Peter pasó casi toda la tarde recluido en su estudio,
repasando las cuentas de sus propiedades de Cornualles. Por desgracia, su mente
no estaba por la labor y confundía una y otra vez las hileras de números,
negándose a sumarlos correctamente. Las preguntas se agolpaban en su cerebro.
¿Era posible que el chantajista guardase alguna relación con el francés llamado
Benjamín? Quizás el chantajista era el propio Benjamín. Peter casi estaba
convencido de ello y, si no se equivocaba, era probable que el tipo estuviese en
Inglaterra, en cuyo caso Peter esperaba que su alguacil de Bow Street diese con
él. «Ponte en contacto conmigo de nuevo, desgraciado. Tengo ganas de
encontrarme contigo. Planeas escribirme de nuevo a Londres después del primero
de julio... pero quizá yo te encuentre a ti antes.» Quería zanjar este asunto y
acabar con la amenaza que pesaba sobre su familia. Y tenía que descubrir cómo
encajaba la señorita Espósito en esa ecuación.
Necesitaba tomarse un respiro, de modo que se desperezó y
se acercó a las ventanas. Al pasear la vista por los jardines, divisó a Eugenia
y a la señorita Espósito, que jugaban con Diantre y otros tres gatitos que, si
no se equivocaba, eran Recórcholis, Paparruchas y Cáspita, aunque a veces
costaba distinguir a los animalillos entre sí. Era muy posible que se tratase
de Mecachis en la mar, Jolines y Que me aspen. Sacudió la cabeza pensando que
si la señorita Espósito y Euge iban a entretenerse con los gatos, tendría que
pedirle a Mortlin que les pusiese nombres un poco más apropiados.
Abrió ligeramente la ventana, y el sonido de risas
femeninas llegó hasta sus oídos. Se enterneció al escuchar las dulces
carcajadas de Euge. Era un sonido que había echado de menos durante muchos
meses después de la muerte de Pablo. Su mirada se posó en la señorita Espósito,
y el corazón le dio un vuelco. Una sonrisa aniñada le adornaba el rostro, y la
brillante luz del sol arrancaba destellos a su cabello. Parecía joven,
despreocupada, inocente e increíblemente hermosa.
Además, hacía reír a su hermana.
Una cálida sensación de gratitud se apoderó de él,
pillándolo por sorpresa. Tenía que recordar que la señorita Espósito no era,
evidentemente, sólo lo que parecía. Sí, divertía a Eugenia, pero ¿qué más le
estaría diciendo? Esperaba que no estuviese propagando el rumor de que Pablo
seguía con vida ni soltando tonterías sobre sus visiones. Por otro lado, si
Euge se granjeaba su amistad, quizá podría proporcionarle a él información
clave sobre la personalidad de Lali. Sí, definitivamente tenía que hablar con
Euge. Cuanto antes.
La primera oportunidad de mantener una conversación
privada con Euge se presentó en el salón, esa tarde antes de la cena. La apartó
a un rincón y comentó con fingida indiferencia.
-Peter: Parece que has hecho una nueva amiga.
Eugenia aceptó la copa de jerez que le ofrecía un criado.
-Euge: ¿Te refieres a Lali? —Como Peter asintió con la
cabeza, ella añadió— Hemos pasado la mayor parte del día juntas. Me cae muy
bien. Es muy diferente de todas las personas que conozco.
-Peter: ¿Ah sí? ¿Qué tiene de extraordinario?
-Euge: Todo —contestó sin dudarlo— Sus conocimientos de
medicina, su cariño por los animales. Tiene sentido del humor, pero nunca hace
bromas a costa de otros. No la he oído hablar mal de nadie en todo el día.
-Peter: Eso no es extraordinario —murmuró aliviado por el
hecho de que Lali no hubiese dicho nada que inquietase a Euge— Eso es un
milagro.
Sobre todo considerando el modo en que la había tratado
la gente de buen tono.
-Euge: Tienes toda la razón. Se conduce con una
interesante mezcla de tímida torpeza y de inteligencia descarada, pero percibo
algo de tristeza en ella. Echa de menos su hogar.
