En medio de los relámpagos que iluminaban de forma
intermitente el cielo, y el retumbar de los truenos, una manta de fría lluvia
de enero caía sobre las calles de Bueno Aires, sobre el cual se alzaba la
mansión Crofthaven rompían con furia las olas. No era desde luego una noche
para salir de casa, pero cuando Juan Lanzani convocaba a los suyos para una
reunión de familia, todos acudían sin falta.
A salvo de las inclemencias del tiempo en su BMW, Peter
Lanzani, su segundo hijo, se dirigía hacia allí en esos momentos. Sentado al
volante con la suave música de Duke Ellington y el ruido de los limpiaparabrisas
de fondo, Peter iba dándole vueltas a los problemas del largo y ajetreado día
que había tenido. Después de haber logrado, tras interminables discusiones,
llegar a un acuerdo con los abogados de Maximilian, una empresa papelera
húngara que era uno de los clientes más importantes de Lanzani & Co y que
el representante del señor Maximilian hubiera firmado el nuevo contrato,
agradecía poder relajarse un poco con aquel corto trayecto de treinta minutos
entre su casa y la de su padre.
Un trayecto que estaba a punto de concluir, se dijo
mientras detenía el vehículo frente a las altas puertas de hierro negro
forjado. Dejando escapar un suspiro, alcanzó el mando a distancia que había
sobre la guantera, y lo accionó, observando cómo la verja se abría lentamente.
Un nuevo relámpago iluminó la fachada de la mansión de estilo georgiano al final
del camino. Edificada en la década de 1890 por su tatarabuelo, Hiram Lanzani,
la casa había sido construida con sólidos materiales para sobrevivir al paso
del tiempo, y ese mismo concepto de solidez trasladado a los principios e
inculcado de generación en generación era lo que mantenía unidos a los Lanzani.
Peter aparcó el coche entre dos de las tres limusinas de
la familia, apagó el motor, y se quedó sentado un instante, escuchando el
golpeteo de la lluvia en los cristales y el techo del coche. Aquella noche su
padre esperaba que todo el clan Lanzani le ofreciese su apoyo cuando les
anunciase oficialmente su intención de presentarse a senador, y así sería sin
duda, porque los Lanzani Iban todos a una.
Se bajó del vehículo y corrió hasta el pórtico de entrada
en medio de la incesante lluvia. Llamó al timbre, y una mujer mayor fue a
abrir.
— ¡Niño Peter! —exclamó, haciéndose a un lado para
dejarlo pasar— Ya estaba empezando a preocuparme por usted. ¡Mire qué mojado
viene! Ande, déme el abrigo.
El suelo del vestíbulo era de mármol blanco, y sobre una
mesita al pie de la majestuosa escalera había un jarrón de cristal con rosas
rojas, cuyo delicado perfume inundaba el ambiente.
-Peter: Estoy bien, Julia —tranquilizó al ama de llaves,
que llevaba al servicio de su familia desde antes de su nacimiento, treinta y
dos años atrás— Tenía que dejar unos asuntos de la oficina arreglados antes de
venir, eso es todo.
-Julia: Están todos en el saloncito azul. Martin está
sirviéndoles unas bebidas y aperitivos —le dijo mientras lo ayudaba a quitarse
el abrigo— Su padre está hablando por teléfono en su estudio, pero le avisaré
de que ha llegado.
-Peter: Gracias.
Aflojándose un poco la corbata, Peter se dirigió al
saloncito azul, deteniéndose en el umbral de la puerta entreabierta. Dos de sus
hermanos, Vico y Pablo, estaban de pie junto a la chimenea con su primo Jake,
hablando sin duda de la cadena de cafeterías H&H que habían abierto en
distintos puntos del estado. Al lado del bar estaba su hermano menor, Agus, el
abogado de la familia, que en ese momento se encontraba enzarzado en una
discusión jurídica con su tío Harold y su primo Toby, acerca de algo relativo a
los derechos del abastecimiento de agua en el rancho del segundo, en Wyoming.
