No dijeron palabra durante el trayecto de regreso a la
casa. Lali iba a lomos de Myst, sentada delante de Peter, que la rodeaba con
sus fuertes brazos y la envolvía con el calor que despedía su cuerpo. «¿Estaré
enamorándome de él?»
Su mente rechazó inmediatamente esa posibilidad. No. Amar
a ese hombre acabaría rompiéndole el corazón. Aunque obviamente él la
encontraba lo bastante atractiva como para besarla, no se fiaba de ella ni
creía en sus visiones.
Y aunque no fuera así, ese amor no tenía futuro. Él no
era un hombre cualquiera. Era un duque, y sería muy tonta si imaginaba que
pudiese albergar un sentimiento profundo hacia una mujer tan poco refinada como
ella. No le cabía la menor duda de que a él le bastaba con levantar un dedo para
que docenas de mujeres hermosas y ricas acudiesen corriendo a su lado, ansiosas
por ponerse a su disposición. Su rango le exigía que se casara con una mujer de
posición social elevada..., y Lali no era una de ellas.
Se le hizo un nudo en la garganta y la invadió un gran
pesar. Intentó convencerse desesperadamente de que sólo se sentía atraída hacia
él, que estaba encaprichada, pero su corazón, obstinado, se negaba a
escucharla. No importaba que él no correspondiese a sus sentimientos. Tampoco
importaba que se conociesen desde hacía poco tiempo. Después de todo, ¿cuánto
tiempo hacía falta para enamorarse? ¿Un día? ¿Un mes? ¿Un año? Sus padres se
habían enamorado perdidamente a primera vista, y el le había propuesto
matrimonio a su madre antes de que transcurriesen dos semanas. Ésta siempre
decía: «De algún modo, el corazón sabe cuándo llega el momento». Ahora Lali
entendía a qué se refería.
Pero el descubrimiento era agridulce.
Exhalando un suspiro, se reclinó contra Peter y, una vez
más, su soledad, el vacío que lo acosaba, aparecieron de golpe en la mente de
Lali. Ella percibía claramente que guardaba un secreto que lo atormentaba, pero
no alcanzaba a discernir en qué consistía. Sentía una pena muy honda por él.
Tenía que ayudarlo. Curarle las heridas. Y si para ello era necesario exponerse
a que le rompiese el corazón, ella estaba dispuesta a pagar ese precio.
Llegaron a las cuadras varios minutos después. Peter se
apeó y ayudó a Lali a desmontar mientras Mortlin se acercaba a toda prisa.
-Mortlin: ¡Madre mía! ¿Se ha hecho daño, señorita Lali?
Rosamunde acaba de regresar a la caballeriza justo ahora sin usted. Me ha dado
un susto de muerte, si quiere que le diga la verdad.
-Lali: Estoy bien, Mortlin. Sólo un poco sucia.
Mortlin la miró de arriba abajo.
-Mortlin: ¿Un poco? Pero si parece... —Su voz se extinguió
cuando se fijó en Peter. El mozo de cuadra quedó boquiabierto— ¡Dios nos asista!
¿Qué ha pasado, excelencia? ¡Está hecho un desastre!
-Peter: Los dos estamos bien, Mortlin. Hemos sufrido un
ligero resbalón en el lago, nada más.
-Mortlin: ¿Se cayó de Myst?
-Peter: No.
Clavando una mirada reprensora al mozo, que tenía los
ojos desorbitados, Peter le entregó en silencio las riendas de Myst. Mortlin
reconoció de inmediato la expresión de «no más preguntas» y cerró la boca tan
bruscamente que le castañetearon los dientes.
Peter enlazó su mugriento brazo con el de Lali y la
acompañó hasta la casa. La joven estaba singularmente callada, por lo que él se
preguntó en qué estaría pensando. Se obligó a mantener su propia mente en
blanco... por si acaso. Por supuesto, toda esa historia sobre su clarividencia
le parecía ridícula, pero lo cierto era que ella estaba dotada de una
perspicacia excepcional.
Lali señaló la terraza con un movimiento de cabeza.
-Lali: Cielo santo, allí está Euge. Acaba de vernos y nos
está mirando de forma muy parecida a cómo nos miró Mortlin. ¡Rápido! Fulmínala
con una mirada glacial como la que le echaste a él —le sugirió en voz baja y
risueña.
-Peter: Por desgracia, Eugenia es inmune incluso a la más
glacial de mis miradas —le susurró él al oído.