-Peter: ¿La conocías ya antes de ayer noche?
-Euge: Nos habían presentado, pero no había tenido la
oportunidad de cruzar más de dos palabras con ella.
-Peter: ¿Habías oído algún chisme sobre ella?
-Euge: Sólo que deja mucho que desear como bailarina y
que muchos la consideran una especie de marisabidilla. He notado que la mayoría
de los caballeros no le hace el menor caso, pero creo que he resuelto ese
problema.
Peter se puso rígido.
-Peter: ¿A qué te refieres?
Euge agitó la mano en un gesto de despreocupación.
-Euge: Simplemente le he dado algunos consejos sobre cómo
arreglarse y le he enviado a mi doncella para que la peine. Sus verdes ojos brillaron
con súbito interés— ¿Por qué preguntas por Lali?
-Peter: Por curiosidad. Te he observado con ella hoy,
jugando con los gatitos —Le sonrió— Me ha gustado oírte reír.
-Euge: No logro recordar la última vez que lo pasé tan
bien. Creo que Lali y yo seremos grandes amigas. ¿Has tenido la ocasión de
hablar con ella?
Peter trató de dar a su rostro la mayor inexpresividad
posible.
-Peter: Sí.
-Euge: ¿Y qué opinas de ella?
-Peter: Opino que es... —Su voz se apagó cuando la vio entrar
en el salón. Estaba exquisita.
Ese ser deslumbrante no podía ser la misma mujer a la que
los caballeros de buen tono no hacían el menor caso. ¿Cómo no iba a desearla
todo aquel que la contemplase? Ataviada con un sencillo vestido de seda de
color marfil, semejaba una larga columna de alabastro desprovista de adornos y
hacía que el atuendo de todas las demás mujeres de la estancia pareciera
recargado y chillón.
Llevaba la cabellera castaña recogida en un elegante
moño. Un único y poblado bucle le caía sobre el hombro y le llegaba a la
cintura, un tentador mechón de color brillante contra un fondo claro. Peter no
se imaginaba que tuviese el pelo tan largo, y se preguntó cómo se vería con la
cabellera suelta cayéndole por la espalda. Exquisita.
Ella se detuvo en la puerta, recorriendo ansiosamente a
los invitados con la mirada hasta que localizó a Euge. Una sonrisa iluminó sus
ojos marrón dorado, pero su alegría se empañó ligeramente cuando avistó a Peter,
de pie junto a su hermana.
-Euge: ¿No está deslumbrante? —exclamó— Sabía que con el
vestido y el peinado adecuados estaría arrebatadora. ¡La he convertido en un
cisne! —Se volvió hacia él y susurró— No arrugues el ceño, Peter. Le he dicho a
Lali que se reuniese conmigo junto a la chimenea, y la vas a asustar.
-Peter: No estoy arrugando el ceño.
Euge le dirigió una mirada maliciosa.
-Euge: Tienes una expresión sombría. ¿Quieres que vaya a
buscar un espejo?
Peter se esforzó por relajar sus músculos faciales.
-Peter: No.
-Euge: Eso está mejor. No has terminado de decirme qué
impresión te causó Lali.
Peter observó a la joven mientras ésta se abría paso por
el salón y se detenía a charlar con su tía. Apretó los puños cuando se percató
de que todos los hombres de la habitación la contemplaban también. Ella volvió
la vista en dirección a él y sus miradas se encontraron durante unos momentos
hasta que ella alzó levemente la barbilla y apartó los ojos. Peter sintió que
le hervía la sangre a causa de ese evidente desaire. Sin apartar la mirada de
ella, dijo:
-Peter: La señorita Espósito me pareció una persona poco
corriente, sin duda debido a que se crió en las colonias.
-Euge: ¿Poco corriente? —repitió en voz baja— Sí, supongo
que eso lo explica todo.
-Peter: ¿Qué es lo que explica?
-Euge: Por qué no has sido capaz de quitarle ojo desde
que ha entrado por esa puerta.
Peter volvió la cabeza bruscamente y vio la expresión
irónica de Euge. Le clavó la mirada más gélida que pudo.
