Capítulo 16

Lali se encogió de hombros. 

—Lali: Estoy muy ocupada. 

—Peter: Dímelo si te decides. Yo me encargo. —Le hizo un gesto a Luz—. Hora de irnos. 

—Luz: ¡Adiós! —se despidió la niña con alegría, y se acercó a Lali para volver a abrazarla. 

—Lali: Adiós, Luz. 

Después de que tío y sobrina se marcharan, Lali echó un vistazo por la tienda, que en ese momento se había quedado vacía. 

—Lali: Vamos a almorzar —le dijo a Elizabeth. 

Entraron juntas en la trastienda y se sentaron a una mesa, aguzando el oído por si escuchaban la campanilla de la puerta. Mientras Elizabeth desenvolvía los bocadillos, Lali abrió el termo, del que surgió un maravilloso aroma. Tostado, rico y amaderado. 

Lali inspiró con fuerza y cerró los ojos para disfrutar del intenso olor. 

—Elizabeth: Ahora lo entiendo. 

Lali abrió los ojos. 

—Lali: ¿El qué? 

—Elizabeth: El motivo por el que no te interesa Agus. 

La respuesta hizo que contuviera el aliento. 

—Lali: ¡Ah, no, pero...! No tiene nada que ver con Peter, si eso es lo que estás pensando. 

—Elizabeth: He visto cómo te mira. 

—Lali: Está saliendo con otra. Y van en serio. 

—Elizabeth: Que yo sepa, todavía no se han casado. Y Peter te ha traído café —añadió como si fuera un gesto de enorme relevancia—. Posiblemente equivale a una botella de Dom Pérignon —dijo al tiempo que miraba el termo con deseo. 

—Lali: ¿Quieres probarlo? —le ofreció con una sonrisa. 

—Elizabeth: Voy a por mi taza. 

Descubrieron que el café ya estaba azucarado y que tenía crema. El humeante líquido era del color del caramelo. Hicieron un silencioso brindis con sus tazas y lo probaron. 

No sólo era café, era toda una experiencia en sí misma. Un comienzo suave, cremoso y azucarado que daba paso a una nota final aterciopelada. Fuerza y suavidad, sin rastros de amargor. La mezcla fue como un cálido bálsamo. 

—Elizabeth: ¡Dios mío! —exclamó—. Está buenísimo. 

Lali bebió otro sorbo. 

—Lali: Es un problema —replicó con voz quejumbrosa. La expresión de Elizabeth se suavizó, como si la entendiera. 

—Elizabeth: ¿Te refieres a la atracción que sientes por Peter Lanzani? 

—Lali: Sé que está fuera de mi alcance. Pero cuando nos vemos, da la impresión de que estemos tonteando, aunque no es cierto. 

—Elizabeth: A mí no me parece un problema —le aseguró. 

—Lali: ¿Ah, no? 

—Elizabeth: No. El problema llegará cuando no tengas la impresión de que estan tonteando. Así que, adelante, sigue tonteando, a lo mejor ése es el motivo que te impide acostarte con él. 

En Halloween, Peter insistió en que Agustín fuera el encargado de llevar a Luz a las actividades que tendrían lugar en Friday Harbor, entre las que se incluía una sesión cinematográfica en la biblioteca, la búsqueda de caramelos en las tiendas y una fiesta infantil en el parque. 

—Peter: Asegúrate de pasarte por la juguetería para ver a Lali —añadió. 

—Agus: ¿Estás seguro? —le preguntó, no muy convencido. 

—Peter: Sí. Todo el mundo quiere que se conozcan, Lali incluida. Así que ve. Invítala a salir si te gusta. 

—Agus: No sé —dijo—. Con la cara que has puesto... 

—Peter: ¿Qué cara? 

—Agus: La que pones justo antes de darle una paliza a alguien. 

—Peter: No voy a darle una paliza a nadie —replicó con calma—. No es mía. Estoy con Melody. 

—Agus: ¿Y por qué tengo la sensación de que invitar a salir a Lali sería como quitarte la novia? 

—Peter: Ni de broma. Estoy con Melody. 

Agus se echó a reír por lo bajo y se rascó la cabeza. 

—Agus: Tu nuevo mantra. Bien, le echaré un ojo. 

Más tarde Agus volvió a casa con Luz, que se lo había pasado en grande durante los festejos de Halloween y que había llenado una calabaza de plástico con caramelos. Con mucha ceremonia, extendieron los caramelos en la mesa, los admiraron y Luz escogió un par para comérselos en ese preciso momento. 

—Peter: Bien, hora de bañarse —dijo, que se agachó para que Luz se le subiera a la espalda—. Creo que eres el hada más sucia y pegajosa que he visto en la vida. 

—Luz: Tú no crees en las hadas —replicó con una risilla mientras la llevaba a cuestas a la planta superior. 

—Peter: Claro que sí. Tengo una aquí mismo. 

Después de llenar la bañera y dejarle un camisón limpio y una toalla sobre la tapa del inodoro, Peter volvió a bajar. Agus había terminado de guardar los caramelos en una bolsa enorme y estaba recogiendo la cocina. 

—Peter: ¿Y bien? —preguntó con voz gruñona—. ¿Pasasron por la tienda? 

—Agus: Nos hemos pasado por una veintena de tiendas. El pueblo era un hervidero de gente. 

—Peter: Me refiero a la juguetería —puntualizó entre dientes. 

—Agus: Ah, que me preguntabas por Lali. —sacó una cerveza del frigorífico—. Sí, y es un bombón. Y Luz está loca por ella. Se sentó en el mostrador y ayudó a Lali a dar caramelos a los niños. Creo que se habría quedado toda la noche si la dejo. —Se detuvo con la cerveza a medio camino—. Pero no voy a invitarla a salir. 

Peter lo miró con expresión alerta. 

—Peter: ¿Por qué no? 

—Agus: Me hizo el Heisman. 

—Peter: ¿El qué? 

—Agus: Ya sabes... —imitó la pose, con un brazo extendido y listo para bloquear a un rival, del trofeo Heisman que todos los años se otorgaba al mejor jugador de fútbol americano—. Fue muy simpática, pero no estaba interesada. 

—Peter: Pues debería estarlo —replicó, molesto—. Estás soltero, no tienes mala planta... ¿Qué problema tiene? 

Agus se encogió de hombros. 

—Agus: Es viuda. A lo mejor sigue echando de menos a su marido. 

—Peter: Ya es hora de que lo olvide —protestó—. Han pasado dos años. Tiene que empezar a vivir de nuevo. Tiene que arriesgarse con otra persona. 

—Agus: ¿Como tú? —preguntó con sagacidad. 

Peter lo fulminó con la mirada. 

—Peter: Estoy con Melody. 

—Agus: Sí, ya me lo has dicho —repuso su hermano con una carcajada—. Sigue repitiéndolo, que a lo mejor hasta te lo crees al final. 

Continuará...

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jeje... :D

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