—¿Te pasa algo?
Llevo unos cinco minutos sentada en el banco, con la
vista fija en la acera y un torbellino en la cabeza, cuando oigo una voz que se
eleva sobre los sonidos habituales de la calle: gente que camina, chirridos de
autobuses y bocinas de coches. Es una voz masculina. Levanto la cara, parpadeo
a causa del sol y miro confundida unos ojos verdes que me resultan familiares.
Entonces caigo en la cuenta. Es Aidan, el chico de los
batidos.
-Aidan: ¿Estás bien?
Durante un instante no puedo ni contestar. Mis
sentimientos están desparramados por el suelo, como una bandeja de té que se
hubiera caído, y no sé muy bien cuál de ellos recoger primero.
-Lali: Supongo que la respuesta es no. No lo estoy. En
absoluto.
-Aidan: Vaya —exclama preocupado—. Si puedo hacer algo
por...
-Lali: ¿Estarías bien si el hombre en el que confiabas
hubiera revelado todos tus secretos en televisión? ¿Si te hubiese humillado
delante de tus amigos, compañeros y familia? —Nos quedamos en silencio—.
Contesta.
-Aidan: Seguramente no.
-Lali: Lo ves. ¿Qué te parecería que alguien dijera
que... que llevas ropa interior femenina?
Palidece ante semejante perspectiva.
-Aidan: Pero si no la llevo...
-Lali: ¡Ya lo sé! Bueno, no lo sé, pero imagínate por un
momento que sí la usaras. ¿Te gustaría que alguien lo contase en una supuesta
entrevista profesional en televisión?
Me mira como si estuviera llegando a una conclusión.
-Aidan: Un momento. ¿Te refieres a la de Peter Lanzani
que acaban de emitir? La hemos visto en el bar.
-Lali: Estupendo. Habría sido una pena que, en todo el
universo, alguien se la hubiese perdido.
-Aidan: ¿Hablaba de ti? ¿Sos vos la que lee quince
horóscopos y miente sobre su...? —Se calla al ver mi cara— Perdona, debes de
estar muy dolida.
-Lali: Sí, lo estoy. Y furiosa. Y avergonzada.
También confundida. Estoy tan perpleja, conmocionada y
aturdida que hasta sentada me cuesta mantener el equilibrio. En cuestión de
minutos han puesto patas arriba todo mi mundo.
Creía que Peter me quería. Pensaba que él... Que él y
yo...
De repente siento un dolor agudo y escondo la cabeza
entre las manos.
-Aidan: ¿Cómo sabe tantas cosas sobre vos? ¿Son pareja?
-Lali: Nos conocimos en un avión —le explico intentando
controlarme— Me pasé el viaje contándole mi vida. Salimos un par de veces y
creí que... —Comienzo a levantar la voz— La verdad es que pensaba, ya sabes,
que sería mi verdadero amor. Pero en realidad nunca le he interesado. Él sólo
quería averiguar cómo es una chica normal y corriente y utilizar esa
información para su mercado objetivo. Para su estúpida nueva línea femenina.
Cuando comprendo la verdad, una lágrima empieza a rodar
por mi mejilla, seguida rápidamente por otra y otra más.
Me ha usado.
Por eso me invitó a cenar con él. Por eso estaba tan
fascinado por todo lo que yo decía. Por eso se sintió cautivado.
No era amor, sino negocio. De pronto, sollozo sin querer.
-Lali: Lo siento. Ha sido muy duro.
-Aidan: No te preocupes —me anima— Es una reacción
natural. No sé mucho de grandes empresarios, pero yo diría que esos tipos no
llegan a la cumbre sin pisotear a un montón de gente por el camino. Para
alcanzar el éxito han de ser despiadados. —Se calla y contempla mis esfuerzos
por contener el llanto, aunque sólo lo consigo a medias— Lali ,¿querés que te
dé un consejo?
-Lali: ¿Cuál? –pregunto secándome los ojos.
-Aidan: Sácalo todo a través del kick boxing. Utiliza tu
agresividad. Canaliza el dolor.
Lo miro sin poder creérmelo. ¿Es que no se ha enterado o
qué?
-Lali: No practico ese deporte —digo con voz chillona—.
Jamás lo he hecho.
-Aidan: ¿No? Pero si dijiste que...
-Lali: Estaba mintiendo.