-Peter: ¿Cómo dices?
-Euge: Pedro, cariño —le dijo ella, acariciándole
afectuosamente la mejilla— sabes que esa cara no me asusta. Y ahora, si me
disculpas, creo que me reuniré con Lali y lady Penbroke.
Y se alejó con aire despreocupado.
Peter apuró su copa de champán de un trago. Volvió a
fijar la vista en la señorita Espósito, que saludó a Euge con una sonrisa
acogedora, y él se preguntó qué sentiría si ella lo recibiese a él con
semejante calidez. Sólo con pensarlo lo recorrió un estremecimiento que aumentó
su irritación. Las palabras de Euge resonaron en su mente: «No has sido capaz
de quitarle ojo desde que ha entrado por esa puerta». ¿Incapaz de quitarle ojo?
¡Tonterías! Por supuesto que era capaz. Y lo haría. En cuanto ella se volviese
hacia otro lado y él ya no pudiese ver esa sonrisa. O esa boca. O ese
fascinante rizo que le caía por el vestido.
Mientras eso no ocurriese, necesitaba mirarla,
observarla, averiguar todo cuanto pudiese sobre ella.
Sólo para el propósito de su investigación, naturalmente.
A la hora de la cena, Lali se sentó entre su tía y lord
Digby. Para su sorpresa, éste conversó con ella largo y tendido acerca de las
técnicas agrícolas americanas. Ella no sabía prácticamente nada sobre el tema,
pero lo escuchó educadamente, asintiendo con la cabeza para animarlo mientras
saboreaba el banquete de diez platos y esquivaba las plumas de pavo real que
adornaban el tocado de su tía.
Mientras lord Digby le comentaba en tono lírico los
procedimientos del esquile o de ovejas, la joven dirigió su atención hacia la
cabecera de la mesa, donde estaba sentado el duque. Resplandeciente en su traje
negro, por poco la deja sin aliento, lo cual la irritó considerablemente. Se
negaba a encontrar atractivo a ese hombre tan testarudo. Peter conversaba con
soltura con los invitados situados a su vera, pero ella advirtió que rara vez
sonreía. Este detalle hizo que olvidara su irritación y se le encogiera el
corazón.
Bajo su aspecto distinguido, Peter albergaba un alma
atribulada, pero lo disimulaba bien. De no ser porque Lali le había tocado la
mano, ella sólo habría visto la faceta que él presentaba. No sabría nada de su
tristeza, su soledad y su sentimiento de culpa. Tampoco intuiría el peligro que
lo amenazaba. No se dio cuenta de que él la observaba hasta que sus miradas se
encontraron. Aquellos ojos plateados se clavaron en los suyos y se le puso la
carne de gallina ante la intensidad de su mirada, que la encendió por dentro.
Sabía que debía apartar la vista, pero no podía. ¡Tenía tantas ganas de
ayudarlo! Ojalá él quisiera escucharla...
Santo Dios, cómo deseaba que aquella visión que había
tenido hubiese sido más clara, para saber qué amenaza se cernía sobre él y
cuándo sobrevendría la desgracia. ¿Ocurriría esa misma noche? En ese caso, ¿qué
podía hacer ella para evitarlo? La mirada de Peter la penetró, enardeciéndola
como si la hubiese tocado. Ella se obligó a desviar su atención de esa mirada
perturbadora y a centrarla de nuevo en lord Digby, pero ya había tomado una
decisión. Haría cuanto estuviese en su mano para garantizar la seguridad del
duque.
--
Peter se acercó a las cuadras poco después de medianoche,
inquieto, agitado, sin otro deseo que el de cabalgar sobre Myst y desahogar la
irritante y vaga frustración que lo atormentaba. Esa sensación se había
originado en el momento en que la había visto en la puerta del salón, dolorosamente
bella, sonriendo a todos... a todos menos a él. Por mucho que le fastidiase
reconocerlo, no había sido capaz de despegar la vista de ella durante toda la
cena. Incluso cuando consiguió centrar su atención en otra cosa, había sido
consciente de ella en todo momento, sabía con quién estaba hablando y qué
comía. Y cuando sus miradas se encontraron de un extremo a otro de la mesa del
comedor, se sintió como si alguien le hubiese asestado un puñetazo en el
corazón.
