Los
frenos del coche de Peter chirriaron cuando se detuvo en el camino de entrada
de la casa de Lali. Al otro lado de la calle, estaba aparcado el coche del
vigilante de seguridad. Sobre el volante había un cuerpo y los cristales
estaban manchados con alguna sustancia viscosa. Se le aceleró el pulso mientras
apagaba el motor.
Cande llegó justo después que él.
—¡Quédate aquí! —gritó mientras ella abría la
puerta de su coche.
Pese al aullido del viento, se oyó un disparo.
Peter corrió por el jardín delantero y abrió la
puerta principal golpeándola con un hombro.
—¡Lali!
Cande le pisaba los talones mientras corría por
el oscuro pasillo. Sus ojos se clavaron en Lali, que se encontraba en el suelo
de la cocina. Tenía el albornoz cubierto de sangre.
El corazón se le subió a la garganta. Se
arrodilló y comenzó a tocarla por todas partes, en un frenético intento por
encontrar alguna herida.
—¿Dónde te ha dado?
—No es mía —logró responder ella—. La sangre no
es mía.
—¿Estás segura? Hay mucha.
—No. Estoy bien. ¡Peter, por Dios, Agustín!
Peter apartó la vista de ella lo justo para ver
que Agustín yacía en el suelo, inmóvil. Le sangraba la cabeza. Cande estaba a
su lado, tratando de despertarlo.
—Mierda. —Peter se puso en pie y rodeó la isla
de la cocina en dirección a los cajones. Se le revolvió el estómago al pasar
sobre el cuerpo de Melodi, de cuya herida aún brotaba sangre. Sus ojos, ya sin
vida, miraban el techo.
Buscó paños de cocina en los cajones y tras coger
unos cuantos, corrió para dárselos a Cande y a Lali.
—Presionadlos para detener la hemorragia.
—¿Agustín, me oyes? —Lali se inclinó sobre su
hermano mientras Peter llamaba a emergencias y hablaba con un operador.
—¿Agustín? —dijo Cande, abrumada por el pánico—.
Quédate con nosotros. Maldición, si abres los ojos, te juro que me compro el
conjuntito de cuero rojo que tanto te gusta.
Peter intentaba hablar de forma coherente con
el operador. En el exterior, se escuchaba el aullido de las sirenas, pero él solo
tenía ojos para las toallas que Lali tenía en las manos, empapadas con la
sangre de Agustín.
Hacía escasos minutos rezaba para que Lali no
estuviera malherida. En ese momento, rezaba para que no lo estuviera Agustín.
Lali abrió la puerta de la habitación del
hospital y sonrió al escuchar la conversación que pilló a medias.
—¿Quieres dejarme ya tranquilo? —Agustín apartó
la mano de Cande cuando ella intentó arroparlo con las mantas—. No tengo cuatro
años.
—Te juro que eres el peor paciente de la
historia. No sé cómo te soportan las enfermeras. —Lo miró con irritación.
Lali entró. El sol de la tarde se filtraba por
la ventana.
—¿Gruñón?
—Peor —masculló Cande.
—Tú también eres un cielo, cariño —replicó Agustín
entre dientes.
Con una carcajada, Lali se acercó a la cama y
le dio un apretón en los dedos de los pies a su hermano.
—Un buen golpe en la cabeza le hace eso a la
gente. Créeme, lo sé.
Tras dos días, Agustín estaba recuperando las
fuerzas poco a poco. Aún tenía la cabeza vendada y había perdido unos cuantos
rizos, ya que habían tenido que afeitarle parte del pelo para darle los quince
puntos de sutura, pero iba recuperando su habitual humor sarcástico.
—Necesito cafeína. —Cande bajó los brazos y
echó a andar hacia la puerta.
—¿Por qué no compras el modelito de cuero rojo
de camino? —sugirió Agustín. Cuando ella lo miró con cara asombrada, añadió—:
Sí, te oí. Y ni de broma voy a olvidarme de esa promesa.
Cande resopló y salió. Una vez que se quedaron
solos, Lali le sonrió a su hermano.
—Felicidades, por cierto.
—¿Por qué? —Agustín le cogió la mano y se movió
un poco para que ella se pudiera sentar en el borde de la cama.
—Por encontrar a tu pingüina. Luz me ha hablado
del libro que leyó.
Agustín puso los ojos en blanco.
—No voy a casarme con ella. Solo estamos
saliendo. Ahora mismo es lo único que he conseguido sonsacarle.
—Lo sé. —Lali le apartó un rizo de la cara—.
Pero deberías ser más amable con ella. Estaba muy preocupada. Parecía que estabas
muerto en mi cocina. Creo que creyó que estaba reviviendo lo de Steve.
—Mierda. —Cerró los ojos—. No había pensado en
eso.
—Ya me lo imaginaba. Después de todo, eres un
hombre.
—Y todos los hombres somos insensibles, ¿no?
—Bueno...
