CAPÍTULO 40

Lali cruzó la estrecha carretera asfaltada que separaba el aparcamiento donde estaba instalado el circo de la playa vacía. A la izquierda las luces multicolores de la feria, en el paseo marítimo de Jersey Shore, destellaban en el caos de la noche: la noria, los coches de choque, los tiovivos y los puestos de chucherías.

El debut de Lali había tenido lugar en la primera representación del circo en ese pequeño pueblo costero y ahora estaba demasiado emocionada para dormir. El público de la segunda función había reaccionado con más entusiasmo aún y una maravillosa sensación de realización le impedía sentirse cansada. Incluso Nico Riera había abandonado su acostumbrado silencio para brindarle una gélida inclinación de cabeza.

Inhaló el olor del mar y comenzó a pasear por la arena, que había perdido el calor del día y le enfriaba los pies al metérsele en las sandalias. Le encantaba estar junto al océano y se alegraba de que el circo fuera a permanecer allí más de una noche.

—¿Lali? —Se volvió y vio a Peter en lo alto de las escaleras, una alta y delgada silueta recortada contra el tenue resplandor de la noche. La brisa le revolvía el pelo y le pegaba la camisa al cuerpo. —¿Te importa si paseo contigo o prefieres estar sola?

—Lali: ¿Vas armado?

—Peter: Ya he guardado los látigos por esta noche.

—Lali: Entonces ven. —sonrió y le tendió la mano.

Peter vaciló un momento y ella se preguntó si el gesto habría sido demasiado personal para él. Decía mucho de su relación el hecho de que cogerse de la mano fuera más íntimo que mantener relaciones sexuales. Aun así, no bajó el brazo. Aquello sólo era un reto más que ella debía vencer.

Las botas de Peter resonaron en los escalones de madera cuando se acercó y aquella cálida y firme mano envolvió la suya. La playa estaba desierta, pero aún quedaban restos que había dejado la gente que había acudido al lugar adelantándose a la temporada veraniega: latas vacías, plásticos, la tapa rota de un vaso térmico.

Se dirigieron hacia el mar.

—Peter: Al público le ha gustado el número.

—Lali: Estaba tan asustada que me temblaban las rodillas. Si no hubiera sido por el giro que Jack le dio a la historia, mi actuación hubiera resultado un desastre. Cuando intenté agradecérselo me dijo que había sido idea tuya. —Lo miró y sonrió. —¿No crees que te has pasado un poco con lo de las monjas francesas?

—Peter: Conozco de primera mano tus creencias morales, cariño. A menos que me equivoque, estoy seguro de que las monjas formaron parte de esa extraña educación que recibiste.

Lali no lo negó.

Pasearon durante un rato en un cómodo silencio. La brisa agitaba el cabello de Lali y el vaivén de las olas acallaba los lejanos ruidos de la feria, al otro lado de la carretera, dándoles la sensación de que estaban solos en el mundo. Lali esperaba que él le soltara la mano en cualquier momento, pero seguía manteniéndola agarrada.

—Peter: Has hecho un buen trabajo esta noche, Lali. Trabajas duro.

—Lali: ¿De veras? ¿De verdad crees que trabajo duro?

—Peter: Claro.

—Lali: Gracias. Nunca me habían dicho eso. —Soltó una risita irónica. —Y si lo hubiesen hecho, seguramente no me lo habría creído.

—Peter: Pero a mí me crees.

—Lali: No eres un hombre que diga las cosas a la ligera.

—Peter: ¿Estoy oyendo un cumplido?

—Lali: No estoy segura.

—Peter: No es justo.

—Lali: ¿Qué?

—Peter: Te he dicho algo agradable. Al menos podrías decir una cosa buena de mí.

—Lali: Por supuesto que puedo. Haces un chile de muerte. —Para sorpresa de Lali, él frunció el ceño.

—Peter: Estupendo. Olvídalo.

Atónita, Lali se dio cuenta de que, sin querer, había herido los sentimientos de su marido. Pensaba que él estaba bromeando, pero tratándose de Peter debería saber que eso no era posible. Aun así era toda una sorpresa que a él le importara su opinión.

