Lali pasó
una página, señaló un párrafo con el bolígrafo y apoyó la barbilla en una mano.
Estaba sentada en el suelo con las piernas estiradas. Tras doblar las rodillas,
colocó un codo sobre una pierna y siguió leyendo.
Luz, que estaba acostada en el sofá detrás de
ella, se removió.
—¿Qué estás leyendo? —le preguntó.
—Un artículo para el trabajo —contestó Lali al
tiempo que se subía las gafas por la nariz.
—¿Cómo se llama?
La curiosidad de su hija hizo que levantara la
cabeza. Los moratones que tenía en la cara ya lucían un tono amarillento, pero
aún estaba dolorida por el accidente. En ese momento, se encontraba en el sofá,
leyendo un libro. El hecho de que quisiera estar en la misma habitación que
ella le arrancó una sonrisa.
—Investigación de los microseísmos en las
fracturas tectónicas y sus aplicaciones en la ingeniería petrolera y geológica.
—Lali enarcó las cejas y contuvo una sonrisa. Era imposible que a Luz le
interesara el tema.
—Del petróleo sale la gasolina, ¿verdad?
—Ajá.
—Al tío Agustín seguro que le gusta ese
artículo.
Lali sonrió.
—Sí, seguramente.
Luz se incorporó en el sofá.
—¿Necesitas algo? —le preguntó Lali, que se
levantó para ayudarla.
—No. Es que quiero enseñarte una cosa.
Lali suspiró y dejó los papeles en la mesa.
Tras quitarse las gafas se dispuso a esperar. Luz había decidido quedarse ese
día con ella en casa, en vez de salir de comprar con las abuelas o de ir a un
partido de béisbol con Tomás y los abuelos. Peter estaría en la oficina durante
unas horas. De modo que estaban solas.
Y ese hecho hizo que se removiera, inquieta, en
el suelo. Posiblemente estuviera cometiendo un error absurdo al albergar la esperanza
de que Luz y ella por fin habían encontrado algo en común. Sin embargo, era lo
que más deseaba que sucediera.
Luz volvió con una revista en la mano.
—¿Qué es esto? —le preguntó Lali después de
aceptarla.
—La página diecisiete: «Cadena volcánica de
Cascadia.» —Luz volvió a sentarse con movimientos lentos y se colocó el brazo
escayolado, la escayola era de un rosa intenso, en el regazo. Al ver que Lali
enarcaba una ceja, la niña se encogió de hombros—. La cadena volcánica de
Cascadia es el elemento geológico más importante de la placa tectónica de Juan
de Fuca.
—¿Cómo lo sabes? —La confusión de Lali acabó
convirtiéndose en asombro por el hecho de que Luz hubiera recordado esos
nombres.
—Lo he leído.
—¿En serio?
—Ajá. Lo escribió mi madre.
Lali tragó saliva mientras miraba la revista
que tenía en la mano. En la página diecisiete había un artículo firmado por
Mariana Lanzani.
—Papá dice que se le quedó grabado ese nombre
mientras lo escribías.
—¿Ah, sí? —Lali sentía el escozor de las
lágrimas en los ojos. ¿De verdad había escrito ella ese artículo?—. Ojalá
pudiera recordarlo.
Luz guardó silencio. Y después dijo:
—Yo recuerdo muchas cosas.
—¿En serio?
—Sí. Te gustaba llevarme a tu despacho de la
universidad y me dejabas jugar con el ordenador. Y también obligabas a papá a
ir contigo de excursión a las montañas. A él no le gustaba.
Lali se echó a reír y miró de nuevo la revista.
Luz la había guardado durante todo ese tiempo. Había memorizado las palabras,
aun cuando posiblemente no las entendiera. Y acababa de compartirla con ella.
Las emociones la abrumaron.
—Tu padre es un chico de ciudad.
En el rostro angelical de Luz apareció una
deslumbrante sonrisa.
—Eso es lo que dice el tío Agustín. —La sonrisa
se esfumó—. A lo mejor algún día podemos ir de excursión a las montañas, como
hacíamos antes.
La esperanza creció en el alma de Lali. Ansiaba
cerrar la brecha que la separaba de su hija, pero no quería hacer algo que la
apartara de ella. Ese era un primer paso. Un paso gigantesco. Así que, en vez
de abrazarla como ansiaba hacer, le dio un apretón en un tobillo.
—Me encantaría hacerlo.
Alguien llamó al timbre, y Luz levantó la
cabeza.
Lali se puso en pie.
—Majestad, usted se queda en el sofá. Yo abro.
Al otro lado de la puerta había dos hombres muy
trajeados.
