Poco antes del amanecer del
día siguiente, Lali salió de puntillas de su habitación con una bolsa.
—¿Adónde vas tan temprano,
Lali?
Ésta por poco se desmaya del
sobresalto.
-Lali: Cielo santo, tía Julia,
me has asustado —Le sonrió a la mujer que le había abierto sin reservas su corazón
y su hogar— Pensaba dar un paseo por los jardines y hacer algunos bosquejos.
¿Quieres acompañarme?
Una expresión de horror asomó
al rostro rechoncho de su tía.
-Julia: No, gracias, querida.
El rocío de la madrugada me arrugaría las plumas —Y acarició tiernamente las
plumas de avestruz que sobresalían de su turbante de color verde pálido— Me iré
a leer a la biblioteca hasta la hora del desayuno —Tía Julia ladeó la cabeza y
Lali se inclinó hacia atrás para evitar el roce de las plumas— ¿Te encuentras mejor?
-Lali: ¿Cómo dices?
-Julia: Su excelencia me
informó anoche de que te habías retirado debido a un dolor de cabeza.
Lali notó que se ruborizaba.
-Lali: ¡Ah, sí! Me siento
mucho mejor.
Su tía la observó con franca
curiosidad.
-Julia: Obviamente tuviste
oportunidad de hablar con el duque. ¿Qué impresión te causó?
«Que es arrebatadoramente
atractivo. Y solitario. Y cree que soy una mentirosa.»
-Lali: Me pareció...
encantador. ¿Te divertiste en la fiesta, tía Julia?
Un resoplido impropio de una
dama brotó de los labios de su tía.
-Julia: Estaba pasándolo bien
hasta que lady Digby y sus espantosas hijas me rodearon y no me dejaron
escapar. Nunca en la vida me había topado con semejante hatajo de atolondradas
cotorras. Me sorprendería mucho que lograse casar a una sola de esas pécoras
aduladoras —Alargó el brazo y acarició la mejilla de Lali— Está verde de
envidia porque mi sobrina es tan guapa. No nos costará mucho conseguirte un
marido.
-Lali: Por si no lo has
notado, tía Julia, apenas podemos encontrar algún caballero dispuesto a bailar
conmigo.
-Julia: ¡Pamplinas! —exclamó,
quitándole importancia con un ademán— Lo que ocurre es que casi no te conocen.
Sin duda el hecho de que seas americana provoca cierta reacción de rechazo, así
que ahora sólo es cuestión de tiempo.
-Lali: ¿Qué es cuestión de
tiempo?
-Julia: Mujer, pues que algún
joven se fije en ti...
-Lali: He preparado una
merienda —dijo, levantando la bolsa en alto— así que te veré después del
desayuno.
Su tía frunció el entrecejo.
-Julia: Tal vez deba pedirle a
un criado que te acompañe —Antes de que Lali pudiera protestar, su tía se
apresuró a añadir— Bueno, supongo que no será necesario. Ve, querida, y
diviértete. Después de todo, nadie más está despierto. ¿Con quién podrías
encontrarte a estas horas intempestivas?
--
Lali caminaba plácidamente,
disfrutando de un silencio que sólo se veía interrumpido por el susurro del
viento entre las hojas y los graznidos de los cuervos. Elegía los senderos al
azar, sin importarle adónde la condujesen, contenta de estar al aire libre. Un
poco más adelante, el bosque se hacía menos denso hasta acabar en un extenso
claro donde las abejas zumbaban en torno a fragantes madreselvas. Mariposas de
colores vivos revoloteaban alrededor de flores silvestres rojas y amarillas.
Pronto llegó a la orilla de un
lago pintoresco. Pálidos rayos de luz trémula y dorada se colaban por entre las
frondosas ramas de unos árboles que formaban un refugio umbrío acariciado por
el resplandor del alba. Sacó su cuaderno de dibujo y se sentó en la mullida
hierba, con la espalda apoyada en el tronco de un enorme roble.
Una ardilla juguetona la
miraba desde una rama cercana, y Lali trazó un rápido bosquejo de ella. Una
familia de tímidos conejos le sirvió de modelo antes de alejarse brincando para
refugiarse entre las hierbas altas. Hizo un dibujo detallado de Parche, su
querido perro, con el corazón encogido al pensar en él. Había deseado
desesperadamente llevárselo a Inglaterra consigo, pero era viejo y enfermizo, y
ella sabía que no sobreviviría a la rigurosa travesía del océano. Lo había
dejado atrás, junto con un pedazo de su corazón, a cargo de personas que lo
querían casi tanto como ella.
