Capítulo TRES

Como todo el mundo, Lali estaba ocupada con la cosecha y el festival local que le siguió. Una cena masiva al aire libre y un baile que se llevó a cabo en los jardines de Ramsay House con la asistencia de más de un millar de invitados, entre los inquilinos, sirvientes y gente del pueblo. 

Para decepción de Lali, Cande Lanzani no había podido asistir a las fiestas, ya que su esposo Victorio había desarrollado una tos persistente. Ella se había quedado en casa para cuidarlo. “El médico nos ha dejado un medicamento que ha ayudado a Vico con gran efecto", le había escrito Cande, "pero advirtió que debía reposar en cama sin interrupciones para que tenga una recuperación completa." 

Hacia finales del mes de noviembre, Lali se dirigió a casa de los Lanzani, tomando la ruta directa a través de bosques poblados de robles y bayas retorcidas con gran gesto. 

Se acercó a la casa Lanzani, un antiguo pabellón de caza real cubierta de hiedra en conjunto con las diez hectáreas de bosques. Llegando a un camino pavimentado con esmero, Lali bordeo el lado de la casa y se dirigió hacia la parte delantera. 

— Lali. 

Al escuchar la voz tranquila, se volvió para contemplar a Cande sentada sola en un banco de piedra. 

—Lali: Oh, hola — dijo alegremente – No te he visto en días, así que pensé que sería…— su voz se desvaneció mientras dirigía una mirada más cercana a su amiga. 

Candela llevaba un vestido simple de día, la combinación de tela gris hacia contraste con el fondo del bosque detrás de ella. Estaba tan quieta y silenciosa que Lali ni siquiera había reparado en su presencia. 

Habían sido amigas durante tres años, desde que Cande se había casado con Vico y se trasladó a vivir a Stony Cross. Había ciertas clases de amigos: los que te visitan cuando no tienes ningún problema, eso era Belén. Pero hay otra clase que son los que están contigo en los momentos difíciles, esa era Cande. 

Lali frunció el ceño al ver la tez pálida de Cande, había perdido su color saludable de costumbre, sus ojos y la nariz enrojecida. 

Lali frunció el ceño, preocupada. 

—Lali: No estás usando una capa o manto.

—Cande: Estoy bien — murmuró, a pesar de que sus hombros temblaban. Sacudió la cabeza e hizo un gesto cuando Lali se quitó su capa de lana pesada y se dirigió hacia ella colocándosela alrededor de su forma esbelta — No, La, No lo… 

—Lali: Estoy caliente por el esfuerzo de la caminata — insistió sentándose junto a su amiga en el banco de piedra helada. Paso un momento sin palabras, mientras que la garganta de Cande trabajaba visiblemente. Algo andaba muy mal. Lali esperó con forzada paciencia – Can... – pregunto finalmente — ¿Ha pasado algo con el capitán Lanzani? 

Cande respondió con la mirada en blanco, como si estuviera tratando de descifrar una lengua extranjera. 

—Cande El Capitán Lanzani — repitió en voz baja, luego sacudió la cabeza. — No, hasta donde sé, Peter está bien. De hecho, llego un paquete de cartas de él ayer. Una de ellas es para Belén. 

Lali suspiro con alivio. 

—Lali: Se la llevo, si quieres — se ofreció, tratando de parecer tímida. 

—Cande: Sí. Eso sería muy útil — los dedos pálidos se torcieron en su regazo. Poco a poco Lali se acercó y puso su mano sobre la de Cande. 

—Lali: ¿La tos de tu esposo está peor? 

—Cande: El médico se fue temprano — tomo una inspiración profunda, luego dijo aturdida — Victorio tiene tuberculosis 

La mano de Lali se tensó. Las dos se quedaron en silencio, mientras un viento helado crujía entre los árboles. 

La enormidad de la injusticia era difícil de entender. Victorio Lanzani era un hombre decente, siempre de los primeros en acudir a alguien cuando escuchaba que necesitaban ayuda. Había pagado un tratamiento médico para la esposa de un aldeano que la pareja no podía pagar, había comprado un piano para su casa donde daba clases a los niños de la localidad, había invertido en la reconstrucción de la tienda de pasteles de Stony Cross cuando esta estaba cerca de quedar reducida a cenizas. Lo hizo todo con mucha discreción, como si estuviera avergonzado de estar realizando buenas acciones. ¿Por qué alguien como Vico tenía que sufrir? 

