Capítulo 18

-Emi: Tampoco será nada demasiado fastuoso: doscientos invitados a lo sumo. Lali y Euge me ayudarán a preparar el menú, y Gime hará las fotos, por supuesto.

Aunque habían pasado diez días desde que Gastón y Rochi se casaran y se marcharan a Los Ángeles, Emilia no había dejado de hablar del banquete que iban a celebrar para festejar su unión cuando regresaran. Mientras seguía hablando sin parar, y su marido limpiaba el horno,

Lali secaba los moldes que Euge y su tía estaban fregando. Era el final de un largo y ajetreado día de la tahona, y en vez de irse a casa a descansar, Lali se había quedado a ayudar. Quería mantenerse ocupada, porque era el único método que medianamente la ayudaba a no pensar demasiado y acordarse de Peter. Le dolía el corazón cada vez que pensaba en él.

-Emi: ¡Y la tarta! Nicolás, tenes que crear algo muy especial para la ocasión —continuó su madre excitada— algo tan especial que la gente se quede boquiabierta sólo con verla, por no hablar del sabor…

La mención de la tarta nupcial de Rochi hizo que Lali sintiese deseos de echarse a llorar. Se sentía feliz por su hermana, claro, pero su corazón estaba roto en mil pedazos, y le resultaba difícil compartir el entusiasmo de su madre.

Peter había intentado hablar con ella varias veces, pero ella había cortado cualquier posible discusión. ¿De qué les serviría discutir por algo que era sencillamente imposible? Con el tiempo él se olvidaría de ella y buscaría a su nueva conquista. Quizá fuese lo mejor, pensó. Después de todo, incluso tal vez fuera una suerte que no hubieran tenido un trato más largo, porque eso sólo habría hecho que fuera más doloroso para ambos. Sin embargo, esos pensamientos no la hicieron sentirse mejor.

-Emi: La secretaria de Juan Lanzani telefoneó esta mañana para hacer un pedido enorme para el sábado —comentó su madre— Necesitaremos contratar al menos un par de chicos para que nos ayuden con todo, porque hay que entregarlo antes de las cuatro de la tarde.

Los dedos de Lali estrujaron el paño que tenía en las manos. Sólo oír el nombre Lanzani hacía que se acelerasen los latidos de su corazón, pero trató de ocultarlo. Sabía que su familia estaba preocupada por ella desde que cortara su relación con Peter, y no quería preocuparlos más, porque podrían intentar consolarla, y estaba segura de que no lo soportaría y se desmoronaría. Los había convencido de que lo superaría, y de que Peter había comprendido que jamás podrían ser nada más que amigos, lo cual era totalmente ridículo. No podían ser sólo amigos, no cuando cada vez que lo veía quería lanzarse a sus brazos y besarlo hasta quedarse sin aliento. Apartando aquellos pensamientos de su mente, tomó otro molde del escurreplatos y se puso a secarlo.

-Emi: Tenemos que estar todos listos para la fiesta a las seis y media —seguía hablando su madre— porque el aperitivo es a las siete, y la cena a las ocho.

¿Fiesta? La mano de Lali se detuvo sobre el molde. La fiesta... en Crofthaven... Parecía que hiciera una eternidad desde el día que Melody invitara a todos los presentes en la merienda de inauguración del centro de operaciones a esa fiesta. Lali gimió para sus adentros. Lo había olvidado por completo. Y lo peor era que sólo faltaban dos días, pensó, sintiendo que el corazón iba a salírsele del pecho.

No podía ir, no podía ir... No podía ir allí y mirar a Peter a la cara cuando apenas soportaba estar cinco minutos en la misma habitación que él esos días que había entrado en la tahona para intentar hablar con ella. Además, una cosa era verlo allí, en la tienda, y otra muy distinta en una fiesta. Sin la excusa de tener que trabajar y sin el sólido muro del mostrador entre ellos, estaba segura de que se derrumbaría.

-Emi: ¿Lali?

La joven dio un respingo y alzó la vista hacia su madre.

-Lali: ¿Qué?

-Emi: Te preguntaba si estarás bien —le repitió suavemente— No tenes por qué ir si no queres.

