Capítulo 14

Con la llegada de octubre y  el otoño a la vuelta de la esquina y las hojas en pleno estallido de color otoñal, todos en la isla de San Juan comenzaron a prepararse para los inminentes días festivos. Se celebrarían numerosos festivales de la cosecha, mercados de productos frescos, catas de vino, exposiciones en las distintas galerías de arte y representaciones teatrales. La tienda de Lali no parecía acusar un descenso en las ventas, ya que los clientes habituales comenzaron a comprar disfraces y accesorios para Halloween, y algunos incluso adelantaron las compras navideñas. De hecho, acababa de contratar a tiempo parcial a Diane, una de las hijas de Elizabeth, como dependienta. 

—Elizabeth: Así podrás descansar un poco —le dijo a Lali—. No te vas a morir si te tomas un día libre, ¿verdad? 

—Lali: Me lo paso bien trabajando en la tienda. 

—Elizabeth: Pues pásatelo bien fuera de la tienda—le aconsejó—. Necesitas hablar con alguien que mida más de un metro. —Se le ocurrió una idea—. Deberías ir a disfrutar de un masaje en el spa de Roche Harbor. Tienen un nuevo masajista llamado Theron. Una de mis amigas me ha asegurado que tiene manos de ángel —le comentó al tiempo que meneaba las cejas con un gesto elocuente. 

—Lali: Si es un hombre, no sé yo si fiarme —replicó—. En vez de darte un masaje, igual te da un magreo. 

—Elizabeth: Pues yo concertaba una cita semanal con él, fíjate lo que te digo. Si está soltero, podrías invitarlo a salir. 

—Lali: No puedes invitar a salir a un masajista —protestó—. Es como si fueras su paciente y él tu médico. 

—Elizabeth: Pues yo salí con mi médico —aseguró. 

—Lali: ¿Ah, sí? 

—Elizabeth: Fui a su consulta y le dije que había decidido cambiar de médico. Eso lo dejó un poco preocupado y me preguntó por qué. Y le dije: «Porque quiero que me invites a cenar el viernes por la noche.» 

Lali abrió los ojos de par en par. 

—Lali: ¿Y te invitó? 

Elizabeth asintió con la cabeza. 

—Elizabeth: Nos casamos seis meses después. 

Lali sonrió. 

—Lali: Qué historia más bonita. 

—Elizabeth: Estuvimos juntos cuarenta y un años, hasta que murió. 

—Lali: Lo siento mucho. 

—Elizabeth: Era un hombre muy bueno. Me habría gustado pasar más tiempo con él. Pero eso no significa que no pueda divertirme saliendo con mis amigos. Vamos de viaje, nos comunicamos a través del correo electrónico... no sé qué haría sin ellos. 

—Lali: Yo también tengo muy buenos amigos —dijo—. Pero todos están casados, y fueron una parte tan importante de mi vida con Vico que a veces... 

—Elizabeth: Los recuerdos se interponen —la interrumpió, demostrando así su percepción. 

—Lali: Exacto. 

Elizabeth asintió con la cabeza. 

—Elizabeth: Tienes una vida nueva. Es bueno que conserves a tus antiguos amigos, pero también te conviene añadir nuevas amistades. A ser posible, que sean solteros. Por cierto, ¿te han presentado ya los Scolari a Agustín Lanzani? 

—Lali: ¿Y tú qué sabes de eso? 

La expresión de la anciana se tornó muy ufana. 

—Elizabeth: Lali, vivimos en una isla. Así que las habladurías viajan en círculo. ¿Te lo han presentado ya o no? 

Lali fingió estar ocupada colocando las ramas de lavanda de un jarrón en forma de jarra de leche. La idea de salir con el hermano pequeño de Peter le resultaba intolerable. Cualquier parecido, como la forma de los ojos o su timbre de voz, convertiría la experiencia en un triste mal trago. 