—¿En qué puedo ayudarlos? —les preguntó.
El más alto de los dos se sacó una tarjeta del
bolsillo interior de la chaqueta.
—Señora, soy el detective Peterson. Este es el
detective Carson. Del Departamento de Policía de San Francisco. ¿Es usted la
señora Lanzani?
Lali abrió la puerta del todo. El miedo le
provocó un escalofrío en la espalda.
—En realidad, me apellido Amadeo. ¿Qué quieren?
El detective Carson la miró con los ojos
entornados.
—La he visto en el periódico.
—Exacto —comentó su compañero al reconocerla
también—. La conferencia de prensa. Es la mujer que no recuerda su pasado.
Lali dudaba mucho de que hubieran ido a casa de
Peter para hablar sobre la foto del periódico.
—¿En qué puedo ayudarlos?
El detective Peterson sonrió.
—Tenemos que hacerle unas cuantas preguntas
sobre el accidente de tráfico en el que se vio involucrada el otro día.
El accidente. Por supuesto. Qué ridículo por su
parte ponerse tan pronto a la defensiva. Se apartó y les hizo un gesto para
invitarlos a pasar.
—¿Por qué no entran?
Los pasos de los policías resonaron sobre el
parquet mientras la seguían hasta el salón. Luz se sentó en el sofá.
—Detectives, esta es mi hija, Luz. Luz, estos
caballeros van a hacernos unas preguntas sobre el accidente.
El detective Peterson se acercó al sofá.
—Bonita escayola. Cuando era pequeño no las
había de colores. ¿Tienes muchas firmas?
Luz se encogió de hombros.
—Todavía no tengo muchas —contestó.
—Te apuesto lo que quieras a que la tendrás
llena de firmas dentro de nada. —El policía examinó las magulladuras de su
cara—. Parece que diste unos cuantos tumbos. ¿Cómo te encuentras?
—Bien.
El detective Carson abrió un cuaderno de notas.
—Señora Amadeo, ¿podría decirnos dónde estuvo
el martes?
—Pasé aquí toda la mañana. Peter, Luz y yo
fuimos después al centro de la ciudad. Aparcamos en el garaje de la empresa de Peter.
Él se fue a trabajar y nosotras nos fuimos de compras andando.
—¿Cuánto tiempo estuvo alejada del vehículo?
—preguntó el detective mientras anotaba algo.
—No estoy segura. Tal vez unas horas.
—¿El señor Lanzani cogió el coche después de
que lo dejaran en el garaje?
—No creo.
El detective siguió tomando notas.
—¿Sabía el señor Lanzani que iba usted a
conducir el coche ese día?
—Sí. Sabía que tenía que llevar a Luz a su
entrenamiento de sóftbol y que después iría a recogerlo cuando acabara.
—Entonces ¿sabía que usted estaría sola en el
coche?
Lali entornó los ojos.
—Sí. ¿De qué va todo esto, detective?
Peterson se acercó a Carson y sonrió.
—Solo estamos confirmando ciertos datos
contradictorios. ¿Vive usted aquí, señora Amadeo?
Lali sintió un subidón de adrenalina.
—No exactamente. Está claro que me conocen por
lo que ha publicado la prensa. Nos estamos tomando un tiempo para conocernos de
nuevo.
—Por supuesto —replicó Peterson—. ¿Cómo
describiría usted su relación con el señor Lanzani?
—No sabía que tuviera que describirla. —Esas
preguntas tan imprecisas comenzaban a ponerla nerviosa—. ¿Qué tiene que ver
esto con el accidente?
—¿Sabe que la compañía aseguradora del señor Lanzani
está tratando de recuperar la cantidad que percibió su marido después de su
supuesta muerte? —le preguntó Carson.
Lali sintió un nudo en el estómago.
—No. Él no lo ha mencionado.
—Seguramente no quiera preocuparla. —Peterson
sonrió de nuevo. Por algún motivo, su sonrisa hizo bien poco por calmar a Lali.
—Señora Amadeo, ¿sabe a cuánto ascendía dicha
cantidad? —le preguntó Carson. Al ver que Lali negaba con la cabeza, enarcó una
ceja—. Un millón de dólares.
Lali abrió los ojos de par en par, incapaz de
disimular el asombro.
—Es muchísimo dinero. Incluso para un hombre
como Peter Lanzani. Sobre todo, hace cinco años.
Lali sintió el amargor de la bilis en la
garganta. Consciente del rumbo que estaba tomando la conversación, se volvió
hacia Luz.
—Cielo, vete a tu habitación.
Luz se levantó del sofá.
—Mamá...
Lali la instó a caminar hacia la escalera.