Apartó los pensamientos
melancólicos que le evocaba el recuerdo de Parche y trazó un retrato de
Diantre. Sin embargo, cuando hubo terminado, se apresuró a borrar al gatito de
su mente. Si pensaba en el peludo animalillo se acordaría de lo que ocurrió en
el jardín... y del hombre al que había conocido allí. El hombre cuya tristeza y
soledad ocultas la habían conmovido, un hombre que guardaba secretos que le
corroían el alma.
Ella se había ofrecido a
ayudarlo, pero luego había pasado media noche preguntándose si no se habría
precipitado. El duque de Bradford obviamente no creía en su don de
clarividencia. ¿Habría algún modo de convencerlo? Después de lo sucedido la
noche anterior parecía que no, pero ella quería, ansiaba ayudarlo. Deseaba
ahuyentar las sombras que ella había notado que empañaban su felicidad. Y Lali
necesitaba, por su propio bien, resarcirse del lío que había armado en Estados
Unidos. Sin duda su sentimiento de culpabilidad remitiría si conseguía de
alguna manera volver a unir al duque con el hermano al que creía muerto.
No, no se había precipitado al
ofrecerle su ayuda. De hecho, estaba resuelta a brindársela, tanto si él la
quería como si no. Todo lo que ella tenía que hacer era conseguir alguna prueba
concluyente de que su hermano estaba vivo en realidad. Para eso, no obstante,
debería tocarlo de nuevo.
Notó que la recorría una ola
de calor. Apenas había podido dormir pensando en él, en su hermoso rostro, su
mirada intensa, su cuerpo musculoso. Por unos breves instantes ella había
deseado inútilmente presentar un aspecto elegante y atractivo, a fin de que un
hombre como él pudiera sentir interés por ella durante más de un momento fugaz.
Y, de hecho, él se había sentido
interesado, como Lali descubrió cuando le tocó la mano. Había deseado besarla. Ella
había leído sus pensamientos con tanta claridad y de forma tan inesperada... Se
le cortó el aliento al imaginar sus labios en contacto con los de ella, sus
fuertes brazos atrayéndola hacia sí, apretándola contra su cuerpo. ¿Qué
sentiría si un hombre semejante la besara? ¿Si la tocara y la estrechase en sus
brazos? Sería... como estar en el cielo.
Se le escapó un suspiro, el
tipo de suspiro femenino que nunca se habría creído capaz de exhalar. Se
removió para colocarse en una postura más cómoda y se dejó llevar por su
fantasía. Con los ojos cerrados, se imaginó cómo sería la sensación de besarlo.
--
Peter vio una falda amarilla
agitada por la brisa y tiró de las riendas de Myst para frenarlo. Maldita sea,
¿es que nunca lo dejarían estar a solas? Habría dado media vuelta, pero había
estado galopando sobre Myst durante una hora y el caballo necesitaba descansar
y beber agua. Resignado a entablar una conversación superficial y breve con una
de las invitadas de su madre, se acercó al lago. Rodeó el grueso roble y se
paró en seco.
Era ella. La mujer que había
perturbado su sueño e invadido su mente desde que despertó. La mujer sobre la
que necesitaba informarse. Estaba sentada bajo el umbroso árbol con los ojos
cerrados y una media sonrisa en los labios.
Desmontó y se acercó
silenciosamente, sin apartar la vista de ella. Unas ondas de color castaño,
despeinados por el viento, le enmarcaban el rostro. La observó sin prisas, admirando
su piel de porcelana, sus largas pestañas y sus labios extraordinarios y
tentadores. Su mirada descendió atraída por su esbelto cuello y la nívea piel
que asomaba de su recatado corpiño.
Otra onda, movida por el
viento, se soltó de su moño desarreglado y le rozó la boca. Sus labios se
contrajeron varias veces y sus ojos se entreabrieron mientras se apartaba el
molesto mechón de la cara. Peter supo exactamente en qué momento ella vio las
botas de montar negras que tenía delante. Se puso tensa y parpadeó. Luego alzó
la vista y reprimió un grito de sorpresa.
-Lali: ¡Excelencia!
Se levantó de un salto y
ejecutó una reverencia que muchos habrían considerado poco elegante, pero que a
Peter le pareció encantadora.