Cosa que sería injusta para Agus. Nunca podría apreciar sus virtudes porque siempre estaría buscando aquello que no era. 

Más concretamente, siempre tendría presente que no era Peter. 

—Lali: Ya les he dicho a Brad y a Ellen que ahora mismo no estoy interesada —contestó. 

—Elizabeth: Pero, Lali —protestó, preocupada—, Agustín Lanzani es el muchacho más simpático y agradable del mundo. Además, hace tiempo que no se le conoce novia, porque está muy ocupado con el viñedo. Es productor de vinos. Un romántico. No puedes dejar pasar una oportunidad como ésta. 

Lali le ofreció una sonrisa escéptica. 

—Lali: ¿De verdad crees que este muchacho tan simpático y agradable querrá salir conmigo? 

—Elizabeth: ¿Por qué no iba a querer hacerlo? 

—Lali: Soy viuda. Tengo un pasado. 

—Elizabeth: ¿Y quién no lo tiene? —chasqueó la lengua a modo de reprimenda—. Por Dios, ser viuda no es nada del otro mundo. Te aporta ese toque de experiencia, la certeza de que sabes lo que es el amor. Las viudas amamos la vida, apreciamos el buen humor, disfrutamos de nuestra independencia. Hazme caso, a Agustín Lanzani no le importará en absoluto que seas viuda. 

Lali sonrió y meneó la cabeza. 

—Lali: Voy a dar un paseo hasta Market Chef y a comprar unos bocadillos para almorzar —dijo mientras sacaba su bolso de debajo del mostrador—. ¿De qué lo quieres? 

—Elizabeth: De pastrami con doble de queso fundido... Y doble de cebolla también... ¡Que sea doble de todo! —añadió con alegría antes de que Lali saliera por la puerta. 

Market Chef era una charcutería familiar donde hacían los mejores bocadillos y ensaladas de la isla. A la hora del almuerzo siempre estaba a rebosar, pero la espera merecía la pena. Estuvo tentada de pedir un poco de todo mientras observaba en el expositor de cristal las ensaladas frescas, la pasta, el embutido en lonchas y las porciones de quiche de verdura. Al final, se decidió por un bocadillo de pan casero tostado con cangrejo, alcachofas y queso fundido. Y pidió el de pastrami para Elizabeth. 

—¿Para comer aquí o para llevar? —le preguntó la chica que atendía detrás del mostrador. 

—Lali: Para llevar, por favor. —Y añadió después de ver un tarro de gruesas galletas de chocolate cerca de la caja registradora—: Y que no se te ocurra añadir galletas de ésas. 

La chica sonrió. 

—¿Quiere una o dos? 

—Lali: Sólo una. 

—Siéntese mientras le traigo los bocadillos, no tardaré nada. 

Lali se sentó junto a la ventana y se entretuvo mirando a la gente. 

La dependienta no tardó en volver con los bocadillos en una bolsa de papel. 

—Aquí tiene. 

—Lali: Gracias. 

—Ah, y una persona me ha pedido que le dé esto —dijo la chica, ofreciéndole una servilleta. 

—Lali: ¿Quién? —quiso saber, pero la dependienta ya se había alejado para atender a un nuevo cliente. 

Lali miró el papel blanco que tenía en la mano, donde alguien había escrito: «Hola.» 

Un tanto confundida, alzó la vista para echarle un vistazo al pequeño comedor. Y contuvo el aliento cuando vio a Peter Lanzani y a Luz sentados en una esquina. Sus miradas sé encontraron y lo vio esbozar una lenta sonrisa. 

El mensaje escrito en la servilleta acabó arrugado en la palma de su mano mientras flexionaba los dedos despacio. Sintió la alegría que se extendía por su pecho sólo con mirarlo. 

«¡Mierda!», pensó. 

Continuará...

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Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!

Como estan hoy linduras??? :D espero q bien!

Bueno yo acá paso a dejarles los caps de hoy.... ya saben el funcionamiento de esto!

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