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viernes, 22 de febrero de 2013

Capítulo 12



Peter había estado pensando en Lali todo el fin de semana. Cuando menos se lo esperaba, se descubría preguntándose cuándo volvería a verla o cómo. La curiosidad que le despertaba era insaciable. ¿Qué le gustaría desayunar? ¿Tendría alguna mascota? ¿Le gustaba nadar? Cada vez que intentaba desterrar esas preguntas, su curiosidad por aquello que ignoraba las hacía recurrentes. 

Se acercó a ella por un costado y se percató de que estaba mirando el contenido de la máquina expendedora con el ceño fruncido. Al darse cuenta de su presencia, Lali lo miró. La alegre y vivaracha energía que recordaba había sido reemplazada por una vulnerabilidad que le atravesó el corazón. La intensidad de su reacción lo pilló desprevenido. 

¿Qué le había sucedido durante el fin de semana? Lali había estado con su familia. ¿Habían discutido? ¿Había surgido algún problema? 

—Peter: Ni se te ocurra comerte eso —le dijo al tiempo que señalaba con la cabeza la oferta de comida basura. 
—Lali: ¿Por qué no? 
—Peter: Ni uno solo de esos productos tiene fecha de caducidad. 
Lali examinó los paquetes como si quisiera verificar sus palabras. 
—Lali: Es una leyenda que las Panteras Rosas duran eternamente —dijo—. Tienen una vida útil de veinticinco días. 
—Peter: En mi casa tienen una vida útil de unos tres minutos. —La miró a los ojos—. ¿Puedo invitarte a comer? Tenemos dos horas como mínimo, según el operario del ferry. 

Se produjo un largo silencio mientras se lo pensaba. 
—Lali: ¿Quieres comer aquí? —acabó preguntándole. 
Peter negó con la cabeza. 
—Peter: Hay un restaurante aquí al lado. A dos minutos andando. 
—Lali: No hay nada de malo en comer —dijo, como si necesitara convencerse de ello. 
—Peter: Yo lo hago casi todos los días. 
Lali lo siguió al exterior del edificio. 
—Lali: Me refería a que no hay nada de malo en que comamos. Los dos juntos. En la misma mesa. 
—Peter: Si quieres, podemos comer en mesas separadas. 
Lali contuvo una carcajada. 
—Lali: Nos sentaremos a la misma mesa —repitió con firmeza—, pero nada de hablar. —Mientras caminaban por la carretera, la niebla se convirtió en llovizna y el aire, en una masa blanca y húmeda—. Es como atravesar una nube —dijo mientras tomaba una honda bocanada de aire—. Cuando era pequeña, creía que las nubes tenían un sabor maravilloso. Un día incluso pedí un cuenco de nubes como postre. Mi madre me puso un poco de nata montada en un plato. —Sonrió—. Y estaban tan buenas como siempre había imaginado. 
—Peter: Pero ¿no te diste cuenta de que sólo era nata montada? —le preguntó, fascinado al ver que la niebla le rizaba los mechones que le enmarcaban la cara. 
—Lali: Claro que sí. Pero eso daba igual... lo importante era la idea. 
—Peter: No sé muy bien dónde trazar los límites para Luz —dijo preocupado—. En la misma clase donde le enseñan que los dinosaurios existieron de verdad, también están escribiendo cartas a Papá Noel. ¿Cómo le explico lo que es real y lo que no lo es? 
—Lali: ¿Te ha preguntado ya por Papá Noel? 
—Peter: Sí. 
—Lali: ¿Y qué le has dicho? 
—Peter: Que todavía no estaba seguro de una cosa o de la otra, pero que mucha gente cree en él y que no pasa nada si ella también quiere hacerlo. 
—Lali: Una respuesta estupenda —le aseguró—. La imaginación y la fantasía son importantes para los niños. De hecho, los niños que son capaces de usar su imaginación saben distinguir mejor lo que es fantasía de lo que es realidad que aquellos que no lo son. 
—Peter: ¿Quién te ha dicho eso? ¿El hada que vive en tu pared? 
Lali sonrió. 
—Lali: Listillo —dijo—. No, Trébol no me lo ha dicho. Leo mucho. Me interesa todo lo que tenga que ver con niños. 
—Peter: Tengo que aprender más. —La voz de Peter adquirió un matiz tristón—. Me estoy rompiendo los cuernos para no arruinarle a Luz lo que le queda de infancia. 
—Lali: Por lo que he visto, creo que lo estás haciendo bien. 
Llevada por un impulso, Lali le cogió la mano y le dio un ligero apretón para tranquilizarlo y ofrecerle un poco de consuelo. Peter estaba convencido de que así debía interpretar el gesto. Pero en ese momento le rodeó los dedos con los suyos y convirtió el contacto espontáneo en algo más. En algo íntimo. Posesivo. 