-Peter: Buenos días, señorita
Espósito. Por lo visto tenía usted razón cuando predijo que no me costaría
demasiado encontrarla. Me tropiezo con usted por todas partes.
Las mejillas de Lali
enrojecieron. Cuán desconcertante resultaba fantasear con que un hombre la
besaba y abrir los ojos para descubrir que ese mismo hombre estaba ahí delante,
mirándola. Un hombre de lo más atractivo, por cierto.
La luz matinal que se filtraba
por entre las hojas hacía brillar su cabello castaño. Un solitario mechón,
agitado por el viento, le caía sobre la frente, confiriéndole un atractivo casi
juvenil que contrastaba de manera chocante con la imponente intensidad de sus
ojos grises. Su figura alta y robusta, de porte aristocrático, destilaba fuerza
masculina.
Una camisa blanca y lisa le
cubría el ancho torso. Ella supuso que las calles de Londres debían de estar
repletas de damiselas con el corazón roto por su causa. Desde luego, él sería
un modelo maravilloso para un dibujo.
-Peter: ¿Y bien? ¿He pasado la
inspección? —preguntó divertido.
-Lali: ¿La inspección?
-Peter: Sí —Esbozó una
sonrisa— Es una palabra inglesa que significa «examinar a fondo».
Aunque saltaba a la vista que
estaba tomándole el pelo, Lali se sintió abochornada. Cielo santo, había estado
contemplándolo como una muerta de hambre ante un banquete. Pero al menos él ya
no parecía disgustado con ella.
-Lali: Perdone, excelencia. Es
sólo que me ha sorprendido verlo aquí —Achicó los ojos al fijarse en una marca
de su mejilla— ¿Se hizo daño?
Él se tocó la marca con
cuidado.
-Peter: Un arañazo de una rama.
No es más que un rasguño.
Un suave relincho llamó la
atención de Lali, que se volvió para observar el magnífico corcel negro que
abrevaba en el lago.
-Lali: ¿Está disfrutando su
paseo a caballo? —preguntó
-Peter: Sí, mucho —Él se dio
la vuelta— ¿Dónde está su montura?
-Lali: He venido a pie. Es una
mañana estupen...
Una imagen le vino a la mente
e interrumpió sus palabras.
Era la imagen de un caballo
encabritado, un caballo negro muy parecido al que bebía junto al lago.
-Peter: ¿Se encuentra bien,
señorita Espósito?
La imagen se desvaneció y ella
desechó aquella vaga impresión.
-Lali: Sí, estoy bien. De
hecho, estoy...
-Peter: Como un roble.
-Lali: Bueno, sí, lo estoy —contestó
ella con una sonrisa— pero lo que iba a decir es que estoy hambrienta. ¿Le gustaría
compartir conmigo mi almuerzo? He traído más que suficiente.
Se arrodilló y empezó a sacar
comida de su bolsa.
-Peter: ¿Se ha traído el
desayuno?
-Lali: Bueno, no exactamente.
Sólo unas zanahorias crudas, manzanas, pan y queso.
Peter la observaba, intrigado.
Nunca lo habían invitado a un picnic tan informal. Era una oportunidad ideal
para pasar algo de tiempo con ella. ¿Qué mejor manera de sonsacarle sus
secretos y averiguar lo que sabía de Pablo y de la carta de chantaje? Se
acomodó en el suelo a su lado, y aceptó una rebanada de pan y un trozo de
queso.
-Peter: ¿Quién le a preparado
la bolsa?
-Lali: Yo misma. Ayer por la
mañana, antes de salir de Londres, ayudé a la cocinera de tía Julia, que había
tenido un percance. En señal de gratitud, me invitó a servirme lo que quisiera.
Le sacó brillo a una manzana
frotándola contra su falda. Peter hincó el diente en el queso, y le sorprendió
que algo tan sencillo supiese tan bien. Nada de salsas elaboradas, ni del
entrechocar de los cubiertos de plata, ni de sirvientes revoloteando alrededor.
-Peter: ¿Cómo fue que ayudó
usted a la cocinera?
-Lali: Se había hecho una
herida en el dedo que necesitaba varios puntos. Yo estaba en la cocina buscando
algo de sidra cuando ocurrió el accidente. Naturalmente, le ofrecí mi ayuda.
-Peter: ¿Mandó llamar a un
médico?
Ella arqueó las cejas, con un
brillo de diversión en los ojos.
