Capítulo 23

A lo largo de las dos semanas siguientes, Lali era consciente de que cada vez veía más a Peter Lanzani. Para su alivio, él pareció aceptar que sólo estaba interesada en su amistad. Se pasaba mucho por la juguetería con el termo lleno de café y también le llevaba pasteles que compraba en una pastelería cercana. Cruasanes bañados de chocolate crujiente, tartaletas de albaricoque o barquillos cubiertos de azúcar glasé. De vez en cuando, incluso la convencía para que almorzara con él. En una ocasión fueron a Market Chef y en otra a un bar donde se demoraron hasta que se dio cuenta de que llevaban dos horas hablando. 

Era incapaz de rechazar sus invitaciones porque era incapaz de señalar una sola ocasión en la que Peter se le hubiera insinuado. De hecho, era más bien lo contrario. Se había esforzado para que olvidara sus temores. 

Nada de besos ni de indirectas, nada que mostrara que estaba interesado en ella de otro modo que no fuera amistoso. 

Peter fue a Seattle para cortar con Melody, que al parecer se lo había tomado mejor de lo esperado. Cuando le describió el momento, Peter no entró en detalles, pero sí le pareció muy aliviado. 

—Peter: Nada de lágrimas, ni de llantos, ni de escenas dramáticas —le dijo. Y después de una pausa perfectamente milimetrada añadió—: Y por parte de Melody tampoco. 

—Lali: Todavía sientes algo por ella —le recordó—. Es posible que puedan arreglar las cosas. 

—Peter: No siento nada por ella. 

—Lali: Nunca se sabe. ¿Has borrado su número de teléfono ya? 

—Peter: Aja. 

—Lali: ¿Le has devuelto las cosas que tenía en tu casa? 

—Peter: Nunca le di la oportunidad de que dejara algo. Agus y yo tenemos una regla: nada de invitadas a dormir mientras Luz esté en casa. 

—Lali: Entonces cuando Melody venía a verte, ¿dónde...? 

—Peter: Nos quedábamos en un Bed & Breakfast. 

—Lali: Vaya... —comentó—. Supongo que la ruptura es definitiva. ¿Seguro que no estás en una fase de negación? Es normal sentirse triste cuando pierdes algo. 

—Peter: No he perdido nada. Nunca pienso en las relaciones fallidas como en una pérdida de tiempo. Porque siempre se aprende algo. 

—Lali: ¿Qué has aprendido de Melody? —le preguntó, fascinada. 

Peter reflexionó en profundidad. 

—Peter: Al principio, pensé que la falta de discusiones era algo bueno. Pero ahora me doy cuenta de que era una señal de que no conectábamos. 

Luz no tardó en pedir otro día con Renfield, y Lali volvió a llevarlo a Viñedos Sotavento. Al acercarse a la casa, vio que habían colocado una rampa desmontable sobre una parte de los escalones. El perro subió la rampa con más facilidad que los estrechos y empinados escalones. 

—Lali: ¿Lo has hecho para facilitarle las cosas a Renfield? —preguntó Lali cuando Peter abrió la puerta. 

—Peter: ¿Te refieres a la rampa? Sí. ¿Ha funcionado? 

—Lali: Perfectamente. —Sonrió agradecida, al darse cuenta de que Peter había notado las dificultades que tuvo el perro con los escalones y había ideado una forma de facilitarle la entrada y la salida de la casa. 

—Peter: ¿Sigues buscando un hogar para él? —preguntó mientras sujetaba la puerta para que entraran. Se inclinó para acariciar a Renfield cuando pasó por su lado, y el perro lo miró con la misma expresión que una gárgola medieval, incluida la lengua colgando. 

—Lali: Sí, pero de momento no he tenido mucha suerte —contestó ella—. Tiene demasiados problemas. Es posible que necesite una prótesis de cadera en algún momento, y luego está su problema de prognatismo. Y el eccema. Un perro caro de mantener pero bonito sería una cosa. Pero con el aspecto de Renfield... nadie lo quiere. 

—Peter: En realidad, y si no te importa—dijo, hablando muy despacio—, nos gustaría quedarnos con él. 

Lali se quedó pasmada. 

—Lali: ¿Te refieres de forma permanente? 

—Peter: Sí. ¿Por qué te sorprende tanto? 

—Lali: No es tu tipo de perro. 

