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miércoles, 20 de febrero de 2013

Capítulo 2



—¿Vas a hacerte cargo de ella de verdad? —le preguntó Agus el día del funeral, después de que se reunieran en casa de Eugenia. 

Le resultó muy raro verlo todo tal como ella lo había dejado: los libros en la estantería, un par de zapatos arrinconados de cualquier manera en el interior del armario, el brillo de labios en el lavabo... 
—Peter: Claro que voy a hacerme cargo de ella —contestó—. ¿Qué voy a hacer si no? 
—Agus: Siempre queda Gas. Está casado. ¿Por qué no les ha dejado la niña a Darcy y a él? 
Peter lo miró con gesto elocuente. El matrimonio de su hermano menor era como un ordenador minado de virus. 
—Peter: ¿Dejarías un hijo tuyo a su cargo? —le preguntó a su vez. 
Agus negó muy despacio con la cabeza. 
—Agus: Supongo que no. 
—Peter: Pues Luz sólo nos tiene a nosotros dos. 
Agus lo miró con recelo. 
—Agus: A quien han fichado para esto es a ti, no a mí. Hay un motivo por el que Euge no me nombró tutor legal de su hija. No se me dan bien los niños. 
—Peter: De todas formas eres el tío de Luz. 
—Agus: Tú lo has dicho, su tío. Mi responsabilidad se limita a hacer chistes escatológicos y a beber demasiada cerveza en las barbacoas familiares. No soy muy paternal que digamos. 
—Peter: Ni yo —confesó con seriedad—. Pero tenemos que intentarlo. A menos que quieras renunciar a la custodia y dejarla en un hogar de acogida. 

Agus frunció el ceño y se frotó la cara con las manos. 
—Agus: ¿Qué dice Melody de todo esto? 
Peter meneó la cabeza al escuchar el nombre de su novia, una decoradora de interiores a quien conoció mientras decoraba la lujosa residencia que uno de sus amigos tenía en Griffin Bay. 
—Peter: Sólo llevamos saliendo un par de meses. O acepta la situación o ya se puede ir largando, es cosa suya. Pero no voy a pedirle ayuda. Es responsabilidad mía. Y tuya. 
—Agus: A lo mejor puedo quedarme con ella de vez en cuando. Pero no puedo ayudarte mucho, he invertido todo lo que tenía en el viñedo. 
—Peter: Justo lo que te dije que no hicieras, genio. 
Agus entrecerró los ojos, que eran del mismo verde intenso que los de su hermano. 
—Agus: Si te hiciera caso, cometería tus errores, no los míos. —Hubo un breve silencio—. ¿Dónde guardaba Eugenia la bebida? 
—Peter: En la despensa. —se acercó a un armarito, cogió dos vasos y los llenó de hielo. 
Agus rebuscó en la despensa. 
—Agus: Se me hace raro agenciarnos sus bebidas cuando ella... ya no está. 
—Peter: Sería la primera en decirnos que no nos cortáramos. 
—Agus: Seguramente tienes razón. —regresó a la mesa con una botella de whisky—. ¿Tenía seguro de vida? 
Peter meneó la cabeza. 
—Peter: Dejó de pagar las cuotas. 
Agus lo miró con cierta preocupación. 
—Agus: Supongo que vas a poner la casa en venta. 
—Peter: Sí. Aunque dudo de que saquemos mucho tal como está el mercado. —Le pasó un vaso—. Llénalo bien. 
—Agus: Estoy en ello. —Agus no levantó la botella hasta que los vasos estuvieron bien llenos. 
Se sentaron de nuevo el uno frente al otro, hicieron un silencioso brindis y bebieron. Era un buen whisky que Peter se tragó con facilidad y que le provocó un agradable calorcillo en el pecho. 

La presencia de su hermano lo reconfortaba de un modo inesperado. Parecía que su tormentosa infancia (las peleas y las pequeñas traiciones) ya no se interpondrían en su camino. Eran adultos, con una amistad en potencia que no fue posible mientras sus padres estuvieron vivos. 

Con Gas, en cambio, era imposible acercarse lo suficiente como para apreciarlo o para odiarlo. Su mujer, Darcy, y él habían asistido al funeral, se habían pasado después por la casa y se habían quedado unos quince minutos, y luego se habían marchado sin apenas dirigirle la palabra a nadie. 
—Peter: ¿Ya se han ido? —había preguntado Peter, sin dar crédito, al descubrir su ausencia. 
—Agus: Si querías que se quedaran más tiempo —fue la respuesta de su hermano—, haber celebrado el funeral en Nordstrom. 

