Capítulo 18

Una vez leí un artículo titulado «Logra que las cosas salgan como deseas» que decía que si un día no acaba siendo como se había planeado, hay que empezar desde el principio y reflejar en una tabla las diferencias entre los objetivos y los resultados, para aprender de los errores.

Muy bien, voy a explicar con toda exactitud lo lejos que ha quedado la jornada de lo que tenía previsto:

·         Objetivo: Aspecto sexy y sofisticado, con un vestido bonito y favorecedor.

-          Resultado: Aspecto de Heidi extraliliputiense con unas horribles mangas abombadas de nailon.

·         Objetivo: Quedar en secreto con Peter.

-          Resultado: Quedar en secreto con Peter y no ir.

·         Objetivo: Tener una fantástica sesión de sexo con Peter en un ambiente romántico.

-          Resultado: Tener muslo de pollo asado con cacahuetes en una manta de picnic.

·         Objetivo global: Euforia.

-          Resultado global: Absoluta tristeza. 

Lo único que puedo hacer es contemplar en silencio mi plato y pensar que esto no puede durar mucho. Mi padre y Nev han bromeado un millón de veces con: «No menciones a Pablo.» Paula me ha enseñado su nuevo reloj suizo de cuatro mil libras y ha presumido de lo mucho que está ampliando el negocio. Ahora nos está contando que la semana pasada jugó al golf con un ejecutivo de la British Airways y que éste quiso convencerla para que trabajara con ellos.

-Paula: Todos lo intentan, pero yo les respondo: «Si algún día lo necesito...» —Se calla— ¿Quería algo?

—Hola a todos —dice una voz seca y conocida.

Levanto la cabeza despacio, parpadeo y veo a Peter, de pie contra el sol, vestido de cowboy. Me lanza una ligera y casi imperceptible sonrisa y siento que el corazón se me acelera. Ha venido a rescatarme, tendría que haber supuesto que lo haría.

-Lali: Hola —saludo medio aturdida— Familia, éste es...

-Peter: Me llamo Peter —me interrumpe él con tono amable— Soy un amigo de Lali. —Me mira con rostro deliberadamente inexpresivo y añade— Me temo que te necesitan.

-Lali: ¡Vaya! —exclamo aliviada— Bueno, qué le vamos a hacer. Cosas que pasan.

-Rachel: Es una pena. ¿No puedes quedarte y tomar al menos un vaso de vino, Peter? Sírvete un muslo de pollo o un poco de quiche —lo invita mi madre.

-Lali: Tenemos que irnos, ¿verdad, Peter? —afirmo a toda prisa.

-Peter: Sí. —Estira una mano para ayudarme a levantarme.

-Lali: Lo siento —me disculpo.

-Paula: No importa. Seguro que tienes que encargarte de alguna cosa de vital importancia. De hecho, estoy convencida de que toda la fiesta se iría al traste sin ti —dice con su habitual sarcasmo.

Peter se para y se vuelve lentamente.

-Peter: Déjame adivinar. Vos sos Paula, ¿verdad?

-Paula: Así es —contesta sorprendida.

-Peter: Papá, mamá... y vos debes ser Nev —enumera estudiando sus caras.

-Nev: Has dado en el clavo —dice él entre risas.

-Rachel: Muy bien. Veo que Lali te ha hablado de nosotros — aplaude mamá.

Si en un avión, cuando pensaba que moriría.

-Peter: Sí, claro —confiesa mientras mira la manta de picnic con una extraña fascinación— ¿Sabe?, puede que después de todo sí que tengamos tiempo para ese vaso de vino.

¡¡¡¿Qué?!!! ¿Qué ha dicho?

-Rachel: Estupendo, me encanta conocer a los amigos de Lali —responde mi madre.

Incrédula, observo cómo Peter se sienta en la manta. Se supone que iba a salvarme de todo esto, no a unirse a la celebración. Sin fuerzas, me dejo caer su lado.

-Brian: ¿Trabajas en la empresa? —pregunta mi padre sirviéndole un vaso.

-Peter: En cierta forma. Podría decirse que lo hacía.

-Rachel: ¿Estás buscando otro empleo? —inquiere mamá con mucho tacto.

