CAPÍTULO 83

Lali no esperaba estar tan nerviosa ante la perspectiva de reencontrarse con Pablo. No sabía qué iba a sentir cuando lo mirase a los ojos o lo abrazase. Ella había cambiado mucho en los últimos meses, su vida había seguido adelante mientras Pablo estaba prisionero. Para él el tiempo se había detenido.

Él dormía en su habitación cuando Nicolás y ella llegaron a la plantación, detalle que ella agradeció sobremanera.

Gimena la regañó y al punto la consoló, emocionada por verla sana y salva. Insistió en que la reconociese el doctor Dassin, pero Lali rehusó.

—Lali: Lo único que necesito es un baño y unas vendas —dijo—. Julia puede cuidar de mí.

—Gime: Pero tus pobres manos... —se angustió observando las palmas quemadas, los dedos arañados y las uñas estropeadas.

—Lali: Sanarán. El doctor Dassin no podría hacer más de lo que hará Julia.

—Gime: El doctor volverá mañana para atender a Pablo. Insisto en que debes permitir que te eche un vistazo.

—Lali: De acuerdo —cedió a regañadientes, y pasó a preguntar por el estado físico y emocional de Pablo, pero Gimena, nerviosa, no le proporcionó demasiada información.

—Gime: El pobre está muy delgado y agotado —explicó—, pero ha descansado sin interrupciones y Berté le prepara sus platos favoritos. No creo que tarde mucho en recobrarse. Desde luego se le ve muy desanimado, pero el doctor ha dicho que es normal. Lo único que podemos hacer es cuidar de él y esperar.

—Lali: Yo debería de haber estado aquí para darle la bienvenida —dijo con amargura.

Gimena frunció el ceño, y pareció sentirse tan culpable como la propia Lali.

—Gime: He de decirte algo, Lali. En cuanto Pablo llegó aquí mandé a buscar... a Rocío Doyle. No... no sabía qué otra cosa hacer para reconfortarlo. Él necesitaba a alguien, y como tú no estabas aquí... Espero que no te moleste.

Lali abrió los ojos como platos y tragó saliva.

—Lali: No, no, yo... —Calló, sorprendida por una súbita punzada de celos. Recordó a la joven en el jardín, echada encima de Peter. Conque Rocío le había dado la bienvenida a Pablo... seguro que con besos y algo más... «Pero me alegro de que fuese capaz de hacerlo», pensó, recuperándose del breve arrebato de celos. Rocío le había entregado a Pablo su amor y su inocencia. En el fondo, Lali no podía achacarle nada a aquella joven irlandesa—. Así pues, ¿ella lo ha ayudado a... a recuperarse? —preguntó finalmente.

—Gime: Sí, creo que sí. Se la ve muy dispuesta a reconfortarlo.

Lali supo que Gimena no comentaría con nadie más ese asunto y se tranquilizó del todo.

—Gime: ¿Por qué no descansas unas horas antes de ver a Pablo? —sugirió.

Aunque estaba agotada, Lali negó con la cabeza.

—Lali: No; me bañaré y me cambiaré enla garçonniére. Quiero verlo cuanto antes.

Tras darse un baño relajante, Lali llamó a Julia, quien lanzó un par de exclamaciones de consternación al verla y le aplicó ungüento de hierbas en la cara, las manos, y en los cortes y rasguños. Preparó una infusión asquerosa pero sedante para la garganta y se aseguró de que Lali bebiese hasta la última gota. Lali se preguntó quién estaría cuidando de Peter. Sin duda, Nicolás debía de haberse asegurado de que llevasen un médico al Cabildo para que atendiese a su hijo. Cuando intentó levantarse para preguntarle a Julia sobre lo del médico, ésta la obligó a sentarse de nuevo.

—Julia: Monsieur Vallerand siempre se encarga de todo —dijo—. ¡Ahora sientate y estate quieta!

Reunió los mechones chamuscados del cabello de Lali y los cortó trazando una línea recta a mitad dela espalda. Luego le recogió la cabellera con una cinta azul a la altura de la nuca.

—Lali: Todavía tengo un aspecto horrible —se quejó estudiando su cabello.

—Julia: Niña tú no estarías horrible ni aunque te quedaras calva. A demás no creo que a monsieur Pablo le importe eso —repuso.

Con su ayuda, Lali se puso un vestido crema y azul pálido, de manga larga y escote modestamente alto, con un cuello sobrepuesto. Convencida de que no había más que hacer, se dirigió a la casa y encontró a Gimena en el salón cosiendo.

—Lali: ¿Se ha levantado ya Pablo? —preguntó.

Gimena sacudió la cabeza.

—Gime: No tardará en hacerlo. ¿Por qué no vas a buscarlo?

Lali fue hasta la habitación de Pablo sin darse ninguna prisa y se sentó en la silla que había junto a la cama para contemplarlo dormir. Creía que ya había llorado todo lo que podía llorar, pero los ojos se le humedecieron. Su marido llevaba un pijama blanco y lucía una larga cabellera despeinada. Recordó la primera vez que él le había sonreído, durante la primera comida a la que había asistido en la casa de su familia. También recordó el primer beso. Qué conmovedoras le habían resultado tanto su belleza como su amabilidad.

Pablo había sido su primer amor... Pero ahora entendía que siempre lo había sentido como un amigo muy querido. Había sido una relación contenida y eso no lo borraba ni el tiempo ni el afecto. Siempre querría a Pablo, pero nunca le amaría como a Peter.

La cara relajada de Pablo mientras dormía era una versión más suave y delicada que la de Peter. Impulsivamente, se inclinó hacia él y le rozó la mejilla con los dedos.

—Lali: Pablo —musitó, y él abrió los ojos. El tono profundo de aquel verde era suave y cálido, carente de la vibrante perspicacia de Peter.

Él respiró hondo y parpadeó un par de veces para enfocarla vista. Alcomprender que no se trataba de un sueño, se incorporó de un brinco.

—Pablo: ¿Lali?

Ella le sonrió pensando que tal vez querría abrazarla, pero él siguió mirándola inmóvil. Incómoda, se inclinó y lo abrazó, entonces él también la rodeó con los brazos.

—Pablo: Durante todo este tiempo creí que habías muerto —dijo él, y ella apoyó la cabeza en su hombro y rompió a llorar.

Continuará...

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