A la mañana siguiente amanezco muerta de miedo. Como una
niña de cinco años que no quiere ir al colegio. O mejor, como una niña con una
terrible resaca.
-Lali: No puedo ir —aseguro cuando dan las ocho y media—.
No seré capaz de mirarlos a la cara.
-Cande: Sí que puedes —me anima mientras me abrocha los
botones de la chaqueta— Todo irá bien. ¡Mantén la frente bien alta!
-Lali: ¿Y qué pasa si se portan mal conmigo?
-Cande: No lo harán. Son tus amigos. De todas formas,
seguramente ya lo habrán olvidado.
-Lali: No creo. ¿No podría quedarme en casa contigo? —suplico
agarrándole la mano— Seré muy buena, te lo prometo.
-Cande: Ya te lo he explicado —dice con paciencia
mientras se suelta— Tengo que ir al juzgado. Pero estaré aquí cuando llegues y
prepararemos algo rico para cenar, ¿está bien?
-Lali: Esta bien —acepto con un hilillo de voz—
¿Comprarás helado de chocolate?
-Cande: Claro que sí—responde, y abre la puerta—. Ahora,
vete. No te ocurrirá nada.
Bajo las escaleras como un perro al que hubieran
espantado y salgo a la calle. En ese preciso momento aparca frente a mí una
furgoneta, de la que sale un chico con uniforme azul y el mayor ramo de flores
que he visto en mi vida, atado con una cinta verde. El repartidor mira el
número del portal.
—Hola, estoy buscando a Lali Espósito.
-Lali: Soy yo – digo sorprendida.
—¡Ajá! —exclama sonriendo, y saca un bolígrafo y un bloc
de notas— Hoy estás de suerte. ¿Te importa firmar aquí?
Observo el ramo, atónita. Rosas, fresias, unas preciosas
flores de color violeta, unas fantásticas borlas de un rojo intenso, frondosas
hojas verde oscuro y otras más claras que parecen tallos de espárrago.
Es posible que no sepa cómo se llaman, pero una cosa sí
sé: son muy caras.
Sólo puede habérmelas enviado una persona.
-Lali: Espera un momento —lo detengo sin coger el
bolígrafo— Voy a mirar quién las manda.
Saco la tarjeta, la abro y paso la vista por el largo
mensaje, sin leerlo, hasta que llego al nombre que hay al final. Peter.
Me estremezco. ¿Acaso cree que después de todo lo que ha
hecho puede engatusarme con un ramo de flores de mala muerte? Bueno, está bien,
enorme y carísimo.
Pero ésa no es la cuestión.
-Lali: No lo quiero, gracias —digo, llena de orgullo.
—¿Qué? —se asombra el chico.
-Lali: Dile a la persona que lo ha enviado que gracias,
pero no.
-Cande: ¿Qué sucede? —pregunta una voz a mi espalda. Me
doy la vuelta y veo a Cande admirando embelesada el ramo—¡Qué pasada! ¿Es de Peter?
-Lali: Sí, pero no lo quiero. Por favor, llévatelo.
-Cande: Espera —suplica mi amiga aferrándose al papel de
celofán. Hunde la cabeza en los capullos e inspira profundamente— ¡Guau! Son
unas flores divinas. ¿Las has olido?
-Lali: No —contesto enfadada— No pienso hacerlo.
-Cande: Jamás había visto una cosa tan alucinante. ¿Qué
harán con ellas? —le pregunta al mensajero.
—Ni idea. Supongo que las tirarán.
-Cande: ¡Qué pena! —se lamenta, mirándome de reojo. Un
momento. No estará...
-Lali: ¡No puedo aceptarlas! Imposible. Peter pensará que
le estoy diciendo que no ha pasado nada.
-Cande: Tienes razón —acepta de mala gana— Hay que
devolverlas. De todas formas, es una lástima —se resigna, mientras acaricia un
aterciopelado pétalo de rosa.
—Sos tonta, ¿verdad, Lali? —nos interrumpe una voz aguda.
¡Lo que faltaba! Belén ha salido a la calle vestida
todavía con su bata blanca.
-Belén: Ni se te ocurra; mañana tengo invitados y me
vendrán de perlas. —Coge la tarjeta— De Smythe and Foxe. ¿Sabes cuánto han
debido de costarle?
-Lali: Me importa un rábano. Son de Peter y no puedo
aceptarlas.