Peter pensó en su madre, y deseó que pudiera estar allí
en ese momento para ver a sus cinco hijos convertidos en adultos. Aunque él
sólo había contado ocho años cuando había muerto, recordaba cosas como lo mucho
que le gustaba cocinar para la familia y dar fiestas. De niños, agazapados tras
la barandilla de la escalera, Vico y él habían observado docenas de veces a los
invitados vestidos con elegantes ropas, riendo, comiendo, y bailando, y nunca
olvidaría la noche de la fiesta del cumpleaños de su madre, cuando la había
visto bailar un vals con su padre, mirándose a los ojos con tanto amor como si
fueran un par de recién casados. Había fallecido a la semana siguiente, y desde
entonces su padre no había vuelto a ser el mismo. Ninguno de ellos había vuelto
a ser el mismo.
—¡Peter! —exclamó su hermana Cande, interrumpiendo la
conversación que estaba teniendo con su prima Imogene, y yendo hacia él— ¿Ya
has vuelto a olvidarte el paraguas? Estás hecho una sopa.
—¡Hombre, Peter!, ya creíamos que no venías —lo saludó
Jake, levantando su copa para saludarlo.
Peter le devolvió el saludo con un gesto de la mano y una
sonrisa.
-Peter: Y la tía Miranda? —le preguntó a Cande mientras
ésta se ponía de puntillas y lo besaba en la mejilla.
-Cande: Ha subido a acostar a Dylan —respondió ella. El
hijo de Toby, con sólo tres años, era el juguete de la familia— Tenías que ver
lo entusiasmado que está con el álbum de los peces que he estado fotografiando
y estudiando en la isla las últimas semanas. No ha parado hasta convencerme de
que le dejara llevárselo para mirarlo en vez de que su abuela le leyera un
cuento antes de dormirse.
-Peter: Como nos descuidemos tendremos otro biólogo
marino en la familia —bromeó.
-Cande: Pues silo hubieras escuchado antes tocando el
piano cambiarías de idea —replicó— Estará en el Carnegie Hall cuando cumpla los
diez años.
—Si de mi dinero depende, será a los ocho —intervino
Imogene, acercándose a ellos y poniendo un martini en la mano de Peter— Hola,
primo.
-Peter: Ah, la orgullosa tía —dijo sonriéndole y
besándola en la mejilla— ¿Cómo va el mundo de las inversiones bancarias?
-Imogene: No podía ir mejor: mis acciones no han dejado
de subir en los últimos tres meses. Llevas la corbata torcida, cielo —dijo,
apretándole el nudo que unos instantes antes él había aflojado— Hay que cuidar
los pequeños detalles. Las apariencias son muy importantes. Y hablando de
apariencias... ¿dónde has dejado a Mitzi? Pensé que la traerías: forman una
pareja tan encantadora...
-Peter: No tengo ni idea de dónde está —contestó él con
cierta aspereza— Probablemente de compras.
No había visto a Mitzi Birmingham desde hacía cuatro
meses... gracias a Dios. Lo cierto era que había estado muy ocupado dejando
resueltos todos los asuntos posibles en Lanzani & Co. para poder tomarse
libres unas semanas y ayudar a su padre a montar la sede para la campaña, y
durante ese tiempo no había salido con nadie. Claro que tampoco era algo que
hubiese echado en falta. En lo que se refería a las mujeres, parecía ser un
imán que atrajese a todas las caza fortunas de Buenos Aires. Por lo general, en
cuanto una mujer se enteraba de que era hijo de Juan Lanzani, que era el
presidente de la compañía de transporte de mercancías Lanzani & Co. y de
que vivía en un lujoso ático, empezaba a colmarlo de halagos, o a reírse como
una tonta, o a coquetear descaradamente con él, o, peor aún, las tres cosas a
un tiempo.
—Por fin has llegado, Peter.