Lali aflojó los dedos. Peter sintió su indecisión como si fuera propia, así como el involuntario placer que ella experimentaba por lo bien que encajaban sus manos. 

La caricia de piel contra piel, una cosa normal y corriente. Sin embargo, había puesto su mundo patas arriba. No sabía hasta qué punto la reacción que ella le provocaba era física y hasta qué punto era... algo más. Las emociones se mezclaban entre sí formando algo nuevo y visceral. 

Lali se soltó de repente. 

Sin embargo, él seguía sintiendo la impronta de sus dedos, como si su piel hubiera comenzado a absorberla. 

Ninguno de los dos habló cuando entraron en el restaurante, cuyo interior estaba decorado con madera oscura, muebles desgastados y un papel pintado de diseño indefinido. El aire olía a comida, alcohol y moqueta algo enmohecida. Era uno de esos restaurantes que sin duda se habían abierto con buenas intenciones, pero que había acabado cediendo a la inevitabilidad del trasiego de turistas y había rebajado el estándar de calidad. Aun así, parecía un lugar decente donde matar el tiempo y tenía buenas vistas del estrecho. 

Una camarera con aire cansado se acercó a tomarles nota de las bebidas. Aunque Peter solía beber cerveza, se pidió un whisky. Lali pidió una copa de tinto de la casa, pero después cambió de opinión. 
—Lali: No, espera —dijo—. Otro whisky para mí. 
—¿Solo? —preguntó la camarera. 
Lali lo miró con expresión interrogante. 
—Peter: Para ella un combinado de whisky sour —dijo, y la camarera asintió con la cabeza y se marchó. 

A esas alturas, el pelo de Lali había recuperado las exhuberantes ondas por culpa de la humedad. Si no tenía cuidado, se obsesionaría con ellos. Estaba claro que cualquier intento por su parte de luchar contra la atracción que sentía por ella estaba condenado al fracaso. Tenía la sensación de que todo lo que le gustaba en una mujer, incluidas cualidades que ni siquiera se había dado cuenta de que le gustaban, estaba reunido en un único y perfecto paquete. 

Antes de que la camarera se fuera, Peter le pidió prestado un bolígrafo, y la mujer le dio el que tenía en la mano. 

Lali observó con las cejas ligeramente enarcadas cómo escribía algo en una servilleta de papel que después le dio. 

«¿Qué tal el fin de semana?» 

Lali esbozó una sonrisa. 
—Lali: No tenemos que ceñirnos a la regla de no hablar —le dijo. Soltó la servilleta y lo miró mientras la sonrisa desaparecía. Se le escapó un corto suspiro, como si acabara de correr cien metros—. La verdad es que no lo sé. —Hizo una mueca y puso las palmas hacia arriba, como si quisiera indicar que el asunto era complicadísimo e irremediable—. ¿Qué tal el tuyo? 
—Peter: Tampoco lo sé. 

Continuará...
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+15 FIRMAS :)

19 comentarios:

  1. hoy la empece a leer!!! esta buenisimaaaaaaaaaaaaaaa

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  2. massssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss

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  3. mas noveeeeeeeeeeeeee
    esta buenisimaaaaaaaaaaaaa

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  4. Quiero más más más nove q le paso a lali porque esta afligida

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  5. siempre pongo las tres mismas caritas jajajaja lrwfjlefjlwelifjwljelj lme hizo reir muchisimo Peter jajaja LO AMOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO ♥♪ @LuciaVega14

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  6. ame lo de la mano :3

    novela solo tu: http://morithalaliter.blogspot.mx/

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  7. Ese finde Melody ni pregunto x Luz.

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