Capítulo 26

Bajo la batuta de Lali, el grupo consiguió preparar una cena de Acción de Gracias bastante aceptable, incluido el timbal de macarrones con queso, un gratinado de patatas, guisantes salteados, ensalada, pavo y una salsa sencilla a base de picatostes, nueces y salvia. 

Agus abrió una botella de vino tinto y llenó copas para los adultos. Y con mucha pompa llenó una copa con zumo de mosto para Luz. 

—Agus: Yo haré el primer brindis —dijo—. Por Lali, gracias por haber salvado el Día de Acción de Gracias. —Todos se sumaron al brindis. 

Lali miró de reojo a Luz. La niña imitaba a su tío agitando el mosto en su copa y oliéndolo antes de catarlo. Vio que Peter también se había percatado del gesto y que estaba conteniendo una sonrisa. La escena incluso había logrado que el taciturno Gastón sonriera. 

—Lali: No podemos brindar sólo por mí —protestó—. Tenemos que brindar por todos. 

Peter alzó su copa. 

—Peter: Por el triunfo de la esperanza sobre la experiencia —dijo, y todos volvieron a brindar. 

Lali lo miró con una sonrisa. Un brindis perfecto, pensó, para lo que se había convertido en un día perfecto. 

Después de la cena y de un postre que consistió en tarta y café para los adultos, y tarta y leche para Luz, recogieron los platos y la cocina, y guardaron las sobras en el frigorífico. Agus encendió el televisor, encontró un partido de fútbol y se tumbó en una hamaca. Hasta arriba de comida, Luz se acurrucó en una esquina del sofá y se quedó dormida enseguida. Lali la arropó con una manta y se sentó junto a Peter en el otro extremo del sofá. Renfield se fue a su cama, que estaba en un rincón, y se dejó caer con un gruñido encantado. 

Aunque no le gustaba demasiado el fútbol, sí le gustaba el ritual de ver un partido el Día de Acción de Gracias. Le recordaba todas las festividades que había pasado con su padre y sus hermanos, mientras todos vociferaban, chillaban, gemían y protestaban las decisiones arbitrales. 

Gastón apareció en la puerta. 

—Gas: Me voy ya —dijo. 

—Agus: Quédate a ver el partido —replicó. 

—Peter: Nos hará falta ayuda para acabar con las sobras —añadió. 

Gastón meneó la cabeza. 

—Gas: Gracias, pero ya he cumplido con mi cuota familiar. Encantado de conocerte, Lali. 

—Lali: Lo mismo digo. 

Agus puso los ojos en blanco después de que Gastón se fuera. 

—Agus: Va repartiendo alegría y felicidad por donde pasa. 

—Lali: Dado que su matrimonio está haciendo aguas —comentó ella—, es normal que esté pasando por una etapa sombría. 

El comentario pareció hacerles mucha gracia. 

—Peter: Cariño, Gastón está pasando una etapa sombría desde que tenía dos años —le aseguró. 

Al final, se descubrió acurrucada contra Peter. Su cuerpo era duro y cálido, y su hombro era el apoyo perfecto para descansar la cabeza. Vio el partido sin prestarle demasiada atención, ya que la pantalla se convirtió en una amalgama de colores borrosos mientras disfrutaba de la sensación de estar tan cerca de Peter. 

—Peter: El timbal estaba incluso mejor de lo que había imaginado —le oyó decir. 

—Lali: Lleva un ingrediente secreto. 

—Peter: ¿Cuál? 

—Lali: No te lo diré a menos que tú me digas el tuyo. 

—Peter: Tú primero —insistió él con voz risueña. 

—Lali: Le añado un poquito de aceite de trufa a la salsa. Ahora dime qué le echas al café. 

—Peter: Una pizca de azúcar de arce. 

Peter le había cogido una mano y le acariciaba los nudillos con el pulgar. La inocente sensualidad de sus caricias le provocó un escalofrío, aunque logró disimularlo. Sentía una mezcla de placer y desesperación, ya que en su fuero interno reconocía que para ser una mujer que había decidido no involucrarse, había tomado un montón de decisiones bastante cuestionables de un tiempo a esa parte. 

¿Qué fue lo que dijo Elizabeth? Que el problema llegaba cuando la sensación de estar tonteando desaparecía. Era imposible negar que había traspasado las barreras del tonteo, que lo suyo con Peter trascendía lo superficial. Podría enamorarse de él si se lo permitía. Podría quererlo loca, apasionada y destructivamente. 

Peter era la trampa que se prometió evitar a toda costa. 

—Lali: Tengo que irme —susurró. 

—Peter: No, quédate. —la miró a la cara y lo que vio en sus ojos hizo que le acariciara la mejilla con el gesto más dulce que podía imaginar—. ¿Qué pasa? —murmuró. 

Lali meneó la cabeza e intento sonreír mientras se apartaba de él. Todos sus músculos se tensaron en protesta al abandonar el consuelo de su cercanía. Se acercó a Luz, que seguía durmiendo plácidamente, y se inclinó para darle un beso. 

—Agis: ¿Te vas? —preguntó, que se levantó de la hamaca. 