El sonido de la profunda voz de su padre lo hizo
volverse. Melody Granville, la directora de su campaña estaba junto a él.
-Peter: Hola, papá. ¿Qué hay, Melody? —los saludó.
-Mel: Hola, Peter. Me alegra volver a verte —respondió
ella.
Peter, que había conocido a la alta rubia la semana
anterior, y antes había hablado por teléfono un par de veces con ella, estaba
seguro de que formaría un magnífico equipo con su padre. A sus treinta y siete
años podía presumir de un considerable prestigio en el mundo de la política en
su calidad de asesora. Y, además de atractiva, tenía una apabullante confianza
en sí misma y era muy trabajadora. Su padre no podría haber contratado a nadie
mejor.
Por otra parte, Peter estaba seguro de que el encanto
personal de su progenitor le proporcionaría un buen número de votos femeninos.
Y es que, a sus cincuenta y cinco años, no había perdido su atractivo. Las
canas habían invadido su cabello castaño oscuro, pero sus ojos azules habían
ganado en profundidad, se mantenía en buena forma física, y contaba con un arma
infalible en su arsenal: la famosa sonrisa de los Lanzani.
-Juan: Un momento de atención todo el mundo, por favor
—dijo su padre. Sus familiares interrumpieron sus conversaciones y se volvieron
hacia él— Quiero presentarles a la que será mi directora de campaña, Melody
Granville. Después de cenar, con su ayuda les presentaré un bosquejo de lo que
va a ser la campaña, los eventos que llevaremos a cabo, y les dará unas directrices
básicas de... «Protocolo familiar» de cara a la prensa.
Mientras Melody saludaba a unos y otros, Peter se acercó
a su hermano Vico.
-Vico: He oído que has encontrado un edificio en Drayton
para alquilarlo como centro de operaciones de la campaña.
-Peter: Sólo el piso de abajo —respondió, dando un sorbo
a su vaso de martini— He quedado en ir allí mañana para que Nicolás Espósito,
el propietario, me lo enseñe por dentro y me dé la llave. También es dueño del
edificio contiguo, donde tiene un negocio, la Tahona Castillo.
-Vico: Ah, sí -dijo asintiendo con la cabeza— he oído
hablar de ese sitio. Tiene fama de hacer una bollería excelente. De hecho,
estaba pensando acercarme algún día para comprobarlo por mí mismo. Podrían
convertirse en proveedores de nuestras cafeterías. Además, creo que las tres
hijas del dueño también son bastante apetitosas —añadió inclinándose hacia él y
moviendo una ceja.
-Peter: Te veo muy interesado –respondió sonriendo divertido—
Si querés podés ocuparte vos de ir a negociar el arrendamiento con el señor Espósito
y montar la oficina para la campaña.
-Vico: Y privarte de toda la diversión? —contestó,
plantándole la mano a su primo en el hombro— ¿Cómo podría hacerte algo así?
Antes de que Peter pudiera responder, entró Julia para
anunciar que la cena estaba servida, y mientras todos salían y se dirigían por
el amplio vestíbulo hasta el comedor, su padre se unió a ellos, y la
conversación dio un giro hacia las estrategias y los objetivos de la campaña. A
un año escaso de las elecciones, se dijo Peter, los siguientes meses iban a ser
una locura.
--
Lali Espósito adoraba los días en que todo iba como la
seda: los días en que no quemaba una sola barra de pan ni una bandeja entera de
cruasanes; los días en que su hermana Eugenia no tenía una crisis porque algún
hombre le hubiera roto el corazón y cumplía con su turno de tarde; los días en
que su otra hermana, Rocío, no se encerraba en el despacho de la trastienda,
escondiéndose tras la pantalla del ordenador y los libros de cuentas. Pero,
sobre todo, adoraba los raros días en que su madre, Emilia, no se entrometía en
su vida y la de sus hermanas. Aquél, sin embargo, no era uno de esos días.