Era normal que la gente se preguntara por qué tenían tan poca relación entre ellos si residían en una isla de poco más de siete mil habitantes. Gas vivía con Darcy en Roche Harbor, en la zona norte. Cuando no estaba ocupado con su constructora, asistía con su mujer a eventos sociales en Seattle. Peter, en cambio, se mantenía ocupado con la torrefactora de café que había montado en Friday Harbor. Y Agus, que no salía de su viñedo, cuidando y mimando sus viñas, se sentía más unido a la Naturaleza que a las personas. 

Lo único que tenían en común era su amor por la isla de San Juan. Los hermanos habían recorrido cada centímetro de la isla, subiendo y bajando colinas azotadas por el viento junto a la costa, atravesando los sombríos bosques y cruzando prados cuajados de hierba forrajera y flores salvajes de sugerentes e intensos colores que iban desde el marrón chocolate, pasando por el rosa más exuberante hasta acabar en el blanco luminoso. Era imposible encontrar una mezcla de agua, tierra y cielo más proporcionada y perfecta. 

Aunque habían ido a la universidad y habían intentado vivir en otras partes, la isla siempre los había instado a regresar. Incluso Gas, con su ambición, había regresado. Eugenia era la única de la familia que había encontrado algo por lo que mereciera la pena abandonar la isla. Se había enamorado de las montañas de cristal y de los valles de cemento de Seattle. En respuesta a un comentario de Agus con el que se quejó de que la gente hablaba y pensaba demasiado en la ciudad, Eugenia le soltó que Seattle la hacía más lista. 

—Agus: No necesito ser más listo —replicó—. Cuanto más listo eres, más motivos tienes para ser un desgraciado. 
—Peter: Eso explica por qué los Lanzani estamos siempre de tan buen humor —le dijo a Eugenia, arrancándole una carcajada. 
—Euge: Gas no —comentó ella, cuando dejó de reírse al cabo de un momento—. No creo que Gas haya sido feliz un solo día de su vida. 
—Peter: Gas no quiere ser feliz —replicó—. Se conforma con los sucedáneos de la felicidad. 

Peter abandonó los recuerdos y regresó al presente, preguntándose qué diría Eugenia si supiera que pensaba criar a Luz en la isla de San Juan. No se había dado cuenta de que había hecho la pregunta en voz alta hasta que Agus le contestó. 
—Agus: ¿Crees que se habría sorprendido? Euge sabía qué nunca te irías de la isla. Tu negocio, tu casa y tus amigos están allí. Estoy seguro de que sabía que te llevarías a Luz a Friday Harbor si a ella le sucedía algo. 
Peter asintió con la cabeza, aunque se sentía vacío y desolado. No quería reflexionar mucho sobre la magnitud de la pérdida que había sufrido la niña. 
—Agus: ¿Ha dicho algo hoy? —preguntó—. No la he escuchado decir ni pío. 

Desde que le dijeron que su madre había muerto, Luz había estado en silencio y sólo respondía a las preguntas que le hacían moviendo la cabeza. Tenía una expresión distante y desconcertada, como si se hubiera refugiado en un mundo interior donde nadie podía entrar. La noche que Eugenia murió, Peter fue directo a casa de su hermana después de abandonar el hospital. Luz estaba al cuidado de una canguro. Le dio la mala noticia a la pequeña por la mañana y desde entonces apenas se había movido de su lado. 
—Peter: Nada —contestó—. Si mañana no empieza a hablar, la llevaré al pediatra. —Soltó un suspiro entrecortado antes de añadir—: Ni siquiera sé quién es su médico. 
—Agus: Hay una lista en la puerta del frigorífico. Tiene varios números, incluido el del médico de Luz. Supongo que Euge la hizo para la canguro, por si se presentaba una emergencia. 
Peter se acercó al frigorífico, quitó la nota que había pegada y se la guardó en la cartera. 
—Peter: Genial —replicó con sorna—. Ahora sé tanto como la canguro. 
—Agus: Por algo se empieza. 
Tras regresar a la mesa, Peter le dio un largo trago al whisky. 
—Peter: Por cierto, quería comentarte una cosa. No podré vivir en mi apartamento de Friday Harbor con Luz. Sólo tiene un dormitorio y no tiene patio para jugar. 
—Agus: ¿Vas a venderlo? 
—Peter: A lo mejor lo alquilo. 
—Agus: ¿Y Adónde te irás? 

Peter hizo una pausa deliberada. 

—Peter: Tú... tienes espacio de sobra. 
Agus puso los ojos como platos. 
—Agus: No, de eso nada. 
Dos años antes Agus había comprado una propiedad de seis hectáreas buscando hacer realidad su añorado sueño de montar su propio viñedo. Además de la tierra, había comprado una enorme casa de estilo Victoriano no medio derruida, que contaba con un porche, con varios miradores, con una gran torre en una de las esquinas y con tejas planas de distintos colores. 