La presencia de Lali lo había distraído durante buena
parte de la noche, y él había suspirado aliviado cuando ella se retiró, poco
después de las once. Pero su alivio duró poco, pues no conseguía borrar a esa
dichosa mujer —sus ojos, su sonrisa, su boca seductora— de su mente. Le daba
rabia tener que recordarse continuamente que ella sabía cosas que no debía —ni
podía— saber, que sólo podía justificar mediante las «visiones» que aseguraba
tener. Ella irradiaba una gentileza, una inocencia y, maldita sea, una honradez
que debilitaba sus sospechas cada vez que le venían a la cabeza.
¿Y no era posible que Lali simplemente confiara tanto en
su innegable intuición que hubiese llegado a considerarla clarividencia? ¿Y si
sus palabras y sus actos sólo estaban encaminados a ayudarlo, como ella
aseguraba?
Entró en el establo y se acercó a la casilla de Myst,
pero se detuvo en seco cuando percibió un sutil aroma, una fragancia que no
casaba en absoluto con el olor a cuero y a caballo. Un aroma a lilas. Antes de
que pudiese reaccionar, ella emergió de las sombras y quedó iluminada por la
luna.
-Lali: Buenas noches, excelencia.
Muy a su pesar, Peter sintió que un estremecimiento de
expectación le recorría la espalda. La joven llevaba todavía el vestido de seda
color crema que se había puesto para la cena, y ese rizo largo, tentador y
castaño atrajo de nuevo su mirada.
-Peter: Volvemos a vernos, señorita Espósito.
Ella dio un paso hacia Peter y éste se fijó en su
expresión. Parecía ostensiblemente irritada.
-Lali: ¿Por qué está aquí, excelencia?
-Peter: Yo podría preguntarle lo mismo, señorita Espósito.
-Lali: Estoy aquí por vos.
«Y yo estoy aquí por ti..., porque no logro dejar de
pensar en ti.» Cruzándose de brazos, la contempló con indiferencia estudiada.
Maldición, sólo deseaba saber qué podía esperar de esa mujer.
-Peter: ¿Y qué es lo que hay en mí que la trae al establo
a estas horas?
-Lali: Imaginaba que quizá se le ocurriría montar a
caballo —Alzó la barbilla en un gesto ligeramente altanero— He venido para
impedirlo.
-Peter: ¿Ah sí? —soltó con un resoplido de incredulidad—
¿Y cómo piensa hacer eso?
-Lali: No lo sé —respondió ella achicando los ojos— Supongo
que esperaba que fuese lo bastante inteligente para hacer caso de mi advertencia
de que corría peligro si salía a cabalgar de noche. Evidentemente, estaba
equivocada.
Demonios, ¿quién se creía que era esa mujer? Se acercó a
ella muy despacio y se detuvo a escasa distancia. Ella no retrocedió un ápice;
por el contrario, se mantuvo firme, observándolo con una ceja arqueada, un
gesto que lo encrespó aún más.
-Peter: Creo que nadie se ha atrevido a poner en tela de
juicio mi inteligencia, señorita Espósito.
-Lali: ¿Ah no? Pues quizá no me escuchó con atención,
porque eso es precisamente lo que acabo de hacer.
La ira lo acometió con la fuerza de una bofetada. Esa mujer
había agotado su paciencia. Sin embargo, antes de que pudiera soltarle la
réplica mordaz que se merecía, ella extendió el brazo y le apretó la mano entre
las suyas. Un cosquilleo le subió por el antebrazo, dejando en suspenso sus
palabras airadas.
-Lali: Todavía lo veo —musitó ella con los ojos muy abiertos,
clavados en los suyos— Le duele. —Le soltó la mano y le posó la palma en la
mejilla— Por favor. Por favor, no salgáis a cabalgar esta noche.
