Capítulo 25

 

La puerta trasera se abrió de golpe y por ella entró una enorme figura envuelta en una nube de humo. Era Peter, que llevaba gafas de seguridad y unos largos guantes acolchados que le llegaban hasta los codos. Se acercó al fregadero, rebuscó en el armario y sacó un extintor. 

—Gas: ¿Qué ha pasado? —preguntó. 

—Peter: El pavo ha explotado en cuanto lo hemos metido en la freidora. 

—Lali: ¿Lo han descongelado antes? 

—Peter: Ha estado dos días descongelándose en el frigorífico —contestó Peter, recalcando la parte del tiempo. Al ver a Lali, se quedó de piedra—. ¿Qué haces aquí? 

—Lali: Eso no importa. ¿Agus está bien? 

—Peter: De momento. Pero no lo estará en cuanto le ponga las manos encima. 

Se produjo otro nuevo fogonazo en el exterior, acompañado por unos cuantos improperios. 

—Gas: Será mucho mejor que apagues el pavo —sugirió. 

Peter lo fulminó con la mirada. 

—Peter: ¿Te refieres al pajarraco o a Agus? —Y desapareció rápidamente mientras cerraba la puerta al salir. 

Lali fue la primera en hablar. 

—Lali: Cualquier método culinario que implique vestirse con protección de los pies a la cabeza... 

—Peter: Lo sé. 

Gastón se frotó los ojos. Parecía llevar bastante tiempo sin dormir bien. 

Cuando dirigió la mirada al reloj que había en la pared, Lali se dio cuenta de que si se marchaba en ese preciso momento, tendría el tiempo justo para llegar al ferry. 

Pensó en el Día de Acción de Gracias en casa de sus padres, en las hordas de niños, en la cocina abarrotada, en sus hermanos y sus respectivos cónyuges pelando, cortando y mezclando ingredientes. Y después pensó en la larga y amena cena... y en la conocida sensación de encontrarse sola rodeada por una multitud. Nadie la necesitaba en casa de sus padres. En Viñedos Sotavento, en cambio, saltaba a la vista que podría ser de cierta utilidad. Miró a Luz, que estaba apoyada en ella, y le dio unas palmaditas en la espalda para tranquilizarla. 

—Lali: Gastón —preguntó—, ¿podrá funcionar el horno hoy? 

—Gas: Dame media hora —respondió él. 

Lali se acercó al frigorífico, lo abrió y vio que había leche, huevos, mantequilla y verduras frescas. La alacena también estaba muy bien provista. Salvo por el pavo, parecían tener todo lo necesario para preparar una cena de Acción de Gracias. El problema era que no sabían qué hacer con todo eso. 

—Lali: Luz, cariño, ve a por tu chaqueta —le dijo a la niña—. Te vienes conmigo. 

—Luz: ¿Adónde vamos? 

—Lali: A hacer un par de recados. 

Cuando la niña se fue en busca de su chaqueta, Lali le dijo a Gastón: 

—Lali: : La traeré enseguida. 

—Gas: A lo mejor ya no estoy aquí —replicó él—. En cuanto arregle esto, me vuelvo a mi casa. 

—Lali: ¿Vas a pasar el Día de Acción de Gracias con tu mujer? 

—Gas: No, mi mujer está en San Diego con su familia. Nos estamos divorciando. Tengo planeado pasar el día bebiendo hasta que me sienta tan feliz como cuando era soltero. 

—Lali: Lo siento —dijo, y lo decía de corazón. 

Gastón se encogió de hombros. 

—Gas: El matrimonio es una mierda —dijo con voz fría—. Cuando nos casamos, sabía que teníamos un cincuenta por ciento de probabilidades de que funcionara. 

Lali lo miró con expresión pensativa. 

—Lali: No creo que uno deba casarse a menos que esté seguro al cien por cien. 

—Gas: Eso no es realista. 

—Lali: No —admitió ella con una media sonrisa—. Pero es un buen comienzo. —Se volvió hacia Luz, que había regresado con su chaqueta. 

—Gas: Antes de irte, ¿podrías hacer algo con ese perro? —le preguntó Gastón antes de lanzarle una mirada asesina a Renfield, que estaba sentado tan tranquilo. 

—Luz: ¿Te molesta? 

—Gas: Cuando me mira con esos ojos de desquiciado, me entran ganas de vacunarme o algo. 

—Luz: Así es como Renfield mira a la gente, tío Gastón —le explicó Luz—. Eso quiere decir que le gustas. 

Lali cogió a Luz de la mano, salió de la casa y pulsó una tecla de marcación rápida en su móvil de camino al coche. Contestaron de inmediato. 

—Feliz Día de Acción de Gracias —escuchó que decía su padre. 