-Emi: Anoche Euge volvió a ir a una de esas salas de
fiestas —estaba farfullando en ese momento, mientras preparaba un pedido
telefónico de tres docenas de magdalenas de chocolate— Y no regresó hasta las
dos de la madrugada. ¡Las dos!— La rubia melena rizada, que siempre llevaba en
un recogido, la nariz recta, y la firme mandíbula, delataban su origen europeo,
y le daban un aíre distinguido —¿Y se molestó siquiera en llamar a casa? No,
por supuesto que no —continuó mascullando.
Lali suspiró, poniendo los ojos en blanco, y ajustó el
cierre de la caja de plástico que acababa de llenar de magdalenas. La mañana
estaba siendo muy ajetreada y, aparte de su madre, sólo estaban Gastón, el
dependiente que se encargaba de la caja, y ella para ocuparse de todo. Con
clientes a los que atender, pedidos que preparar, y estantes que reponer, lo
último que necesitaba en ese momento era escuchar a su madre quejarse del
comportamiento de su hija mayor.
-Lali: Mamá, ¿te has olvidado del anuncio que pusiste en
el periódico pidiendo un ayudante? —le dijo, señalando con la cabeza a dos
jóvenes sentados en una mesita en una esquina de la tahona. El del pelo negro y
vaqueros gastados parecía aburrido, mientras que el de la camisa de manga corta
y pantalones negros estaba leyendo un libro— ¿Tenes pensado entrevistarlos?
Como si no la hubiera oído, Emilia señaló su cara.
-Emi: Mira qué ojos tengo esta mañana. Estas ojeras son
por haberme quedado levantada esperando a tu hermana.
Lali suspiró y entregó la caja de magdalenas a la dienta
a la que estaba atendiendo.
-Lali: Euge tiene veintiocho años, mamá —le dijo,
armándose de paciencia— No tenes que esperarla.
Su madre se volvió hacia la dienta.
-Emi: Cómo se supone que puedo dormir cuando mi hija está
por ahí a esas horas de la noche? —le preguntó exasperada buscando su apoyo.
—Es verdad —asintió una clienta, mientras rebuscaba en su
monedero para darle a Lali el precio exacto— Tengan ocho o veintiocho años, una
madre no puede evitar preocuparse por sus hijos. Más de una noche me pasé yo
esperando a mi Eleanor hasta que llegaba a casa. Gracias a Dios que por fin se
casó y sentó la cabeza. ¿Les he enseñado las fotos de mis tres nietos?
«Sólo media docena de veces», estuvo a punto de decir Lali,
pero se mordió la lengua. Se limitó a sonreír mientras la mujer sacaba toda una
ristra de fotografías de su cartera.
-Emi: Ah, qué envidia me da... —suspiró— Yo, a este paso,
me temo que nunca seré abuela. Euge pasa de un novio a otro como quien se
cambia de camisa, y ninguno le dura más de un mes; Rocío es un ratón de
biblioteca y tímida como una amapola; y mi Lali... —añadió, dándole un pellizco
en la mejilla— ...no es más que una niña.
«Por amor de Dios, tengo veinticuatro años!», pensó Lali,
apretando los dientes. Por ser la menor de las tres, su madre la seguía
tratando como si fuera un bebé, y seguiría tratándola igual aunque pasasen diez
años. Claro que, tampoco supondría demasiada diferencia que cambiase su
actitud. Estaba convencida de que jamás recibiría una proposición de
matrimonio, porque ningún hombre en sus cabales querría entrar a formar parte
de su familia.
No era que no los quisiera. Quería a sus dos hermanas,
sus padres, y su tía Gimena con toda su alma, pero a veces pensaba que su vida
sería más sencilla con una familia un poco más… normal. Su padre parecía un
capo de la mafia. Con una mirada Nicolás Espósito era capaz de ahuyentar a
cualquier hombre que se acercara a sus hermanas o a ella y, a los que no
lograba asustar, su madre les cortaba las alas, haciéndoles un interminable
interrogatorio acerca de su situación laboral, su familia... y finalmente la
pregunta que les hacía salir corriendo como alma que lleva el diablo: «¿te
gustan los niños?».