-Belén: ¿Por qué no?
Esta chica es increíble.
-Lali: Pues... por una cuestión de principios. Si me las
quedo es como si lo perdonara.
-Belén: No necesariamente. También podrías estar
sugiriendo que no tiene disculpa o que te importa tan poco que ni siquiera pierdes
el tiempo en rechazarlas.
Permanecemos en silencio meditando la decisión. La verdad
es que son preciosas.
—Bueno, ¿las quiere o no? —pregunta el repartidor.
Joder, no sé qué hacer.
-Belén: Lali, si las devuelves, demuestras debilidad —asegura
Belén con firmeza— Das la impresión de que no soportas tener en casa algo que
te recuerde a él. Sin embargo, si te las quedas es como si le dijeras que no te
preocupa. Sos firme, fuerte...
-Lali: Ok, está bien —transijo, y cojo el bolígrafo—
Firmaré, pero dile que eso no significa que lo disculpe ni que crea que ha
dejado de ser un cínico, despiadado y despreciable abusón. Además, si no fuera porque
Belén da una fiesta, irían directamente a la basura. —Cuando acabo mi diatriba
estoy colorada y respiro con dificultad, y acabo de escribir con tanta fuerza
que rasgo la hoja— ¿Te acordarás de todo?
El chico me mira sin comprender nada.
—Mire, yo sólo trabajo en el almacén.
-Cande: Ya sé —dice de repente. Coge el bloc y, debajo mi
nombre, escribe en letra muy clara: «Sin perjuicio de los derechos del
firmante»
-Lali: ¿Y eso qué significa? —pregunto.
-Cande: «No te perdonaré jamás idiota, pero me quedo con
las flores.»
-Belén: Y que aún tenés que ajustarle las cuentas —añade
con determinación.
Hace una de esas mañanas frescas y brillantes que te
convencen de que Londres es realmente la mejor ciudad del mundo. Mientras
camino desde la estación de metro al trabajo, me siento más animada. Puede que Cande
tenga razón. A lo mejor la gente de la oficina lo ha olvidado todo. Es decir,
no exageremos. Tampoco fue para tanto. Seguro que ya están cotilleando sobre
otras historias. Estarán hablando de fútbol, de política o de algo así.
Abro las puertas de cristal del vestíbulo con un arrebato
de optimismo y entro con la cabeza bien alta.
—... una colcha de Barbie —exclama alguien al fondo del
recibidor. Un chico de Contabilidad está charlando con una mujer que lleva un
distintivo de visitante y lo escucha con avidez.
—¿... haciéndolo todo el rato con Peter Lanzani? —pregunta
una voz desde lo alto. Miro y veo a un grupo de chicas que sube las escaleras.
—A mí, el que me da pena es Pablo. Pobre chico —dice una
de ellas.
—... que le gustaba el jazz. ¿Por qué demonios haría algo
así? —comenta un tipo que sale del ascensor.
Así pues, no lo han olvidado.
Todo mi optimismo desaparece, y durante un momento me
planteo la posibilidad de salir corriendo y meterme bajo el edredón el resto de
mi vida.
Pero no puedo
hacerlo.
Para empezar, al cabo de una semana estaría aburridísima.
Y en segundo lugar, porque he de enfrentarme a ellos.
Aprieto los puños, subo despacio al primer piso y avanzo
por el pasillo. Todo el mundo con el que me cruzo me mira descaradamente o
simula no verme, y al menos cinco personas han enmudecido cuando me acercaba.
En la puerta de Marketing inspiro con fuerza e intento
mostrarme lo más indiferente posible.
-Lali: Hola a todos —saludo quitándome la chaqueta y
colgándola en la silla.
-Euge: ¡Lali! —exclama con sarcasmo— ¡Qué sorpresa!
-Paul: Buenos días —dice, que acaba de salir de su
oficina y me examina con la mirada—. ¿Estás bien?
-Lali: Sí, gracias.
-Paul: ¿Hay alguna cosa de la que quieras hablar?
Para mi sorpresa, parece que lo dice en serio.
Pero, la verdad, ¿qué se cree? ¿Que voy a llorarle en el
hombro y contarle que Peter Lanzani me ha utilizado?
Sólo lo haré si alguna vez me siento realmente
desesperada.
-Lali: No, gracias. Estoy bien —contesto con un
cosquilleo en la cara.
