Capítulo 16

De camino a la balsámica velada me siento ligera y alegre. La situación es totalmente distinta de la de ayer. No hay coches lujosos ni restaurantes caros. Todo es más natural, mucho más divertido.

-Peter: Así pues, ésta va a ser una noche al estilo Lali —comenta mientras caminamos hasta la calle principal.

-Lali: Exacto.

Estiro el brazo, paro un taxi y le digo al conductor el nombre de una calle de Clerkenwell.

-Peter: ¿Esto está permitido? ¿No hay que esperar al autobús? —pregunta mientras entramos.

-Lali: Es algo excepcional —respondo con fingida severidad.

-Peter: ¿Vamos a comer? ¿Beber? ¿Bailar?

-Lali: Enseguida lo verás. He pensado que podríamos pasar una noche relajada y espontánea.

-Peter: Me temo que lo de ayer estaba demasiado planeado.

-Lali: No, estuvo bien, pero a veces no se pueden forzar tanto las cosas. Hay ocasiones en que es mejor dejarse llevar y ver lo que ocurre.

-Peter: Tenés razón. Estoy deseando hacerlo.

Mientras pasamos zumbando por Upper Street, me siento orgullosa de mí misma. Esto demuestra que soy una auténtica londinense: puedo enseñarle a mi invitado sitios poco habituales. No es que el restaurante al que me llevó no fuera fantástico, pero ¿acaso no va a ser esto mucho más enrollado? Es un club secreto y, quién sabe, quizá hoy esté Madonna.

Al cabo de unos veinte minutos llegamos a Clerkenwell. Insisto en pagar y guío a Peter hasta el callejón.

-Peter: Muy interesante —comenta mirando a su alrededor—¿Adónde vamos?

-Lali: Espera —le susurro en tono enigmático.

Me dirijo a la puerta, llamo y saco la llave de Cande con un escalofrío de emoción.

Se va a llevar una buena sorpresa.

—¿Hola? —dice una voz.

-Lali: Hola, me gustaría hablar con Alexander, por favor.

—¿Quién?

-Lali: Alexander —repito con sonrisa de complicidad. Evidentemente, tienen que asegurarse bien.

—Aquí no vive nadie que se llame así.

-Lali: No me entiende, A—lex—an—der —pronuncio con toda claridad.

—Lo siento, se ha equivocado.

Quizá no sea esta puerta. Pensaba que me acordaba bien, pero a lo mejor es esa otra, la de los cristales esmerilados. Sí, me resulta muy familiar.

-Lali: Un ligero contratiempo —digo sonriendo, y pulso el timbre. No contesta nadie. Espero un momento y lo intento otra vez. Nada. Vale, ésta tampoco es.

Joder.

Soy tonta perdida. ¿Por qué no habré mirado la dirección? Estaba convencida de que la recordaría.

-Peter: ¿Algún problema? —pregunta.

-Lali: No —contesto enseguida con una alegre sonrisa—, sólo estaba tratando de...

Miro a un lado y otro de la calle y lucho para controlar el pánico. ¿Cuál era? ¿Voy a tener que llamar a todas? Doy unos pasos por la acera para hacer memoria. Entonces, a través de una arcada, veo un callejón idéntico al que estamos.

Siento un espasmo de auténtico terror. ¿Será el correcto? Me asomo para inspeccionar un poco y es exactamente igual que éste. Dos filas de anodinas puertas y ventanas cerradas. Se me acelera el corazón. ¿Qué voy a hacer? No puedo llamar a todos los timbres del vecindario. No creía que me fuese pasar una cosa así. Ni por un momento. Ni siquiera se me ocurrió...

Bueno, basta ya de tonterías. Voy a telefonear a Cande. Ella me lo dirá. No, el contestador.

-Lali: Hola, Cande, soy yo —digo ocultando mi nerviosismo— Me ha surgido un pequeño contratiempo y es que he olvidado en qué número está el club. Y cuál es el callejón. Así que si oyes esto, ¿podrías llamarme? Gracias.

Peter me está mirando.

-Peter: ¿Va todo bien?