El tacto suave de su mano contra su rostro le encendió la
piel, inundándolo con el deseo de girar la cabeza y rozarle la palma con los
labios. En lugar de ello, le agarró la muñeca y apartó con brusquedad su mano.
-Peter: No tengo idea de a qué está jugando...
-Lali: ¡No estoy jugando! ¿Qué puedo hacer o decir para
convencerlo?
-Peter: ¿Por qué no empieza por contarme qué sabe de mi
hermano y cómo se enteró de ello? ¿Dónde lo conoció?
-Lali: No lo conozco.
-Peter: Y a pesar de eso sabe lo de su cicatriz —La
repasó con la mirada en un gesto inconfundiblemente insultante— ¿Era su amante?
Los ojos desorbitados de Lali demostraron una sorpresa y
una indignación demasiado reales como para ser fingidas. Él se sintió aliviado,
una reacción que no se molestó en explicarse.
-Lali: ¿Amantes? ¿Está loco? Tuve una visión de él. Yo...
-Peter: Sí, sí, eso ya me lo ha dicho. Y también sabe
leer el pensamiento. Dígame, señorita Espósito, ¿en qué estoy pensando ahora
mismo?
Ella titubeó, escrutándole el rostro con la vista.
-Lali: No siempre lo percibo con claridad. Además,
necesito... tocaros.
Él le tendió la mano.
-Peter: Pues tóqueme. Convénzame.
Ella contempló su mano por unos instantes y luego asintió
con la cabeza.
-Lali: Lo intentaré.
Cuando tuvo la mano firmemente sujeta entre las de ella,
Peter cerró los ojos y se concentró a propósito en una imagen provocativa. La
imaginó en su alcoba, su silueta recortada contra las doradas llamas que
danzaban en la chimenea. Él alargaba el brazo para desabrocharle el prendedor
incrustado de perlas que le sujetaba el pelo. Unos mechones sedosos se
derramaron sobre las manos de él y se deslizaron por los hombros de la joven,
cayendo, cayendo...
-Lali: Está pensando en mi cabello. Quiere tocarlo.
Peter se encendió por dentro y abrió los párpados de
golpe. Lo primero que vio fue su boca..., esa boca increíble, que parecía
invitarlo a que la besara. Si se inclinaba hacia delante sólo un poco, podría
probarla...
-Lali: Quiere besarme —dijo ella, soltándole la mano.
Sus palabras, pronunciadas en un susurro, le acariciaron
el oído y le aceleraron el pulso. Sí, maldita sea, quería besarla. Necesitaba
hacerlo. Tenía que hacerlo. Sin duda un solo beso saciaría su inexplicable sed
de probarla. Cediendo a un ansia que no era capaz de explicar o contener ya
más, se inclinó. Ella retrocedió.
Peter redujo la distancia que los separaba, pero ella dio
otro paso atrás, con una mirada de incertidumbre en sus expresivos ojos.
Demonios, la mujer nunca antes había retrocedido ante él, ante su ira, su
sarcasmo ni su suspicacia. Sin embargo, la mera idea de que la besara la
arredraba.
-Peter: ¿Hay algo fuera de lugar? —preguntó él en voz baja,
aproximándose un poco más.
-Lali: ¿Fuera de... lugar?
Reculó otro paso y estuvo a punto de pisarse el
dobladillo.
-Peter: Sí. Es una expresión que usamos los ingleses y
que significa que algo va mal. Parece... nerviosa.
-Lali: Por supuesto que no —repuso ella, retirándose hasta
topar con la pared de madera— Lo que ocurre es que... tengo calor.
-Peter: Sí, hace bastante calor aquí.
Con dos zancadas largas y pausadas, él se plantó justo
delante de ella. Apoyó las manos en la pared a cada lado de sus hombros,
arrinconándola. Ella alzó la cabeza ligeramente y le sostuvo la mirada en lo
que a él le pareció un valiente gesto de bravuconería, pero que quedaba
desvirtuado por lo agitado de su respiración.
-Lali: Si intenta asustarme, excelencia...
-Peter: Intento besarla, y me resultará mucho más fácil
ahora que ha dejado de desplazarse de aquí para allá.