Lali atendió al siguiente cliente mientras su madre
dejaba de exclamar cosas como «¡oh, qué lindo!», y «qué encanto de criatura!» a
cada foto que le enseñaba la dienta anterior. Cuando finalmente la mujer se
hubo marchado, Emilia se desabrochó el delantal y fue por su bolso.
-Emi: Mañana hay un desayuno oficial en la Cámara de
Comercio y nos han pedido catorce docenas de bollos suizos y diez de bayonesas
—le dijo a su hija mientras se ponía la chaqueta— Me voy volando al mercado a
comprar pecanas y arándanos.
Lali lanzó una mirada a los dos jóvenes sentados en la
mesita de la esquina.
-Lali: Pero se supone que tienes que entrevistar a los
aspirantes...
-Emi: Lo sé, lo sé, pero tengo mucha prisa. Sé buena
chica y hazlo por mí, ¿quieres? —le dijo su madre, dándole unas palmaditas en
la mejilla.
-Lali: Pero...
-Emi: Oh, y mañana tienes que estar aquí temprano, cariño
—añadió— Tenemos un montón de pedidos que preparar, y a tu padre y a mí nos
vendría muy bien tu ayuda. ¡Hasta luego!
Y con un gesto de despedida desapareció tras la puerta
que conducía a la trastienda y la salida trasera.
Lali suspiró. En fin, tampoco tenía ningún motivo para no
poder madrugar al día siguiente. Su «plan» para aquella noche era cuidar el
apartamento de su tía Gime, que estaría fuera de la ciudad las tres semanas
siguientes, y su única compañía el gato rallado de su tía y una copia alquilada
de una película romántica de Meg Ryan y Tom Hanks.
—Siento llegar tarde, Lali—se excusó su hermana Euge,
entrando en ese momento en la tienda como una exhalación— Tuve que pararme a echar gasolina y me rompí
una uña al desenroscar el tapón del depósito, imagínate, así que por supuesto
tuve que acercarme corriendo a mi manicura.
Bastó una mirada a Euge, que iba vestida con una falda de
cuero negro, un suéter de punto con cuello en uve, y botas altas, para que los
dos aspirantes se irguieran en sus asientos. La hija mayor de Nicolás Espósito,
que el día anterior se había dado mechas platino en la peluquería para dar una
imagen más moderna a su rubio cabello, les sonrió, y los dos jóvenes encogieron
el estómago y sacaron pecho.
Lali miró a su hermana con el ceño fruncido mientras ésta
rodeaba el mostrador.
-Lali: Tienes que torturar a cada hombre que ves?
-Euge: Soy yo la que vivo en una tortura
constante...—replicó con una sonrisa maliciosa— Tantos hombres y tan poco
tiempo...
Lali puso los ojos en blanco. Aunque fueran hermanas, Euge,
Rocío, y ella no podían ser más distintas. Euge, la devora hombres, era una
belleza exuberante, rubia platinada y de ojos verdes; Rocío era una bonita rubia
de ojos dorados, tímida como una florecilla; y luego estaba ella. No era rubia
como su madre, ni alta como su padre. Era la hija lista, la hija sensata, y,
aquella era la etiqueta que más detestaba, la hija responsable. Aunque lo que
en realidad detestaba era que era cierto.
-Euge: Voy al baño a arreglarme el maquillaje, debo estar
hecha un desastre.
-Lali: Y todo lo que hay que hacer qué? —resopló, poniendo
los brazos en jarras.
-Euge: Sólo será un minuto, mujer —dijo, pasando por
detrás de ella hacia la puerta que daba a la trastienda— Además, tengo que
contarle a Rochi un chisme buenísimo que he oído esta mañana.
