelta... ¿cómo vas a
hacerlo?
Se produjo un largo silencio, y después Peter alzó la
vista y lo miró con sus ojos verdosos.
—Peter: Sería imposible —dijo con mucha calma—. No podré
vivir en Concord y llevar el periódico.
Las implicaciones de aquellas palabras la golpearon como
un puñetazo. Si no podía llevar el periódico desde Concord, tendría que
mudarse.
Capítulo 37
—Lali: Si lo que quieres es tener tu propio periódico
—dijo al instante—, tendrías que comprar un periódico local, o poner en marcha
el tuyo propio. No tienes por qué irte a Boston...
—Peter: No puedo hacer lo que tengo pensado desde un
periódico local.
—Lali: Pero... pero...
—Peter: ¿Pero qué? —interrumpió, inclinándose hacia
delante para apoyar los codos sobre sus rodillas.
—Lali: Piensa de dónde vienes y dónde estás. No conoces
Boston. No llevas aquí el tiempo suficiente para entender a la gente— Al
apreciar su titubeo, Peter dejó el vaso y tomó una de las manos de Lali para
colocarla entre sus cálidas y electrizantes palmas, presionando con los dedos
como si pretendiese con ese gesto arrancarle lo que quería decirle.
—Peter: Vamos —la animó—. No quiero tener que suponer lo
que piensas respecto a esto, La. Esta vez, no. Dime.
—Lali: Sabes mejor que yo que por estos lares no sienten
una excesiva simpatía por la gente del Sur. Los bostonianos quieren que se les
castigue por la guerra... y tú... tú quieres dirigir uno de los periódicos más
grandes del Norte. No te apoyarán, en ningún sentido. Encontrarás muchos
obstáculos en tu camino, y... y no puedes imaginar lo difícil que será todo.
Ellos no quieren escuchar lo que tú tienes que decirles. Hay muchos
intelectuales por aquí, y todos tienen sus propias ideas acerca de la
Reconstrucción. Sé lo que digo; he estado en muchas reuniones y debates
políticos en Concord para tener claro que lo que estoy diciendo es verdad.
—Peter: Lo sé. Tienes razón, no será fácil. Pero hay que
afrontar esa batalla, y tiene que ser ahí, en Boston. Puedo hacer algo bueno
por mi gente, y por la tuya, desde aquí mejor que desde cualquier otro sitio.
Por eso he tomado esta decisión. Aquí es donde está el dinero y la educación...
y Dios todopoderoso, parece como si aquí hubiesen perdido el rumbo... No dejan
de dar vueltas en círculo, atrapados en asuntos que son demasiado complejos
para entenderlos, y nadie se atreve a afrontar la verdad. A lo que son las
cosas en realidad. La guerra se ha acabado, pero nadie parece tenerlo en
cuenta: no se habla de los derechos estatales, ni de los problemas de los
esclavos liberados, ni de la economía ni de medidas políticas...
—Lali: Pero no importa lo que digas, no te escucharán
—dijo mostrando su creciente preocupación al apreciar la determinación de su
marido—. No quieren escuchar.
—Peter: Oh, me haré oír —aseguró con una maliciosa
sonrisa—. Y ellos me escucharán. Porque voy a utilizar a Pablo Martínez como
parapeto. Lo nombraré editor jefe, y a través de él y de sus editoriales podré
expresar mis puntos de vista. Él tiene el apoyo y la influencia de una de las
más viejas familias de Boston, y encontraré el modo de aprovecharme de eso. No
voy a dispararle a nadie a la cabeza con mis creencias; no tendré que hacerlo.
Las iré soltando aquí y allí, y se lo pondré muy fácil para que las vayan
digiriendo. Mi intención es sacar un periódico que no se parezca a ningún otro,
atractivo... seductor... y si tengo que darle la vuelta a la profesión
periodística al completo, lo haré.
Gran parte de lo que dijo a Lali le quedaba muy lejos.
Nadie había hablado nunca antes de que un periódico tuviese que ser «seductor»,
y no entendió cómo o de qué manera tenía planeado utilizar a Pablo Martínez. Lo
único que le quedó claro es que un brillante fuego relucía en los ojos de
Peter, y que su voz transmitía entusiasmo. Estaba totalmente convencido, y
habría sido necesario un milagro para hacerle cambiar de opinión.
—Lali: ¿No podrías esperar un año o dos para ponerlo en
marcha? —suplicó —. Es demasiado pronto. Espera hasta que conozcas bien la
zona...
