Aquella noche, Lali comprendió que la situación iba a ser
mucho más complicada de lo que había previsto.
Estaba desesperada por estar a solas con Peter, pero no
habían tenido el tiempo o la oportunidad de estarlo. Sus invitadas
monopolizaban su atención, y apenas había cruzado diez palabras con él desde
que había llegado a casa.
Cuando todos se retiraron, Lali salió del baño, se cubrió
con una bata y se dirigió al dormitorio con la intención de hablar con él. Tuvo
tiempo de ver la delgada silueta de Nina en el pasillo. Le llegó el sonido de
los cajones abriéndose y cerrándose desde el interior de la habitación mientras
Peter se preparaba para irse a la cama. Sin saber que la estaban observando, Nina
abrió la puerta muy despacio.
Lali sintió cómo la ira recorría su cuerpo. ¿Qué creía Nina
que estaba haciendo? ¿Qué pretendía? ¡Eso era demasiado! Nunca en su vida Lali
había sentido semejante necesidad de agredir físicamente a alguien, pero en ese
momento sintió el impulso de agarrar a Nina por aquellos rizos marrones que
adornaban su cabeza y arrancarlos de uno en uno.
—Lali: Nina —dijo, y el tranquilo y directo sonido de su
voz provocó que aquella mujer se quedase paralizada en mitad de un paso—.
¿Puedo ayudarte en algo?
—Nina: Oh... —dijo, y se puso roja como un tomate mirando
confundida a su alrededor—. Dios mío... Bueno, es que no podía encontrar mi
habitación. Hay tantas y... Supongo que me equivoqué. Lo siento— La puerta se
abrió de golpe, y Peter apareció con los pantalones puestos y los pies
descalzos. Tenía la camisa abierta, por lo que podía verse su torso al
completo. Sus ojos evidenciaron su sorpresa al ver a Nina, y después miró a
Lali.
—Peter: ¿Qué pasa aquí?
—Lali: Nina olvidó que su habitación está en el otro
extremo del pasillo —dijo en voz baja—. Debe de haberse confundido con todas
estas puertas. Es una casa tan grande. —Miró a la otra mujer—. Tu habitación
está en esa dirección, Nina. La próxima vez, recuerda que tienes que girar a la
derecha al subir la escalera.
Nina seguía colorada y masculló una disculpa
encaminándose hacia su habitación. Dejó tras ella una agradable fragancia a
flores. Lali esperó hasta que su grácil figura femenina desapareció.
Después miró a Peter con aire acusatorio.
Él suspiró.
—Peter: No empieces.
Pasó a su lado y entró en el dormitorio camino de la
mesita del cambiador con el mentón erguido. Agarró un pesado cepillo de plata y
lo pasó por el torrente de cabello café con tanta fuerza que sintió cómo
arrancaba más de un pelo.
Peter se sentó en la cama y la observó en silencio,
recorriendo libremente su cuerpo con la mirada antes de volver a centrarse en
su rostro.
—Lali: Ahora me dirás que tiene un sentido de la orientación
muy malo —dijo con los dientes apretados. Tras dejar el cepillo sobre la mesa,
separó el pelo en amplios mechones y empezó el ritual nocturno de
desenredarlo—. Esta situación es ridícula. He sido tonta por aceptarla. —Al notar
que Peter mascullaba algo, lo miró—. ¿Dijiste algo?
La miró con sus fríos ojos verdes y dijo de forma
cortante:
—Peter: Se irán dentro de unos días. He seleccionado unas
cuantas posibles escuelas para Alai, y la próxima semana empezará las clases en
una de ellas...
—Lali: Alai no es el problema. No es Alai la que quiero
que se vaya de esta casa.
—Peter: Nina se irá a Inglaterra en cuanto Alai esté
instalada en el colegio.
—Lali: ¿Y por qué no ahora?
—Peter: Porque no se va a quedar tranquila hasta ver
instalada a Alai...
—Lali: Agradecería —interrumpió— que te preocupases tanto
por mi tranquilidad como lo haces por la de Nina.
—Peter: No sabía que tu tranquilidad fuese algo tan
frágil.
—Lali: Solo quiero saber qué hay entre ustedes dos, y por
qué insistes en que se quede aquí sabiendo lo que siento.
—Peter: ¡No hay nada entre nosotros! —exclamó sobrepasado—.
Por todos los santos, ¿por qué me presionas de este modo? Es como si me
estuvieses retando a...
—Lali: ¿A qué?