-Paul: Muy bien. —Adopta un tono más formal—. Supongo que
cuando te esfumaste ayer fue porque decidiste trabajar desde casa.
-Lali: Esto... Sí, eso es.
-Paul: No me cabe duda de que hiciste muchas tareas
provechosas.
-Lali: Sí, montones.
-Paul: Estupendo, es lo que había pensado. Muy bien,
sigue con lo tuyo. Y, ustedes —advierte mirando a su alrededor— recuerden lo
que he dicho.
-Euge: Por supuesto —dice
asintiendo con la cabeza.
Paul vuelve a su oficina y, un tanto tensa, espero a que
se encienda el ordenador. «Todo va a ir bien —me digo—. Concéntrate en tu
trabajo y métete de lleno en...»
De repente oigo que alguien está tarareando una canción.
Me suena. Son...
¡Los Carpenters!
Ahora se le han unido unas cuantas voces más.
—Glose to yoooou...
-Nick: Lali —me llama, y lo miro con desconfianza— ¿Querés
un pañuelo?
—Glose to yoooou... —corea todo el mundo en medio de una
carcajada generalizada.
No pienso hacerles caso. No les daré ese placer.
Abro el correo electrónico con toda la calma de la que
soy capaz, y suelto un gritito ahogado. Normalmente tengo unos diez mensajes,
como mucho, pero hoy he recibido noventa y cinco.
Mi padre: Me gustaría mucho hablar...»
Carol: «¡Ya he conseguido otras dos personas para el club
Barbie»
Moira: «Conozco un sitio en el que venden tangas muy
cómodos»
Sharon: «¿Cuánto tiempo llevan enrollados?»
Fiona: «RE: Taller
de conocimiento del cuerpo.»
Recorro la
interminable lista y, de pronto, algo me atraviesa el corazón.
Hay tres de Peter.
¿Qué hago?
¿Los leo?
Mi mano se detiene indecisa sobre el ratón. ¿Merece al
menos una oportunidad para explicarse?
-Euge: Lali —me reclama Eugenia con voz inocente,
acercándose a mi mesa con una bolsa— Mira este jersey. Es muy bonito, pero me
está pequeño. A ti seguro que te queda bien porque... —Se calla y mira de reojo
a Caroline— Es de la talla treinta y ocho.
Las dos se echan a reír histéricamente.
-Lali: Gracias, Eugenia. Es muy amable por tu parte —contesto
de forma cortante.
—Voy a por un café. ¿Alguien quiere algo? —pregunta
Fergus.
-Nick: Tráeme uno con Harvey's Bristol Cream —le pide.
Fergus: Ah! Se me había olvidado— se vuelve y me mirá—
Lali ¿Has visto a la nueva secretaria de Administración? No está mal, ¿verdad?
Me guiña un ojo, y lo miro sin comprender.
-Fergus: Lleva el pelo de punta y unos bonitos pantalones
de peto.
-Lali: ¡Calla la boca! —le grito enfurecida y colorada—.
No soy les...¡Váyanse todos al diablo!
Con la mano temblorosa por la rabia, borro los mensajes
de Peter. No se merece ni una oportunidad. Cero.
Me levanto y salgo de la habitación respirando
agitadamente. Voy al servicio de mujeres, cierro de un portazo y apoyo mi
ardorosa frente en el espejo. El odio a Peter Lanzani sube por mi interior como
un río de lava. ¿Tendrá idea de lo que estoy pasando por su culpa? ¿De lo que
me ha hecho?
—Lali.
Una voz interrumpe mis pensamientos y doy un respingo. Me
invade un repentino miedo.
Rochi ha entrado sin que la oyera. Está delante de mí,
con su bolsito de maquillaje en la mano. El espejo refleja su cara junto a la
mía. Me está sonriendo como en Atracción fatal.
-Rochi: Así que no te gusta el ganchillo... —dice con voz
ahogada.
¡Dios mío! ¿Qué he hecho? He despertado a la psicópata
que se ocultaba en ella. A lo mejor quiere atravesarme con una aguja de
ganchillo.
-Lali: Rochi —digo con el pecho a punto de estallar— Por
favor, escúchame. Yo no...
-Rochi: No te esfuerces —me corta levantando una mano—.
No hace falta. Las dos sabemos la verdad.