-Lali: Le curé la herida y se
la suturé yo misma.
Peter por poco se atraganta
con el queso.
-Peter: ¿Usted le suturó la
herida?
-Lali: Sí. No había por qué
molestar a un médico cuando yo era perfectamente capaz de ocuparme de ella.
Creo haber mencionado anoche que mi padre era médico. A menudo me pedía que lo
ayudara.
-Peter: ¿Y usted llegó a
realizar tareas... propias de un médico?
-Lali: Pues sí. Papá era muy
buen profesor. Le aseguro que la cocinera estuvo bien atendida.
Le dedicó una sonrisa y acto
seguido dio un mordisco a la manzana.
La mirada de Peter se posó en
los labios carnosos de ella, brillantes de jugo de manzana. Su boca tenía un
aspecto húmedo y dulce. E increíblemente tentador. Él no creía en realidad que
ella pudiera leerle el pensamiento, pero, en vista de su extraña perspicacia,
decidió apartar su atención de aquellos labios.
-Lali: Qué mañana tan hermosa.
Me encantaría ser capaz de reproducir esos colores, pero no tengo talento para
las acuarelas. Sólo se me da bien el carboncillo, y me temo que viene en un
único color.
Peter señalo con un movimiento
de la cabeza el cuaderno de dibujo que estaba junto a ella.
-Peter: ¿Me permite?
-Lali: Por supuesto —respondió
ella, alargándole el cuaderno.
Peter examinó cada uno de los
esbozos y comprobó enseguida que ella tenía mucho talento. Sus trazos vigorosos
componían imágenes tan vívidas, tan llamativas, que parecían salirse del papel.
-Lali: ¿Reconoció a Diantre?
—preguntó ella, mirando por encima de su hombro.
El suave aroma a lilas lo
envolvió de repente.
-Peter: Sí, es un retrato muy
fiel de la bestezuela.
Levantó la vista del dibujo, y
los curiosos destellos dorados en los ojos de Lali captaron su atención. Eran unos
ojos enormes, de color café con toques dorados, como el brandy. Sus miradas se
encontraron, y él quedó cautivo durante un rato largo. Una chispa le recorrió
el cuerpo, acelerándole el pulso. Aunque estaba sentado en el suelo, de pronto
se sintió como si hubiese corrido un kilómetro. Esta mujer producía un efecto
de lo más extraño en sus sentidos. Y en su respiración.
Se aclaró la garganta.
-Peter: ¿Ha tenido la
oportunidad de conocer a la familia de Diantre?
-Lali: Sólo a su madre,
George.
-Peter: Entonces debe pasarse
por los establos para conocer a Recórcholis, Caramba, Por Júpiter y a todos los
demás.
Ella prorrumpió en carcajadas.
-Lali: Se está inventando esos
nombres, excelencia.
-Peter: No, son auténticos.
Mortlin iba bautizando a las bestias conforme nacían... y nacían... y nacían.
Fue una camada de diez gatitos en total, y Mortlin les ponía nombres cada vez
más... eh, floridos a medida que su madre los paría. La decencia me impide
mencionar algunos de ellos —Haciendo un gran esfuerzo, logró bajar de nuevo la
vista hacia el cuaderno de dibujo— ¿De quién es este perro?
La alegría desapareció del
rostro de Lali.
-Lali: Es mi perro, Parche.
La profunda melancolía con que
ella miraba el bosquejo lo impulsó a preguntar:
-Peter: ¿Y dónde está Parche?
-Lali: Es demasiado viejo para
hacer la travesía hasta Inglaterra, así que lo dejé en manos de personas que lo
quieren —Alargó el brazo y pasó cariñosamente el dedo sobre el dibujo— Yo tenía
cinco años cuando mis padres me lo regalaron. Parche era muy pequeñito, pero al
cabo de pocos meses había crecido y ya era más grande que yo —Apartó la mano
lentamente y agregó— Lo echo mucho de menos. Aunque es totalmente
irremplazable, espero tener otro perro algún día.
-Peter: Dibuja usted muy bien,
señorita Espósito —le aseguró devolviéndole el cuaderno.
-Lali: Gracias —Ladeó la
cabeza— Usted sería un buen modelo.
-Peter: ¿Yo?
-Lali: Sin duda alguna. Su
rostro es...
Hizo una pausa para estudiarlo
durante un largo rato, inclinando la cabeza a un lado y al otro.
-Peter: Horrendo, ¿verdad?