—Peter: Lali —dijo concentrando sus esfuerzos en mantener
a raya su frustración—. No sé qué ha pasado. Obviamente, te sientes mal y estás
haciendo que esto sea un infierno para nosotros. Sé muy bien que tú no eres
así. Eres una de las pocas mujeres que conozco con sentido común... Pero mírate,
has hecho una montaña de un grano de arena.
—Lali: ¡Un grano de arena! —exclamó con amargura—. ¿Cómo
puedes decir eso?
—Peter: De acuerdo —dijo amablemente—. Ayúdame a
entenderlo.
—Lali: Lo entenderías todo si hubieses escuchado la
conversación que tuvimos esta mañana.
Peter entrecerró los ojos.
—Peter: ¿De qué hablaron?
—Lali: De ti, por supuesto. —dejó escapar una breve
risotada— Solo de ti. Acerca del lugar... y de la persona... a la que
pertenecías.
—Peter: ¿Y ella qué dijo?
Lali se sintió repentinamente acongojada ante la
posibilidad de que lo que Nina le había dicho por la mañana fuese verdad.
En caso de ser cierto, ella no podría sentarse y
decírselo a la cara. Oh, ¿y si Nina tenía razón? ¿Y si Peter no era capaz de
dejar atrás sus antiguos sueños, ahora que estaban inmersos en cumplirlos? ¿Y
si decidía que jamás sería feliz lejos del Sur? Lali había podido comprobar el
efecto que causaba en él su antiguo hogar. Había salido de Boston pálido y
alicaído, y había regresado de Virginia con el aspecto de un hombre nuevo. Tal
vez fuese cierto que él era de su gente, y que tenía que vivir en el mundo al
que pertenecía.
—Peter: ¿Qué dijo? —repitió.
Lali no pudo seguir afrontando sus preguntas. Necesitaba
retirarse y pensar un poco.
—Lali: Pregúntaselo a ella. Estoy cansada. Necesito
descansar. —Se puso en pie frente a la mesa del cambiador, y caminó hacia la
puerta, pues se sabía incapaz de dormir en la misma habitación que él.
Peter se desplazó con tal sigilo que ni siquiera lo oyó,
la rodeó y la aferró por los hombros.
—Peter: Quieta. —La sacudió ligeramente—. Sigue hablando
conmigo.
—Lali: Ya no. ¡No me toques! Me voy a la cama.
—Peter: Vete a la cama si quieres, pero hazlo aquí, en tu
dormitorio.
—Lali: ¡No quiero! —Intentó liberarse de sus manos agitándose
con furia.
Él volvió a sacudirla y clavó los dedos en su piel.
—Peter: Cálmate, pequeño abejorro, y deja de comportarte
como una niña enrabietada. No me gustaría tener que darte una zurra.
—Lali: ¡Oh! Eso lo resolvería todo —dijo sin aliento.
Tuvo la sensación de que el ácido ascendía por su garganta—. ¡Suéltame! —se
sentía desesperada pues sabía que había perdido el control. Se agitó con
fuerza, intentó pegarle, pero era como una niña pequeña frente a él. El peso de
la humillación y la rabia se asentaron en su pecho dificultándole la
respiración—. Tú la trajiste aquí... y esperas que me haga feliz. Bien, ¡pues
no es así! No tengo por qué aguantarlo... No tengo por qué. Esta es mi casa, y
soy tu esposa, ¡y no la quiero aquí! ¿Me has oído? —Su voz se hizo muy aguda—.
Sácala de aquí. ¡Quiero que se vaya! —A pesar de la rabia, fue consciente de
que Peter estaba anonadado ante semejante vehemencia.
Lali lo miró atontada, repentinamente exhausta. Cree que he perdido la cabeza. Lo
estoy presionando... No sé cómo detenerme. ¿Qué debería hacer? ¿Cuál es el
siguiente movimiento?
Continuará...
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mas noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarmassssssssssssssssss
ResponderEliminarmasssssssssssss
ResponderEliminarmassssssssssssssssssssssssssssssssssss plissssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarnoveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarotro otro otro
ResponderEliminarMas
ResponderEliminaruno mas y no jodemos mas jajajaja
ResponderEliminarQuiero ptro
ResponderEliminarE encatna
ResponderEliminarmas novee!
ResponderEliminarmassssssssssss
ResponderEliminarA
ResponderEliminardale que subis si????
ResponderEliminarQue le dira peter como reaccionara
ResponderEliminarmas nove porfis...me tienes atrapada
ResponderEliminarN
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¿k rayos pretende Peter?,la está poniendo al límite.
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