Nos quedamos en silencio un momento.
-Aidan: Bueno, no pasa nada. Podrías empezar con algo más
suave. Tai-chi, por ejemplo. —Me mira con incertidumbre— ¿Quieres tomar algo?
¿Un batido que te calme? Puedo prepararte una mezcla de mango y plátano con
manzanilla, y añadir un poco de nuez moscada, que es muy relajante.
-Lali: No, gracias. —Me sueno la nariz, inspiro
profundamente y cojo el bolso—. Creo que me iré a casa.
-Aidan: ¿Estarás bien?
-Lali: Sí, tranquilo —le aseguro forzando una sonrisa— De
hecho, ya estoy mejor.
Pero, por supuesto, eso también es mentira. Estoy fatal.
Cuando me siento en el metro, las lágrimas me corren por
la cara, una a una, y me caen en el regazo unas gotas enormes. La gente me
mira, pero no me importa. Ya he sufrido la mayor vergüenza posible; que me
miren boquiabiertas unas cuantas personas más me tiene sin cuidado.
Soy tan tonta... Está claro que no éramos almas gemelas.
No me ha querido nunca.
Un nuevo dolor me asalta, y busco un pañuelo.
—No te angusties, querida —me dice una corpulenta mujer
que está sentada a mi izquierda y lleva un voluminoso vestido estampado con
piñas— Él no se lo merece. Vete a casa y tómate una buena taza de té.
—¿Cómo sabe que llora por un hombre? —interviene con
agresividad una pasajera con traje negro— Me parece una manera tópica y poco
feminista de ver las cosas. Podría estar triste por cualquier cosa: por alguna
música en particular, un verso, el hambre en el mundo, la situación política en
Oriente Medio...
Me mira expectante.
-Lali: La verdad es que es por culpa de un hombre —confieso.
El tren se detiene y la mujer del traje negro pone los
ojos en blanco y sale del vagón. La del vestido de piñas le devuelve el gesto.
—¡El hambre en el mundo! —repite con tono desdeñoso, y no
puedo reprimir una risita. Después me da una palmadita en la espalda mientras
me seco los ojos— No te preocupes. Prepárate un té con unas buenas galletas de
chocolate y habla con tu madre. Todavía vive, ¿no?
-Lali: Sí, pero en este preciso momento no nos hablamos.
—Bueno, pues entonces con tu padre.
Niego con la cabeza.
—¿Qué me dices de tu mejor amiga? Seguro que tienes una —afirma
sonriente.
-Lali: Sí. Pero acaba de oír en la televisión que he
tenido fantasías lésbicas con ella.
Me mira en silencio un instante.
—Tómate una buena taza de té —me sugiere al final, y con
menos convicción añade— Y... buena suerte.
Recorro despacio la distancia que separa nuestra casa de
la parada de metro. Cuando llego a la esquina, me sueno la nariz e inspiro
profundamente varias veces. La opresión que sentía en el pecho ha disminuido
bastante, pero, en cambio, los nervios se han apoderado de mí.
¿Cómo voy a enfrentarme a Cande después de lo que ha
dicho Peter? Hace mucho tiempo que la conozco y he pasado por situaciones muy
embarazosas delante de ella, pero ninguna que se parezca a ésta.
Es peor que cuando vomité en el cuarto de baño de casa de
sus padres o que cuando me vio besando mi imagen en el espejo y susurrando con
voz sexy: «Oh, cariño.» Incluso es aún más horrible que cuando me pilló escribiéndole
una postal de San Valentín a nuestro profesor de Matemáticas, el señor Blake.
Espero, poco convencida, que de pronto haya decidido
pasar todo el día fuera o algo así. Pero cuando abro la puerta, la veo salir de
la cocina en dirección al recibidor. En cuanto me mira, se lo noto. Está
totalmente descolocada.
Ya está. Peter no sólo me ha traicionado sino que,
además, ha conseguido arruinar mi relación con mi mejor amiga. Las cosas nunca
volverán a ser iguales entre ella y yo. El sexo se ha interpuesto entre
nosotras y ya no podemos ser amigas porque queremos dormir juntas.
No, borra eso. La cuestión es que no queremos...
Sea lo que sea, es horrible.
-Cande: ¡Ah! —exclama mirando al suelo— Hola, Lali.
-Lali: Hola —contesto con voz ahogada— He decidido venir
a casa. La oficina era demasiado horrorosa.