-Lali: Un pequeño fallo técnico. Por aquí hay un club secreto, pero no recuerdo dónde.

-Peter: No te preocupes. Son cosas que pasan.

Marco otra vez el número de casa, pero comunica.

Llamo al móvil de Cande rápidamente, pero está desconectado.

Joder, joder. No podemos quedarnos en la calle toda la noche.

-Peter: La, ¿querés que reserve mesa en...?

-Lali: No —contesto dando un salto como si me hubiera picado un bicho. No dejaré que se ocupe de nada. Dije que hoy lo organizaba yo todo y es lo que voy a hacer— Gracias, pero no hay problema. Cambio de planes, iremos a Antonio's.

-Peter: ¿Llamo al coche?

-Lali: No es necesario. —Avanzo decidida hacia la calle principal y, gracias a Dios, se acerca un taxi con la luz encendida. Lo llamo, abro la puerta para que entre Peter y le digo al conductor— ¿Nos lleva a Antonio's, por favor? En Sanderstead Road, Clapham.

¡Hurra! Me he comportado con madurez y decisión, y he resuelto el problema.

-Peter: ¿Dónde está ese nuevo sitio? —pregunta cuando nos ponemos en marcha.

-Lali: Un poco lejos, al sur de Londres, pero está muy bien. Cande y yo solíamos ir cuando vivíamos en Wandsworth. Tiene unas enormes mesas de pino, una comida fabulosa, sofás y cosas así. Y jamás te agobian.

-Peter: Suena de maravilla.

Joder, no es posible que cueste tanto llegar. Deberíamos estar allí hace rato. Si es aquí al lado.

Al cabo de una media hora, me inclino hacia delante y vuelvo a preguntarle al taxista:

-Lali: ¿Pasa algo?

—Es el tráfico. ¿Qué quiere que haga?

Me entran ganas de responderle enfadada: «Encontrar una ruta que sortee el embotellamiento, como los profesionales.» Pero en vez de eso digo:

-Lali: ¿Cuánto cree que tardaremos?

—Quién sabe.

Frustrada, me dejo caer en el asiento.

Deberíamos haber ido a algún sitio de Clerkenwell. O de Covent Garden. Qué tonta soy.

-Peter: No te preocupes, Lali. Estoy seguro de que cuando lleguemos lo pasaremos bien.

-Lali: Eso espero.

No puedo hablar con él. Estoy utilizando todo mi poder de concentración para que el coche vaya más rápido. Miro por la ventana y me voy animando conforme los códigos de las calles indican que estamos cada vez más cerca de nuestro destino. SW3, SW11, SW4...

¡Por fin! ¡Clapham! Ya casi estamos.

Nooo, otro maldito semáforo en rojo. No puedo quedarme quieta. Y el taxista ahí, como si no le importara nada. Bueno, ya está verde. ¡Venga!

Pero él arranca con tranquilidad, como si tuviéramos todo el día. Lleva refunfuñando todo el camino y ahora le da paso a otro conductor. ¡Pero qué hace!

Bueno, cálmate, Lali. Ésta es la calle. Ya hemos llegado.

-Lali: Siento que nos haya costado tanto —me disculpo cuando salimos del taxi, intentando parecer relajada.

-Peter: No pasa nada. Tiene muy buena pinta.

He de reconocer que mientras pago el viaje me alegro mucho de haber venido. El sitio es perfecto. Hay bombillas de colores en la verde fachada y globos atados al toldo. La puerta está abierta y se oye música y risas. Incluso hay gente cantando.

-Lali: Normalmente no está así de animado —comento. Veo a Antonio nada más entrar—. ¡Hola!

-Antonio: ¡Lali! —Él me saluda con una copa de vino en la mano. Tiene las mejillas coloradas y una sonrisa incluso más amplia que de costumbre— Bellissima.

Me da un beso en las mejillas, y siento una oleada de alivio. He acertado. Conozco al jefe y se encargará de que lo pasemos bien.

-Lali: Éste es Peter.

-Antonio: Encantado de conocerte.

También lo besa, y suelto una risita.