-Lali: Peter se equivocó. Se confundió. Yo le conté que
odiaba los ganchitos. Ya sabes, esos tan pringosos y llenos de queso.
-Rochi: Ayer estaba muy enfadada —me interrumpe con una sonrisa
inquietante—. Pero después del trabajo fui directamente a casa y llamé a mi
madre. ¿A que no sabes lo que me dijo?
-Lali: ¿Qué? —pregunto atemorizada.
-Rochi: Que a ella tampoco le gusta.
-Lali: ¡No! —Me giro y la miro, boquiabierta.
-Rochi: Ni a mi abuela. —Enrojece y sé que ha vuelto a
ser la de siempre—. Ni a nadie de mi familia. Han estado fingiendo todos estos
años. Ahora lo entiendo. Las Navidades pasadas le hice a mi abuela una funda
para el sofá y poco después me dijo que habían entrado unos ladrones y se la
habían robado. ¿Quién se cree una cosa así?
-Lali: Pues no sé.
-Rochi: ¿Por qué no me lo confesaste antes? He estado
haciendo regalos estúpidos que no le gustan a nadie.
-Lali: Lo lamento, Ro. No pretendía lastimarte —me
disculpo llena de remordimiento.
-Rochi: Sé que sólo intentabas ser amable, pero ahora me
siento como una tonta.
De repente entra Wendy, de Contabilidad, y nos callamos.
Ella nos mira, abre la boca, la cierra y desaparece en uno de los retretes.
-Rochi: ¿Estás bien? —me pregunta en voz baja.
-Lali: Sí, ya sabes —contesto encogiéndome de hombros.
Claro. Estoy tan estupendamente que tengo que esconderme
en el servicio para no enfrentarme a mis compañeros.
-Rochi: ¿Has hablado con Peter?
-Lali: No. Me ha enviado unas flores, como si tal cosa.
Seguro que ni las ha elegido él; se lo habrá encargado a Nicolás.
Oímos que Wendy tira de la cadena y sale.
-Rochi: Éste el rímel riel que te hablé —disimula pasándome
un tubito.
-Lali: Gracias. Decías que da volumen y alarga las
pestañas, ¿verdad?
Wendy pone los ojos en blanco.
-Wendy: No se preocupen. No las estaba escuchando. —Se
lava las manos, se las seca y me lanza una ávida mirada— ¿Estás saliendo con Peter
Lanzani?
-Lali: No, me utilizó y después me traicionó. Y si
quieres saber la verdad, no me importaría no volver a verlo en toda mi vida.
-Wendy: Era sólo porque si hablas con él, ¿podrías
decirle que me encantaría trabajar en el departamento de Relaciones Públicas?
-Lali: ¿Qué?
-Wendy: Podrías comentarle, así de pasada, que tengo buenas
dotes de comunicación y que soy la persona adecuada para el puesto.
¿Qué espera? ¿Que le diga: «No quiero volver a verte, Peter.
Por cierto, Wendy cree que es una buena relaciones públicas.»?
-Lali: No sé. No creo que esté en mi mano.
-Wendy: Egoísta —me acusa ofendida— Sólo te he pedido que
se lo menciones si sale el tema. Nada más. ¿Te parece muy difícil?
-Rochi: ¡Sos una desubicada, Wendy! ¡Déjala en paz!
-Wendy: Sólo era una pregunta. Supongo que ahora te crees
superior a nosotros, ¿no?
-Lali: No es eso —protesto escandalizada, pero ella sale
haciendo aspavientos— Genial —digo con un repentino temblor en la voz—.
Estupendo. Ahora me odiarán, aparte de todo lo demás.
Espiro bruscamente y contemplo mi imagen. Aún me cuesta
creer que las cosas se hayan trastocado de tal manera. Todo en lo que creía ha
resultado ser falso. Mi hombre perfecto es un cínico aprovechado. Mi
maravillosa relación, una farsa. Era la persona más feliz del mundo y ahora soy
el hazmerreír.
Siento que los ojos me vuelven a escocer.
-Rochi: ¿Estás bien? —se interesa mirándome inquieta—
Toma un pañuelo. Y un poco de colirio.
-Lali: Gracias.
Trago saliva y me echo unas gotas en los ojos mientras me
obligo a respirar profundamente para calmarme.
-Rochi: Sos muy valiente. De hecho, me sorprende que
hayas venido hoy. A mí me habría dado demasiada vergüenza.