-Peter: Supongo que es una buena manera de describirlo —contesta con una sonrisa.

-Rachel: Oh, cielo. Qué pena. Estoy convencida de que encontrarás algo —añade comprensiva.

No tiene ni idea de quién es.

No estoy segura de que esto me guste mucho.

-Rachel: El otro día vi a Henry Nussbaum en Correos y me preguntó por ti —me dice mamá mientras corta un tomate.

Con el rabillo del ojo veo que a Peter se le ilumina la cara.

-Rachel: Él y Lali salían juntos —le explica— Un chico muy apuesto, y muy estudioso. Solían pasarse toda la tarde haciendo los deberes en la habitación.

Me escucho diciendo: Perdí la virginidad con Henry Nussbaum en el cuarto de invitados, mientras mis padres veían las noticias en el piso de abajo.

No me atrevo a mirar a Peter.

-Peter: Es muy agradable ver las noticias mientras los hijos estudian, ¿no cree? —suelta él de repente con gesto pensativo, aunque risueño.

Lo mataré.

-Rachel: Pues... sí —concede mi madre un poco confusa— Siempre me ha gustado. Dime, Peter, ¿te las apañas económicamente? —pregunta pasándole un plato con un buen trozo de quiche y una rodaja de tomate.

-Peter: Sí, voy bien.

Ella lo mira un momento, rebusca en la bolsa y saca una quiche por empezar.

-Rachel: Ten, y algunos tomates también; te ayudarán a salir del apuro.

-Peter: No, muchas gracias. No podría...

-Rachel: No aceptaré una negativa. Insisto.

-Peter: Es muy amable por su parte.

-Paula: ¿Querés que te dé algún consejo profesional? —interviene masticando un trozo de pollo.

El corazón me da un vuelco. Por favor, que no intente enseñarle cómo anda una mujer triunfadora.

-Brian: Te interesa escucharla. Es la joya de la familia. Tiene su propia empresa —la alaba mi padre orgulloso.

-Peter: ¿Ah, sí?

-Paula: Una agencia de viajes —presume con sonrisa de autosatisfacción— Empecé de cero y ahora tengo cuarenta empleados y una facturación de más de dos millones de libras. ¿Y sabes cuál es mi secreto?

-Peter: Ni idea.

Paula se inclina hacia delante y clava en él sus ojos morrones.

-Paula: El golf.

-Peter: El golf —repite.

-Paula: En los negocios, los contactos lo son todo. He conocido a los empresarios más importantes del país en un campo de golf. Dime el nombre de cualquier empresa, ésta, por ejemplo —propone haciendo gestos a su alrededor— Conozco al jefe. Si quisiera, mañana podría llamarlo.

La miro horrorizada.

-Peter: ¿De verdad? —pregunta fascinado.

-Paula: Sí, y me refiero al dueño de todo esto.

-Rachel: A lo mejor puede recomendarte. Lo harías, ¿verdad, querida? —sugiere mi madre, con una inspiración repentina.

Si la situación no fuera absolutamente repugnante, me echaría a reír con todas mis fuerzas.

-Peter: Supongo que tendré que empezar a practicar ese deporte ya mismo, para contactar con la gente adecuada —dice con una sonrisa— ¿Qué opinas, La?

No puedo hablar, me muero de vergüenza. Me gustaría desaparecer debajo de la manta y no salir nunca más.

—¿Señor Lanzani?

Una voz nos interrumpe y respiro aliviada. Cyril se inclina con torpeza hacia Peter.

-Cyril: Siento mucho molestarlo —comienza. Nos mira sorprendido, como si intentara averiguar la razón por la que Peter Lanzani está comiendo con nosotros— Malcolm St. John está aquí y desearía hablar con usted.

-Peter: Sí, claro. Si me perdonan un momento —se disculpa él sonriendo a mi madre.

Cuando pone el vaso en el plato y se levanta, toda la familia intercambia miradas.

-Brian: ¡Denle una segunda oportunidad! —le dice mi padre a Cyril.

-Cyril: ¿Perdone? —contesta él acercándose más.

-Brian: A ese chico —continúa, señalando hacia Peter, que está hablando con un tipo vestido con una chaqueta deportiva azul marino— Están pensando en contratarlo otra vez, ¿no?