Me callo y se produce un silencio insoportable y
violento.
-Lali: Supongo que lo has visto —digo finalmente.
-Cande: Sí —responde sin apartar la vista de las
baldosas. Carraspea y añade— Si quieres que me vaya del piso, lo haré.
Se me forma un nudo en la garganta. Lo sabía. Después de
veintiún años, nuestra amistad está hecha trizas. Alguien revela un secretillo
y se acabó la cosa.
-Lali: No. Me iré yo —digo intentando no romper a llorar.
-Cande: Ni hablar. No es culpa tuya. He sido yo quien te
ha estado dando esperanzas.
-Lali: ¿Qué? Eso no es verdad.
-Cande: Sí. Me siento fatal. Ignoraba que... tuvieras ese
tipo de inclinaciones.
-Lali: ¡Pero si no las tengo!
-Cande: Ahora lo veo claro. He estado paseándome medio
desnuda; no me extraña que estés frustrada.
-Lali: No lo estoy. Y no soy lesbiana.
-Cande: Pues entonces bisexual o de orientación sexual
múltiple, como quieras llamarlo.
-Lali: Tampoco soy nada de eso.
-Cande: Por favor, Lali. No te avergüences de tu
sexualidad. Te prometo que te apoyaré incondicionalmente, elijas la opción que
elijas.
-Lali: Cande, no necesito apoyo. Sólo tuve un extraño
sueño, ¿vale?, no una fantasía, ¡un maldito sueño!, y eso no significa que sea
lesbiana ni que me gustes ni nada de nada.
Nos callamos. Cande parece desconcertada.
-Cande: Ah, bueno. Pensaba que..., ya sabes, que
querías...
-Lali: Pues no.
-Cande: Vale.
Nos quedamos en silencio un buen rato, durante el que Cande
se mira fijamente las uñas y yo, la hebilla del reloj.
-Cande: ¿Y en tu suelo de verdad hacíamos...? —pregunta
ella por fin. ¡Santo cielo!
-Lali: Más o menos.
-Cande: ¿Y cómo estuve?
-Lali: ¿Qué? —exclamo atónita.
-Cande: En tu sueño. —Me mira ruborizada—. ¿Lo pasaste
bien?
-Lali: Cande... —comienzo a decir con cara de angustia.
-Cande: Lo hice fatal, ¿verdad? Lo sabía.
-Lali: Pues claro que no... Fue...
No acabo de creerme que estemos hablando de sus
habilidades sexuales en un sueño lésbico.
-Lali: ¿Te importa que dejemos el tema? Ya he tenido un
día bastante dificil.
-Cande: Sí, claro —acepta llena de remordimiento—. Debes
de sentirte...
-Lali: Humillada y traicionada —acabo, y trato de sonreír—.
Sí, más o menos.
-Cande: ¿Lo ha visto alguien de tu oficina?
-Lali: ¡Lo han visto todos! —Doy media vuelta—. Y
enseguida han comprendido que Peter hablaba de mí y han empezado a reírse,
mientras lo único que yo deseaba era que me tragase la tierra.
-Cande: ¿De verdad? —pregunta consternada.
-Lali: Ha sido horrible. —Cierro los ojos y me invade una
nueva oleada de vergüenza—. Jamás lo había pasado tan mal en mi vida. Nunca me
habían puesto en evidencia de ese modo. Ahora todo el mundo sabe que los tangas
me parecen incómodos, que no hago kick boxing, que nunca he leído a Dickens... —Mi
voz tiembla cada vez más y, de repente, me pongo a sollozar— Tenías razón, Cande.
He sido una idiota. Peter me ha estado utilizando desde el primer momento.
Nunca le he interesado. Era sólo parte de un estudio de mercado.
-Cande: ¡Eso no lo sabes!
-Lali: Si que lo sé. Por eso estaba cautivado. No era
porque me quisiera, sino porque se había dado cuenta de que tenía a su cliente
objetivo delante de las narices. El tipo de chica normal y corriente a la que
ni saludaría. Lo ha dicho bien claro en la entrevista. Soy alguien sin nada especial.
-Cande: Pero eso no es cierto —asegura furiosa.
-Lali: Sí. Es lo que soy. Absolutamente nada. Y soy tan
imbécil que me lo creí todo. Estaba convencida de que me quería. Bueno... al
menos de que sentía lo mismo que yo por él.