-Lali: No! Claro que no.
—replicó ella— Tiene un rostro de lo más interesante. Lleno de carácter. ¿Le
importaría que lo dibujara?
-Peter: En absoluto.
¿«Interesante»? ¿«Lleno de
carácter»? No sabía muy bien si eso era bueno o malo, pero de una cosa estaba
seguro: ésos no eran los piropos que le lanzaban habitualmente las mujeres de
buen tono. Parecía que, al menos en lo tocante a los hombres, la señorita
Espósito actuaba sin malicia ni intenciones ocultas. «Es difícil de creer
—pensó— Y sumamente improbable. Pero pronto descubriré a qué está jugando.»
-Lali: ¿Le parece bien posar
sentado debajo del árbol? —preguntó ella, escudriñando la zona circundante—
Apoye la espalda en el tronco y póngase cómodo.
Juntó sus enseres, y Peter,
sintiéndose un poco tonto, hizo lo que le pedía.
-Peter: ¿Así está bien?
—preguntó cuando encontró un sitio cómodo.
-Lali: Parece un poco tenso,
excelencia —observó ella, arrodillándose enfrente de él— Procure relajarse.
Esto no le dolerá, se lo prometo.
Peter cambió de posición e
inspiró a fondo.
-Lali: Eso está mucho mejor
—Ella recorrió su rostro con la mirada— Y ahora quiero que recuerde algo.
-Peter: ¿Que recuerde algo?
-Lali: Sí. —Un brillo travieso
asomó por sus ojos— Recordar es una palabra americana que significa «evocar
sucesos del pasado».
Lo asaltó la súbita sospecha
de que ella quizás intentara extraerle información. Esforzándose por mantener
el semblante inexpresivo, preguntó:
-Peter: ¿Qué es lo que quiere
saber?
-Lali: Oh, nada, excelencia.
Me basta con que piense en uno de vuestros recuerdos más gratos mientras lo dibujo.
Me ayudará a captar su expresión correctamente.
-Peter: Ah, entiendo.
Pero no entendía en absoluto.
¿Un recuerdo grato? ¿De qué? Había posado para varios retratos, todos los
cuales estaban ahora expuestos en la galería de Bradford Hall, y no había
tenido que hacer nada excepto permanecer sentado e inmóvil durante horas
interminables. Rebuscó en su mente, pero se quedó totalmente en blanco.
-Lali: Sin duda guarda algún
recuerdo grato en algún rincón de su cerebro, excelencia.
Muy improbable. Pero Peter no
estaba dispuesto a dejar que ella lo supiera. Decidido a desenterrar algún
pensamiento alegre, se concentró mientras la joven no le quitaba ojo.
-Lali: Deje vagar su mente...
y relájese —le indicó ella en voz baja.
Peter dirigió su mirada más
allá de ella y la posó en Myst, que pacía no muy lejos de allí. Una imagen de
Pablo le vino a la memoria de repente... Pablo, a los trece años, corriendo hacia
las cuadras en pos de Peter, mientras Agustín seguía de cerca a sus hermanos
mayores...
-Lali: Observo una sonrisa de
lo más intrigante —dijo ella— ¿Compartiría sus pensamientos conmigo?
Consideró la posibilidad de
negarse, pero decidió que no perdería nada contándoselo.
-Peter: Estoy pensando en una
gran aventura que viví con mis hermanos —Una sensación cálida se apoderó de él
conforme evocaba aquel día con todo detalle— Tuvimos que huir y refugiarnos en
las cuadras después de confabularnos para conseguir que la avinagrada
institutriz de Euge renunciase a su puesto. Habíamos colocado un barril de
harina y un cubo de agua sobre la puerta de su dormitorio. Cuando la abrió, sus
chillidos de indignación hicieron temblar las vigas del techo. Nos escondimos
en el pajar, carcajeándonos hasta quedarnos sin respiración.
-Lali: ¿Qué edad tenía?
-Peter: Yo, catorce. Pablo,
trece, y Agustín, diez.
El recuerdo se desvaneció
lentamente, como una voluta de humo a merced de una leve brisa.
-Lali: ¿Qué otras travesuras
hicieron?
Otra imagen acudió de
inmediato a su mente y su garganta dejó escapar una risita.