Cyril me mira fríamente, después a mi padre y a mí de nuevo.

-Lali: No pasa nada, Cyril. Papá, cállate, por favor. Es el dueño de la empresa.

—¿QUÉ? —preguntan todos a la vez.

-Lali: Es el propietario, así que no hagan más bromas sobre él.

-Rachel: ¿El hombre del traje de bufón? —dice mamá.

-Lali: ¡No! Peter. Es uno de los fundadores de Panther Corporation. Sólo pretendía ser modesto.

-Nev: ¿Estás insinuando que ese tipo es Peter Lanzani? —inquiere con incredulidad.

-Lali: Sí.

Se produce un atónito silencio. Cuando miro a mi alrededor, veo que a Paula se le ha caído el muslo que estaba mordisqueando.

-Brian: Te refieres al multimillonario, ¿no? —pregunta mi padre en busca de confirmación.

-Rachel: Multimillonario —repite mamá confusa— ¿Querrá todavía la quiche?

-Brian: Pues claro que no. Para qué iba a quererla. Puede comprarse todas las que le apetezcan —contesta papá malhumorado.

Mi madre pasea la vista por la manta, un tanto alterada.

-Rachel: Rápido, poned las patatas fritas en una fuente. Hay una en el cesto.

-Lali: Están bien así —digo con impotencia.

-Rachel: Los millonarios no las comen directamente de la bolsa —protesta. Las vuelca en un recipiente de plástico y comienza a estirar la manta— Brian, llevas migas en la barba.

-Nev: ¿Y cómo demonios lo conoces vos, Lali? —pregunta.

-Lali: Pues... lo conozco —respondo ruborizándome un poco— Hemos trabajado juntos y se ha convertido en una especie de... amigo. Pero no hace falta que se comporten de manera diferente, sigan igual que antes —les pido cuando Peter le estrecha la mano al tipo de la chaqueta azul y vuelve hacia donde estamos.

¡Dios mío! ¿Para qué me preocuparé? En cuanto él llega, todos se ponen rígidos y, pasmados, lo observan en silencio.

-Lali: Hola —digo con toda la naturalidad de que soy capaz, antes de lanzarles una mirada asesina.

-Brian: Tome otro vaso de vino. ¿Le parece bien éste? —dice mi padre, un tanto cohibido— Porque si no, podemos ir a alguna tienda y comprar otro de una cosecha más decente.

-Peter: Está bien, gracias —contesta extrañado.

-Rachel: ¿Qué más puedo ofrecerle para comer? Tengo rollitos de salmón en algún lado. Lali, dale tu plato, no va utilizar uno de papel —añade mamá.

-Nev: ¿Qué coche conduce? No, no me lo diga —interviene en tono simpático, levantando una mano— Un Porsche, ¿verdad?

Peter me mira con expresión socarrona y le devuelvo una mirada suplicante con la que intento explicarle que no tenía elección, que lo siento de veras y que me gustaría morirme en este preciso instante.

-Peter: Me temo que me han descubierto —suspira.

-Paula: Encantada de conocerlo como es debido —dice, ha recobrado la compostura y extiende la mano sonriéndole.

-Peter: Un placer, pero ¿no nos conocíamos ya?

-Paula: Como profesionales, me refiero. De propietario a propietario. Tenga mi tarjeta; si alguna vez necesita ayuda para organizar algún viaje de cualquier tipo, llámeme, por favor. O, si quiere, quizá podríamos quedar los cuatro para salir o jugar a una partida de algo, ¿no, Lali?

La miro sin poder dar crédito a mis oídos. ¿Desde cuándo hemos salido juntas?

-Paula: Somos prácticamente hermanas —añade con voz melosa rodeándome con un brazo—. Estoy segura de que ya se lo habrá contado.

-Peter: Sí, sé unas cuantas cosas —reconoce con una expresión indescifrable. Da un bocado al muslo y empieza a masticarlo.

-Paula: Crecimos juntas, lo compartíamos todo —continúa ella. Me estruja e intento sonreír, pero su perfume me está ahogando.

-Rachel: ¡Qué bonito! ¡Ojalá tuviera una cámara! —exclama mi madre.

