Cande aparcó frente a Chaser’s, el bar donde había quedado con Agustín Espósito.
Los nervios le estaban provocando una especie de hormigueo en el estómago
mientras comprobaba el estado de su maquillaje en el retrovisor. Quedar con ese
hombre no evidenciaba una falta de ética. Al fin y al cabo, había sido amiga de
su hermana. Tenían ese vínculo en común. Y hasta que no tuvieran la
confirmación oficial de que Lali era Mariana, no pensaba cruzar ninguna de las
líneas que separaban a un abogado de su cliente.
Sus nervios le decían otra cosa.
Todos pensaban que Lali era Mariana. Quedar con Agustín iba a crearle un montón
de problemas a lo largo de todo el proceso. Pero aunque no sabía por qué,
cuando la llamó para invitarla a tomarse una copa, se descubrió aceptando la
invitación. Quizá porque percibió la desesperación que teñía sus palabras y
porque sabía lo que dolía perder a un ser querido. Quizá porque esperaba que
esa familia pudiera encontrar una felicidad que ella jamás encontraría. Quizá
porque durante años había sentido una gran curiosidad por el hermano geólogo y
soltero de Mariana y cuando lo escuchó por teléfono, esa voz sensual acabó con
su sentido común.
Sí, la última opción era la
correcta. Frunció el ceño mientras bajaba de su BMW y cerraba la puerta. Si una
voz sensual y una buena dosis de curiosidad la habían arrastrado hasta esa
cita, llevaba demasiado tiempo sin un hombre en su vida.
Una copa. Se tomaría una copa,
hablaría un rato con él y se marcharía a casa. Posiblemente obtuvieran los
resultados al día siguiente. Si las cosas salían como ella esperaba que
saliesen, representaría a Lali en los procedimientos legales, algo que
convertiría en una falta de ética cualquier contacto fuera del trabajo con Agustín
Espósito y con su cuñado, Peter Lanzani.
Entró en el poco iluminado
interior del establecimiento y echó un vistazo a su alrededor. En la pared del
fondo se encontraba la barra de madera. Las paredes estaban llenas de
televisores de pantalla plana. En todos ellos retransmitían partidos de
béisbol, pero por fortuna el volumen estaba silenciado, de modo que solo se
escuchaba el ruido típico de los bares: el tintineo de las copas, las
conversaciones de la gente y el chisporroteo de la comida en la cocina.
Echó un vistazo por las mesas y
los bancos en busca de Agustín. Lo localizó de inmediato. Estaba en el rincón
del fondo. Era un hombre de pelo castaño y un cuerpo de atleta.
Un hombre cuya cara dejaba bien
claro que era familia de Mariana Lanzani.
Los nervios aumentaron, pero
enderezó los hombros y los desterró mientras sorteaba las mesas para acercarse
a él. Cuando llegó a su lado, Agustín le tendió una mano.
—¿Candela Vetrano?
—¿Agustín Espósito? —«Joder», pensó. Tenía la mano caliente y la
palma, áspera por el trabajo físico, muy distinta de la mano suave de Steve,
que también había sido abogado.
—El único e inimitable —contestó
él con una sonrisa torcida—. Siéntate.
—Gracias. —Cande tomó asiento en
el banco circular y colocó su bolso entre ellos. Antes de que pudiera
preguntarle los motivos por los que la había llamado y la había invitado a
tomarse una copa, se acercó un camarero.
—¿Qué vas a tomar? —le preguntó Agustín.
La media sonrisa hacía que
apareciera un hoyuelo en su cara.
Hoyuelos. El tío tenía hoyuelos
además de la voz más sensual que había escuchado en la vida. ¡Madre del amor
hermoso! Las cosas se estaban complicando.
—Mmmm... —Le echó un vistazo al
menú, mientras las palabras se le atropellaban en la cabeza. «Vodka con un
chorrito de limón. Que sea doble»—. El chardonnay de la casa me va bien.
Agustín le dijo unos golpecitos a
su cerveza, que casi estaba vacía.
—Ponme otra.
El camarero se alejó y se hizo un
silencio entre ellos. Cande observó a una rubia muy mona que se levantó para ir
al baño. Se preguntó si Agustín se había fijado en ella. Pero cuando lo miró,
él la estaba observando.