-Lali: ¡Euge! —protestó, pero su hermana ya había
desaparecido tras la puerta.
En fin, se dijo con un suspiro, lo mejor sería
entrevistar a los dos aspirantes cuanto antes para quitarse eso de encima.
Mientras se quitaba el delantal, sus ojos se posaron brevemente en Gas, que
estaba apilando unas cajas de bizcochos. El dependiente de veintiséis años
tenía un encanto innegable con ese alborotado cabello rubio, aquellos profundos
ojos azules, y esa constitución atlética. Las adolescentes y las mujeres
jóvenes tenían una tendencia a prorrumpir en risitas bobas y a pestañear con
coquetería cuando las atendía, e incluso algunas mujeres de cierta edad
parecían ponerse nerviosas por su apostura.
Pero Gastón, para disgusto de Lali, sólo tenía ojos para
una mujer. Con otro suspiro, obligó a su mente a centrarse en el trabajo, y
llamó al aspirante de los vaqueros gastados para que la siguiera al despacho de
su padre en la trastienda.
Continuará...
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Tienen vidas totalmente diferentes!! jaja
HappinessLIP Ale jajaja pensé que yo era la única que se quedaba boba mirando el cintillo!! jaja y aunque me repita a mi misma que por más que lo mire siempre va a decir lo mismo no puedo evitarlo!!! jaja noemieli_laliter espero que te guste el cap!!! :) Ange_Patiii no hay problema dame tu correo y te envio la nove completa!!! ^-^ @Ari_StaFe totalmente!! espero que no te pierdass ahora que empieces la uni Y@yoo.. espero que te pases más seguido!! CHARI me encanta tu demencia!! jaja mandale mis saludos a Coco como está??? :P GABY perdón ando re colgada la nove tiene el mismo título y la autora es la misma de "Una boda imprevista" Jacquie d' alessandro :D
Mas tarde les subo el segundo capitulo!!
Besos y pasenla lindo hoy!! ^-^
Massss noveeee
ResponderEliminarMe gusta, me gusta. Quiero el encuentro laliter, presiento este encuentro va a estar muy bueno!
ResponderEliminarmaaaaaaas quiere que se vean
ResponderEliminarme encantoo!! amo qu sean tan distintos!! espero el proximo!! besos
ResponderEliminarfaty****
que bueno que hayas vuelto con nove!!, ya quiero que lali y peter se encuentren!!
ResponderEliminarsi me encanta si fuera por mi podrias subir toda la nove yaa!!
ResponderEliminargabi
Volvi y me puse al dia con tus noves :)
ResponderEliminarMe ENCANTO el final de la nove anterior :) estuvo genial!
Pobre Lali tantas cosas por hacer y nadie la ayuda =s
espero el siguiente cap =)
un beso!
juli♥
maas!
ResponderEliminarme encantò el capitulo
ResponderEliminarquiero el otrooooooo
besos
@porLali_ITALIA
estoy esperando al siguiente capitulo .... me encantan tus nove s
ResponderEliminarSe ve bastante interesante... Espero el proximo cap!!!
ResponderEliminarVidas diferentes q seguramente se cruzarán para regalarnos una linda historia!Me gusta !Espero el prox!
ResponderEliminarPreciosa d comienzo a fin del cap,y largo .Gracias x hacerlo larguito.
ResponderEliminarajajaaja si tal cual, pero me qeudo leendo apesar q se q solo dice ajajajajaj
ResponderEliminargracias por darme el nombre grosa me encantan tus noves.
ResponderEliminarGABY
LALI pobre con la familia k le ha tocado y Emi sigue pensando k ella es una niña.
ResponderEliminarME ENCANTO EL 1 CAP
+++++++++++++++++++++++++
q lio! jhaja
ResponderEliminarmass novee
ya estoy aqui
ResponderEliminarahora sigo con los demas
ResponderEliminarMe encanto el primer cap!
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