«Para reformar» era un término que se quedaba corto referido a la casa, que crujía por todos lados, tenía el suelo desnivelado, goteras en los lugares más insólitos y charcos sin origen aparente. Sin embargo, la casa tenía tres elementos a su favor: había espacio más que de sobra para dos solteros y una niña de seis años; tenía un patio enorme con un huerto; y se encontraba en False Bay, el lugar que Peter prefería de toda la isla. 

—Agus: No van a vivir conmigo —sentenció—. Me gusta vivir solo. 
—Peter: ¿Qué vas a perder si nos vamos a vivir contigo? No interferiríamos en absoluto con tu vida. —En plural, ya que al parecer y a partir de ese momento, tendría que dejar de hablar en singular. 
—Agus: Estás bromeando, ¿verdad? ¿Sabes lo que les pasa a los solteros con niños? Todas las tías buenas pasarán de ti porque no querrán que las engatusen para hacer de canguro y tampoco querrán criar a la hija de otra. Aunque consigas milagrosamente liarte con una tía buena, no podrás conservarla mucho tiempo. Se acabaron las escapadas a Portland o a Vancouver, se acabó el sexo salvaje, se acabó lo de trasnochar. Para siempre. 
—Peter: Tampoco lo haces ahora —señaló—. Te pasas todo el tiempo en el viñedo. 
—Agus: Pero es por decisión propia. Cuando hay un niño de por medio, ya no hay decisiones propias. Mientras tus amigos se van de cervezas para ver el partido, tú estás en el supermercado comprando quitamanchas y galletitas para niños. 
—Peter: No es para siempre. 
—Agus: No, claro, sólo para lo que me queda de juventud. —bajó la cabeza como si fuera a golpeársela con la mesa, pero acabó apoyando la frente en un brazo. 
—Peter: ¿Qué es para ti la juventud, Agus? Porque no sé, pero yo diría que la dejaste atrás hace un par de años. 

Agus se quedó quieto salvo por el dedo corazón de la mano derecha que le enseñó a su hermano. 
—Agus: Tenía planes para los treinta —dijo con voz apagada—. Y ninguno incluía niños. 
—Peter: Los míos tampoco. 
—Agus: No estoy preparado para esto. 
—Peter: Ni yo. Por eso necesito tu ayuda. —soltó un suspiro exasperado—. Agus, ¿cuándo te he pedido algo? 
—Agus: Nunca. Pero ¿por qué tienes que empezar ahora? 
Peter insistió con tono persuasivo: 
—Peter: Míralo de esta forma... iremos muy despacio. Seremos los guías turísticos de Luz por la vida. Guías turísticos campechanos que nunca se sacarán de la manga chorradas como «castigos razonables» o «porque lo digo yo». Ya tengo asumido que no soy el mejor para criar a un niño... pero a diferencia de papá, mis errores serán buenos. No voy a darle un bofetón cuando no limpie su dormitorio. No voy a obligarla a comer apio si no le gusta. No voy a hacer cosas que le creen confusión o inseguridad. Si todo sale bien, acabará con una visión del mundo bastante decente y un trabajo que le permita ser independiente. Sabes muy bien que si lo hacemos, le irá mejor que si la mandamos a vivir con desconocidos. O, peor, con nuestros familiares. 

Unos cuantos tacos pronunciados en voz baja brotaron de entre los brazos cruzados de Agus. Tal como Peter esperaba, el sentido de justicia de su hermano era su punto débil. 
—Agus: Bien. —La espalda de Agus se movió por la fuerza de un suspiro antes de repetir—: Bien. Pero tengo condiciones. Para empezar quiero que me des lo que saques por tu apartamento cuando lo alquiles. 
—Peter: Hecho. 
—Agus: Y vas a tener que ayudarme a arreglar la casa. Peter lo miró con recelo. 
—Peter: No soy muy bueno con las reformas. Puedo hacer lo básico, pero... 
—Agus: Me conformo. Y verte lijar mis suelos será como un bálsamo para mi alma. —Una vez apaciguado con la promesa del dinero del alquiler y de la mano de obra barata, se disipó parte de su hostilidad—. Probaremos durante un par de meses. Pero si la cosa no me gusta, tendrás que llevarte a la niña a otra parte. 
—Peter: Seis meses. 
—Agus: Cuatro. 
—Peter: Seis. 
—Agus: ¡Maldición! Seis meses. —sirvió más whisky—. ¡Por el amor de Dios! —masculló—. Tres Lanzani viviendo bajo el mismo techo. Esto va a ser un desastre. 
—Peter: El desastre ya ha sucedido —replicó con sequedad, y habría dicho más de no ser porque escuchó algo en el pasillo. 