-Lali: Por supuesto que iré —replicó ella.

Por el modo en que estaban mirándola todos en ese momento, con lástima, sabía que tenía que ir. Tenía que demostrarles que había superado aquello. Sonreiría, se reiría, y quizá incluso flirtearía con algún hombre. Dios, ¿a quién quería engañar?

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Era casi medianoche cuando Peter llegó a su casa. Se había pasado todo el día en el centro de operaciones de la campaña, pero el problema del contenedor perdido lo había tenido en su oficina de Lanzani & Co. hasta las once de la noche. El encargado del departamento de la empresa Maximilian había estado llamándolos una y otra vez, exigiéndoles que encontraran inmediatamente el contenedor, y Peter había decidido ocuparse en persona. Al final la culpa había resultado ser de Maximilian y no de ellos. Uno de los trabajadores de Maximilian había escrito mal el número del puerto de embarque, y una vez subsanado el error, al fin había podido irse a casa.

Claro que en el fondo habría preferido quedarse en la oficina teniendo que lidiar con clientes iracundos a volver a su piso vacío. Lo habría preferido a dormir en su cama solo, pensando en Lali. No podía sacársela de la cabeza, por mucho que lo intentaba. A excepción de un frío «hola» cada vez que había entrado en la tahona para intentar resolver el problema, no había conseguido hablar con ella en diez días, ¡diez días!

Echó las llaves sobre la mesa del vestíbulo, y se pasó una mano por el cabello. Si se negaba a hablar con él, ¿cómo se suponía que iban a solucionar el problema?

Claro que la pregunta en realidad era: ¿podrían solucionarlo? Suspirando, se quitó la chaqueta, la arrojó sobre una silla del salón, y se tumbó en el sofá. Había estado dándole cien mil vueltas a lo que le había contado Lali, buscando alguna solución, pero no había hallado ninguna. Cerró los ojos con un suspiro cansado, y recostó la cabeza en el brazo del sofá. Casi podía oler el perfume de Lali, escuchar su risa, sentir el tacto sedoso de sus cabellos... Maldiciendo entre dientes se levantó y fue al mueble bar. Sacó una botella de Glenlivet, pero volvió a ponerla en su sitio. Demasiado suave, pensó, agarrando una botella de whisky barato. Se sirvió en un vaso y lo apuró de un trago, sirviéndose otro con la esperanza de que el alcohol consiguiera deshacer aquel nudo que tenía en la garganta.

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Crofthaven recibió a sus invitados con sirvientes uniformados y miles de luces blancas iluminando los jardines de la parte frontal de la mansión. Una vez dentro, habiendo dejado sus abrigos en el ropero, se les hacía pasar al inmenso salón donde había una pequeña orquesta de cámara tocando música clásica, y camareros con guantes blancos sirviendo aperitivos. Y también había barra libre, por supuesto.

Para las fiestas que solían hacerse normalmente en Crofthaven, ciento cincuenta personas no eran demasiadas. Juan y Melody habían invitado únicamente a los voluntarios, y a quienes sufragaban la campaña. La prensa, sólo unos pocos periodistas muy escogidos, había sido invitada también al evento. Se habían mezclado entre la gente, con la esperanza de conseguir alguna información jugosa.

De pie junto a las puertas que daban a los jardines estaba Peter con su hermano Vico, observando los animados rostros que los rodeaban. Nunca le habían gustado especialmente las fiestas, pero tampoco le habían disgustado... hasta esa noche. Le dolía el cuello por haber dormido en el sofá, ya que le costaba un horror conciliar el sueño en su cama, pensando en Lali; le escocían los ojos por haberse pasado todo el día frente al ordenador, repasando unos datos de las pérdidas de Lanzani & Co. en la bolsa aquel mes, y para colmo de males se le había puesto un enervante tic en el ojo izquierdo.

Cuando Albert Johnson, un amigo de su padre, pasó a su lado, Peter forzó una sonrisa, y sintió como si se le fuera a resquebrajar el rostro.

—Cuesta creer que hace sólo una semana Agustín casi va preso —le comentó Vico— De hecho, casi parece que hubiera sido un sueño.