-Lali: Mira, ayer revelaron mis secretos más íntimos en
televisión. ¿Crees que puede haber algo más embarazoso que eso?
—Aquí está —exclama una sonora voz, y Caroline entra en
los servicios—. Lali, tienes visita: tus padres.
No puede ser verdad.
Están al lado de mi mesa. Mi padre lleva un traje gris
muy elegante y mi madre, una chaqueta blanca y una falda azul marino. Entre los
dos sujetan un ramo de flores y toda la oficina los está contemplando como si
fueran una pareja de extraterrestres.
Borra eso. Ahora todas las cabezas se han girado hacia
mí.
-Lali: Hola, mamá. Hola, papá —saludo con una voz que de
repente se ha vuelto ronca.
¿Qué hacen aquí?
-Brian: ¡Lali! Hemos pensado en venir para... verte —dice
mi padre con un pretendido tono jovial.
-Rachel: Sí, eso —corrobora mi madre asintiendo con la
cabeza, como si fuera la cosa más normal del mundo— Te hemos traído un regalo,
unas flores para tu escritorio —añade alegremente, y las deja sobre éste con
torpeza— Míralo, Brian. ¿A que es bonito? Y mira qué ordenador.
-Brian: Espléndido —asegura dando una palmadita en el
monitor—. Es un equipo magnífico.
-Rachel: ¿Éstos son tus amigos? —pregunta ella mirando el
departamento.
-Lali: Algo así —digo frunciendo el entrecejo cuando Eugenia
le sonríe de forma angelical.
-Rachel: El otro día comentábamos lo orgullosa que debes
de estar por trabajar en una gran empresa como ésta. Estoy segura de que muchas
chicas te envidiarían. ¿Verdad, Brian?
-Brian: Por supuesto. Lo has hecho muy bien, Lali.
Estoy tan sorprendida que casi no puedo ni abrir la boca.
Miro a mi padre, que me sonríe de forma extraña. Y a mi madre le temblaban las
manos cuando ha dejado el ramo.
Tengo la impresión de que están nerviosos, los dos.
Estoy dándole vueltas a la cabeza cuando Paul aparece en
la puerta de su despacho.
-Paul: Deduzco que tienes visita —me dice arqueando las
cejas.
-Lali: Esto… sí. Son.... ejem, mis padres, Brian y
Rachel.
-Paul: Encantado –los saluda amablemente.
-Rachel: No queremos molestar —se excusa mamá enseguida.
-Paul: En absoluto —responde obsequiándola con una
encantadora sonrisa— Por desgracia, están redecorando la habitación que solemos
utilizar para las sesiones de vinculación afectiva.
-Rachel: ¡Ah! —exclama ella sin saber si lo dice en serio
o no.
-Paul: Lali, quizá te apetezca llevarlos a tomar,
digamos, un almuerzo temprano.
Miro el reloj. Sólo son las diez menos cuarto.
-Lali: Gracias, Paul.
Esto es surrealista.
Es media mañana y debería estar trabajando, pero, en vez
de eso, voy por la calle con mis padres preguntándome de qué narices vamos a
hablar. Ni siquiera recuerdo la última vez que estuvimos solos los tres, sin el
abuelo, ni Paula ni Nev. Es como si hubiéramos retrocedido quince años en el tiempo
o algo así.
-Lali: ¿Entramos aquí? —sugiero al pasar por una
cafetería italiana.
-Brian: Buena idea —aprueba mi padre con entusiasmo, y
abre la puerta— Por cierto, ayer vimos a tu amigo Peter Lanzani en la
televisión.
-Lali: No es mi amigo —replico secamente, y ellos
intercambian miradas.
Nos sentamos en una mesa de madera, el camarero nos deja
la carta y nos quedamos en silencio.
Joder. Ahora sí que estoy nerviosa
-Lali: Así pues... —empiezo y me callo. Querría
preguntarles por qué están aquí, pero me parece un poco desconsiderado y, en
vez de eso, digo— ¿Qué les trae por Londres?
-Rachel: Se nos ha ocurrido venir a visitarte —responde
mi madre leyendo el listado con las gafas puestas— ¿Qué hago? ¿Me tomo una taza
de té o...? ¿Qué es eso de frappelatte?