-Cande: Ya.
Me da la impresión de que Cande también se va a echar a
llorar. Se acerca y me da un fuerte abrazo.
Luego se aparta de golpe.
-Cande: Esto no te incomoda, ¿verdad? Es decir, no te
excita ni nada de eso.
-Lali: Por última vez, Cande. ¡No soy lesbiana! —grito
exasperada.
-Cande: Esta bien. Perdona. —Me abraza y luego exclama—
¡Vamos! Necesitas un trago.
Nos dirigimos al minúsculo y convencional balcón que el
dueño describió como «amplia terraza» cuando alquilamos el piso, y me siento al
sol para beberme el licor que Cande compró en un dutyfree el año pasado. La
boca me arde después de cada trago, pero cinco segundos después noto un
relajante calorcillo por todo el cuerpo.
-Lali: Debería haberlo imaginado —digo mirando el vaso—
Tendría que haber sabido que a los millonarios no les atraen las chicas como
yo.
-Cande: No digas esas cosas —me pide Cande suspirando por
enésima vez—. Me cuesta creer que todo estuviera preparado. Era tan romántico
que decidiese no irse a Estados Unidos, lo del autobús, lo de ese cóctel de
color rosa...
-Lali: Ésa es la cuestión. —Siento que se me van a saltar
las lágrimas otra vez y parpadeo para contenerlas—. Por eso es tan humillante.
Él sabía exactamente lo que me gustaba. En el avión le dije que Pablo me
aburría, que necesitaba más entusiasmo, pasión y romanticismo. Me dio todo lo
que yo deseaba. Y me lo creí porque quise creérmelo.
-Cande: ¿Estás segura de que lo tenía todo planeado? —pregunta
mordiéndose el labio.
-Lali: Por supuesto. Me siguió a todas partes
deliberadamente y se fijó en todo lo que hacía; quería entrar en mi vida.
Acuérdate de la forma en que fisgó por mi habitación. No me extraña que lo
observara todo; quizá hasta llevara un dictáfono en el bolsillo. Y yo voy y lo
invito a pasar. —Tomo un buen trago de aguardiente y noto un ligero escalofrío—
Jamás volveré a confiar en un hombre.
-Cande: Parecía muy lindo —murmura con pesar— No me cabe
en la cabeza que fuera tan cínico.
-Lali: Cande, la verdad es que un hombre como él no llega
a la cumbre sin actuar de forma despiadada y pisotear a la gente. Es imposible.
-Cande: ¿Sí? —dice mirándome con el entrecejo arrugado—.
Puede que tengas razón. Wow, qué deprimente.
-Belén: ¿Está Lali? —pregunta, que sale al balcón con su
albornoz blanco, una mascarilla en la cara y los ojos entrecerrados por la
furia—. Muy bien, señorita Jamás-te-cojo-las-cosas, ¿qué me dices de mis
zapatos de tacón de Prada?
Supongo que a estas alturas no tiene sentido mentir más.
-Lali: Que son demasiado puntiagudos e incómodos —contesto
encogiéndome de hombros, y Belén inspira con fuerza.
-Belén: ¡Lo sabía! ¿Dónde está mi jersey de Joseph? ¿Y mi
bolso de Gucci?
-Lali: ¿De cuál hablas? —respondo desafiante.
Por un instante parece quedarse sin palabras.
-Belén: De todos ellos. ¿Sabén? Podría demandarlas por
eso —amenaza blandiendo un papel—He elaborado una lista de las prendas que
sospecho que se ha puesto otra persona en los tres últimos meses.
-Cande: ¡Déjanos en paz con tu ridícula ropa! —vocifera—
Lali está muy dolida. El hombre que supuestamente la amaba la ha apuñalado por
la espalda.
-Belén: ¡Qué sorpresa! Permite que me desmaye por la
impresión —replica con ironía— Te dije que te pasaría. Te avisé de que no se le
puede decir a un hombre todo sobre una misma, porque entonces hay muchas
posibilidades de que la cosa acabe mal. ¿Acaso no te previne?
-Cande: Dijiste que no conseguiría un pedrusco en el
dedo, no que él aparecería en televisión para contarle a todo el país sus
secretos más íntimos. Podrías mostrar un poco de compasión.