-Lali: No quiero que me bese.
-Peter: Sí que quiere —Se acercó más aún, hasta
encontrarse a sólo unos centímetros de ella. El aroma a lilas le embargaba los
sentidos— ¿La han besado alguna vez?
-Lali: Por supuesto, miles de veces.
Peter enarcó una ceja.
-Peter: Me refiero a un hombre.
-Lali: Ah. Bueno, pues cientos de veces, entonces.
-Peter: A un hombre que no sea su padre.
-Lali: Ah. En ese caso..., una vez.
Una irritación inesperada se apoderó de él.
-Peter: ¿Ah sí? ¿Y disfrutó usted con ello?
-Lali: De hecho, no. Fue un beso más bien... seco.
-Peter: Ah. Entonces no la besaron como es debido.
-Lali: ¿Y usted quiere besarme como es debido?
-Peter: No —Se agachó y le susurró al oído— Pretendo
besarla de una forma bastante indebida.
La atrajo hacia sí y le cubrió los labios con los suyos.
Dios santo, eran exquisitos. Suaves, carnosos, cálidos y deliciosos.
Cuando recorrió con la lengua el borde de sus labios,
ella fue a soltar una exclamación de asombro y naturalmente los entreabrió, de
modo que él pudo introducir la lengua en la sensual calidez de su boca. Fresas.
Ella sabía a fresas. Dulce, deliciosa, seductora.
La estrechó con más fuerza, apretando el cuerpo de Lali
contra el suyo, y se maravilló de la sensación incomparable de besar a esa
mujer. Su sentido común le exigía que se detuviese, pero no podía. Maldición,
debería horrorizarse por estar besando a aquella mocosa ingenua en lugar de
mostrarse indiferente y aburrido ante su inocencia. En cambio, estaba
fascinado, lleno de deseo y encendido. Cuando ella le tocó tímidamente la
lengua con la suya, un gemido se alzó en la garganta de Peter, que ahondó en su
boca, probando, embistiendo, bebiéndose sus jadeos. Perdió toda noción de
tiempo y de lugar, incapaz de pensar en otra cosa que en la mujer que tenía
entre sus brazos, su tacto cálido y suave, su sabor dulce y adictivo, su tenue
fragancia floral.
El deseo le producía una excitación tan dolorosa que acabó
por arrancarlo de aquella bruma sensual. Tenía que parar. Ahora mismo. De lo
contrario, acabaría con ella en el suelo del establo. Haciendo un esfuerzo
titánico por dominarse, dejó de besarla. Ella abrió los ojos lentamente.
-Lali: Madre mía.
Madre mía, en efecto. Peter no sabía qué había esperado,
pero desde luego no había previsto que esa mujer liberase toda la lujuria
contenida que lo dominaba. El corazón le latía con fuerza contra las costillas,
y las manos le temblaban. En lugar de satisfacer su curiosidad, el beso no
había hecho más que avivar su apetito, un apetito que amenazaba con
consumirlo..., después de quemarlo vivo.
Los suaves senos de ella estaban apretados contra su
pecho, lo que le encendía la piel. Sentía un ardor doloroso, y sólo el control
que había ejercido sobre sí mismo durante toda su vida le infundió la fuerza
necesaria para bajar los brazos y apartarse de ella. Lali lanzó una larga y
estremecida espiración, y él advirtió con gravedad que estaba tan agitada como
él.
-Lali: Santo cielo —exclamó ella con voz temblorosa— No
tenía idea de que besar de forma indebida fuese tan...
-Peter: ¿Tan... qué?
-Lali: Tan... poco seco —Respiró un poco más y luego
carraspeó— ¿He conseguido convencerlo de que soy capaz de leer el pensamiento?
-Peter: No.
Las mejillas de Lali se pusieron coloradas y sus ojos
centellearon con rabia.
-Lali: ¿Está negando que deseaba besarme?
Peter bajó la vista por unos instantes hacia su boca.
-Peter: No. Pero cualquier hombre querría besarla.