-Brian: Yo quiero un café normal. ¿Aquí tendrán? —dice
papá mirando la carta con el entrecejo fruncido.
-Rachel: Si no, puedes pedir un capuchino y quitarle la
espuma, o un exprés y decir que le añadan agua caliente.
Esto es increíble. ¿Han recorrido trescientos kilómetros
para venir a este sitio y hablar de infusiones todo el día?
-Rachel: Eso me recuerda, Lali —comenta mi madre con toda
normalidad— que te hemos comprado un regalo, ¿verdad, Brian?
-Lali: ¿Ah, sí? ¿Y qué es?
-Rachel: Un coche —responde, y se dirige al camarero, que
se ha acercado a nuestra mesa— Hola, yo tomaré un capuchino; mi marido, un café
de filtro, si es posible; y mi hija, un...
-Lali: Un coche —repito sin poder creerlo.
—¿Cómo? —pregunta el camarero mirándome con recelo—.
¿Quiere café?
-Lali: Sí, un capuchino, por favor.
-Rachel: Y una selección de pasteles —añade mi madre—
Grazie.
-Lali: ¡Mamá! —exclamo llevándome una mano a la cabeza
cuando el camarero se ha ido— ¿Qué significa lo del regalo?
-Rachel: No es gran cosa. Lo necesitas. Ir en autobús no
es seguro. El abuelo tiene razón.
-Lali: Pero no puedo permitírmelo. Papá, ni siquiera te
he devuelto todo el dinero que...
-Brian: Olvídalo, haremos borrón y cuenta nueva.
-Lali: ¿Qué? —pregunto todavía más sorprendida—. No
podemos. Todavía te debo...
-Brian: Que lo olvides. No quiero que te preocupes más
por eso. No nos debes nada.
De verdad que no lo entiendo. Miro confundida a mamá,
luego a papá y, despacio, vuelvo la vista a mamá. Es muy extraño, pero siento
que es la primera vez que nos vemos realmente en muchos años, como si nos
encontráramos, nos saludáramos y, de alguna forma..., empezáramos de nuevo.
-Rachel: ¿Qué te parecería tomarte unas pequeñas
vacaciones el año que viene... con nosotros? —continúa mi madre.
-Lali: ¿Sólo... nosotros? —pregunto mirando alrededor de
la mesa.
-Rachel: Sí, los tres —dice con sonrisa tentadora—. Puede
ser divertido. Si no tienes otros planes, claro está.
-Lali: No, me encantaría. Pero ¿qué pasa con...?
Ni si quiera puedo pronunciar el nombre de Paula.
Nos quedamos en silencio un instante, y ellos cruzan una
miradita.
-Rachel: Por supuesto, Paula también te manda saludos —dice
mi madre alegremente, como si quisiera cambiar de tema, y se aclara la voz — Ha
pensado en ir a Hong Kong el próximo año para visitar a su padre. Hace al menos
cinco años que no lo ve y quizá sea el momento de que pasen un tiempo juntos.
-Lali: Ah, buena idea.
Esto es alucinante. Todo ha cambiado. Es como si hubieran
lanzado a toda la familia al aire, hubiéramos caído en una posición diferente y
ya nada fuera como antes.
-Brian: Creemos que... —balbucea mi padre— que quizá
no... no siempre nos hayamos dado cuenta de...
Deja de hablar y se frota la nariz con fuerza.
—Capuchino —anuncia el camarero poniéndome una taza
delante. Café de filtro, capuchino, pastel de café, de limón, de chocolate...
-Rachel: Gracias —lo interrumpe mi madre—. Ya nos
servimos nosotros. Lali, lo que intentamos decirte es que estamos muy
orgullosos de ti.
¡Dios mío! Creo que me voy a echar a llorar.
-Lali: Bien —consigo articular.
-Brian: Y queremos... —añade mi padre— Tu madre y yo... —Carraspea—
Siempre hemos... Siempre estaremos... Los dos...
Hace una pausa y comienza a respirar con dificultad. No
me atrevo a decir nada.
-Brian: Debes saber que... Estoy seguro de que... de que
nosotros... —Se para de nuevo y se seca el sudor de la frente con la servilleta—.
La cuestión es que...
-Rachel: ¡Por el amor de Dios! Dile a tu hija que la
quieres, Brian. Aunque sea por una vez en la vida —le grita mi madre.