-Lali: No, Cande. Belén tiene razón. Si hubiera mantenido
la boca cerrada, nada de esto habría pasado. —Cojo la botella y me sirvo otro
vaso con gesto taciturno— Las relaciones son una batalla, una partida de
ajedrez. ¿Y qué he hecho yo? Arrojar todas mis piezas encima del tablero de una
sola vez y decir: «Toma, ahí están todas.» La verdad es que los hombres y las
mujeres no deberían contarse nada de nada.
-Belén: Estoy completamente de acuerdo —aprueba— Tengo
pensado hablar lo menos posible con mi futuro marido.
El timbre del teléfono inalámbrico que lleva en la mano
la interrumpe.
-Belén: ¿Hola? ¿Camilla? ¡Ah!, espera un momento. —Tapa
el auricular y me mira con los ojos como platos— ¡Es Peter!
Me quedo de piedra.
Casi había olvidado que existe en la vida real. Lo único
que veo es su cara en la pantalla, sonriendo, asintiendo..., y arrastrándome
lentamente hacia la humillación.
-Cande: Dile que Lali no quiere hablar con él —le susurra.
-Belén: No, tiene que hacerlo —contesta— Si no, él
pensará que ha vencido.
-Cande: Pero...
-Lali: Dámelo. —Cojo el teléfono con el corazón a toda
velocidad— Hola —saludo con el tono más cortante de que soy capaz.
-Peter: Soy yo —dice su familiar voz, y, sin querer,
siento una oleada de emoción que casi me supera. Quiero echarme a llorar,
pegarle, hacerle daño...
Pero, no sé cómo, consigo controlarme.
-Lali: No pienso volver a dirigirte la palabra.
Cuelgo y empiezo a respirar con fuerza.
-Cande: Bien hecho —aplaude.
Un instante después, el teléfono vuelve a sonar.
-Peter: Por favor, La —suplica— Escucha un momento. Debes
de estar muy enfadada, pero si me das un segundo para que te explique...
-Lali: ¿No me has oído? —exclamo enrojeciendo— Te has
aprovechado de mí y me has avergonzado, y no quiero hablar contigo nunca más,
ni verte ni, escucharte ni...
-Belén: Saborearte —sisea asintiendo con la cabeza
vigorosamente.
-Lali: ... tocarte. Jamás de los jamases.
Cuelgo, entro en el piso y desconecto el cable de la
pared. Después, con manos trémulas, saco el móvil del bolso en el momento en
que comienza a sonar y lo apago.
Cuando vuelvo al balcón, sigo temblando un poco. Me parece
increíble que todo haya acabado así. En un solo día, mi perfecta relación ha
quedado reducida a la nada.
-Cande: ¿Estás bien? —pregunta preocupada.
-Lali: Creo que sí —contesto mientras me dejo caer en una
silla— Un poco nerviosa.
-Belén: Bueno, Lali —dice Belén inspeccionándose una
cutícula— No es que quiera meterte prisa, pero ya sabes lo que tienes que
hacer, ¿no?
-Lali: ¿Qué?
-Belén: Vengarte. —Levanta la vista y me mira fijamente— Peter
debe pagar por lo que ha hecho.
-Cande: Ni hablar —interviene— ¿No crees que la venganza
es algo indigno? ¿No es mejor que se aleje de él?
-Belén: ¿Y de qué sirve eso? ¿Aprenderá así la lección Peter?
¿Deseará no haberla ofendido?
-Cande: Lali y yo siempre hemos estado de acuerdo en que
es preferible mantener una posición de superioridad moral —replica con
determinación— «Vivir bien es la mejor venganza», George Herbert.
Belén la mira un instante si saber qué decir.
-Belén: Estaré encantada de ayudarte —continúa por fin,
volviéndose hacia mí—. La revancha es una de mis especialidades, modestia
aparte.
Evito mirarla.
-Lali: ¿Qué has pensado?
-Belén: Rayarle el coche, cortarle los trajes, coser un
pez en sus cortinas y esperar a que se descomponga... —recita de un tirón, como
si fuera un poema.
-Cande: ¿Aprendiste esas cosas en las clases de
urbanidad? —le pregunta poniendo los ojos en blanco.