-Lali: ¿Podés darnos una mesa para dos?

-Antonio: Estamos cerrados, cariño —dice con cara de pena.

-Lali: ¿Qué? Pero si hay gente —protesto desconcertada mirando los alegres rostros que nos rodean.

-Antonio: Enana fiesta privada. —Levanta la copa para brindar con alguien que hay al fondo y grita algo en italiano— Es la boda de mi sobrino. ¿Lo conoces? Se llama Guido. Trabajó aquí hace unos veranos.

-Lali: No estoy segura.

-Antonio: Conoció a una chica encantadora en la facultad de Derecho. Ahora se ha licenciado. Si algún día necesitas asesoramiento legal...

-Lali: Gracias. Bueno, pues felicidades.

-Peter: Espero que la fiesta vaya bien —dice, y me aprieta el brazo— No te preocupes, no podías saberlo.

-Antonio: Querida, lo siento —se disculpa al ver mi cara— Otro día te daré la mejor mesa que tengamos. Llámame con tiempo.

-Lali: Lo haré, gracias.

No me atrevo a mirar a Peter. Lo he traído hasta aquí para esto. Tengo que hacer algo de inmediato.

-Lali: Iremos a un pub —digo en cuanto pisamos la acera—. No pasa nada por sentarnos un rato y tomar una copa tranquilamente.

-Peter: Me parece estupendo —acepta con dulzura, y me sigue calle abajo hasta un local llamado The Nag's Head.

Abro la puerta; no he estado nunca, pero seguro que... Bueno, quizá no.

Es el sitio más lúgubre que he visto jamás. La alfombra está desgastadísima y no hay música ni signos de vida, sólo un hombre con una buena barriga.

No puedo pasar la velada con Peter aquí.

-Lali: Bien —digo cerrando la puerta— Vamos a pensar.

Miro a ambos lados de la calle; aparte de Antonio's todo está cerrado, excepto dos establecimientos cutres de comida para llevar.

-Lali: Bueno, cogeremos otro taxi para volver al centro. No nos costará nada —afirmo con un alegre gritito.

Me acerco al bordillo y estiro la mano.

Durante los tres minutos siguientes no se ve un solo coche. Es decir, no sólo no pasan taxis, sino tampoco automóviles.

-Peter: Este barrio parece un poco muerto —observa.

-Lali: En realidad es una zona residencial. Antonio's es un sitio muy especial.

Por fuera sigo bastante calmada, pero en mi interior empieza a cundir el pánico. ¿Qué vamos a hacer? ¿Intentamos ir a Clapham High Street? Está lejísimos.

Miro el reloj y, horrorizada, descubro que son las nueve y cuarto. Hemos perdido más de una hora y ni siquiera nos hemos tomado una copa. Todo por mi culpa. No soy capaz de organizar una sencilla salida sin arruinarlo todo. De repente me entran ganas de echarme a llorar. Quiero sentarme en la acera, esconder la cara en las manos y sollozar.

-Peter: ¿Te apetece una pizza? —pregunta, y doy un respingo esperanzada.

-Lali: No veo dónde.

-Peter: Ahí venden para llevar, y también hay un banco —dice indicando hacia el otro lado de la calle, en el que hay un jardincillo rodeado de adoquines, algún árbol y un banco de madera— Tú te encargas de la comida, y yo, de guardar el sitio.

No había pasado tanta vergüenza en mi vida. Jamás.

Peter Lanzani me invita al restaurante más distinguido y elegante del mundo y yo, a un parque de Clapham.

-Lali: Aquí están —digo dejando dos cajas donde él está sentado— He pedido margarita, jamón, champiñones y pepperoni.

No me acabo de creer que esto vaya a ser nuestra cena. Ni siquiera son pizzas de gourmet, con alcachofas asadas y cosas así. Son simples trozos de masa con queso fundido y solidificado, y unos ingredientes de lo más chungo.

-Peter: Son perfectas —dice dando un buen mordisco. Después busca en su bolsillo— Esto iba a ser tu regalo de despedida, pero ya que estamos aquí...

