Capítulo 2

Peter se detuvo frente al cartel de se alquila, y escudriñó a través del cristal el local vacío. Tenía las dimensiones perfectas, el precio del alquiler era razonable, y el hecho de que fuera una calle muy transitada y que hubiera un aparcamiento público a dos manzanas de allí eran la guinda del pastel.

Y hablando de pasteles se dijo lanzando una mirada al edificio contiguo, ¡qué aromas emanaban de la tahona de Nicolás Espósito! Antes de que acabara el día, tenía intención de tener la llave y empezar a hacer gestiones para montar el centro de operaciones de la campaña, así que, sin más demora, entró en la tienda.

Una campanilla sonó sobre su cabeza cuando empujó la puerta de roble y cristal, y le dio la bienvenida un olor a canela, chocolate y pan recién horneado. Peter posó la mirada en las vitrinas del mostrador, repletas de pastas de té, pastelitos, bollos..., y notó que la boca se le hacía agua. El lugar tenía una decoración que recordaba al Viejo Mundo, con el suelo de piedra, una armadura en un rincón, fotografías enmarcadas de castillos europeos en las paredes... Junto a los ventanales había mesitas redondas con la superficie de cristal y sillas de hierro forjado, para que los clientes pudieran sentarse a degustar los productos de la tahona, pero en ese momento sólo había dos ocupadas. En una había un hombre con una taza de café delante, tomando un donut mientras hablaba por su teléfono móvil, y en la otra un universitario con la nariz metida en un libro de física.

Peter se acercó al mostrador, poniéndose detrás de una pareja de ancianos, pero al ver que éstos no se decidían entre los buñuelos de crema o las tartaletas de manzana, levantó la mano para atraer la atención del dependiente.

-Peter: Disculpe... he venido porque el anuncio del señor Espósito referente al...

—Pase a su despacho —le contestó el dependiente sin dejarle terminar, señalando con un pulgar la puerta tras el mostrador— Tercera puerta a la izquierda, justo enfrente de Merlín.

¿Merlín? Peter se encogió de hombros mentalmente y rodeó el mostrador para entrar por la puerta de vaivén que llevaba a la trastienda. Siguió el pasillo pasando dos puertas, y al llegar a la tercera se encontró con una estatua de madera a tamaño natural del mago de la corte del rey Arturo, con larga barba, túnica, y gorro picudo, cuya varita señalaba hacia un cartel que indicaba a los clientes dónde estaban los lavabos. Peter esbozó una sonrisa divertida antes de llamar a la puerta.

—Un momento, por favor —respondió una voz femenina desde dentro.

Peter se cruzó de brazos y se apoyó en la pared.

La puerta se abrió al cabo de unos instantes, y salió un adolescente con unos vaqueros gastados y una camiseta.

—El horario apesta —farfulló. — Enarcando una ceja, Peter lo vio alejarse por el pasillo, y se volvió hacia la puerta entreabierta, asomando la cabeza por el hueco. Tras la mesa de metal del pequeño despacho, había sentada una joven con una blusa blanca de manga larga y cabello castaño recogido en una coleta. Estaba inclinada hacia delante, con la cabeza agachada sobre unos papeles, tomando notas.

-Peter: Um... estaba buscando a... —comenzó.

-Lali: Un segundo —lo cortó ella sin mirarlo, haciéndole un gesto con la mano izquierda— Pase y cierre la puerta, ¿quiere?

Peter entró, cerró la puerta tras él, y como no podía ver el rostro de la joven, se fijó en sus manos. La piel era tersa, y las uñas estaban limpias y bien recortadas, pero no estaban pintadas, y los dedos no lucían anillo alguno.

-Lali: Antes de darle el formulario para que lo rellene —le dijo aún sin mirarlo— quisiera hacerle... —Justo entonces levantó la cabeza. Llevaba puestas unas gafas algo anticuadas, y Peter no la habría descrito con otra palabra que no sea hermosa. Su piel parecía de porcelana, y tenía unos pómulos elevados, y unos ojos grandes y expresivos, de un color casi ambarino. Las comisuras de sus labios, que se habían quedado entreabiertos, se curvaron ligeramente hacia arriba —. . .unas preguntas —terminó la frase— Soy Lali Espósito—dijo irguiéndose y tendiéndole la mano— Gracias por venir.

El corazón le dio un vuelco a Lali cuando el hombre le estrechó la mano. Debía medir más de un metro ochenta, y a juzgar por el modo en que le caían los vaqueros, el polo gris claro, y la chaqueta de ante color tierra que llevaba, era bastante musculoso. «Guapo» era un adjetivo que se quedaba corto, se dijo. Aquellos ojos tan verdes la habían dejado literalmente sin aliento, y la barbilla cuadrada y los finos pero sensuales labios habían hecho que se le disparara el pulso.

Claro que tampoco ayudaba demasiado el hecho de que su mano estuviese todavía estrechada en la suya. La soltó, y le hizo con ella un gesto para que se sentara en la silla frente a ella. Aunque estaba convencida de que no había visto antes a aquel hombre, le resultaba extrañamente familiar.

En cualquier caso no podía contratarlo, se dijo. Sería una distracción demasiado grande para Euge, y siendo honesta consigo misma, también para ella. Aunque no podía decirle eso, por supuesto. Lo mejor sería conducir la entrevista de manera que él acabara concluyendo por sí solo que ese empleo no era para él. Empezaría con algunas preguntas básicas, para despistar, y luego le haría una descripción lo más desalentadora posible del trabajo.