Peter no dice nada y se limita a lanzarle a Paula una prolongada y escrutadora mirada.

-Paula: No podríamos estar más unidas, ¿verdad, Lali?

Su sonrisa es cada vez más zalamera y me está apretando con tanta fuerza que me clava las uñas en la piel.

-Lali: No –digo finalmente— No podríamos.

Peter sigue masticando el pollo. Traga y levanta la vista.

-Peter: Entonces imagino que te costaría mucho rechazarla, ¿no?

-Paula: No sé a qué se refiere —responde con una risita cantarina.

-Peter: A cuando Lali te pidió hacer prácticas en tu empresa y no la aceptaste —explica con tono amable, y da otro mordisco.

Me quedo de piedra.

Eso era un secreto. Se suponía que no podía contarlo.

-Rachel: ¿Qué? ¿Lali le pidió trabajo a Paula? —interviene mi padre medio riéndose.

-Paula: No sé de qué me está hablando —se excusa ella sonrojándose.

-Peter: Si lo entendí bien, creo que te ofreció trabajar gratis y, aun así, le dijiste que no. —Se queda perplejo durante unos segundos— Interesante decisión.

La expresión de mis padres va cambiando lentamente.

-Peter: Pero, por suerte para la Panther Corporation, Lali no continuó su carrera profesional en la industria del turismo. Así que he de darte las gracias, Paula. De propietario a propietario, nos hiciste un gran favor.

Paula está roja como un tomate.

-Rachel: ¿Eso es verdad? —pregunta mi madre con dureza—. ¿No la ayudaste cuando lo necesitaba?

-Brian: No nos lo contaste, Lali —añade papá desconcertado.

-Lali: Me dio un poco de vergüenza —confieso elevando un poco la voz.

-Nev: Aprovecharse de los contactos familiares es tener la cara muy dura. Eso fue lo que dijiste, ¿no, Paula? —explica cogiendo un buen trozo de pastel de carne.

-Rachel: ¿Cara dura? —repite mamá incrédula— Por si lo has olvidado, nosotros te dejamos el dinero para que abrieses tu empresa. No la tendrías si no fuera por tu familia.

 -Paula: No fue así —se defiende, acuchillando a Nev con la mirada— Fue... un malentendido, una confusión. Evidentemente, estaría encantada de echarte una mano, Lali. Deberías habérmelo dicho antes. Llámame a la oficina y haré todo lo que pueda.

La miro, llena de odio. Aún pretenderá salir bien parada de ésta. Es la mayor hipócrita del mundo.

-Lali: No hubo ningún malentendido —aseguro con toda la calma que puedo—. Las dos sabemos muy bien lo que pasó. Te pedí ayuda y me la negaste. Y me parece bien; es tu empresa, fue tu decisión y estabas en tu derecho, pero no trates de ocultar la verdad.

-Paula: ¡Lali! —exclama con una risita, intentando cogerme la mano—. No seas tonta. No tenía ni idea. Si hubiera sabido que era tan importante...

¿Qué? ¿Cómo no iba a saberlo?

Aparto la mano y la miro fijamente. En mi interior siento que el dolor y la humillación de tiempos pasados van creciendo, subiendo como agua caliente por una tubería, hasta que la presión es inaguantable.

-Lali: ¡Sí que lo sabías! —acabo gritando— Sabías muy bien lo que estabas haciendo, y que yo estaba desesperada. Desde que llegaste a esta familia siempre has intentado anularme. Te ríes de mis tristes trabajos y presumes de tu carrera. Me he pasado toda la vida sintiéndome inútil y tonta. Pues muy bien, tú ganas, Paula sos la estrella y yo no lo soy. Sos la triunfadora y yo, la fracasada, pero, al menos, no finjas ser mi mejor amiga, ¿vale? Porque ni lo sos ni lo serás nunca.

Me callo y, jadeando, lanzo una ojeada alrededor de la manta de picnic. Tengo la impresión de que en cualquier momento me voy a echar a llorar. Peter me sonríe como diciendo: «Así se habla.» Después me arriesgo a mirar de reojo a mis padres. Parecen paralizados, como si no supieran cómo reaccionar.

Nuestra familia no suele manifestar sus arrebatos emocionales.