—No pasa nada. Yo subiré dentro de un minuto.
—Esperó hasta que la vio doblar la esquina para apretar los dientes y
enfrentarse a los policías—. Si están tratando de insinuar que Peter tuvo algo
que ver con el accidente...
—El conducto del líquido de frenos estaba
perforado —le informó Carson.
—¿Cómo?
—Tenía tres agujeros. Demasiado alejados entre
sí como para que los produjera una piedra. Esta mañana hemos sacado el coche
del agua. Tuvieron mucha suerte. Si se hubieran caído al océano en cualquier
otro punto del trazado de la carretera, se habrían ahogado antes de que
llegaran para ayudarlas.
Lali se sentó en el brazo del sofá. Alguien
había manipulado los frenos. Alguien había tratado de hacerle daño de forma
intencionada.
Y de hacerle daño a Luz en el proceso.
—El líquido de frenos tardó bastante en
agotarse, de ahí que en un primer momento usted no lo notara —añadió Peterson—.
El responsable lo sabía.
—Señora Amadeo —terció Carson—, ¿condujo usted
el coche del señor Lanzani el martes por la mañana?
Lali tenía la cabeza hecha un lío de
pensamientos confusos.
—No.
—¿Lo hizo el señor Lanzani?
—Mmmm... —¿Por qué le costaba trabajo pensar
con claridad? El martes... El lunes durmió en casa de Peter. En la habitación
de invitados. Al día siguiente, salieron en busca de Janet Kelly. Después le
hicieron el TAC. Cuando acabaron, fueron a su casa de la playa e hicieron el
amor. Tragó saliva—. Sí. Creo que esa mañana salió y estuvo una hora en su
oficina.
—¿Fue solo?
—Creo que sí. No lo sé.
Los detectives intercambiaron una mirada.
—¿Conoce a esta mujer? —le preguntó Carson, que
le tendió una foto.
Lali observó la imagen y negó con la cabeza.
—No. ¿Debería conocerla?
—Se llama Janet Kelly. La encontraron muerta
ayer.
Lali alzó la vista al instante.
—Un Jaguar negro idéntico al que hemos sacado
de la bahía fue visto frente a la casa de Janet Kelly el lunes por la mañana
sobre las nueve, la hora estimada de su muerte.
No. Esa información no era correcta. No habían
salido tan temprano. Era imposible que llegaran a casa de Janet Kelly antes de
mediodía. Tragó saliva, sin saber muy bien qué decir, ya que no quería darles
demasiada información.
—Deben de estar equivocados.
Carson le entregó otra foto.
—¿Y a este hombre, lo reconoce?
Lali abrió los ojos de par en par al ver la
fotografía de Benjamín. Sus ojos grises la miraban desde la imagen. El miedo le
provocó un nudo en la garganta.
—Sí. ¿Por qué?
—Benjamín McKellen era un socio pasivo de
Grayson Pharmaceuticals, una empresa canadiense que el grupo empresarial del
señor Lanzani adquirió hace poco —contestó Carson con frialdad—. La semana
pasada sacamos su cadáver de la bahía.
Continuará... +15 :(
Sube más!!
ResponderEliminarEstán insinuando que Peter tiene algo que ver con todo??? Sube mas!!!!
ResponderEliminarNoooo :O maaaaaasssss
ResponderEliminar+++++++++++++
ResponderEliminarbien que Quilombo con tantos muertos quién quiere hace crees a lali de que es peter! Sera melody?
ResponderEliminarmás más más más maso
ResponderEliminarnove nove nove
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ResponderEliminar:OO sigue porfaa!
ResponderEliminarmaaaaaaaaaaaaaas
ResponderEliminarMuero d intriga .
ResponderEliminarBenjamín Mackellen ,lo sacaron d la bahía,no era k Benjamín murió en accidente aéreo,o este desgraciado era familiar.
K amor Luz ,la quiere hacer recordar con mucha sutileza.
ResponderEliminarCuando la llama mamá me mata.
ResponderEliminar1) me muero con Luz que se leyó el articulo de Lali sin nisiquera entenderlooooo : ')
ResponderEliminar2) Lali no le creas a esos "policias" (si de verdad son policias)
Peter aún no le contó .
ResponderEliminarAhora se le vendrá el mundo encima d nuevo
Estoy deseando saber k es lo k contienen las cajas k Lali aún no ha abierto .Quizás tengan algo d info
ResponderEliminar++++++
ResponderEliminar@x_ferreyra7
Quiero más!!!!
ResponderEliminarsube mas porfis no nos dejes así
ResponderEliminarnoooooooooooooooooo
ResponderEliminarpor que culpan a peter