-Peter: Un día, ese mismo
verano, los tres caminábamos junto al lago cuando Agustín, que ha sido un
diablo desde el día en que nació, desafió a Pablo a que se quitara la ropa y se
diese un chapuzón, actividad que nuestro padre nos había prohibido
terminantemente. Para no ser menos, yo a mi vez lo desafié a que hiciese lo
mismo. Poco después estábamos los tres desnudos como vinimos al mundo,
chapoteando y zambulléndonos, divirtiéndonos como nunca. Pero de pronto nos
percatamos de que no estábamos solos.
-Lali: ¡Huy! ¿Acaso los
sorprendió su padre?
-Peter: No, eso habría sido
mejor. Fue nuestro amigo Nicolás, hoy conde de Eddington. Estaba de pie en la
orilla, con toda nuestra ropa entre las manos y una expresión inconfundible en
los ojos. Arrancamos a correr detrás de él, pero Nico era demasiado rápido para
nosotros. Nos vimos obligados a colarnos en la casa, en cueros, por la puerta
de la cocina —Sacudió la cabeza y se echó a reír— Logramos eludir a nuestro
padre, pero dimos mucho que hablar al personal de la cocina durante varios
meses.
Su risa se apagó mientras una
rápida sucesión de recuerdos desfilaba por su mente: Pablo y él nadando juntos,
pescando juntos; el día en que le explicó a Pablo las complejidades de cómo se
hacen los niños para luego estallar en carcajadas al ver su expresión
horrorizada. Luego, ya mayores, las ocasiones en que comían juntos en el club,
jugaban al faraón o echaban una carrera a caballo. Habían compartido tantos
momentos... momentos que se habían marchado para siempre. «Dios, cómo te hecho
de menos, Pablo.»
-Lali: He terminado.
La dulce voz arrancó a Peter
de su ensueño.
-Peter: ¿Cómo dice?
-Lali: He dicho que he
terminado con el dibujo —Le alargó el cuaderno— ¿Le gustaría verlo?
Peter tomó el bosquejo y lo
estudió con detenimiento. El retrato lo mostraba muy diferente de cómo él
estaba acostumbrado a verse. El hombre del dibujo parecía del todo relajado,
con la espalda reclinada en el tronco del árbol, una pierna doblada y los dedos
enlazados con naturalidad sobre la rodilla levantada. Sus ojos despedían un
brillo juguetón y una leve sonrisa se insinuaba en las comisuras de sus labios,
como si estuviese pensando en algo divertido y alegre.
-Lali: ¿Le gusta? —preguntó
ella, inclinándose sobre su hombro para examinar su obra.
Su tenue fragancia a lilas
invadió de nuevo los sentidos de Peter. El cabello brillante y desmelenado de
Lali enmarcaba su hermoso rostro. Un largo rizo castaño rozó el brazo de Peter
y él se quedó mirándolo, un borrón oscuro sobre su manga blanca, luchando
contra el impulso de alargar la mano para tocarlo.
-Peter: Sí —respondió con un
carraspeo— Me gusta mucho. Plasmó perfectamente mi estado de ánimo.
-Lali: Mencionó a un hermano
menor llamado Agustín.
-Peter: Sí. Ahora está de
viaje por el continente.
Ella lo escrutó con la mirada.
-Lali: Y a Pablo... lo quiere
mucho.
-Peter: Sí —contestó él con un
nudo en la garganta.
No hizo ningún comentario
sobre el hecho de que ella empleara el presente del verbo «querer». Dios, sí,
había querido mucho a Pablo. Incluso al final, cuando había asegurado que él
no... cuando había sido testigo, con sus propios ojos y sus propios oídos, de
la impensable traición de su hermano.
-Peter: Sí, lo quería —Le
devolvió el cuaderno.
Lali posó la vista sobre su
mejilla.
-Lali: ¿Le duele mucho la
herida?
-Peter: Escuece un poco.
-Lali: En ese caso, insisto en
preparar un bálsamo —Extrajo una bolsa de su saco.
-Peter: ¿Qué es eso?
-Lali: Mi bolsa de medicinas.
-Peter: ¿Lleva usted consigo
su bolsa de medicinas incluso cuando va de paseo?
Ella asintió con la cabeza.
-Lali: A pie o a caballo. De
niña, siempre me despellejaba los codos y las rodillas —Sus ojos centellearon
con socarronería— Como ya conocéis mi afición a arrastrarme entre las matas,
estoy segura de que esto no le sorprenderá. Al final, papá preparó una bolsa
para que la llevase siempre que saliese de casa. Prácticamente he agotado las
reservas, de modo que la bolsa no pesa mucho.