-Brian: Te... quiero, Lali —acaba él con voz
entrecortada, y se frota un ojo.
-Lali: Yo también te quiero, papá —le aseguro con un nudo
en la garganta— Y a ti, mamá.
-Rachel: ¿Ves? —dice ella secándose las lágrimas— Sabía
que no era un error venir.
Me aprieta una mano, yo cojo la de mi padre, y por un
momento parecemos mantener un extraño abrazo en grupo.
-Lali: ¿Saben? Somos vínculos sagrados en el ciclo eterno
de la vida —afirmo, henchida por la emoción.
—¿Qué has dicho? —preguntan al unísono.
-Lali: Nada, no importa.
Los suelto, tomo un trago de café y levanto la vista. De
repente se me para el corazón.
Peter está en la puerta de la cafetería.
Continuará...
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Hola!! al final no salí!! jeje mis amigas cancelaron Mari tiene gripa y Andy tiene que cuidar a su hermanita!
de todas formas gracias Va!... sos una GENIA ;)
PRIMER CAP DE LA MARAtÓN!!!
+15 firmas y mas nove!!
Parece que brian y rachel son los padres de paula, no de lali :/ ... Quiero ver que va pasar!!!!! Necesito el proximo capitulo!
ResponderEliminarQuiero mas :)
ResponderEliminarmuy valiente Lali yo hubiera renunciado y no vuelto a poner un pie ni a diez cuadras de su lugar de trabajo!
espero el proximo cap
un beso
Juli♥
@amorxca
sube más nove por fa, no nos dejes asi
ResponderEliminarahhhhhhhhhh maldito peter por fin aparece te juro que me da una rabia cmo trataron a lali en la oficina mas vale que tengas un capitulo donde todos ler pidan disculpas y se queden bien calladitos no puedes terminar la nove si no ahy un capi donde a lali le debuelvas su dignidad
ResponderEliminarQUIERO MAS NOVELA LA DEJASTE CON UNA INTRIGA QUE ME MUERO MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
ResponderEliminarCREO QE AL FIN LOS PADRES DE LALI SE DIERON CUANTAA DE LO MALOS QUE QUE ERAN CON LALI Y QUE PAULA PARECIA MAS SU HIJA QUE LALI
ResponderEliminarQUIERO MAS NOVELA TE LO RUEGO LA DEJASTE RE BUENAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
ResponderEliminarmasmasmasmas
ResponderEliminarmas noveeeeeeeeeee, por fa
ResponderEliminarSube mas :D
ResponderEliminarsssuuuuubiiii mas :D
ResponderEliminarMe encanto el capitulo!
ResponderEliminarNo puedo creer aun lo de los papas de Lali! Me alegra!
En cuanto a Pater que se joda!
ya quiero el prox cap
ResponderEliminarsubiiiiiii
ResponderEliminarmas nove solo quiero que todos los de esa oficina le pidan perdon de rodillas a lali
ResponderEliminarQue hdp son los compañeros de Lali del trabajo! Me alegra que se halla arreglado con Rochi y que ahora todo este bien entre ellas!
ResponderEliminarMass porfaa
ResponderEliminarmmamamamamamamamamammsssssssssss nove estubo muy bueno el capi pero quero que peter pida peerdon en publico a lali
ResponderEliminarQue mal que se cancelo tu salida! En otra ocasión sera! Y no hay nada que agradecer es como mucho gusto! Cuando lo necesites! ;)
ResponderEliminarBesos
@vagomi
maldito peter mas vale que le pida perdon de rodillas a lali y que despues todos los de esa estupida oficina le pidan perdon
ResponderEliminarTe quedo muy bueno el cap... Subi mas
ResponderEliminarmassssssssssss noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarmasssssssssssssssssssssssssssssssssssssss novveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee y maldito peter
maldita oficina de peter cmo los odio que le pidan disculpas a lali
ResponderEliminarmas noveee!!!
ResponderEliminarEmpece tarde pero aqui lista para leer!
ResponderEliminarEn la oficina se burlan d Lali,pero con su familia, parece k todo cambio para mejor.
ResponderEliminarya quiero escuchar cual fue la excusa de Peter -.- (? pobre infeliz nunca habla mucho y cuando habla se va de boca !!! por dios buenisimo el cap me encanta la nove!!! :D ♥
ResponderEliminarhayy poobre lali
ResponderEliminarmasss noveee