Lali sonrió al oír los ruidos tan conocidos de fondo, una mezcla de ladridos, llantos de bebé, golpes de platos y cazuelas, y la melodía de Perry Como y su «En casa de vacaciones». 

—Lali: Hola, papá. Feliz Acción de Gracias a ti también. 

—¿Vienes de camino? 

—Lali: Pues no. Y me estaba preguntando... ¿crees que este año podríais pasar sin mi timbal de macarrones con queso? 

—Depende. ¿Por qué tendría que conformarme y pasar sin él? 

—Lali: Estaba pensando en pasar Acción de Gracias con unos amigos, aquí en la isla. 

—¿Uno de esos amigos es quizá don Trayecto en Ferry? 

Lali sonrió a su pesar. 

—Lali: ¿Por qué siempre me voy de la lengua contigo? 

Su padre se echó a reír. 

—Que te lo pases bien y llámame después para contármelo. Y en cuanto a mi timbal de macarrones con queso, mételo en el congelador y tráemelo la próxima vez que vengas. 

—Lali: No puedo, tengo que servirlo hoy. Mi amigo, que se llama Peter, ha incinerado las guarniciones y ha volado el pavo. 

—¿Así ha conseguido que te quedes? Qué listo. 

—Lali: No creo que lo hiciera a propósito —replicó con una carcajada—. Te quiero, papá. Dale a mamá un beso de mi parte. Y gracias por ser tan comprensivo. 

—Pareces feliz, cariño... —dijo su padre—. Eso hace que me sienta más agradecido que nada de este mundo. 

«Soy feliz», se dio cuenta Lali cuando cortó la llamada. Se sentía... eufórica. Sentó a Luz al asiento trasero del coche y se inclinó para abrocharle el cinturón de seguridad. Mientras ajustaba bien las cintas, recordó el fuego y el humo que había visto a través de la ventana de la cocina y fue incapaz de contener una carcajada. 

—Luz: ¿Te estás riendo porque mis tíos han volado el pavo? —preguntó. 

Lali asintió con la cabeza mientras intentaba, sin éxito, contener otra carcajada.  Luz comenzó a reírse. Sus ojos se encontraron y la niña dijo con inocencia: 

—Luz: No sabía que los pavos volaban. 

El comentario hizo que ambas se echaran a reír, y se abrazaron, entre carcajadas, hasta que Lali tuvo que secarse las lágrimas. 

Cuando Lali y Luz volvieron a la casa, Peter y Agus ya habían limpiado el desastre del patio trasero y estaban en la cocina, pelando patatas. Al ver a Lali, Peter se acercó a ella de inmediato para quitarle el pesado paquete que llevaba en las manos: un enorme recipiente de aluminio con pavo suficiente como para darle de comer a una familia de doce personas. 

Luz la seguía con un enorme tarro de salsa. El olor del pavo asado con salvia, ajo y albahaca se filtraba a través de la tapa. 

—Peter: ¿De dónde ha salido todo esto? —preguntó, que dejó el recipiente en la encimera. 

Lali lo miró con una sonrisa. 

—Lali: Viene bien tener contactos. El yerno de Elizabeth tiene un restaurante en Roche Harbor Road y sirven menú de Acción de Gracias todo el día. Así que llamé y pedí pavo para llevar. 

Peter apoyó una mano en la encimera y la observó con detenimiento. Recién duchado y afeitado, tenía un atractivo muy viril que provocó el despertar de sus sentidos. 

Escuchar esa voz ronca le provocó un hormigueo en el estómago. 

—Peter: ¿Por qué no has cogido el ferry? 

—Lali: He cambiado de opinión. 

Peter inclinó la cabeza y la besó con ternura, pero de forma tan arrolladora que se ruborizó y se le aflojaron las rodillas. Mientras parpadeaba, Lali se dio cuenta de que Peter la había besado delante de su familia. Lo miró con el ceño fruncido y después clavó la vista más allá de su hombro para ver si los estaban mirando, pero Agus estaba absorto pelando patatas y Gastón se había puesto a preparar una ensalada en un enorme cuenco de madera. Luz estaba en el suelo con Renfield, dejando que el perro lamiera la tapa del tarro de salsa. 

—Peter: Luz, asegúrate de tirar esa tapa cuando Renfield termine con ella —le dijo—. No vuelvas a ponérsela al tarro. 

—Luz: Bien. Pero mi amigo Christian dice que la boca de un perro está mucho más limpia que la de un humano.

—Agus: Pregúntale a tu tío Peter si prefiere besar a Lali o a Renfield. 

—Peter: Agus —lo reprendió el aludido, pero su hermano se limitó a mirarlo con una sonrisa. 

Con una risilla, Luz apartó la tapa de Renfield y la tiró con mucha ceremonia al cubo de la basura. 

Continuará...

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Lo siento!

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