-Lali: Qué pena —musitó ella.
-Peter: En efecto. De pronto me veo rodeado de mujeres
que no me encuentran demasiado amedrentador. Debo de estar perdiendo
facultades.
-Lali: En absoluto. Tus facultades están...
Su voz se apagó y él hizo una pausa, obligándola a
detenerse a su lado. Un sonrojo que la favorecía mucho le teñía las mejillas.
-Peter: Mis facultades están ¿qué?
Ella arqueó una ceja.
-Lali: ¿Siempre buscas el elogio de una manera tan desvergonzada?
-Peter: Sólo cuando parezco un andrajo sacado del lago.
En la terraza, Euge no acababa de decidir qué la
asombraba más, si el aspecto inusitadamente mugriento que presenta su hermano o
verlo sonreír y cuchichearle a Lali al oído. Advirtió con interés que iban del
brazo y que el rostro de la joven resplandecía con un rubor muy atractivo
mientras se reía de algo que él decía. La pareja dejó de caminar, y Euge
observó con emocionado interés la larga e intensa mirada que intercambiaban.
Nunca había visto a Peter mirar a nadie de esa manera.
El corazón le brincaba dentro del pecho. ¡Qué maravilloso
era ver a su hermano sonreír y divertirse! Era una imagen a la que no estaba
acostumbrada desde hacía demasiado tiempo.
-Euge: ¿Un accidente? —preguntó cuando los dos llegaron
la terraza.
-Peter: Pues sí, en efecto, hemos sufrido uno —replicó en
un tono inexpresivo, y siguió caminando, acompañando a Lali al interior de la
casa, como si nada hubiese pasado. Euge los observó entrar y una sonrisa le
curvó los labios.
Esa reunión social de varios días empezaba a resultar de
lo más interesante.
--
Después de dejar a Lali a la puerta de su alcoba, Peter
entró en la suya y contuvo una carcajada cuando su ayuda de cámara, normalmente
imperturbable, se quedó mirando su sucio atuendo con expresión atónita.
-Peter: Empiezo a acostumbrarme a esa mirada, Kingsbury
—comentó, quitándose la camisa estropeada.
—Le prepararé un baño de inmediato, excelencia —dijo Kingsbury,
sosteniendo con extremo cuidado las prendas fangosas de Peter lo más lejos
posible de sí.
Unos minutos más tarde, Peter se acomodó en una enorme
tina de agua humeante y cerró los ojos con un suspiro de satisfacción. De
pronto le vino a la mente una imagen de Lali, que sin duda debía de estar
tomando a su vez un baño aromático, con su magnífica cabellera cayéndole por la
espalda en una cascada de ondas. Imaginó que se metía con ella en la tina, que
deslizaba sus manos mojadas sobre sus pechos turgentes, que jugueteaba con sus
pezones hasta ponérselos duros. «Peter...», jadearía ella con esa voz excitada
y ronca. Se vio a sí mismo inclinándose hacia delante, rodeando uno de esos
pezones erectos con los labios y chupándolo hasta que ella gemía de placer.
—¿Está bien, excelencia? —preguntó Kingsbury desde el
otro lado de la puerta.
Arrancado de su fantasía sexual, Peter se percató con no
poca desazón de que era él quien había estado gimiendo, una molesta costumbre
que por lo visto estaba adquiriendo.
-Peter: Sí, Kingsbury, estoy bien —respondió con
sequedad.
Maldición.
Esa reunión social de varios días empezaba a resultar de
lo más irritante.
Más tarde, a la hora de la cena, Peter sentado a la
cabecera de la mesa, observaba a Lali subrepticiamente. Ella estaba situada en
el otro extremo, junto a un joven vizconde que la miraba con admiración
creciente conforme transcurría la cena. Peter no sabía si aplaudir a Euge o
maldecirla por desplegar sus conocimientos sobre moda en beneficio de Lali.
Para el quinto plato, el maldito vizconde no le quitaba los ojos de encima.
¿Y quién podía culparlo por ello? Ella estaba
impresionante con el vestido escotado de color cobrizo que resaltaba sus redondos
pechos y su nívea piel. Peter notó, cada vez más malhumorado, que la mirada
admirativa del vizconde se desviaba a menudo hacia la tentadora carne que
asomaba sobre el corpiño.