—No empieces, listilla. —Se puso serio—. ¿Cómo
estás?
Lali tomó una honda bocanada de aire. Salvo por
el acoso de la prensa desde que saltó la noticia y la agonía que la invadía
cada vez que pensaba en Peter, iba tirando. A duras penas.
—Estoy bien. —Consiguió esbozar una sonrisa,
aunque sabía que no le llegó a los ojos—. Será un alivio cuando las cosas se
calmen. Agustín, yo...
—Como se te ocurra darme las gracias, te echo a
patadas de aquí.
Lali esbozó una sonrisa real.
—Ni se me pasaría por la cabeza.
—Bien. —Su hermano frunció el ceño—. Porque mi
reputación está por los suelos. Me ha dado una paliza una chica. De nuevo.
—Una psicópata. Hay una diferencia. Y no fuiste
el único.
Agustín suavizó la mirada.
—¿Cómo está el otro?
Se refería al vigilante de seguridad que Peter
había contratado para que protegiese su casa a espaldas de Lali. Melodi le
había disparado en el pecho antes de ir a por Agustín.
—Vivirá. La ambulancia llegó a tiempo.
—Gracias a Dios —murmuró Agustín. Le dio un
apretón en la mano—. ¿Has hablado con Peter?
Las lágrimas le quemaron los ojos y tragó
saliva para evitar que el dique se rompiera de nuevo.
—No.
—Lali...
—Agustín, no empieces. Ahora tienes que
concentrarte en otras cosas.
La puerta se abrió y tanto Agustín como ella
miraron hacia ella cuando Peter asomó la cabeza. Lucía una sonrisa en la cara,
y al verlo así Lali sintió un montón de mariposas en el estómago.
—Hola. ¿Se ha ido la enfermera quisquillosa?
—Acaba de irse —contestó Agustín.
—Estupendo. —Agustín se sacó la mano de la espalda
al entrar en la habitación y les mostró una bolsa—. Porque me sacaría a patadas
si ve esto. —Sacó un botellín de cerveza artesanal y se lo dio a Agustín.
—Oh. —Agustín cogió la botella—. Si fuera gay,
me casaría contigo.
—Siento tener que decírtelo, pero no eres mi
tipo.
A Lali le dio un vuelco el corazón cuando Peter
la miró. Tenía el pelo algo revuelto y llevaba unos vaqueros desgastados de
cintura baja.
Quería sentir esos fuertes brazos a su
alrededor, tal como los sintió antes de que todo eso pasara. Por primera vez,
deseó no poder recordar lo desdichada que era su vida.
Cande abrió la puerta. Se quedó paralizada, con
una taza humeante en la mano.
—¿Qué es eso?
Peter musitó «Mierda» en dirección a Agustín
antes de volverse.
—Jarabe —contestó Agustín antes de dar un largo
trago.
Cande se acercó a la cama y dejó el café en la
bandeja que había al lado.
—No puedes beber eso cuando estás tomando
calmantes.
Hizo ademán de coger el botellín, pero Agustín
se lo apartó. Cande se inclinó sobre él para quitárselo. Tras dárselo a Peter, Agustín
la rodeó con los brazos y la obligó a ponerse sobre él.
—¿Qué haces? Suéltame. Vas a hacerte daño.
Agustín se limitó a abrazarla con más fuerza.
—Ay, cariño, eres la única que se preocupa por
mí.
Cande intentó zafarse de él.
—Lo digo en serio.
—Yo también. —Continuó en voz baja—. Te quiero,
Cande.
Los ojos de Cande adquirieron un brillo
soñador.
—Ay, Agustín.
Lali se apartó de la cama, sonriendo de verdad
por primera vez desde hacía unos cuantos días. Al menos, había salido algo
bueno de toda esa pesadilla.
—Creo que ese es mi pie para retirarme. Volveré
después, Agustín.
—Me mandan a casa —musitó él contra los labios
de Cande.
—A mi casa —precisó Cande entre beso y beso.
—Ay, cariño —dijo él con voz bobalicona—, es la
mejor proposición que me han hecho nunca.
Peter dejó el botellín en la bandeja y se pasó
una mano por el pelo.
—Supongo que yo también me voy.
—No más cerveza, Peter —ordenó Cande contra la
boca de Agustín.
—Bien. De acuerdo. Yo... lo recordaré para la
próxima. Nos vemos.
Lali salió al pasillo. Se le pusieron los
nervios a flor de piel cuando Peter la siguió. Era la primera vez que estaban
solos desde aquella tarde en el porche trasero de Cande.
La puerta se cerró al salir Peter.
—¿Tienes que irte?
Sintió que se le encogía el corazón al mirar
esos ojos verdes. Sería muy fácil arrojarse a sus brazos, olvidar todo lo que
había pasado. Pero sabía que eso no la ayudaría en nada.
—Sí, tengo un millar de cosas que hacer hoy.
—Los niños están con mis padres. ¿Qué tienes
que hacer que es tan importante?