—Lali: Sólo me estaba reservando lo mejor —dijo ella.

—Peter: No es importante. De verdad, déjalo.

Pero tenía importancia y a ella le encantaba.

—Lali: Mmm, déjame pensar...

—Peter: Olvídalo.

Lali le apretó la mano.

—Lali: Siempre haces lo que crees que es correcto, incluso si la gente lo desaprueba. Es algo por lo que te admiro. Admiro tu integridad, pero... —Lali le rodeó los dedos con los suyos. —¿Quieres que sea sincera?

—Peter: Eso he dicho, ¿no?

Ella ignoró el beligerante gesto de su mandíbula.

—Lali: Tienes una sonrisa maravillosa.

Peter pareció algo aturdido y relajó la mano bajo la de ella.

—Peter: ¿Te gusta mi sonrisa?

—Lali: Sí, muchísimo.

—Peter: Nadie me lo había dicho nunca.

—Lali: No muchas personas consiguen verla. —contuvo una sonrisa mientras observaba el gesto serio con el que Peter consideraba lo que ella había dicho. —Y hay otra cosa más, pero no sé cómo vas a tomártelo.

—Peter: Suéltalo.

—Lali: Mmm… tienes un cuerpo de infarto.

—Peter: ¿Un cuerpo de infarto? ¿Sí? ¿Ésa es la segunda cosa que más te gusta de mí?

—Lali: No he dicho que fuera la segunda. Te estoy diciendo cosas que me gustan de ti y ésa en concreto me encanta.

—Peter: ¿Mi cuerpo?

—Lali: Tienes un cuerpo estupendo, Peter. En serio.

—Peter: Gracias.

—Lali: De nada.

El embate de las olas llenó el silencio que se extendió entre ellos.

—Peter: Tú también —dijo él.

—Lali: ¿También qué?

—Peter: Tienes un cuerpo estupendo. Me gusta.

—Lali: ¿De veras? Pero si no es gran cosa. Tengo los hombros demasiado estrechos en comparación con las caderas y los muslos demasiado gruesos. Y mi estómago...

Él negó con la cabeza.

—Peter: La próxima vez que oiga a una mujer decir que los hombres somos unos neuróticos, recordaré esto. Tú me dices que te gusta mi cuerpo, ¿y qué hago yo? Te doy las gracias. Luego te digo que me gusta el tuyo, ¿y qué escucho? Una larga lista de quejas.

—Lali: Es culpa de las Barbies. —La mueca de desagrado de Peter la complació sobremanera. —Gracias por el cumplido, pero sé sincero. ¿No crees que tengo los pechos demasiado pequeños?

—Peter: Ésa es una pregunta con trampa, seguro.

—Lali: Solo quiero que me digas la verdad.

—Peter: ¿Estás segura?

—Lali: Sí.

—Peter: Vale. Veamos. —La tomó por los hombros y la hizo girar de cara al océano, luego se puso detrás de ella. La rodeó con los brazos y le ahuecó los pechos. La piel de Lali se erizó de deseo cuando Peter apretó y moldeó los montículos, recorriéndole las suaves pendientes y rozando las endurecidas cimas con los pulgares.

A Lali se le entrecortó la respiración. Peter le acarició la oreja con los labios y le murmuró al oído:

—Peter: Creo que son perfectos, Lali. Exactamente del tamaño adecuado.

Ella se volvió y no había nada en el mundo que pudiera haber evitado que lo besase. Le rodeó el cuello con los brazos, se puso de puntillas y apretó su boca contra la de él, con labios suaves y flexibles. La lengua de Peter jugueteó con la suya y ella respondió a la provocación.

Lali perdió la noción del tiempo y ni se le pasó por la cabeza separarse de él. Los dos cuerpos se habían fundido en uno.

Continuará...

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Espero que les guste mucho el cap!.... AHORA SI es el ultimo de hoy!... jaja... tengo que estudiar y hacer la tarea!!... JA JA JA!!!! ni yo me creo eso!!!... bueno me voy a ver la tele o algo... jeje

BESOSS Y MAÑANA MASSSSSSSSSS!!! yeeeeeee!! ^-^ 

gracias por leer hasta tarde!... Italia... España... :D