-Peter: ¿Cómo lo hacía para
despellejarse las rodillas? ¿No la protegían sus faldas?
Las mejillas de Lali se
sonrojaron.
-Lali: Me temo que solía...,
bueno, levantarme un poco las faldas —Ante la evidente estupefacción de Peter,
se apresuró a añadir— Pero sólo para trepar a los árboles.
-Peter: ¿Trepar a los árboles?
Se la imaginó con la falda
levantada y sus hermosas piernas al aire, riendo, y notó que le subía la
temperatura corporal.
-Lali: No tema, excelencia —le
dijo ella con una sonrisa burlona— Dejé de trepar hace ya varias semanas. Pero
aún llevo conmigo la bolsa de medicinas. Nunca se sabe cuándo puede una toparse
con un apuesto caballero que necesite cuidados médicos. Más vale estar siempre
preparada.
-Peter: Supongo que tiene
razón —murmuró, complacido en cierto modo de que lo considerase apuesto, pero
sorprendido de que sus palabras no le sonasen insinuantes, sino sencillamente
amistosas.
La observó con interés
mientras ella extraía varios saquitos y pequeños cuencos de madera de la bolsa.
Luego la joven se disculpó y se dirigió hacia el lago, para volver con una
vasija llena de agua. Después de disponer estos objetos en torno a sí, se puso
manos a la obra, con una inequívoca expresión de concentración en el rostro.
-Peter: ¿Qué está mezclando?
—preguntó, fascinado por su insólita actividad.
-Lali: Nada más que hierbas
secas, raíces y agua.
Aunque él no entendía cómo
unas cuantas hierbas con agua podrían aliviar el dolor de su mejilla, guardó
silencio y se limitó mirarla, consciente de que cuanto más la observara más
averiguaría sobre ella.
Cuando ella terminó, se
arrodilló frente a él y mojó los dedos el cuenco de bálsamo.
-Lali: Quizás esto le duela un
poco al principio, pero sólo será un momento.
Peter ojeó el mejunje cremoso
con desconfianza.
-Peter: ¿Está segura de que
eso me hará algún bien?
-Lali: Ya lo vera. ¿Puedo
proceder?
Al ver que él vacilaba, ella
arqueó las cejas con un brillo travieso en los ojos.
-Lali: ¿No tendrá miedo de un
poco de bálsamo, o sí?
-Peter: Por supuesto que no
—refunfuñó, irritado por el hecho de que ella aventurase cosa semejante,
incluso en broma— Aplique el bálsamo, sin más demora.
Ella se inclinó hacia delante
y frotó suavemente la mejilla herida con la crema. Escocía como el demonio, y
él tuvo que contenerse para no recular y quitarse aquel ridículo remedio de la
cara. En un intento de distraerse del picor de su piel, centró su atención en
Lali. Ella frunció el entrecejo con preocupación mientras le ponía un poco más
de bálsamo. Haces de luz matinal se colaban por entre los árboles, arrancando
destellos dorados a su cabello. Por primera vez él reparó en las pecas que
salpicaban la nariz de Lali.
-Lali: Sólo un poquito más,
excelencia, y habré terminado.
Él notó su cálido aliento en
la cara. Bajó la mirada hacia su boca, y la garganta se le oprimió todavía más.
Maldita sea, ella poseía la boca más increíble que hubiese visto. De pronto se
percató no sólo de que la mejilla ya no le dolía, sino también de que el suave
contacto de la mano de la joven le provocaba oleadas de placer que lo recorrían
de la cabeza a los pies.
Su cuerpo entero palpitaba,
lleno de vida. El deseo de besarla, de sentir aquellos labios extraordinarios
contra los suyos, de tocarle la lengua con la suya, se apoderó de él de manera
incontenible. Si se inclinaba hacia adelante sólo un poquito... Ella se echó
para atrás de repente.
-Lali: ¿Escuece todavía?
Peter parpadeó varias veces.
Se había quedado aturdido. Pero sin beso.
-Peter: Hum, no. ¿Por qué lo
pregunta?
-Lali: Lo oí gemir. O quizá
fuera más bien un gruñido.
Lo invadió una gran irritación,
hacia ella y hacia sí mismo. Allí estaba él, fantaseando con besarla, con una
incomodidad creciente en los pantalones, gimiendo —¿o gruñendo?— y ella salía
con esa pregunta sobre si se encontraba bien. Prácticamente lo estaba matando.