-Belén: La verdad es que estoy siendo de lo más
feminista. Las mujeres tenemos que defender nuestros derechos. Antes de casarse
con mi padre, mi madre salió con un científico que prácticamente la dejó
plantada: cambió de parecer tres semanas antes de la boda. ¿Pueden creerlo? Así
que una noche ella entró en su laboratorio y desenchufó todas las máquinas.
Arruinó toda su investigación. Siempre dice: «Así aprendió Emerson.»
-Cande: ¿Emerson Davies? —pregunta.
-Belén: El mismo.
-Cande: ¿El que casi descubre una vacuna para la viruela?
-Belén: Que no hubiera fastidiado a mi madre —afirma
levantando el mentón con gesto de rebeldía— Otro de sus métodos es el aceite de
chile. Aceptas acostarte con él otra vez, le propones un masaje con aceite y se
lo frotas por... ya sabes dónde. Es una forma de darle donde más le duele.
-Cande: ¿Tu madre te ha contado esas cosas? —se extraña.
-Belén: Sí. Es un encanto. Cuando cumplí dieciocho años,
tuvimos una charlita sobre los hombres y las mujeres.
Cande la mira atónita.
-Cande; ¿En la que te explicó cómo untar con aceite
picante los genitales masculinos?
-Belén: Sólo si te tratan mal. ¿Qué pasa contigo, Cande?
¿Crees que hay que permitir que un tipo te pisotee y luego se quede tan fresco?
Eso sería un duro golpe para el feminismo.
-Cande: No estoy diciendo eso. Pero yo no me vengaría
así.
-Belén: Entonces, ¿qué harías tú, sabihonda? —le espeta
poniendo los brazos en jarras.
-Cande: Muy bien, si estuviera dispuesta a caer tan bajo
como para vengarme de alguien, algo que nunca haré porque personalmente creo
que es un gran error... —Se detiene para recobrar el aliento— Bueno, yo haría
lo mismo que él. Contaría uno de sus secretos.
-Belén: Eso está muy bien —admite de mala gana.
-Cande: Lo pisotearía —continúa con cierto tono
reivindicativo— Lo cubriría de oprobio. A ver qué le parecía. Las dos se
vuelven y me miran expectantes.
-Lali: No sé ninguno de sus secretos.
-Cande: Seguro que sí.
-Belén: Claro, mujer.
-Lali: No —digo sintiéndome humillada una vez más—.
Tenías razón desde el principio, Cande. Ha sido una relación desigual. Yo
compartí los míos con él, pero él no me contó ninguno de los suyos. No me habló
de nada. No éramos almas gemelas. He sido una auténtica tonta.
-Cande: No, no es cierto —me consuela apretándome la mano—
Simplemente has sido confiada.
-Lali: Una tonta confiada, es lo mismo.
-Belén: Debes de saber alguna cosa —dice— ¡Por el amor de
Dios! ¡Te has acostado con él! Tendrá algún punto débil.
-Cande: Un talón de Aquiles —añade Cande, y Belén la
observa extrañada.
-Belén: Puede ser cualquier cosa. Haz memoria.
Obediente, cierro los ojos e intento recordar, pero la
cabeza me da vueltas por el aguardiente. Secretos... Peter...
Escocia. De pronto, un pensamiento coherente aterriza en
mi cerebro. Abro los ojos llena de júbilo.
-Lali: ¡Lo tengo! Sé uno.
-Belén: ¿Te has acordado de algo? —inquiere con avidez.
-Lali: Fue a... —Me callo.
Se lo prometí.
¿Y qué? Mi pecho vuelve a henchirse de emoción. ¿Por qué
voy a mantener una estúpida promesa? Él no ha guardado ninguno de mis secretos,
¿verdad?
-Lali: Estuvo en Escocia —anuncio con voz triunfante— La
primera vez que lo vi después del vuelo, me pidió que no se lo dijera a nadie.
-Cande: ¿Por qué? —se interesa.
-Lali: No tengo ni idea.
-Belén: ¿Y qué estaba haciendo allí? —pregunta.
-Lali: Tampoco lo sé.
Nos quedamos en silencio.
-Belén: Humm. Bueno, no es el secreto más embarazoso del
mundo—comenta— Es decir, hay un montón de gente rica que vive en Escocia. ¿No
sabes algo mejor? Como que lleva vello postizo en el pecho.
-Cande: ¡¿Qué?! —exclama soltando una carcajada—. Sí, o
tupé.