Peter asintió con la cabeza y tomó una copa de jerez de un camarero que pasaba con una bandeja. Ésa era la misma sensación que tenía respecto a Lali, que lo suyo nunca hubiera tenido lugar, que hubiera estado soñando y ese sueño se hubiera transformado de pronto en una pesadilla.

Emborracharse dos noches atrás no le había servido de nada, se recordó mientras tomaba un sorbo de la copa, pero, ¿qué diablos?, quizá lo intentara de nuevo.

-Vico: Lo verdaderamente difícil de creer es que todavía no se haya filtrado nada a la prensa —murmuró.

-Peter: Melody ya tiene lista una declaración para la prensa —añadió— Dos, en realidad, una, por si descubrimos que se trata de una trampa para arruinar la campaña de papá y otra por si descubren que es verdad —añadió— Entretanto, no podemos hacer otra cosa que esperar.

Peter lanzó una mirada a Agus, que estaban en el otro extremo del salón. Aunque estaba sonriendo y estrechando manos, Peter sabía que la procesión iba por dentro, y que tenían miedo de lo que revelase el informe de la policía. También sabía que había preferido no estar allí esa noche, pero no quería que su ausencia hubiera hecho pensar a la prensa que había problemas en el clan Lanzani, problemas que a los otros candidatos les encantaría exagerar para dañar la imagen pública de su padre.

El mismo tampoco tenía ninguna gana de estar allí. Lo que de verdad quería hacer era enfundarse un par de guantes de boxeo y ponerse a pegarle puñetazos a un saco de arena para liberar toda la tensión acumulada en su interior.

Había albergado la esperanza de que Lali fuera a la fiesta, pero cuando había visto entrar a Emilia y Nicolás unos minutos antes sin su hija más joven, sus frágiles esperanzas se habían desintegrado.

-Vico: ¿Le pasa algo a tu ojo? —le preguntó, interrumpiendo sus pensamientos.

-Peter: No es nada —farfulló, llevándose una mano a él para intentar detener las contracciones del músculo.

Vico frunció los labios.

-Vico: Ja!, «nada»... Seguro. A menos que ese «nada» tenga que ver con Lali Espósito...

-Peter: Déjame en paz, Victorio.

-Vico: ¿Estás seguro de que no queres hablar de ello? —lo picó sonriendo malicioso— A lo mejor te vendría bien. Te veo meditabundo y suspiroso.

-Peter: ¿Te divierte fastidiarme? —farfulló— ¿o te sale de un modo natural?

-Vico: Ninguna de las dos cosas —se rió— Sólo quería ver la expresión de tu cara cuando te diga que Lali está entrando por la puerta con su tía en este momento.

Peter volvió la cabeza al instante. Por un momento creyó que le estaba tomando el pelo, pero entonces la vio, allí de pie, a la entrada, y el corazón se le paró.

Iba vestida de rojo. No un rojo chillón, sino un rojo muy oscuro, casi burdeos. El vestido abrazaba su hermosa figura, el escote era palabra de honor, y le llegaba a la altura de las rodillas. Llevaba unos zapatos de tacón del mismo color abiertos por el talón, y se había hecho algo distinto en el cabello, recogiendo parte en lo alto de la cabeza, mientras el resto le caía suavemente sobre los hombros desnudos. Cuando se dio la vuelta y vio la parte de atrás del vestido, abierto y sujeto con unas tiras cruzadas, como si fuera un corsé, revelando lo justo como para hacer a un hombre ansiar ver más, el corazón se le subió a Peter a la garganta.

-Vico: ¿Te importa que yo...? —inquirió en un tono esperanzado— Porque si tú no vas a...

-Peter: Cerrá el pico, Victorio —le gruñó irritado— No lo penses a menos que quieras aparecer en la portada del periódico de mañana.

Riéndose, Vico dio un paso atrás y levantó las manos en un gesto defensivo.

-Vico: Bueno, bueno, lo que tú digas, hermanito.

Sin apartar la vista de Lali, Peter le dio su copa a Vico, y avanzó hacia ella por entre la multitud.

Continuará..


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+30 firmitas y subo el último cap!!!