Luz apareció en la puerta de la cocina. Se había levantado de la cama y parecía aturdida y medio dormida. Como una pequeña refugiada, vestida con un pijama rosa, con los pies descalzos y vulnerables sobre el oscuro suelo de pizarra. 
—Peter: ¿Qué pasa, cariño? —le preguntó en voz baja al tiempo que se acercaba a ella. La cogió en brazos (no pesaba ni veinte kilos) y la niña lo abrazó—. ¿No puedes dormir? 
Lo invadió una inquietante ternura en cuanto sintió el peso de su cabeza en el hombro, el roce de su pelo rubio alborotado y el olor a plastilina y a champú de fresa. 

Él era lo único que tenía. 

«Sólo tienes que quererla.» 

Eso sería lo más sencillo. Era el resto lo que le preocupaba. 

—Peter: Voy a meterte en la cama, cariño —dijo—. Tienes que dormir. Nos esperan unos días muy ajetreados. 
Agus lo siguió mientras la llevaba a su dormitorio. La cama estaba cubierta por un dosel, del que Eugenia había colgado una especie de cortinas formadas por mariposas de alas transparentes. Después de dejarla en el colchón, Peter la arropó y se sentó en el borde. Luz estaba callada y tenía los ojos abiertos de par en par. 

Peter le apartó el pelo de la frente mientras miraba esos atormentados ojos azules. Haría cualquier cosa por ella... La fuerza de ese sentimiento lo sorprendió. No podía darle todo lo que había perdido. No podía darle la vida que podría haber tenido. Pero podía cuidarla. Nunca la abandonaría. 

Todos esos pensamientos, y muchos más, le inundaron la mente. Pero sólo dijo: 
—Peter: ¿Quieres que te cuente un cuento? 
Luz asintió con la cabeza al tiempo que miraba de reojo a Agus, que estaba apoyado en la jamba de la puerta. 
—Peter: Erase una vez tres osos —comenzó. 
—Agus: Dos tíos osos —añadió desde la puerta, con un deje un tanto resignado— y una osezna. 

Peter esbozó una sonrisa torcida mientras seguía acariciándole el pelo a Luz. 
—Peter: Que vivían en una casa enorme junto al mar...

Continuará...
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Heyyyyyyyyyy!
me alegra muchísimo que les haya gustado el primer cap de la nove! les dejo cap larguito, en el siguiente aparece Lali, no se desesperen!!!

Bueno... ya saben linduras... +15 FIRMAS y subo el SIGUIENTE CAPÍTULO!! ;)

Lucia14: aaww gracias Lu!!! :')
@Lina_AR12: Li cuidado con contar el final OJO!!! ;) jajaja 
CHARI: Y vos donde te perdiste!!! se te re extraño!!... 
Jeissy: Si... pero pronto cambia ;)

18 comentarios:

  1. Re lindo y ni ahi cuento el final porq pienso disfrutarla cap a cap,JAJAJA!

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  2. Esta Muy Buena La Nove, Quiero Que Aparezca La!No Me Gusta Para Nada La Actitud De Agus!

    @DaniiVasqueez

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  3. me los como enteros cuidando de la niña

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  4. mas novela esta genial y a peter ya le nace ternurapor ella la amara a esa niña yo lo se

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  5. masssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss

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  6. todo el cap fue tan triste y doloroso, y llega el final con ese toque de gracia de Agus... un cuento que esta empezando y que seguro sera genial

    espero mas nove YA!

    besossss MUACKS

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  7. Preseinto que me va a dar ternura este lanzani!!

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  8. Es muy tierno contando el cuento!! Más!

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  9. me gusta me gusta, me lo trate de imaginar a agus con ojos verdes, lindoooo, jjaja pero los tiene asi como miel con manchitas doraditas, ignorame! jajaja

    esta muy buena la nove! besos...

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  10. muy tierno los tios con luz mem uetro mas

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  11. awwwwwww es que me haces poner tierna ademas todo lo que dije es verdad no menti NUNCA :D ! jajajja me mori de amorrrrrrrr se y presiento que voy a amar a este Peter ♥ y espero que la relacion con Luz empiece bien! ME ENCANTO el cap y la noveeee no estuve porque sali tarde del dentista y cuando sali no tenia bateria en el celu, llegue hecha una gota de agua a casa y me fui a lo de papá recien volvi asi que aca estoy! jajajajaja muchas gracias por la mini maraton ♥ @LuciaVega14

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  12. ay que ternura con lo de luz

    novela solo tu: http://morithalaliter.blogspot.mx/

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