—Peter: La conozco lo suficiente para empezar ahora
mismo. El resto lo aprenderé pronto. No puedo esperar; no habrá otra
oportunidad como esta, no durante mucho tiempo. El Examiner es un buen
periódico con una tirada pequeña pero establecida, y la reputación adecuada.
Tan solo necesita una nueva dirección. Hay que transformarlo...
—Lali: ¿Por qué? —preguntó moviendo las manos hacia él—.
¿Por qué tienes siempre que transformar las cosas y darles la vuelta? ¿Por qué
no dejas que sea otro el que lo haga?
—Peter: Porque las «cosas» no dejan a las personas en
paz. Los hombres tienen que hacerse cargo de la vida o dejarla correr, y a mí
no me gusta dejar correr las cosas.
—Lali: ¡A mí me gusta como están las cosas! ¡No quiero
que nada cambie!
Peter apreció el deje de pánico que expresaba el tono de
su voz.
—Peter: La, tú no eres feliz; y no intentes decirme que
sí lo eres. Te conozco, te conozco mejor que nadie.
—Lali: Eso no es verdad...
—Peter: ¿Cómo podrías ser feliz? No te gusta la idea de
pasar toda tu vida aquí. Tu padre y el resto de la gente del pueblo han
intentado convertirte en alguien que nunca podrías ser, y te han convencido de
que eso es lo que quieres. Pero tú has intentado resistirte de mil pequeñas
maneras: cruzando ese maldito río por donde no debías, discutiendo con Benjamín.
¿Acaso crees que no soy consciente de que con tu relación conmigo estabas
desafiándolos de algún modo a todos ellos y de que ellos lo estaban haciendo
contigo?
—Lali: No me conoces en absoluto. —se puso en pie y se
alejó de él.
—Peter: Sé que no deberías pasarte la vida encerrada en
una pequeña casa preocupándote únicamente de tus costuras y tus clubes de
reunión, soñando con cosas que nunca podrás hacer o ver. Nadie se ha interesado
nunca por saber quién eres, excepto para ponerte en tu lugar. Pero yo quiero de
ti algo más que eso.
—Lali: Lo que quieres es apartarme de mi hogar y de la
gente que me ama.
—Peter: ¡Dios del cielo, mujer, no te estoy proponiendo
que nos instalemos en el Polo Norte! ¡Boston está muy cerca de aquí!
—Lali: ¡Está a un mundo de distancia! Es una ciudad, una
gran ciudad, llena de gente extraña, y no conozco a nadie allí...
—Peter: La cuestión es que no tienes elección. Nos
mudamos a Boston... dentro de dos días.
—Lali: ¡Dos días! —repitió anonadada.
Capítulo 38
—Peter: He firmado los papeles del contrato hoy. La nueva
edición del Examiner saldrá el lunes. Voy a ir a ver una casa en Beacon Hill
mañana, y si está bien, nos mudaremos allí de inmediato. De no ser así, nos
instalaremos en un hotel hasta que encontremos el lugar adecuado...
—Lali: Tú puedes mudarte a Boston —dijo mirándolo
impasible, con un tono de voz tranquilo y firme—. Puedes instalarte allí y
venir a verme los fines de semana... o no venir nunca más. Pero sea cual sea tu
decisión, yo me quedaré aquí.
El la observó calculando la fuerza de sus palabras, de su
resolución, y sus ojos brillaron peligrosamente.
—Peter: No lo permitiré.
—Lali: Ya te dije en una ocasión que nunca me alejarías
de Concord.
—Peter: ¿Y por qué demonios tienes tanto empeño en
quedarte aquí? ¿Tanto miedo te da irte? ¿O es que pretendes convertirte en la
sombra de Mery y Benjamín y hacer que su vida sea un tormento?
—Lali: Esto no tiene nada que ver con ellos. No quiero ir
a Boston... Te dejaré si intentas obligarme a que lo haga. —Al hablar de un
modo tan apresurado, Lali cometió un serio error de juicio. Al enfrentarse a él
y retarlo de un modo tan directo, vio cómo se le tensaban el rostro y la
mandíbula. Con una sola frase, había logrado provocarle más allá de la línea
del diálogo.
—Peter: Vendrás a Boston aunque tenga que atarte y
llevarte a rastras en un vagón de carga.
—Lali: Me daré la vuelta y volveré. ¡No puedes obligarme!
