A la mañana siguiente me despiertan la deslumbrante
claridad del sol y un delicioso olor a café.
—Buenas —saluda la voz de Pablo desde algún apartado
lugar.
-Lali: Buenas —farfullo sin abrir los ojos.
-Pablo: ¿Querés café?
-Lali: Sí, por favor.
Me doy la vuelta y escondo mi dolorida cabeza bajo la
almohada para intentar dormir unos minutos más. Suelo conseguirlo con
facilidad, pero hoy me preocupa algo. ¿De qué me habré olvidado?
Mientras presto atención a medias a los ruidos de Pablo
en la cocina y al metálico sonido de fondo de la tele, mi adormilado cerebro
busca a tientas una explicación. Es sábado por la mañana. Estoy en la cama de Pablo.
Anoche salimos a cenar. ¡Ah, sí!, el horrible viaje en avión... Él fue a
buscarme al aeropuerto y me dijo...
¡Vamos a vivir juntos!
Me incorporo en el preciso momento en que él entra con
dos tazas y una cafetera. Lleva un albornoz blanco y está guapísimo. Me siento
orgullosa y estiro la mano con intención de darle un beso.
-Pablo: Hola —dice riéndose— Ten cuidado. ¿Qué tal estás?
—pregunta, y me alarga una taza.
-Lali: Muy bien —contesto apartándome el pelo de la cara—
Un poco atontada.
-Pablo: No me extraña —asegura arqueando las cejas— Vaya
día el que tuviste ayer.
-Lali: Tenés razón. —Asiento con la cabeza y tomo un
sorbo de café —Así que... vamos a vivir juntos.
-Pablo: ¿Todavía te apetece?
-Lali: Pues claro —afirmo con una amplia sonrisa. Y es
verdad.
Me siento como si de repente me hubiera vuelto adulta.
Voy a vivir con mi novio. Por fin llevaré una vida como es debido.
-Pablo: He de decírselo a Andrew —comenta él indicando
hacia la pared que da a la habitación de su compañero de piso.
-Lali: Y yo, a Cande y Belén.
-Pablo: Tendremos que encontrar el sitio adecuado. Y me
prometerás mantenerlo ordenado —dice sonriendo.
-Lali: Mira quién habla —replico fingiendo estar ofendida—
Sos vos quien tiene cincuenta millones de discos.
-Pablo: Eso es diferente.
-Lali: ¿Puedo preguntar por qué? —exclamo poniendo la
mano en la cadera como un personaje de comedia televisiva, y él se echa a reír.
Enmudecemos, como si nos hubiéramos quedado sin energía,
y bebemos un poco de café.
-Pablo: Bueno, tengo que irme —dice al cabo de un rato.
Este fin de semana le toca curso de informática— Siento no poder ver a tus
padres.
Y lo dice en serio. Por si le faltara algo para ser el
novio perfecto, le encanta visitar a mis padres.
-Lali: No te preocupes, no pasa nada.
-Pablo: ¡Ah!, me había olvidado... —empieza con una
misteriosa sonrisa— Adivina para qué tengo una reserva.
-Lali: ¡Vaya! —exclamo entusiasmada— Para... Estoy a
punto de soltar: «Para ir a París.»
-Pablo: ¡El festival de jazz! ¡El Dennisson Quartet! Es
su último concierto este año. ¿Recuerdas que los oímos en el Ronnie Scott's?
-Lali: ¡Guau! El... Dennisson Quartet. Ahora me acuerdo.
Tocaron el clarinete sin parar unas dos horas, sin pausas.
-Pablo: Sabía que te gustaría —afirma tocándome el brazo,
y sonrío débilmente.
-Lali: Sí, claro.
La verdad es que algún día acabará gustándome el jazz,
estoy convencida.
Observo con afecto cómo Pablo se viste, se pasa el hilo
dental y coge el maletín.
-Pablo: Usas mi regalo —observa satisfecho mirando mi
ropa interior, que está en el suelo.
-Lali: Sí, me lo pongo... muy a menudo —aseguro cruzando
los dedos por detrás de la espalda—. Es muy bonito.
-Pablo: Que pases un buen día con tu familia —me desea
acercándose a la cama para darme un beso, pero duda un momento—¿Lali?
-Lali: ¿Si?