Y ese cabello... ¡Dios! Un solo prendedor sujetaba la
masa de pelo desordenado que apenas llevaba recogido sobre la cabeza. Unos
mechones sueltos le acariciaban el rostro y los hombros, y el resto de la
cabellera le caía por la espalda como una brillante cortina de tirabuzones
satinados. Sin duda el seductor peinado también era obra de la doncella de Euge.
Diego no sabía si despedirla o triplicarle el salario.
Se había propuesto evitar a Lali en el salón antes de la
cena, pero no había sido capaz de evitar seguir cada uno de sus movimientos, lo
cual le había crispado los nervios. Tenía que acabar con ese... con lo que
fuera que estuviese haciendo con ella. Besarla y tocarla eran errores
garrafales que su buen sentido normalmente no le habría permitido cometer. Y
eran errores que no podía darse el lujo de repetir.
Después de pasar buena parte de la tarde meditando, había
decidido no tomar otra medida que esperar. Esperar a que Nicolás regresara de
Londres, a recibir informes del alguacil de Bow Street y nuevas instrucciones
del chantajista. Le irritaba la inevitabilidad de todo ello, pero no tenía
alternativa.
Después de aquel rato que pasaron juntos en el lago, le
resultaba casi imposible creer que ella estuviese confabulada con el
chantajista o incluso que supiese algo sobre la carta que éste le había
mandado. De hecho, cuanto más pensaba sobre ello más claro le parecía que ella
sencillamente poseía una intuición asombrosa a la que concedía demasiado
crédito. Lali creía que sus visiones eran reales y le había hablado de ellas
con la intención de ayudarlo. No albergaba malas intenciones ni el deseo de
hacerle daño. Sólo estaba... confundida.
Estaba confundida... y era insoportablemente atractiva.
Le hacía hervir la sangre y él no conseguía apartarla de su mente. Y ahora, ese
condenado vizconde sentado junto a ella se la estaba comiendo con los ojos
descaradamente. Con cada nuevo plato que le servían, el humor de Peter se
volvía más lúgubre, y cada vez le costaba más concentrarse en las
conversaciones inanes que se mantenían alrededor de él.
—Parecéis ensimismado, excelencia —comentó una voz
femenina en un susurro incitante.
Una mano enguantada se deslizó sobre la suya y él se
esforzó por volver a prestar atención a su entorno inmediato. La mujer que
estaba sentada a su izquierda, la condesa de Millham, le dedicó una sonrisa
coquetona. Desde la oportuna muerte de su marido, acaecida hacía dos años, la
condesa había tenido varias aventuras, pero aún no había conseguido llevarse a
Peter a la cama. A Peter le dio la clara impresión de que ella pretendía
remediar esa situación esa misma noche.
La viuda se inclinó hacia él, ofreciéndole una visión
ostentosa de sus pechos, que sobresalían de su corpiño en un espectacular
escote que, por lo que Peter sabía, aturdía a la mayoría de los hombres. Ella
le escrutó el rostro con sus ojos color gris, que despedían un brillo
lujurioso. Eran exactamente el tipo de mirada y el tipo de mujer en que él
debería concentrarse. Sin despegar la vista de él, ella deslizó discretamente
la mano por debajo de la mesa y le acarició el muslo.
—Debe de haber algo que una mujer pueda hacer para llamar
vuestra atención, excelencia —murmuró con un susurro sugerente que sólo él
alcanzó a oír.
Él no hizo nada para detenerla ni para animarla a seguir
adelante; se limitó a mirarla y a esperar que su cuerpo reaccionara a su
contacto. Sus dedos continuaron explorando, subiendo por su pierna. Pero en
lugar de excitarse, Peter no sintió nada. Absolutamente nada. Esa hermosa
mujer, con su cuerpo voluptuoso y su promesa de deleites sexuales, no le
provocaba el menor deseo. Deslizó la mano debajo de la mesa para atajar sus
caricias. En ese preciso instante, su madre se puso de pie en señal de que la cena
había terminado.
La condesa de Millham, interpretando erróneamente la
razón por la que él había puesto la mano debajo de la mesa, desplegó una
sonrisa pícara, mientras se levantaba como todos los demás.
—Hasta después —le susurró al oído mientras las damas se
marchaban en dirección al salón y dejaban a los caballeros con sus cigarros.
Peter se reclinó en su silla, encendió un puro y exhaló
una larga voluta de humo aromático. La condesa de Millham le había
proporcionado una oportunidad perfecta y muy necesaria para aliviar el dolor
incesante que atormentaba sus partes bajas. Entonces ¿por qué demonios no
estaba contento?