Escuchó el anhelo en la voz de Peter. Y eso
aumentó el deseo que sentía por él.
—Hacer el equipaje. Peter, me voy.
—¿Qué? ¿Adónde?
—A Washington. Solo durante un par de semanas
—añadió al ver el pánico reflejado en su mirada—. El monte Santa Helena está
cobrando vida. La revista quiere hacer un artículo. He convencido a Ramiro para
que me lo asigne. Necesito... necesito un poco de tiempo ahora mismo.
Peter guardó silencio tanto tiempo que no
estaba segura de que la hubiera oído. Después, dijo:
—¿Cuándo te vas?
—Mañana por la noche. He hablado con mis padres
para que se queden hasta que vuelva. Les encantaría pasar más tiempo con Tomás.
No sabía si tú...
—Es hijo mío. Quiero que esté conmigo.
Claro que sí. Menuda tontería había dicho. Con
independencia de lo que sucediera entre ellos, Peter quería muchísimo a Tomás.
—Lo sé. Pero tú trabajas. Y no quería
molestarte.
—Lali. —Su voz se suavizó—. Tú nunca molestas.
Ay, Dios. Si seguía mirándola con tanta emoción
en los ojos, jamás se iría. Tragó saliva con fuerza.
—¿Te parece bien que ellos lo cuiden mientras
tú trabajas?
—Claro. No tienes ni que preguntarlo.
Lali sintió una opresión en el pecho. La
situación era insostenible. Compartir a los niños iba a destrozarla. Tener que
verlo los fines de semana, cuando se los cambiaran, sabiendo que si no fuera
tan terca podría tener justo lo que deseaba...
Sin embargo, le seguía doliendo. Sus mentiras
le seguían haciendo daño. Le dolía que no hubiera confiado lo bastante en ella
como para sincerarse. También estaba harta de todas las mentiras y de todos los
secretos que habían regido su vida durante tanto tiempo. En el fondo, temía
pasarse la vida cuestionándose si Peter le estaba diciendo la verdad.
—Bien. —El silencio se alargó entre ellos.
Cuando ya no pudo soportarlo más, dijo—: Yo... tengo que terminar de hacer la
maleta. Se lo diré a Luz cuando la vea esta tarde. —Hizo ademán de dirigirse al
ascensor.
Peter la detuvo cogiéndola del brazo. El calor
se extendió por su piel, provocando un incendio en su interior.
—Espera, tenemos que hablar de nosotros.
Unas emociones con las que no quería lidiar la
abrumaron. Intentó calmar su temblorosa voz.
—Lo sé, Peter. Pero ahora mismo no puedo.
Necesito tiempo para ponerlo todo en perspectiva. Las cosas entre nosotros han
sucedido demasiado deprisa. No estoy segura de lo que necesito.
—¿Cuánto crees que tardarás en pensártelo bien?
—No lo sé. No... no pretendo que me esperes.
—Te esperaría toda la eternidad.
Lali cerró los ojos con fuerza para contener
las lágrimas. Sabía perfectamente lo que decir para que el corazón se le
subiera a la garganta.
—Tengo que irme, Peter.
Se zafó de su mano y entró en el ascensor. Peter
seguía mirándola cuando se dio la vuelta, tenía las manos en los bolsillos y en
su cara se veía toda la desolación que lo abrumaba.
Mientras las puertas se cerraban, tuvo la
certeza de que esa cara la atormentaría toda la vida.
Continuará... +15
Se viene el final... ;)
masssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarque tristeza me da por ellos
y que terca es Lali
:OOO ya no más peligro!! sigue porfa :´)
ResponderEliminarMaaaaaaaaaaas!!!!!!!!
ResponderEliminarNo nos dejes así, por favor!
ResponderEliminar++++++++++++
ResponderEliminarDios Laliiiii!! Ya q lo acept x Dioooos!!
ResponderEliminarmas yaaaaaaaaaa
ResponderEliminarmas mas mas
ResponderEliminarQue no se valla, que no sea tontaaa !!!
ResponderEliminarmassssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarsu otro porfis
Mas!*
ResponderEliminarMaaaaassss
ResponderEliminarMas!!! Muero por saber que pasa??
ResponderEliminarOooh no que no se vaya :'( vamois Peter perseguila hace algo caramba q no se vaya
ResponderEliminarMas mas porfaaa!!!
ResponderEliminarUsjdus subii otro porfa
ResponderEliminar@x_ferreyra7
Subi mas porfavor
ResponderEliminarsube otro porfaaa
ResponderEliminarmassssssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarQueeeeeeE? lali estas mal
ResponderEliminar+++++++++++++++
ResponderEliminardalee subi porfii
ResponderEliminarTerca y necia ,más sabiendo lo k los dos sienten.
ResponderEliminarAún tiene k hablar con Luz ,se va a llevar una gran decepción,espero k la niña le cuente unas cuantas verdades.
ResponderEliminarAyy nooo xq favor maasss
ResponderEliminar