Se sienta y me mira con expresión seria. ¡Dios mío! ¡Qué
azules son sus ojos!
-Pablo: Me gustaría comentarte algo. —Se muerde el labio—
Siempre hemos hablado con franqueza sobre nuestra relación.
-Lali: Sí —respondo, un poco inquieta.
-Pablo: Es sólo una idea. Puede que no te guste. Es
decir, la decisión es tuya.
Lo miro perpleja. Se está ruborizando y parece
avergonzado. ¡Ay, ay, ay! ¿Se estará volviendo un pervertidillo? ¿Querrá que me
ponga uniformes y cosas así? La verdad es que no me importaría vestirme de
enfermera, o de Catwoman, como en Batman. Sería una pasada. Buscaría unas botas
brillantes...
-Pablo: He pensado que... quizá... podríamos... —Se
interrumpe.
-Lali: ¿Si? —lo animo poniéndole la mano en el brazo.
-Pablo: Podríamos... —Vuelve a callarse.
-Lali: ¿Qué?
Nos quedamos en silencio. Casi no puedo respirar. ¿Qué
querrá que hagamos?
-Pablo: Podríamos empezar a llamarnos «cariño» —suelta de
forma atropellada.
-Lali: ¿Qué? —pregunto sin entender nada de lo que ha
dicho.
-Pablo: Es que... —murmura sonrojándose todavía más—
vamos a vivir juntos. Es un compromiso, y últimamente me he fijado en que no
usamos ninguna palabra afectuosa.
Lo miro como si me hubiera pillado en una falta.
-Lali: ¿No?
-Pablo: No.
-Lali: ¡Ah! —exclamo, y tomo un sorbo de café. Ahora que
lo pienso, tiene razón. No lo hacemos ¿Porqué?
-Pablo: ¿Qué te parece? Sólo si quieres.
-Lali: Por supuesto —contesto enseguida— Es verdad. —Me
aclaro la voz—. Cariño.
-Pablo: Gracias, cariño —responde con una encantadora
sonrisa, que le devuelvo tratando de acallar las voces de protesta que oigo en
el interior de mi cabeza.
Algo no va bien.
No me siento «cariño».
-Pablo: ¿Lali? —me está mirando—. ¿Te pasa algo?
-Lali: No estoy segura —contesto riéndome con timidez—.
Es que no sé si me veo diciéndolo. Pero con el tiempo acabará gustándome.
-Pablo: Bueno, podemos buscar otra cosa. ¿Qué tal
«querida»?
¿Qué? ¿Habla en serio?
-Lali: No —respondo rápidamente—. Creo que lo otro es
mejor.
-Pablo: O «amor», «mi vida», «cielo»...
-Lali: Tal vez. Mira, ¿por qué no lo dejamos por ahora? —Se
le cae el alma a los pies, y me siento mal. Venga ya, puedo llamar a mi novio
«cariño». Ser adulto implica estas cosas. Tendré que acostumbrarme—. Lo
lamento, Pablo. No sé qué me ocurre. Quizá esté algo tensa por culpa del vuelo
de ayer —digo cogiéndole la mano—, cariño.
-Pablo: No te preocupes, cariño —me tranquiliza sonriendo
tras recobrar su alegre expresión, y me da un beso—Hasta luego. ¿Lo ves? Es
fácil.
¡Dios mío!
De todas formas, no me importa. Supongo que todas las
parejas se enfrentan a momentos igual de delicados. Seguramente es lo más
normal.
Ir desde su casa, en Maida Vale, hasta Islington, donde
vivo yo, me cuesta media hora. Cuando abro la puerta me encuentro a Cande en el
sofá, rodeada de papeles y con cara de concentración. Trabaja muchísimo. A
veces se pasa.
-Lali: ¿En qué estás enfrascada? ¿Es ese caso de fraude?
-Cande: No, sólo estoy leyendo un artículo —contesta
distraída, y me enseña una revista de moda—. Dice que los cánones de belleza no
han cambiado desde los tiempos de Cleopatra, y hay una fórmula para averiguar
lo guapa que eres. Se realizan unos cálculos y...
-Lali: Qué bien. ¿Cuánto has sacado?
-Cande: Estoy en ello. —Mira la página otra vez con el
entrecejo fruncido— Eso son cincuenta y tres, le resto veinte y sale... ¡Jodeme!
¡Sólo treinta y tres!