—Lali: No es una sentencia de muerte — dijo finalmente — Algunas personas logran sobrevivir. 

—Cande: Una de cada cinco — convino. 

—Lali: Tu marido es joven y fuerte. Y si alguien debe de ser el de uno de los cinco. Será Vico — Cande hizo un movimiento de cabeza pero no respondió. 

Las dos sabían que la tuberculosis era una enfermedad especialmente virulenta, devastaba los pulmones, causando la pérdida drástica de peso y mucha fatiga. Lo peor de todo eran los ataques de tos, volviéndose cada vez más persistentes y con sangre, hasta que los pulmones estaban tan afectados que le impedían a la víctima respirar por más tiempo. 

—Lali: Mi cuñado Nico es muy conocedor de hierbas y medicinas — ofreció — Su abuela era una curandera en su tribu. 

—Cande: Una curandera gitana – repitió en tono dudoso. 

—Lali: Debes probar cualquier cosa — insistió— Por ejemplo curanderos gitanos. Los Rom conviven a diario con la naturaleza, y saben todo acerca de su poder de curación. Le pediré a Nico que haga un tónico para que ayude a los pulmones del señor Lanzani, y… 

—Cande: Vico no lo querrá tomar. Y su madre se opondría. Los Lanzani son personas muy convencionales. Si no viene recetado por un médico, o de la tienda del boticario, no lo van a probar. 

—Lali: Traeré el tónico de Nico en un frasco parecido. 

Candela inclinó la cabeza hacia un lado hasta que se detuvo brevemente en el hombro de Lali. 

—Cande: Eres una buena amiga, La. Voy a necesitarte mucho en los próximos meses.

—Lali: Aquí estaré — prometió, simplemente. 

Otra brisa helada se agitó alrededor de ellas, traspasando a través de las mangas del vestido de Lali. Cande se sacudió de su miseria quedándose aturdida, devolvió el manto 

—Cande: Entremos a la casa, voy a buscar esa carta para Belén. 

El interior de la casa era cálido y acogedor, las habitaciones anchas, con techos bajos de madera, ventanas de espeso cristal que admitían la luz invernal. Parecía que cada hogar en la casa estaba encendido, el calor rodaba suavemente a través de las habitaciones. Todo en la casa Lanzani estaba silencioso y decorado con buen gusto, con mobiliario señorial que había alcanzado una edad venerablemente cómoda. 

Una doncella de aspecto etéreo vino a tomar la capa Lali. 

—Lali: ¿Dónde está tu suegra? – pregunto acompañando a Cande a la escalera. 

—Cande: Fue a descansar a su habitación. La noticia fue especialmente difícil para ella – hubo una pausa corta — Vico siempre ha sido su favorito. 

Lali era muy consciente, al igual que la mayoría en Stony Cross. De que la Sra. Emilia Lanzani adoraba a sus dos hijos, los únicos que le quedaban después de que dos de sus otros hijos, habían muerto en su infancia, así como una hija que había nacido muerta. Pero fue Vico Lanzani, en quien la señora había invertido todo su orgullo y ambición. Desafortunadamente ninguna mujer era lo suficientemente buena para Vico a los ojos de su madre. Cande había tenido que soportar una gran cantidad de críticas durante los tres años de su matrimonio, especialmente en su incapacidad para concebir hijos. 

Lali y Cande subieron por la escalera, hileras de retratos de familia enmarcados en oro macizo adornaban el trayecto. La mayoría eran de la parte aristocrática de la familia. 

Al llegar a la parte superior de la escalera, se escucho una tos ahogada que provenía de una habitación al final del pasillo. Lali se estremeció al escucharlo. 

—Cande: La, ¿Te importaría esperar un momento? — preguntó con ansiedad — Tengo que ir a dar la medicina a Vico, es la hora. 

—Lali: Claro que puedo. 

—Cande: Ve a la habitación de Peter, el se queda ahí cuando nos visita. Puse la carta sobre la cómoda. 

—Lali: Voy a buscarla. 

Cande se dirigió con su marido, mientras que Lali entraba cautelosamente a la habitación de Peter, mirando primero alrededor de la puerta. 