Él recorrió el espacio que los separaba y la agarró por
la muñeca, alzándole la mano frente a su cara para que pudiese ver el anillo de
oro en su dedo.
—Peter: ¿Ves esto? Puedo obligarte a hacer un montón de
cosas que no te gustarían. Este anillo es la prueba del contrato que firmamos
el uno para con el otro, y no puedes echarte atrás.
—Lali: Un contrato puede romperse —dijo roja de ira.
—Peter: Oh, no se puede. —Apretó los dedos alrededor de
su muñeca hasta hacerle daño—. Prometiste serme leal. Te vendrás conmigo.
—Lali: ¡No te di el derecho de abusar de mí! —espetó, y
el agarrón se aflojó hasta que ella pudo liberar la mano. Se miraron a los
ojos, ambos respiraban sonoramente.
—Peter: Eres mi esposa. Aceptaste unos votos para estar
conmigo, y vas a tener que cumplirlos.
—Lali: ¡No prometí dártelo todo para que tú lo utilizases
según tu capricho! —le echó un vistazo a la pila de periódicos que tenía al
lado, los viejos recuerdos y los fragmentos de historia que él había
conservado, y odió todo lo que él representaba—. Y todo por un periódico. Mi
vida se va a ir al garete para que la gente pueda leer las noticias por cuatro
centavos mientras toman un té o un café...
—Peter: ¿Qué vida? ¿Llamas vida al pasarte los próximos
cincuenta años enterrada aquí, escondida del resto del mundo?
En un ataque de rabia, Lali agarró un puñado de
periódicos y lo lanzó a la chimenea. Peter contuvo el aliento mientras veía
cómo aquellas viejas páginas ardían entre las llamas anaranjadas.
No tardaron en desintegrarse, y el rostro de Lali quedó
iluminado al mirar a su marido. Él no miraba ya al fuego sino a ella. Tenía los
ojos entrecerrados, y parecía tan furioso que Lali sintió un escalofrío en la
espalda.
—Lali: Deberías haberlo hecho hace mucho tiempo —gritó,
furiosa y atemorizada a un tiempo, agarró los bajos de su falda y corrió
escalera arriba con el fin de atrincherarse en el dormitorio. Pero Peter la
sujetó de nuevo por la muñeca antes de que pudiera dar apenas un paso; la
sujeto tan fuerte que casi pensó que quería arrancarle la mano.
Le hablo con una voz que ella nunca le había escuchado.
—Peter: Durante los próximos dos días vas a elegir lo que
quieres llevarte a Boston y lo empacarás. Ya le he pedido a tu padre que te
ayude mientras yo no esté. Si no quieres empaquetar nada, tendrás que ponerte
la misma ropa durante los próximos seis meses. Y si no estás donde se supone
que tienes que estar cuando yo te lo diga, vendré y te tomaré por mi cuenta. Y
créeme, preferirás hacer las cosas por propia voluntad.
—Lali: No —dijo con un gruñido. La apretaba con tal
fuerza que le hacía daño, y Peter estaba tan enfadado que temía que le pegase.
Podía hacerla pedazos con aquellos brazos; lo haría si le apretaba un poco más,
por lo que sintió miedo, ardiendo en su interior igual que habían ardido los
periódicos en la chimenea.
—Peter: No solo vas a vivir conmigo, Lali, sino que vas a
actuar con tanta alegría que todo el mundo creerá que no desearías estar casada
con ningún otro hombre... aunque nosotros sepamos que no es así. Y me esperarás
en la cama todas las noches con los brazos abiertos y una sonrisa en la cara...
—Lali: Estás loco si piensas que...
—Peter: No lo pienso. Sé que será así. No me importa si
finges o no, pero vas a comportarte como la señora Lanzani ante mí y ante los
demás.
—Lali: ¡Por encima de mi cadáver!
—Peter: No seas melodramática. No tienes la fuerza
suficiente, cariño.
—Lali: Te odio.
Peter se quedó paralizado.
—Peter: Te estás pasando, Lali.
—Lali: ¡Es la verdad!
—Peter: No —dijo él con calma—. No lo es.
Ella empezó a luchar con él al ver que la aferraba por
los brazos haciéndole daño, pero le resultó imposible librarse de sus brazos de
acero. Intentó apartarse, pero la tenía bien sujeta, bruscamente plantó sus
labios sobre los de ella y la apretó contra sí para que pudiera sentir la
evidencia de lo mucho que la deseaba.