-Lali: Bien, señor… —comenzó, percatándose de que no le había preguntado su nombre.

-Peter: Peter Lanzani—terminó él la frase por ella— Pero llámeme Peter.

El nombre le sonaba, se dijo Lali, pero no sabía de qué. Lo escribió en la parte superior del formulario.

-Lali: De acuerdo… eh... Peter—dijo subiéndose las gafas con el índice— ¿Le cuesta madrugar?

Peter frunció el ceño confundido, y tardó un instante en contestar.

-Peter: Em... no, normalmente no.

-Lali: Tiene alguna enfermedad que le impida levantar peso o hacer esfuerzos físicos importantes?

Peter entornó los ojos.

-Peter: No.

Lali anotó en el impreso que estaba en buenas condiciones físicas. Cómo si no lo hubiera notado al primer vistazo... Pasó a la siguiente pregunta.

-Lali: Tiene alguna experiencia en ventas o manejando una caja registradora?

Peter se quedó mirándola fijamente un buen rato, y una de las comisuras de sus labios se arqueó hacia arriba lentamente. Obviamente lo estaba confundiendo con un desempleado. Aquella media sonrisa provocó una extraña sensación a Lali en el estómago que le resultó bastante irritante. Ya no era una colegiala, por amor de Dios.

-Peter: Bueno, tengo experiencia en ventas, desde luego —dijo asintiendo con la cabeza— y nunca he manejado una caja registradora, pero aprendo rápido.

Apuesto a que sí, estuvo a punto de decir Lali. Y tampoco dudaba que sería un buen vendedor. A ella desde luego le costaría negarse a comprarle lo que intentase venderle. En ese momento cayó en la cuenta de que no habían hablado del salario. Aunque lo que se ganaba con el empleo estaba bien para un adolescente o un universitario, no daba para vivir.

-Lali: ¿Le parece bien el salario por hora que ofrecemos en el anuncio que pusimos en el periódico?

El hombre se inclinó hacia delante para mirarla a los ojos y, al hacerlo, el olor mentolado de su loción le inundó las fosas nasales, haciendo que los latidos de su corazón resonaran como golpes de tambor en sus oídos.

-Peter: Si le digo que el salario es irrelevante —le dijo con un tono divertido— ¿me contrataría?

Su primer impulso fue decirle que sí, pero sería cruel darle falsas esperanzas, o prolongar aquella entrevista.

-Lali: No.

-Peter: ¿Por qué no?

-Lali: Porque... —respondió ella vacilante—...bueno, por una parte, es usted algo mayor...

Peter entornó los ojos, irritado.

-Peter: ¿Mayor?

-Lali: Bueno, no digo que sea mayor para mí —balbució— Quiero decir... para el trabajo, para el trabajo —se apresuró a corregirse. Diablos, estaba haciéndose un lío, y además había leyes en contra de la discriminación por la edad— Es sólo que... en fin, normalmente solemos contratar a adolescentes y universitarios, eso es todo.

-Peter: De modo que no me contrataría porque no soy un adolescente ni un universitario -dijo cruzándose de hombros y echándose hacia atrás en el asiento— ¿Qué más problemas me encuentra?

-Lali: No es que haya ningún problema con usted —replicó Lali mordiéndose el labio inferior—... exactamente.

Peter enarcó una ceja.

-Peter: ¿Exactamente?

-Lali: Bien, es que... verá... mi hermana Euge... se distrae fácilmente con los hombres atractivos… y viceversa.

-Peter: Así que piensa que soy demasiado mayor y demasiado atractivo para el trabajo —dijo él ásperamente— Qué más?

Dicho así sonaba totalmente estúpido. Lali se maldijo por no haberle dado un formulario para rellenar y mandarlo a su casa diciéndole que ya lo llamarían.

-Lali: Bueno, es que... su preparación está por encima de este puesto. No estaría haciéndole un favor. Puede encontrar algo mejor.

-Peter: ¿Cómo sabe eso?

-Lali: Pues… no sé. Usted se expresa bien, rebosa confianza en sí mismo, y parece que hubiera salido de la portada de una de esas revistas sobre las mayores fortunas del país o...

De pronto fue como, si una bombilla se encendiera en su cerebro.

Lanzani... De los Lanzani de Buenos Aires... Magnates del mundo del transporte de mercancías... grandes propiedades... montones y montones de dinero… rumores de que Juan Lanzani, el patriarca, iba a presentarse a las elecciones del Senado...

Todos los que vivían en Buenos Aires y la mayoría de los que no vivían allí habían oído hablar de la familia Lanzani.

Incapaz de articular palabra, Lali siguió mirándolo con los ojos abiertos como platos. Por eso le había resultado tan familiar, porque había visto su cara en la portada de una revista de negocios que había estado toda la semana anterior en la bandeja de prensa de la tahona las dos últimas semanas.

-Lali: Usted... —balbució con voz entrecortada—...usted es el hijo de...

-Peter: Juan Lanzani —concluyó él, tendiéndole de nuevo la mano.

Continuará…

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Espero que les guste el encuentro Laliter :P 

Myprettylanzani Ros, vale, FATY, mafer, GABY,  LovexLaliyPeter Juli, alexia, ca_ta_barabara, Lina Montoya, VIVU!!!... besosssss que tengan un lindo finde!!! :D