—Lali: No hace falta que te levantes —le dijo, pero Agus se le acercó y le dio un abrazo fraternal. 

—Agus: Que sepas que si pierdes interés por mi hermano —le dijo con jovialidad—, soy una alternativa interesante. 

Lali soltó una carcajada y meneó la cabeza. 

Peter acompañó a Lali al exterior, embargado por el deseo, el compañerismo y la comprensión, todo ello teñido de cierta frustración. Entendía el conflicto interior de Lali, seguramente mejor de lo que ella creía. Y era consciente de que debía obligarla, con mucha delicadeza, a hacer algo para lo que ella no se consideraba preparada. Si se tratase de una cuestión de paciencia, le habría concedido todo el tiempo del mundo. Pero la paciencia no bastaría para lograr que Lali superara sus miedos. 

La detuvo en el porche delantero, ya que quería hablar con ella unos minutos antes de quedar expuestos a la fría brisa nocturna. 

—Peter: ¿Mañana vas a estar en la juguetería? —le preguntó. 

Lali asintió con la cabeza sin mirarlo a los ojos. 

—Lali: Hasta después de Navidad hay mucho ajetreo. 

—Peter: ¿Qué te parece si cenamos una noche esta semana? 

La pregunta la instó a mirarlo. Lali tenía una expresión tierna en los ojos y en los labios, un rictus triste. 

—Lali: Peter, yo... —Se detuvo y tragó saliva. 

Parecía tan desolada que la abrazó de forma instintiva, pero ella se tensó y colocó sus brazos entre ellos. Peter siguió abrazándola de todas formas. Las volutas de vaho de sus alientos se mezclaban en el aire. 

—Peter: ¿Cómo es que Agus puede abrazarte y yo no? —susurró. 

—Lali: Es un abrazo diferente —consiguió decir. 

Peter inclinó la cabeza hasta que sus frentes se tocaron. 

—Peter: Porque me deseas —murmuró. 

Lali no lo negó. 

Pasó un buen rato antes de que Lali moviera los brazos y le rodeara la cintura. 

—Lali: No soy lo que necesitas —dijo, aunque su voz quedaba amortiguada por el jersey—. Necesitas a alguien que pueda comprometerse contigo y con Luz. Alguien que pueda formar parte de vuestra familia. 

—Peter: Pues hoy lo has hecho muy bien. 

—Lali: Te he estado dando señales contradictorias. Lo sé. Y lo siento. —Suspiró antes de continuar con un deje burlón—: Al parecer eres demasiado tentador para mí. 

—Peter: Pues cede a la tentación —le dijo en voz baja. 

Peter la sintió estremecerse por la risa. Pero cuando Lali lo miró, conteniendo otra carcajada, se percató de que tenía los ojos llenos de lágrimas. 

—Lali. Por Dios, ni se te ocurra —susurró. Una solitaria lágrima resbaló por su mejilla y él la atrapó con el pulgar—. Si no paras ahora mismo, tendré que hacerte el amor en este porche helado lleno de astillas. 

Lali le enterró la cara en el pecho, inspiró hondo un par de veces y volvió a mirarlo a la cara. 

—Lali: Seguramente te parezca cobarde —dijo—, pero sé cuáles son mis limitaciones. No sabes lo que pasé mientras veía a mi marido consumirse lentamente durante más de un año. Estuvo a punto de destruirme. No puedo volver a hacerlo. Nunca más. Ésa fue mi única oportunidad. 

—Peter: Tuviste una oportunidad que se acabó poco después de que comenzara —señaló, invadido por un anhelo impaciente y acicateado por el placer de tenerla entre sus brazos—. Tu matrimonio no tuvo ocasión de despegar. No tuvieron una hipoteca, un perro, unos niños ni discusiones sobre quién tenía que encargarse de la colada. —Al ver la trémula curva de su labio inferior, fue incapaz de reprimir el impulso de besarla, aunque lo hizo con demasiada impulsividad y rapidez como para disfrutarlo—. Pero es mejor no hablar de eso ahora mismo. Vamos, te acompaño hasta el coche. 

Los dos guardaron silencio de camino al coche. Lali se volvió para mirarlo a la cara y Peter se la tomó entre las manos y la besó de nuevo, aunque en esa ocasión dejó que el beso se alargara hasta que Lali gimió y empezó a devolvérselo. 

Peter levantó la cabeza, le acarició el cabello y le dijo con voz ronca por la emoción: 

—Peter: Estar sola no te garantiza la seguridad, Lali. Sólo te garantiza soledad. 

Tras ese comentario, Lali se subió al coche y él le cerró la puerta despacio. Y poco después la vio alejarse por el camino. 

Continuará...

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Ok hasta acá lo dejamos por hoy! :D

Linduras, mañana se acaba esta novela, tan solo faltan 3 capítulos. Y si mañana nos alcanza el tiempo comenzamos con la siguiente novela!.... 

QUERIA  AGRADECERLES sus mensajitos de buena suerte por mi examen de hoy, me fue re bien.... creo... bueno la esperanza es lo último que muere verdad?!

GRACIAS por sus firmitas y seguir leyendo siempre...

MAÑANA NOS LEEMOS!!!

Besitos... :)