—Peter: ¿Y cuál es mi tipo de perro? 

—Lali: Bueno, pues uno normal. Un labrador o un springer spaniel. Un perro que pueda ir contigo a correr y eso. 

—Peter: Subiré a Renfield a un monopatín. Agus y Luz estuvieron enseñándole a mantener el equilibrio en uno el otro día. 

—Lali: Pero no podrás llevártelo cuando salgas a pescar. Los bulldogs no saben nadar. 

—Peter: Le pondremos un chaleco salvavidas. —le regaló una misteriosa sonrisa—. ¿Por qué te molesta que quiera quedarme con él? 

Entre tanto, Renfield no paraba de mirarlos primero a uno y luego al otro. 

—Lali: No me molesta. Es que no entiendo por qué lo quieres. 

—Peter: Me gusta su compañía. Es un perro tranquilo. Agus dice que será estupendo para mantener el viñedo libre de alimañas. Y lo más importante: Luz lo quiere. 

—Lali: Pero necesita muchos cuidados. Tiene alergias cutáneas. Necesita un pienso especial, un champú especial y las facturas del veterinario serán numerosas. No sé si entiendes todo lo que te espera. 

—Peter: Sea lo que sea, ya me las apañaré. 

Por su parte, Lali no entendía el porqué de la enorme emoción que la abrumaba. Se acuclilló al lado del perro y empezó a acariciarlo, manteniendo la cara vuelta para que Peter no la viera. 

—Lali: Renfield, parece que ya tienes un hogar —dijo con la voz ronca. 

Peter se arrodilló a su lado y le aferró la barbilla con una mano para instarla a levantar la cabeza y a mirarlo. Esos ojos verdes la miraron con ternura y preocupación. 

—Peter: Oye —le dijo—, ¿qué pasa? ¿Te arrepientes de separarte de él? 

—Lali: No. Es que no me lo esperaba. 

—Peter: ¿No me crees capaz de mantener un compromiso porque sé que va a haber problemas en el futuro? —Le acarició la mejilla con el pulgar—. Estoy aprendiendo a vivir la vida tal como se presenta. Tener un perro como Renfield va a suponer inconvenientes, problemas y gastos. Pero merecerá la pena. Tenías razón. Hay algo noble en él. Es feo por fuera, pero tiene una autoestima de narices. Es un buen perro. 

Lali quería sonreír, pero le tembló la barbilla y la emoción amenazó con volver a abrumarla. 

—Lali: Eres un buen hombre —consiguió decir—. Espero que algún día encuentres a una mujer que sepa apreciarte. 

—Peter: Yo también lo espero —replicó él con voz alegre—. ¿Ya podemos levantarnos del suelo? 

Cuando Peter le preguntó por los planes que tenía para el Día de Acción de Gracias, Lali le dijo que todos los años lo pasaba en Bellingham con sus padres. Salvo por el pavo, que lo preparaba su madre, el resto del menú consistía en una amplia variedad de platos que cada cual aportaba a su gusto. 

—Peter: Si quieres quedarte este año en la isla, puedes pasarlo con nosotros —la invitó. 

Lali notó esa sensación que experimentaba cada vez que se descubría anhelando algo que ya había decidido rechazar: la última galleta del plato, la última copa de vino porque ya había bebido demasiado... Pasar esos días de vacaciones con Peter y Luz crearía un vínculo importante, supondría un exceso de cercanía. 

—Lali: Gracias, pero prefiero mantener la tradición —rehusó con una sonrisa forzada—. Mi familia espera que lleve mi timbal de macarrones. 

—Peter: ¿Tu timbal de macarrones? —preguntó con voz apenada—. ¿La receta de tu abuela con cuatro tipos de queso y los picatostes? 

—Lali: ¿Te acuerdas de eso? 

—Peter: ¿Cómo voy a olvidarlo? —La miró con una expresión suplicante—. ¿Traerás las sobras? 

Lali se echó a reír. 

—Lali: No tienes vergüenza. Haré un timbal extra. ¿Quieres que te haga también alguna tarta? 

—Peter: ¿En serio? 

—Lali: ¿De qué la quieres? ¿De calabaza, de manzana, de nueces pacanas...? 

—Peter: Sorpréndeme —contestó, y le robó un beso con tal rapidez que Lali no tuvo tiempo para reaccionar. 

Continuará...

__________________________________________

+15 FIRMAS :D