-Lali: Por supuesto que no se pone nada de eso —replico
indignada. ¿De verdad piensan que saldría con un hombre que usara cosas así?
-Belén: Entonces tendrás que inventar algo—sugiere— Antes
de su relación con el científico, un político se portó muy mal con mi madre.
Así que ella se encargó de propagar por toda la Cámara de los Comunes el rumor
de que él aceptaba sobornos del Partido Comunista. Siempre dice: «Así aprendió
Dermis.»
-Cande: ¿No sería Dennis Ilewellyn? —pregunta Cande.
-Belén: Sí, creo que era él.
-Cande: ¿El ministro del Interior deshonrado? —exclama
atónita—. ¿El que se pasó toda la vida intentando limpiar su reputación y acabó
recluido en un psiquiátrico?
-Belén: Pues que no hubiera fastidiado a mi madre, ¿no te
parece? —replica alzando el mentón. En su bolsillo suena un pitido— Hora de mi
baño de pies.
Cuando entra en casa, Cande pone los ojos en blanco.
-Cande: Se le va la olla. Está completamente loca, pobre.
No irás a inventarte nada sobre Peter Lanzani, ¿verdad?
-Lali: Por supuesto que no. ¿Quién crees que soy? —contesto
con indignación. Miro mi aguardiente y siento que desaparece su efecto.
Además, ¿a quién quiero engañar? Nunca podré vengarme de
él. No podría hacerle daño, es perfecto, no tiene puntos débiles. Es un
poderoso millonario y yo, nada especial, un absoluto y vulgar cero a la
izquierda.
Continuará...
------------------------
Hola chicas!!
quiero agradecer a Va (@vagomi) por postear ayer!!
yo ando complicada estos días asi que ella mui amablemente me está haciendo el favor de postear la maratón de hoy para no dejarlas sin nove! y si la acaban hoy! entonces yo, tarde mui tarde tipo madrugada, subiré la intro de la siguiente! :D
NO LO OLVIDEN: HOY EN LA NOCHE MARATÓN TÓN TÓN!!
Hablando de la nove, pobre Lali! yo también me re enojé con Peter por lo que hizo, pero no se preocupen que Lali tendrá su recompensa! se los prometo! jiji
Besos!
@Fics_Laliter
sii maratonnn porfaa!!!
ResponderEliminarpoobre lali me mata :(
massss
jaja que locas son esas tres mas nove <3
ResponderEliminarRe loca la madre de Belén jajaja y asi salio su hija =/
ResponderEliminarEspero el proximo cap!
un beso
si al feminismo
ResponderEliminarcomo que en la noche buuuu yo pense que ahora pero no la empieses tan tarde plisss
ResponderEliminarme dio mucha pena el capitulo pobre lali
Supongo q habra una explicación pero eso no quita lo mal q se sintoió lali.Seguramente vendrá buena recompenza!
ResponderEliminarspero el prooximoo me encaantoo!!
ResponderEliminarme encanto el cap... como la aconsejan sus amigas... parece que tiene en su hombro un angel bueno y uno malo.. jajajaa..
ResponderEliminarEspero la maraton ton ton..!!!
Besos q estes bien..!!!!
Me encanto el CAP! Que horror la mama de Belén! Jajaja un peligro esa señora con razón Belen es tan loca! Pobre Lali es que aun no puedo creer lo que hizo Peter! Danii es con mucho gusto! Besos @vagomi
ResponderEliminarjajjaja me encantooooooooooooo jaj el cap cande y lo del lesbianismo jaajaja o belen y las historias de su mama naaaaa mas novela
ResponderEliminarPobre lali! Solo espero que no sea tan estupida de escuchar belen!
ResponderEliminarMe dio mucha risa belen... Esta loca :D
ResponderEliminargenial gracias por postear muy buena
ResponderEliminarmas nove
ResponderEliminarSUBIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII MASSSSSSSSSSSSS QUIERO MASSSSSSSSSSSSSSSSSS
ResponderEliminarQUIERO MAS PORFAVOR PODES SUBIR YAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
ResponderEliminarEsto estuvo de risa con Belen la madre es una loca igual que Ella.
ResponderEliminarMenudas ideas d venganza, tiene la loca d Belen.
ResponderEliminarpobre Lali :S aunqe me da cosa qe se vengue de Peter pero si asi vuelven a estar juntos :D ♥ lo qe sea!!! ♥
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