Saca una pequeña coctelera de acero con dos copas a juego y me quedo con la boca abierta. Quita el tapón y, para mi sorpresa, sirve en ellas un líquido rosa.

Es...

-Lali: ¡No me lo puedo creer! —exclamo mirándolo con los ojos de par en par.

-Peter: No iba a dejarte toda la vida con la duda de a qué sabe, ¿no?. A tu salud —brinda después de darme una copa.

-Lali: A la tuya. —Bebo un sorbo y, es... es buenísimo. Seco y dulce, con un toque de vodka.

-Peter: ¿Está bueno?

-Lali: Delicioso —le aseguro tomando otro trago.

Está siendo muy amable conmigo, finge que se lo pasa bien, pero ¿qué estará pensando? Seguro que me odia. Debe de creer que soy una boba perdida.

-Peter: ¿Estás bien?

-Lali: La verdad es que no. Lo siento mucho, de verdad. Lo tenía todo planeado. La idea era ir a un club muy especial en el que suele haber gente famosa y divertirnos de lo lindo.

-Peter: Lali —Deja la copa y me mira— Yo quería pasar la noche contigo y eso es lo que estamos haciendo.

-Lali: Sí, pero...

-Peter: Es lo que estamos haciendo —repite con firmeza.

Se inclina hacia mí lentamente y el corazón me empieza a latir con fuerza. Dios mío, me va a besar, me va a...

-Lali: ¡¡Ay!!

Doy un salto, aterrorizada. Una araña me sube por la pierna. Una araña negra, enorme.

-Lali: ¡Quítamela! ¡Quítamela! —le pido frenética.

Con un golpe enérgico, Peter la lanza al césped, y me dejo caer en el banco, hecha un flan.

Por supuesto, se ha roto el encanto. Estupendo. Maravilloso. Él intenta darme un beso y yo grito asustada. ¡Qué bien lo estoy haciendo esta noche! «¿Por qué soy tan ridícula? —pienso furiosa— ¿Por qué he chillado? Debería haberme mordido la lengua.» No en sentido literal, claro. Tendría que haber mantenido la calma. De hecho, debería haberme dejado llevar tanto como para no darme cuenta de nada.

-Lali: Me imagino que a ti no te dan miedo —digo riéndome, un poco avergonzada— Seguro que no te asusta nada. —Me contesta con una sonrisa evasiva— ¿Hay algo que te asuste? —insisto.

-Peter: Los hombres de verdad no se asustan —responde en tono burlón.

Muy a mi pesar, me siento molesta. No es precisamente comunicativo a la hora de hablar de sí mismo.

-Lali: ¿Cómo te hiciste esa cicatriz? —pregunto indicando su muñeca.

-Peter: Es una vieja historia que no vale la pena contar. —Tengo ganas de decirle que yo querría oírla. Pero me limito a tomar otro trago. Peter mira al vacío, como si yo no estuviese con él. ¿Se ha olvidado del beso? ¿Debería besarlo yo?

No.

-Peter: A Agustín le encantaban las arañas. Tenía más de una, como mascotas. Enormes, peludas. Y serpientes también.

-Lali: ¿De verdad?

-Peter: Estaba loco. Era un loco maravilloso —dice suspirando.

-Lali: ¿Aún lo echas de menos?

-Peter: Sí.

Nos quedamos en silencio. A lo lejos oigo a un grupo de gente que sale de Antonio's gritando en italiano.

-Lali: ¿Tenía familia? —pregunto con cautela, e inmediatamente le cambia la cara.

-Peter: Alguna.

-Lali: ¿La ves?

-Peter: De vez en cuando. —Suspira, se vuelve hacia mí y sonríe— Tenés salsa de tomate en la mejilla.

En el momento en el que hace un gesto para limpiarla, sus ojos se posan en los míos, y comienza a acercarse poco a poco. Ahora sí. Ahora...

—¡Peter!

Los dos damos un respingo, y se me derrama parte del cóctel. Me giro y me quedo alucinada. Nicolás está en la entrada del jardín. ¿Qué cojones está haciendo aquí?

-Peter: Qué oportuno —murmura— Hola, Nicolás.