Sintió un nudo en el estómago y
carraspeó.
—Bueno...
—Bueno —repitió él sin dejar de
mirarla.
Cande admitió que esos ojos verdes
le estaban provocando palpitaciones.
—Peter me ha dicho que eras amiga
de Mariana. De antes —dijo Agustín.
Una conversación banal. Seguro que
era capaz de seguirla.
—Sí.
—¿Hasta qué punto la conocías?
—En realidad, muy bien.
Posiblemente mucho mejor que sus amigos de la ciudad. Nos conocimos en
Washington D. C. a través de una amiga común. Mariana estaba asistiendo a unas
conferencias y congeniamos de inmediato. Mi hija Alelí tiene la misma edad que Luz.
—¿Cuánto llevas viviendo en San
Francisco?
—Dos años solo. Me mudé aquí desde
Baltimore después de la muerte de mi marido.
—Lo siento.
No quería hablar de Steve. Esa
noche no.
—Gracias.
El camarero volvió justo a tiempo
y dejó una copa de vino frente a ella. Cande bebió un gran sorbo.
—¿Por qué llamaste a Peter hace
poco? —le preguntó él.
Sopesó la respuesta mientras
pasaba un dedo por la copa. Siempre le resultaba difícil hablar de Steve con la
gente, pero casi le dolía más cuando fingían que ni siquiera había existido.
—¿Quieres que te sea sincera?
—replicó—. He pensado en llamarlo varias veces. Mariana llevó a Luz a vernos en
una ocasión y las niñas congeniaron bastante bien. Estoy segura de que les
encantaría quedar para verse de nuevo. Pero ya sabes cómo es la vida. Surgen
cosas. Te distraes. Y hace unas semanas se produjo el accidente aéreo y me
imaginé lo difícil que debía de ser para Peter. Solo quería hacerle saber que
me acordaba mucho de él. —Al ver que Agustín se limitaba a asentir con la
cabeza, sintió el impulso de explicarse mejor, aunque no supo por qué—. Solo he
visto a Peter un par de veces desde que me mudé a la ciudad y siempre me ha
dado la impresión de que mi presencia no lo alegraba mucho.
—No es algo personal —le aseguró Agustín
al tiempo que soltaba la cerveza sobre la mesa—. Peter no mantiene contacto con
sus antiguos amigos, mucho menos con los de Mariana. No planeaba devolverte la
llamada y se ha cabreado conmigo por quedar esta noche contigo. Estos días
están siendo... duros para él.
Cande se lo imaginaba
perfectamente. Pero su principal preocupación era Lali, no Peter Lanzani. Bebió
otro sorbo de vino.
—Bueno, Agustín, ¿por qué querías
verme?
Él se inclinó hacia delante y
clavó los ojos en su cerveza como si estuviera eligiendo con cuidado sus
palabras.
—Mariana era mi hermana y la
quería. Si existe la posibilidad, por mínima que sea, de que esta mujer, Lali Amadeo,
sea ella... en fin, solo quería saber tu opinión sobre todo esto. Conociste a Mariana
y has pasado más tiempo con Lali que nosotros.
Cande percibió el sufrimiento en
sus ojos, sintió su dolor. La situación en su conjunto debía de estar matándolo
por dentro.
—Estaban muy unidos, ¿verdad?
—Mucho. Bueno, mientras crecíamos
ella siempre estaba deseando hacerme papilla, como todas las hermanas, pero sí,
estábamos muy unidos. La echo de menos.
Cande no tenía hermanos ni
hermanas, pero sabía muy bien lo que dolía perder a alguien.
—¿Y con Peter? Tengo entendido que
también estáis muy unidos.
—Muchísimo. Somos amigos desde
hace años, desde la universidad. Estuve a punto de partirle la cara cuando
descubrí que se estaba acostando con mi hermana.
Cande se echó a reír, consciente
de lo a gusto que se sentía con ese hombre que acababa de conocer.
—Supongo que fue un momento muy
interesante.
—Pues sí. Peter y yo jugábamos en
el equipo de béisbol de la universidad. Estábamos en el último año cuando Mariana
empezó en primero. Un día de primavera, durante un partido en casa, yo estaba
entre la segunda y la tercera base y al mirar hacia las gradas vi a Mariana.