Y, maldita sea, se sentía capaz de matar a cualquier
hombre que lo hiciese.
-Lali: ¿Todavía tiene la intención de montar a caballo
esta noche?
-Peter: Eso no es de su incumbencia.
Ella se quedó mirándolo un momento y luego sacudió la
cabeza.
-Lali: Si eso piensa, sólo me queda esperar que
recapacite y haga caso de mi advertencia. Y rezar por que no sufra ningún daño.
Al menos no llueve como en mi visión, así que quizá no corra peligro. Por esta
vez. Buenas noches, excelencia, no volveré a molestarlo con mis visiones.
Peter la siguió con la vista hasta que desapareció en la
oscuridad, reprimiendo el impulso de salir tras ella. El tono en el que había
pronunciado esas palabras le sentó como un puñetazo en el estómago. Se pasó los
dedos por el pelo y comenzó a ir y venir por la cuadra. ¿Cómo podía ella
esperar que él —que cualquiera— diese crédito a sus afirmaciones de que tenía
premoniciones y leía el pensamiento? Era demasiado inverosímil, demasiado
ilógico como para tomárselo en serio.
Aun así, por mucho que le doliera reconocerlo, ella
estaba en lo cierto respecto a una cosa. Había deseado besarla. Con un ansia
que lo desconcertaba. Y ahora que la había probado, deseaba hacerlo otra vez.
Y otra.
Continuará…
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Al fin vino el beso! jaja no se pierdan el siguiente cap! yo sé por que se los digo! ;)
Ahí les dejo el primer capítulo de hoy, como saben hoy estaré toda la tarde en casa asi que en cuanto haya más de 15 firmitas les subo el siguiente capitulo! :)
-Mary ☮: siempre me hacés reír! jaja, amo tus hipótesis y tu imaginación! :)
-Hasly_TeenAngels: Si mal! dos semanas tuve que esperar a que pusieras el segundo capítulo! sos mui mala! ;P jeje te quieroo mucho Hasss!
MAS NOVEEEEEEEEEEEEEEEEEEE
ResponderEliminarPETER LA DESEA MUCHOOOOO
ResponderEliminarME ENCANTAAAAA
ResponderEliminarYA QUIERO VERLO CUANDO OTRO HOMBRE ESTE DETRÁS DE LALI
ResponderEliminarPETER SER VA VOLVER MUY POSESIVO Y CELOSO
ResponderEliminarMASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
ResponderEliminarNOVEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE
ResponderEliminaraiiiii!! que lindoo y pasional el primero beso!! quiero leer masss!! besitossss
ResponderEliminarfaty*****
Mas noveee
ResponderEliminarmas noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarWow!!! más nove!
ResponderEliminar@vale_cadenas
ME ENCANTO EL PRIMER BESO!
ResponderEliminar"tan poco seco" jaja
jjajajaj me encanta ue llali se enojo por que peter no le cree cuando ella e dice la verdad por que la queria besar y la beso :P
ResponderEliminarmás nove por fa, me encanta
ResponderEliminarya son quince firmas con esta, sube otro capitulo por favor, me encanta la época en la que se desarrolla la historia, da como un aire de misterio y romanticismo
ResponderEliminarOtroooooo cap!!!
ResponderEliminarmaaaaaaaas!
ResponderEliminarOtro cap!
ResponderEliminarDaaaale, seguilaaa!!! Otro cap :D
ResponderEliminarawwwwwwwwwwwww maaaaaaas :D
ResponderEliminarLlegó el beso y qué beso...creo q si pudier quedar embarazada por un beso ibamos a ser madrinas de quintillizos.Cuánta pasión!JAJAJA
ResponderEliminarEspero el prox.
"Sólo para el propósito de su investigación, naturalmente." obvio! pq nadie piensa que queres otra con lali!
ResponderEliminar"«Y yo estoy aquí por ti..., porque no logro dejar de pensar en ti.»" que tierno! =D
ResponderEliminarhay una partes de la novela que son tan graciosas! jajaja
ResponderEliminarhayy q lindooo me encantooo ♥
ResponderEliminarmassssssss