-Lali: ¿Sobre cuánto?
-Cande: ¡Cien! ¡Treinta y tres sobre cien!
-Lali: Pues qué mal.
-Cande: Sí —dice muy seria— Soy muy fea, ya lo sabía.
Toda mi vida he tenido la sensación de que...
-Lali: ¡No! —la interrumpo, intentando no reírme—. Me
refiero a la revista. No se puede medir la hermosura con una serie de baremos.
No hay más que verte —aseguro señalándola; tiene los ojos más cafés del mundo y
una bonita y pálida piel. Es una mujer despampanante, incluso a pesar de que su
último corte de pelo fue un poco radical— ¿A quién vas a creer? ¿Al espejo o a
las tonterías de un absurdo artículo?
-Cande: Al artículo —contesta como si la elección fuera obvia.
Sé que lo dice medio en broma, pero desde que la dejó
Simon, su último novio, tiene la autoestima por los suelos. La verdad es que me
preocupa un poco.
—¿Son ésas las proporciones de oro de la belleza? —pregunta
Belén, nuestra compañera de piso, que ha entrado en la habitación acompañada
por el repiqueteo de sus zapatos de tacón.
Luce unos vaqueros rosa pálido y una ajustada camiseta
blanca y, como de costumbre, va perfectamente maquillada y compuesta. En
teoría, trabaja en una galería de escultura, pero lo único que parece hacer en
todo el día es depilarse, darse masajes e ir a citas con banqueros, cuyo sueldo
averigua antes de aceptar la invitación.
Me llevo bien con ella, más o menos. Lo que pasa es que
suele empezar todas sus frases con: «Si querés un buen diamante en el dedo...»
o «Si querés vivir en el suroeste de Londres...» o «Si querés que todo el mundo
piense que sos una buena anfitriona...». No me importaría que la gente me
conociera por algo así, pero tampoco es que sea una de mis prioridades
inmediatas. Además, su idea de agasajar a los invitados se reduce a llamar a un
montón de amigos ricos, decorar la casa con objetos de mimbre, telefonear a
alguna empresa de catering para que prepare una cena deliciosa, enviara sus
compañeras de piso (Cande y yo) al cine y mostrarse ofendida cuando éstas osan
volver a medianoche para prepararse un cacao caliente.
-Belén: Ya he hecho ese test —dice mientras coge su bolso
rosa de Louis Vuitton. Su padre se lo compró cuando rompió con un chico con el
que había salido tres veces. ¡Ni que le hubiera partido el corazón! Eso sí,
tenía un yate, así que es posible que estuviese desconsolada.
-Cande: ¿Qué has sacado? —pregunta.
-Belén: Ochenta y nueve —contesta mientras se rocía con
perfume, se arregla su largo y rubio pelo y sonríe ante el espejo— Lali, ¿es
verdad que vas a vivir con Pablo?
Me quedo de piedra.
-Lali: ¿Cómo lo has sabido?
-Belén: Es vox pópuli. Andrew ha llamado a Rupes esta
mañana para ir a jugar al críquet y se lo ha contado.
-Cande: ¿Te vas con Pablo? —pregunta incrédula— ¿Por qué
no me lo has dicho?
-Lali: Iba a hacerlo, de verdad. ¿A que es fantástico?
-Belén: Mal paso, Lali—asegura sacudiendo la cabeza—
Pésima táctica.
-Cande: ¿Táctica? —repite poniendo los ojos en blanco—
Son novios, no están jugando al ajedrez.
-Belén: Una relación es como una partida de ajedrez —replica
aplicándose rímel—. Mi madre dice que siempre hay que pensar en el futuro. Hay
que planear las cosas siguiendo una estrategia. Un movimiento en falso y lo
arruinas.
-Cande: ¡Esas son tonterías! —exclama en tono desafiante—
Es cuestión de tener ideas afines, ser almas gemelas, conocerse.
-Belén: ¿Almas gemelas? —se mofa, y me mira con desdén—
Recuerda, Lali, si querés una piedra preciosa en el dedo, no convivas con Pablo.
Sus ojos lanzan una rápida mirada a la fotografía que hay en la repisa de
la chimenea, de cuando le presentaron al príncipe Guillermo en un partido de
polo benéfico.
-Cande: ¿Aún aspiras a la realeza? — pregunta— ¿Cuántos
años le llevas?