Porque ella no era la mujer que deseaba. Profundamente
disgustado consigo mismo, le pidió a un criado con un gesto que le sirviese un brandy,
y apuró de un trago la copa del fuerce licor.
Sospechaba que sería una noche espantosamente larga.
--
Lali entró en su alcoba y apoyó la espalda en la puerta
cerrada, aliviada por haber logrado escapar del salón y del parloteo de las
mujeres. Tanto tía Julia como Euge se habían mostrado preocupadas cuando ella,
alegando dolor de cabeza, le había excusado para retirarse temprano, pero no se
veía capaz de permanecer más tiempo en compañía de los invitados. Había
demasiada gente, demasiadas imágenes inconexas que se agolpaban en su mente.
Sentía como si tuviese un cuerpo de tambores martilleándole la cabeza.
Además, estaba él. Resultaba dolorosamente evidente que
Peter hacía lo posible por evitarla. Apenas había dado muestras de reparar en
su presencia antes de la cena, y durante el banquete, cada vez que ella miraba
en su dirección desde su extremo de la mesa parecía absorto en la hermosa mujer
de pechos grandes que estaba sentada a su lado. Ella había dispensado entonces
su atención al vizconde de Farrington y descubierto que compartía su afición
por el dibujo. Para su sorpresa, él le dirigió varios elogios floridos y le
manifestó su deseo de retratarla. Sin embargo, por más que ella intentara estar
pendiente de él, las imágenes vagas e inquietantes que acudían a su mente, así
como la presencia del hombre sentado a la cabecera de la mesa, la distraían
constantemente.
Después de ponerse el camisón, preparó un remedio para la
jaqueca y se metió en la cama. Figuras indistintas se arremolinaban en su cerebro,
sin que pudiera reconocerlas. Cerró los ojos, esforzándose por ahuyentar esos
fantasmas, pero ellos se negaban a marcharse. De pronto le vino a la mente la
imagen del rostro de Peter, quien curvaba muy despacio las comisuras de la boca
hasta desplegar una sonrisa devastadora. También intentó apartarlo de su mente
sin ningún éxito.
¿Qué estaría haciendo él en esos momentos? ¿Estaría con
la mujer que había acaparado su atención durante toda la cena? ¿Estaría
tocándola? ¿Besándola? Un gemido escapó de sus labios. La imagen de Peter
acariciando a otra mujer le produjo tal dolor que le cortó la respiración, un
dolor agravado por el hecho de que no podía hacer nada para remediarlo. Lo que
sentía por él era irremediable.
Del todo irremediable.
--
A su pesar, Peter echó en falta a Lali en el momento en
que entró en el salón. Repasó la estancia con la mirada y confirmó que ella no
estaba presente. Debía de haberse retirado para ocuparse de sus necesidades
personales. Diego se dirigió hacia la mesa con las licoreras y logró
persuadirse de que su ausencia lo alegraba. Sin embargo, cuando veinte minutos
más tarde ella seguía sin aparecer, empezó a preocuparse. Se acercó a Euge y le
preguntó como de pasada por el paradero de Lali.
-Euge: No se sentía bien, así que se ha recogido justo
después de la cena —le respondió, estudiándolo con sus verdes ojos, llena de
interés— ¿Por qué lo preguntas?
-Peter: Por curiosidad, nada más. ¿Está enferma?
-Euge: Le dolía la cabeza. Estoy segura de que se
encontrará mejor por la mañana, aunque el vizconde de Farrington está
destrozado por su ausencia.
Los dedos de Peter apretaron la copa con fuerza.
-Peter: ¿Ah sí?
-Euge: Sí. Está totalmente abatido. Tengo entendido que
le ha pedido permiso a lady Penbroke para venir a visitar a Lali.
Un músculo de la mandíbula de Peter se contrajo, y tuvo
que reprimir un deseo repentino e irrefrenable de infligir daño corporal al
vizconde de Farrington.
La curiosidad centelleó en los ojos vivarachos de Eugenia.
-Euge: Espero que el dolor de cabeza de Lali no sea
consecuencia de la aventura que vivieron juntos esta mañana, fuera cual fuese.
No me habéis contado qué ocurrió.
-Peter: Por nada del mundo querría aburrirte con los
detalles.
-Euge: Tonterías. Me encantan los detalles.
«Me hizo reír. La estreché entre mis brazos. La toqué. La
besé. Quiero hacerlo otra vez. Ahora mismo.»