Lali se odió a si misma cuando su cuerpo respondió
instantáneamente aferrándose más a él, y odió reconocer la facilidad que tenía
Peter de descontrolarla.
—Peter: Sé que no
será fácil para ti marcharte de aquí. Pero tendrás que confiar en mí y tragarte
el orgullo para poder aprovechar esta oportunidad.
—Lali: No me has dejado otra alternativa. Te gusta tomar
las decisiones como si...
—Peter: No había alternativa. Todo ha sido muy rápido. Ya
no podría echarme atrás aunque quisiera.
Lali se quedó callada. La elección —pensó— es quedarme
con él... o dejarle para siempre.
No había elección. No podía hacer otra cosa que seguir
adelante. No podía dejarle y, en lo más profundo de su corazón, tampoco deseaba
hacerlo. No después de lo que habían compartido, no después de por lo que
habían pasado juntos.
Como Peter interpretó su silencio como otra muestra de
obstinación, la besó y la abrazó más fuerte, pretendiendo con ello eliminar
todo resto de resistencia.
—Peter: Recuerda —dijo contra su boca— lo que te he dicho
antes... señora Lanzani.
Lali lo recordaba, y su temperamento se encendió con la
chispa del arrogante recordatorio del papel que tendría que desempeñar a partir
de ese momento.
Entonces se le ocurrió una idea y en su rostro se dibujó
una agradable sonrisa. Aprovecharía todo lo que tenía a su alcance en su propio
beneficio. Si tenía que mudarse a Boston y hacer que las cosas fuesen bien,
pues lo haría sin quejarse una sola vez. Peter esperaba que ella se mostrase
agradecida con él. De acuerdo, haría algo más que eso: lo dejaría con la boca
abierta interpretando el papel a la perfección. Quería que fuese dulce, dócil y
obediente. Muy bien, sería incluso tan empalagosa y tan complaciente y buena
que él olvidaría dónde estaba su mano derecha y dónde la izquierda, y
finalmente ella lo tendría bailando a su alrededor. Entonces ya encontraría
ella el modo de que fuese él el que se tragase su orgullo.
Aquel pensamiento fue como un bálsamo para su ego
maltrecho, y se aferró a él con no poca satisfacción hasta que el roce de sus
labios y sus manos borró cualquier tipo de pensamiento.
Continuará...
_____________________________________________
creo que las cosas van mejorando!! ;)
ke pensara hacer a lali
ResponderEliminarpor esa cabesita pueden pasar muchas cosas....
masssssssssssssssssssss
=)
pone masssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarme encanto el cap
hace maraton?????????
en mi blog esta la introduccion de una nove zarpadita.... visiten
mejorando?! Como?
ResponderEliminarmás nove
Me encanta más!! Como van a terminar estos dos je!
ResponderEliminarMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS NOVEEEEEEEEEEEEEEEEE! @flordemariia
ResponderEliminarMAS! No nos podes dejar asi! Quiero mas novee!!
ResponderEliminar:3
@sarapinyana
Apaa lo qe va a pasar en boston va a estar bueno jaj
ResponderEliminarEspero mas, besito :)
Arii
@AriadnaAyelen
Apaa lo qe va a pasar en boston va a estar bueno jaj
ResponderEliminarEspero mas, besito :)
Arii
@AriadnaAyelen
masss :/
ResponderEliminarMejorandoo??
ResponderEliminarLali tiene un plan pero creo que la que saldrá perdiendo en el plan será ella, porque se terminará enamorando de su esposo. :)
:( noooo yo quiero qe esten juntos porqe admiten qe se aman!!! no por un "contrato" GRACIAS POR SUBIR NOVE DANI ME RE ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO @LuciaVega14
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GRACIAS POR SUBIR MAS NOVE!!!
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B U E N I S I M A!! Oyee no voy a poder firmar me voy de viaje & regreso hasta el vierne pro regresando firmo todos los dias la nove esta geniaal :DD
ResponderEliminar@mf_lazaro
Lali marchándose a Boston se le va abrir el mundo hará todo lo que no la dejan en su pueblo... Ahora ve todo negro pero se dará cuenta después que fue lo mejor. Igual Peter se paso un poquito como la trato.
ResponderEliminarMAS NOVELA!!!
me encanta massssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarK cabezota k es LAli ,pero Peter en estos momentos aunque sea x el bien d los dos ,parece un dictador.
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