La habitación estaba en penumbra. Lali abrió una de las pesadas cortinas, dejando pasar la luz del día a todo el piso alfombrado que parecía un rectángulo brillante. La carta estaba sobre el tocador. Lali la levantó con impaciencia, sintiendo enormes ganas de romper el sello. 

Sin embargo, se amonestó a sí misma diciendo que iba dirigida a Belén. 

Con un suspiro de impaciencia, deslizó la carta sin abrir en el bolsillo de su vestido. Ordenando luego los artículos que estaban sobre la cómoda cuidadosamente en una bandeja de madera. Un cepillo pequeño con mango de plata de afeitar. . . una navaja plegable de hoja. . . una jabonera vacía. . . una caja con tapa de porcelana. Incapaz de resistirse, Lali levantó la tapa y miró dentro. Se encontró tres pares de gemelos, dos de plata, uno de oro, una cadena de reloj, y un botón de bronce. Lali cogió la brocha de afeitar y se tocó la mejilla con la misma. Las cerdas eran sedosas y suaves. Como el movimiento de fibras suaves y un agradable aroma liberado a jabón de afeitar.

Sosteniendo el pincel más cerca de su nariz, se concentro en el olor. . . puramente masculino. . . cedro, lavanda, hojas de laurel. Imaginó a Peter poniéndose la espuma sobre la cara, estirando la boca hacia un lado... 

— ¿Lali? 

Sintiéndose culpable dejo de lado el pincel y salió al pasillo. 

—Lali: Encontré la carta – dijo — Abrí las cortinas, tire un poco de ellas para… 

—Cande: Oh, no te preocupes por eso, deja que entre la luz, aborrezco los cuartos oscuros – le dijo con una sonrisa forzada — Vico tomó su medicina, esta soñoliento. Mientras descansa, voy abajo a hablar con la cocinera. Vico cree que podría ser capaz de comer un poco de pudín negro. 

Procedieron a bajar las escaleras juntas. 

—Cande: Gracias por llevar la carta a Belén. 

—Lali: Eres muy amable al facilitar una correspondencia entre ellos. 

—Cande: Oh, no es molestia. Es por amor a Peter que estoy de acuerdo. Voy a admitir que me sorprende que Belén se tome el tiempo de escribirle. 

—Lali: ¿Por qué dices eso? 

—Cande: No creo que lo ame. Le advertí a Peter sobre ella antes de irse. Pero estaba tan impresionado con su belleza y su buen humor que terminó por convencerse de que entre ellos había algo verdadero. 

—Lali: Creí que te agradaba Belén. 

—Cande: Sí la quiero. O por lo menos. . . Estoy tratando de quererla gracias a ti — sonrió con ironía ante la expresión de Lali — He decidido ser más como tú, La. 

—Lali: ¿Mas como yo? Oh, yo no haría eso. 

La sonrisa de Cande se ensanchó y por un momento pareció la mujer despreocupada y joven que había sido antes de la enfermedad de Vico. 

—Cande: Aceptas a las personas por lo que son. Jamás los juzgas. 

—Lali: Juzgue a tu cuñado severamente — señaló con sentimiento de culpabilidad. 

—Cande: Más gente debería juzgar a Peter — dijo con su sonrisa persistente — Se podría mejorar su carácter. 

Continuará...

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Hey! acá les dejo el cap de hoy!
pueden creer que hoy es el último día de febrero??!! yo no... hace poco celebrábamos Navidad y mañana ya empezamos el tercer mes del año!! el tiempo pasa rapidísimo jaja... En cuanto a la nove les digo que tengan paciencia.... pronto aparecerá Peter ;)

Arantxa: Bienvenida!!! bienvenidísima!!! que lindo que te guste el blog, fue un error lindo jajaja
dulcenatalia: tenés razón!! ya mismo los reviso y arreglo :D
Daniela Cardozo: Danu para mí que Peter si se dará cuenta ;)

BESOS 
nos leemos mañana...

No para.. yo tenía otra cosa que decir.... ah MAÑANA HAY MARATÓN!!! YEEE!! lo q pasa es que me mudo y no creo que pueda subir más de un cap al día; durante... la próxima semana y mañana quiero compensar y subir por lo menos 10!!!!... jaja no tantos pero algo... PARECE que aún no se animan con la nove, aún estamos entrando en calor, les juro que la nove el lindísima, si les gustó "Solo con tu amor" o "Magía otra vez" esta les va a encantar!! :D