-Peter: No hay nada que contar, Eugenia.
-Euge: Me habría gustado que Agustín estuviese aquí para
verte cubierto de barro.
Peter se alegraba enormemente de que su hermano menor no
hubiese estado presente. Sin duda Agustín se habría descoyuntado de risa y
después lo habría acribillado a preguntas burlonas.
-Peter: ¿Cuándo tiene previsto regresar de sus viajes?
-Euge: Dentro de unos días.
Un criado se acercó con una bandeja de plata sobre la que
descansaba una nota lacrada.
—Un mensaje para usted, excelencia.
Agradecido por la interrupción, Peter tomó la nota.
Cuando vio la marca distintiva en la cera, se quedó petrificado.
-Euge: ¿Ocurre algo malo, Peter?
-Peter: Todo va bien —le aseguró él con una sonrisa
forzada— Se trata sólo de un detalle del que debo ocuparme. Te ruego me
disculpes.
Salió del salón y se dirigió a su estudio. Una vez allí,
cerró la puerta. Las manos le temblaban mientras deslizaba los dedos debajo del
sello fácilmente reconocible del agente de Bow Street cuyos servicios había
contratado. ¿Habría localizado a Benjamín?
Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos por unos
instantes. Lo que estaba a punto de leer quizá le proporcionaría las respuestas
que había estado buscando durante tanto tiempo. Con los dientes tan apretados
que le dolían, desplegó la nota y le echó un vistazo, ansioso.
Excelencia: Tengo información para usted. Con
arreglo a nuestro acuerdo, lo esperaré junto a las ruinas situadas en el límite
norte de su finca.
JAMES KINNEY
Peter releyó la breve misiva, sujetando el papel de
vitela con tanta fuerza que le extrañó que no se arrugara. Kinney era el mejor
profesional de Bow Street. No habría viajado hasta Bradford Hall de noche si no
tuviese algo importante que comunicarle.
Peter guardó la nota en el cajón bajo llave, salió de su
estudio y descendió a toda prisa la escalera trasera. Se escabulló de la casa y
se encaminó a las cuadras, ocultándose en todo momento en las sombras. Cuando le
indicó a Mortlin que ensillase a Myst, el mozo alzó la vista al cielo y se
rascó la cabeza.
-Mortlin: ¿Estáis seguro de que quiere montar a caballo,
excelencia? Se avecina una tormenta. El dolor de las articulaciones nunca me
engaña.
Peter miró hacia arriba y no vio más que la luna
brillante. Si se estuviese fraguando una tormenta tardaría horas en desatarse.
Pero daba igual. Nada impediría que se encontrase con Kinney.
-Peter: Deseo dar un paseo a caballo. No hace falta que
esperes a que regrese. Yo mismo desensillaré a Myst cuando vuelva.
-Mortlin: Sí, excelencia.
Poco después, Peter montó de un salto. Hincó los talones
en los ijares de Myst y el corcel echó a andar en dirección a las ruinas.
Mortlin lo miró alejarse, frotándose distraídamente los
codos doloridos. La rigidez de sus articulaciones había empeorado a lo largo de
la tarde, lo que le indicaba que la tormenta en ciernes no tardaría en llegar,
probablemente en menos de una hora. Seguro que el duque se había citado con una
de sus enamoradas en las ruinas para un achuchón nocturno, aunque Mortlin no
acertaba a comprender por qué habrían elegido un escenario tan incómodo para
sus escarceos cuando tenía a su disposición todo el lujo de Bradford Hall. Sin
duda a la dama en cuestión le gustaban las emociones fuertes. Uno nunca podía
predecir las acciones de la gente de alcurnia. Se le escapó una risita mientras
le deseaba mentalmente a su patrón un feliz revolcón.
--
Lali despertó sobresaltada, con el corazón golpeándole el
pecho. Estaba empapada en sudor, y sus ruidosos jadeos resonaban en la
silenciosa habitación.
«Peligro. Él está en peligro.» Pataleó para liberar las
sudadas piernas del amasijo de sábanas húmedas. Notaba en su interior una
sensación de apremio, y el terror le aguijoneaba la piel como mil abejas.
«Peter. Herido. Sangrando.»
El pánico se apoderó de ella y tuvo que obligarse a
respirar hondo para tranquilizarse. Se sentó al borde de la cama, cerró los
ojos y se concentró, intentando sacar algo en claro de las vagas imágenes que
se arremolinaban en su cabeza.