-Belén: No seas tonta —suelta bruscamente con las
mejillas teñidas de rojo— A veces eres una inmadura.
-Lali: De todas formas, yo no deseo un pedrusco en el
dedo —le replico.
Belén arquea sus perfectas cejas, como diciendo: «Pobre
ignorante», y coge su bolso.
-Belén: Por cierto —añade entrecerrando los ojos— ¿Vieron
alguna de ustedes mi jersey de Joseph?
Nos quedamos en silencio.
-Lali: No —contesto con candor.
-Cande: Yo ni siquiera sé cuál es —dice encogiéndose de
hombros.
No puedo mirar a mi amiga, estoy segura de que la otra
noche lo llevaba puesto.
Los ojos azules de Belén pasan de una a otra como si
fueran antenas de radar.
-Belén: Tengo unos brazos muy delgados —explica con tono
amenazador— y no quiero que se le ensanchen las mangas. Y no piensen que no voy
a darme cuenta de que lo usan. Bye.
En cuanto desaparece, Cande y yo nos miramos.
-Cande: ¡Mierd.! Creo que me lo he dejado en el trabajo.
Bueno, ya lo traeré el lunes —dice ella despreocupándose y volviendo a la
lectura.
La verdad es que, a veces, tomamos prestada la ropa de Belén
sin pedírsela. Pero he de alegar en nuestra defensa que tiene tanta que casi
nunca lo nota. Además, según Cande, que las compañeras de piso se intercambien
la ropa es uno de los derechos fundamentales del ser humano. Asegura que forma
parte de la constitución británica no escrita.
-Cande: De todos modos, me lo debe por haberle redactado
una carta para el ayuntamiento sobre sus multas por aparcar mal. Ni siquiera me
dio las gracias —añade, levantando la vista de un artículo sobre Nicole Kidman— ¿Qué haces luego? ¿Te apetece ver una peli?
-Lali: No puedo —contesto de mala gana— Tengo que ir a la
comida de cumpleaños de mi madre.
-Cande: Ah, sí, claro —dice con cara comprensiva— Buena
suerte. Espero que te vaya bien.
Es la única persona del mundo que entiende lo que siento
cada vez que voy a casa de mis padres, y eso que no lo se lo he contado todo.
Continuará...
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Enseguida les dejo dos caps más para compensar los de ayer! ^-^
Majo: qué bueno que te gusten esta clase de libros!! el género se llama Chick-lit y, para mí, Sophie K. es la mejor en este género! especialmente si andás depre :) otro libros que puedo mencionar de esta autora son: ¿Te acuerdas de mí? (el que mencionaste) La reina de la casa, Una chica años veinte, también "La maquilladora" de Andrea Semple, "La niñera" de Melissa Nathan, "Sushi para principiantes" y toda la serie de la Familia Walsh de Marian Keyes! :) y sobre el libro que estás leyendo ahora "¿Cómo lo reconoceré?" de Sheila O'Flanagan, tomaré tu consejo y lo leeré!! :) gracias, y espero que te sirvan las recomendaciones.
Vivu: Me encantó tu comentario!! gracias!!! ;D
mas noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarDemasiado empalagoso Pablo,parece k esconde algo ,y Lali muy insegura ,no dudo k le tenga aprecio,pero amor,no creo.No es capaz d negarse a ningun pedido k el le haga.
ResponderEliminarMe encanta esta nove!Me divierte y lali si te suena raro el "cariño"estás a tiempo!no convivas!
ResponderEliminarMe encanto el capitulo!
ResponderEliminarMe divierte mucho!
Pobre pablo! jajajaja me rei mucho con lo de que se pueden llamar cariño! Raro! jajaj
Besos
@vagomi
Me encanto el cap
ResponderEliminarbuenisimoooooooooooo, las palabras Lindas surjende la nada y ellos se forsan llamadose ''Cariño'' lali no esta enamorado de el :)
ResponderEliminarjajajaja buenisimo!!! si a Lali le cuesta ponerle un simple apodo de afecto a Pablo es obvio qe me salen las epseranzas de qe va a estar con qe en algun momento va a terminar! :S capaz qe cuando se van a vivir junts se da cuenta qe no son tan compatibles como pensaba!! :D me encantooo!!! ♥ buenisima! :)
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