Estaba perdiendo el juicio.
Necesitaba concentrarse en los asuntos que se traía entre manos, pero eso
resultaba de lo más difícil teniendo aquella tentación tan cerca. «Concéntrate
en Pablo —se dijo— En la nota de chantaje. En lo que ella pueda saber sobre
eso.»
-Peter: Gracias, señorita
Espósito. Me siento mucho mejor. ¿Ha terminado?
Ella frunció el ceño y luego
asintió con la cabeza, limpiándose los dedos con un trapo. Peter se preguntó en
qué estaría pensando. El silencio y la expresión preocupada de Lali despertaron
su curiosidad.
-Peter: ¿Ocurre algo malo,
señorita Espósito?
-Lali: No estoy segura. ¿Me
permite... tocar su mano?
Esta petición hizo que una
sensación de calor le recorriese la columna vertebral. Sin una palabra, levantó
la mano. Ella la apretó ligeramente entre las suyas y cerró los párpados.
Después de lo que pareció una eternidad, sus ojos se abrieron lentamente. Peter
leyó en ellos un temor y una inquietud ostensibles.
-Peter: ¿Hay algún problema?
-Lali: Eso me temo,
excelencia.
-Peter: ¿Ha vuelto a ver a
Pablo?
-Lali: No. Lo vi... a usted.
-Peter: ¿A mí?
Ella asintió con la cabeza,
consternada.
-Lali: Lo vi. Lo he percibido.
-Peter: ¿Qué ha percibido?
-Lali: El peligro, excelencia.
Me temo que corre un grave peligro.
Continuará...
----------------------------
Les dejo cap largoooooo. ^-^
-susu_angell: Tal vez haga un maratón el sábado! :) Y al final me fue bien con mis primitos jaja logré dominar a las fierecillas, solo necesité una soga y un poco de somnífero pero todo salió bien! jaja gracias por preguntar! :D
-Mary ☮: Y dejá que tu mente divague, me encantan tus hipótesis! jaja genia!
- abril: Y Peter está confundido! primero se entera de que su hermano murió, luego de que es un traidor, después de que está vivo (según una persona que asegura tener "visiones") por eso decide investigarla a Lali!... según avancen los capítulos ya se irán descubriendo los misterios :)
-Hasly_TeenAngels: Hassss!! que lindo que volvisteee!!! ya era hora! te extrañé un montón! :)
Cualquier pregunta o consulta les dejo mi correo:
Besos a todasss
Danii
mas noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarQue peligro??
ResponderEliminarMas Novee!!
@sarapinyana
me encantò el capitulo,mas noveeeeeee
ResponderEliminarBesos
@porLali_ITALIA
me encanta esta nove, quiero leer más
ResponderEliminarsube otro capitulo por fa
Espero que no le pase nadaaaaa!
ResponderEliminarMe encantan todas tus novelas, te lo digo siempre
pero es verdad, jajaja.
Y me gusta que los capitulos sean tan largos.
Un besoooo
ahora mi mente no esta para divagar.. despues de 4 horas de clase me duele la cabeza.
ResponderEliminarque le va a pasar a PEter? seguro que tiene relació con la carta anónima que recibió... ahí va una hipotesis
besos
MUY buena la nove =)
ResponderEliminarme encanto el cap =)
espero el proximo!
para mi Pablo si esta vivo y eso malo que se dice de él es mentira lo deben estar obligando y lo tienen encerrado o algo asi =/
un beso
Juli♥
quiero saber que le va a pasar a peter!!! jeje!! me encantan los capis asi!!! quiero leer masss!! besotessss
ResponderEliminarfaty****
me mata xq lali le dice excelencia jaja
ResponderEliminarbeso
me encanta la nove
ResponderEliminarPara mi tiene que ver algo con la carta que recibió Peter!
ResponderEliminarYa quiero el siguiente capitulo!
ResponderEliminarse está poniendo interesante.
besos
pq pablo esta vivo y no le dijo a su família??
ResponderEliminarcual fue la traicion de pablo??
Ai que interesante amei besos espero con euforia la maratón y que bien que fue con sus primitos besos...
ResponderEliminarjaja me encnata uq peter la quiere besar todo el tiempo
ResponderEliminarCada vez mejor!!! más nove!
ResponderEliminar@vale_cadenas
mass noveeeeeeeeeee
ResponderEliminar