Una torre de piedra, rodeada por muros en ruinas. Un
tiro. Un caballo negro encabritado. Peter cayendo, herido. Sangrando. Muerte.
Un relámpago, seguido de un trueno ensordecedor, la arrancó de sus
pensamientos. Tenía que encontrarlo. Intuía que no se hallaba demasiado
lejos... pero ¿dónde? Se quitó el camisón con manos temblorosas y se vistió lo
más deprisa posible. Agarró su bolsa de medicamentos, bajó rápidamente las
escaleras posteriores y echó a correr hacia las cuadras.
--
James Kinney iba y venía entre las sombras, cerca de las
ruinas, esperando la llegada del duque, ansioso por revelarle sus increíbles y
sensacionales descubrimientos. Oyó unas pisadas sobre las piedras que tenía
justo detrás y se volvió.
-James: Excelencia, yo... —Se quedó petrificado, mirando
con ceño al hombre que emergía de las sombras— ¿Quién eres?
Por toda respuesta el desconocido apuntó con una pistola
a la sien de James.
—Se le da bien lo de hacer preguntas, especialmente sobre
mí, monsieur —dijo el desconocido con un inconfundible acento francés— Ha
estado haciéndolas por todo Londres. Ahora quiero que me responda a una: ¿qué
información le trae al duque de Bradford?
-James: Usted es Benjamín.
El francés dio otro paso al frente.
-Benjamín: El duque es un insensato. Debería habérselo
pensado dos veces antes de contratar a un alguacil para dar conmigo. Vuelvo
preguntarle, monsieur: ¿de qué información dispone? O me lo dice, o lo mato
—Sonrió, y James vio la locura en sus ojos.
Y James supo que, incluso si hablaba, había llegado su
hora.
Continuará…
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-Myprettylanzani: Muchas gracias por firmar comooo locaaa!! :) sos una capaaaa!
-LovexLaliyPeter: Me alegra mucho que te haya gustado el capitulo! también es uno de mis favoritos! :)
-Vivu: Jaja a mi también me parece! ojo que después se vienen capítulos más hot! y hablando de peligro creo que más que Lali es Peter! jaja
+20 y subo el siguiente cappp! :)
YA QUIERO LOS CAPITULOS HOT JAJAJAJA
ResponderEliminarY PETER SE DEJA HACER ESO POR ESA VIEJA !
ResponderEliminarQUIERO MAS ESCENA DE LALI CON EL VIZCONDE PARA QUE PETER MUERA DE CELOSO
ResponderEliminarYA QUIERO LA BODA EH!
ResponderEliminarLALI YA SE ESTA ENAMORANDO DE PETER *---* TIERNAAA
ResponderEliminarMASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
ResponderEliminarNOVEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE
ResponderEliminarBESOS
ResponderEliminarya quiero mas capitulos!!!!!
ResponderEliminarBesossssss
@porLali_ITALIA
Muy bueno!está suer interesante!ya quiero saber cómo sigue!En estas noves tal vez los primeros cap se hacen como largos porque entrar en la epoca y ambientar temporalmente la historia y a los personajes,pero una vez q se entra en la trama son atrapantes!Guardan como un misterio especial!
ResponderEliminarmas noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarmas nove
ResponderEliminarmaaaas noveeeee
ResponderEliminarMAS!
ResponderEliminarmas noveeee!!!!
ResponderEliminarbuenisimo este capitulo (:
ResponderEliminarvoy a llorar xq llevas demasiadas noves y mucho tiempo no tengo para LEERLA...!
ResponderEliminarya deje el otro Capitulo (: super amigacha sos lo mas ..
Me voy a poner las pilar para Leer las noves, xq sabes que las amo y soy una Romantica Total y AMO laliter *__*
ResponderEliminarBesos super amigachaaa =)
Noooveeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarOtro caaaaap :) muy linda
ResponderEliminarEspero que no le pase nada a Peter!
ResponderEliminarBenjamín no le puede hacer nada porque lo necesita para
chantajearlo verdad?
MAS NOVE!!
ResponderEliminarmadre que interesante
ResponderEliminarhasta que no se resuelva esto no me voy a poder dormir!!
ResponderEliminarjo, ahora seguro que Benjamin mata al detective y no nos enteramos de lo que sabe.. se que si no lo matara no tendria gracia la novela, pero esque me pone ansiosa querer saber lo que va a pasar
ResponderEliminarmass novee :O
ResponderEliminarq lali llegue a salvarloo :(