-Lali: ¿Cómo ha sabido dónde estábamos? —pregunto.

-Peter: Me ha llamado mientras ibas a por la pizza. No imaginaba que llegaría tan pronto. Ha ocurrido algo. Tengo que hablar con él urgentemente. Te prometo que no tardaré nada, ¿de acuerdo?

-Lali: Bien —acepto encogiéndome de hombros.

Al fin y al cabo, ¿qué otra cosa puedo hacer? Sin embargo, todo mi cuerpo se estremece por una frustración que bordea la ira. Para mantener la calma, me sirvo el resto de la bebida rosa y tomo un buen trago. Están los dos en la puerta hablando en voz baja. Bebo otro sorbo y, con disimulo, me acerco al extremo del banco para oír mejor.

— ...qué hacer a partir de ahora...

— ...plan B..., volver a Glasgow..

— ...urgente...

Levanto la vista y veo que Nicolás me está mirando. Inclino enseguida la cabeza y finjo estar muy interesada en la hierba. Bajan todavía más la voz y ya no oigo nada. Finalmente, Peter se calla y viene hacia mí.

-Peter: Lo lamento mucho, pero tengo que irme.

-Lali: ¿Ahora? —pregunto consternada.

-Peter: Estaré fuera unos días. —Se sienta— Es algo muy importante.

-Lali: Está bien.

-Peter: Nicolás ha llamado a un coche para que te lleve a casa.

«Genial», pienso despechada. Muchas gracias, Nicolás.

-Lali: Es muy amable por su parte —digo trazando un dibujo en la tierra con el zapato.

-Peter: Lali, es esencial que vaya, pero te veré a la vuelta. El Día de la Familia, ¿de acuerdo? Continuaremos donde lo hemos dejado.

-Lali: Vale, será estupendo —acepto intentando sonreír.

-Peter: Lo he pasado muy bien esta noche.

-Lali: Yo también, ha sido fantástico —aseguro con la vista clavada en el banco.

-Peter: Y volverá a serlo. —Me levanta la barbilla hasta que mis ojos están al mismo nivel que los suyos— Te lo prometo.

Se inclina, y esta vez no vacila. Sus labios se posan en los míos, suaves y seguros. Me está besando. Peter Lanzani me está besando en un parque. Su boca abre la mía. Me rodea con el brazo, me atrae hacia él; la respiración se detiene en mi garganta. Meto la mano por su chaqueta y siento sus músculos debajo de la camisa. Me entran ganas de rompérsela. Dios, cómo me gusta. Quiero más.

De repente se aparta, y tengo la impresión de que me han sacado de un sueño.

-Peter: Debo irme.

Noto la boca húmeda. Todavía siento su piel sobre la mía. Me palpita algo el cuerpo. Esto no puede acabar así. No es posible.

-Lali: No te vayas. Quédate media hora.

¿Qué le estoy sugiriendo? ¿Que lo hagamos debajo de un arbusto?

Sinceramente, sí. En cualquier sitio. Jamás he deseado a un hombre con tanta desesperación.

-Peter: No me apetece irme, pero he de hacerlo.

Me coge la mano y me aferro a ella intentando prolongar el contacto.

-Lali: Nos... vemos.

Casi no puedo hablar.

-Peter: Lo estoy deseando.

-Lali: Yo también.

Nos levantamos y aparto la mirada con discreción de la extraña postura de Peter.

Podría ir con él en el coche y... No. Borra eso. No lo has pensado.

Cuando llegamos a la calle, un par de automóviles plateados nos espera. Nicolás está junto a uno de ellos y el otro, evidentemente, es para mí. Maldita sea. De pronto me siento como si hubiera pasado a formar parte de la familia real.

Cuando el chófer me abre la puerta, Peter me roza con la mano. Me gustaría abrazarlo y darle un último beso, pero consigo controlarme.

-Peter: Adiós —murmura.

-Lali: Adiós.

Entro en el coche, y hasta la puerta suena a lujo al cerrarse. Finalmente, nos ponemos en marcha.

Continuará...

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Y empezamos la maratón!!! :D

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