Ni siquiera sé muy bien qué hacer a continuación.

-Lali: Me voy —digo con voz temblorosa— Vamos, Peter, tenemos cosas de que ocuparnos.

Me doy la vuelta y, con piernas de gelatina, me alejo tropezando en la hierba. Mi cuerpo segrega adrenalina a toda velocidad. Estoy tan nerviosa que no sé lo que hago.

-Peter: Ha sido fantástico, La. Has estado genial —me susurra al oído— Absolutamente... Evaluación logística —continúa en voz alta cuando pasamos al lado de Cyril.

-Lali: Jamás había hablado así. Nunca... Gestión operativa –suelto al cruzarnos con gente del departamento de Contabilidad.

-Peter:; Ya me imagino. Dios santo, esa prima tuya... Valoración positiva del mercado.

-Lali: Es una completa... Hoja de cálculo —digo enseguida, porque nos acercamos a Pablo— Si quiere puedo pasárselo por escrito, señor Lanzani.

Por fin conseguimos llegar a la casa y subimos al primer piso. Peter me conduce por un pasillo, saca una llave y abre una puerta. Estamos en una habitación amplia y luminosa, de color crema. Hay una cama enorme. Él cierra la puerta y vuelven a invadirme los nervios. Ha llegado el momento. Por fin. Peter y yo, solos en una habitación, con una cama.

Me veo reflejada en un espejo dorado y, abatida, suelto un gritito ahogado. No me acordaba del disfraz de Blancanieves. Tengo la cara roja y manchada, los ojos hinchados, el pelo revuelto y se me ve un tirante del sujetador. No es en absoluto la imagen que esperaba.

-Peter: Lali, lamento mucho haber arremetido contra Paula. Ha estado fuera de lugar. No tenía derecho a entrometerme de esa manera. Pero es que tu prima me saca de quicio...

-Lali: No te preocupes, ha valido la pena. Nunca le había dicho lo que pensaba de ella, jamás. Ha sido... —Me callo respirando con fuerza.

Nos quedamos en silencio un instante. Peter mira mi sonrojada cara y yo lo miro a él mientras el pecho me sube y baja, y siento que la sangre se me agolpa en las sienes. De repente, Peter se inclina y me besa.

Me abre la boca con la suya y comienza a bajarme las mangas elásticas del vestido y a desabrocharme el sujetador. Busco a tientas los botones de su camisa. Él me besa un pezón y cuando empiezo a jadear de deseo, me tumba en la alfombra calentada por el sol.

Wow, esto sí que es ir rápido. Me está quitando las bragas. Sus manos son... Sus dedos son... Gimo sin poder contenerme. Vamos tan deprisa que casi no me da tiempo a darme cuenta de lo que está pasando. No se parece en nada a Pablo, ni a nada que haya... Hace un momento estaba en la puerta completamente vestida y ahora ya estoy..., él está...

-Lali: Espera. Tengo que decirte algo.

-Peter: ¿Qué? —pregunta con ojos apremiantes y excitados.

-Lali: No sé ningún truco —susurro con cierta brusquedad.

-Peter: ¿Qué? —contesta apartándose un poco para mirarme.

-Lali: No sé hacer nada especial. Te habrás acostado con cientos de modelos y gimnastas que sabrían todo tipo de cosas sorprendentes... —Me interrumpo al ver la expresión de su cara—. Da igual, olvídalo.

-Peter: Me has dejado intrigado. ¿Qué cosas tenías en mente?

¿Por qué habré abierto la boquita? ¿Por qué?

-Lali: Ninguna, ésa es la cuestión. Que no sé hacer nada en particular.

-Peter: Yo tampoco.

Siento que me están entrando ganas de reír.

-Lali: Si claro, y yo me lo voy a creer.

-Peter: Es verdad. —Se queda pensativo un momento mientras me acaricia la espalda—. Bueno, es posible que sí sepa algo.

-Lali: ¿Qué?

-Peter: Esto... —Me mira un instante y sacude la cabeza—. No.

-Lali: Dímelo —le pido sin poder contener más la risa.

-Peter: Mejor te lo demuestro —murmura en mi oído y me atrae hacia él— ¿No te había enseñado esto nadie?

Continuará...

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