Estaba sonriendo y saludando, y pensé: «Qué bien, ha venido a un partido.» Y,
de repente, me doy cuenta de que no está sonriendo ni saludándome a mí. Resulta
que estaba haciéndole ojitos a Peter, que estaba en la segunda base. Tardé como
diez segundos en comprender lo que pasaba.
Cande sonrió.
—¿Qué pasó después?
Agustín frunció el ceño y apoyó la
espalda en el banco.
—Durante el partido no podía hacer
mucho, salvo cabrearme. Me mantuve alejado de él en el banquillo para no liarla
y me expulsaron después por arrojarle un bate de nada al árbitro.
—Venga ya.
Agustín hizo una mueca.
—Lo hice. Pero para ser justos,
ese tipo necesitaba gafas. Ni de coña eran lanzamientos buenos esas bolas.
Cande se llevó la copa de vino a
los labios y bebió otro sorbo. Se sentía relajada por primera vez desde hacía
días.
—¿Qué pasó después con Peter?
—Bueno, tuve mucho tiempo para que
mi cabreo aumentara poco a poco. Me duché, me cambié y me fui, y después del
partido volví para hablar con él. Una estupidez por mi parte. Debería haberlo
hecho fuera del campus. Cuando volví, lo vi con Mariana cerca del estadio. Se
estaban besando y... se me fue la pinza. Tuvieron que ponerle puntos de sutura.
Estoy seguro de que tuvo el ojo morado una semana.
—Qué bonito.
—Y entonces llegó el entrenador y
nos echó del equipo por pelearnos.
—La cosa mejora —comentó ella con
una sonrisa—. ¿Qué dijo Mariana?
—Mariana estuvo un mes sin
hablarme. —Clavó la mirada en la cerveza y cuando volvió a hablar, no había ni
rastro de buen humor en su voz—. El caso es que Peter tenía fama de mujeriego
en la universidad. Los dos la teníamos. Cuando descubrí que se había liado con Mariana,
pensé que se estaba aprovechando de ella. Me equivoqué. De hecho, nunca volvió
a mirar a otra mujer después de aquello. Sigue sin hacerlo.
—Pues yo he coincidido con él en
algunos sitios y siempre va muy bien acompañado.
—Sí, pero no. La verdad es que las
mujeres se acercan a él porque tiene dinero y poder. Y estoy seguro de que el
único motivo por el que Peter sale con ellas es para olvidarse de que está
solo. Durante estos cinco años no ha conocido a ninguna que signifique algo
importante para él. Sé de buena tinta que renunciaría a todo eso con tal de
recuperar a Mariana. Por eso esta situación le resulta tan difícil. Sobre todo
la incertidumbre.
—No sé qué decirte...
—Lo que sea.
El brillo que apareció en sus ojos
hizo que a Cande le diera un vuelco el corazón.
—Agustín —dijo ella despacio,
preguntándose por qué narices la afectaba de esa manera. Jamás se interesaba
por los clientes. Ni por los familiares de sus clientes. Carraspeó al tiempo
que clavaba la mirada en la copa y comenzaba a quitar con un dedo la
condensación del pie—. Sabremos más cuando tengamos los resultados de los
análisis.
—Lo sé. Pero quiero saber qué te
dice la intuición.
Su intuición no siempre acertaba.
Llevaba sin confiar en ella desde la muerte de Steve. Desde el primer momento,
estuvo convencida de que superaría el cáncer, pero no lo hizo.
—Mi trabajo no consiste en
especular. Mi trabajo consiste en enfrentar los hechos. Y los hechos son
simples. La probabilidad de que Lali sea Mariana es muy alta.
Agustín pareció asimilarlo.
—Peter luchará si ella presenta
una demanda para conseguir la custodia. Y cuenta con mucho respaldo.
Habían llegado al meollo de la
cita. Cande enderezó la espalda.
—Bueno, pues puedes asegurarle al
señor Lanzani que, llegados a ese punto, Lali también contará con un buen
respaldo.
Agustín esbozó una lenta sonrisa.
Y el hoyuelo apareció de nuevo.
—Me gustas, letrada.
Le gustaba el béisbol. Estaba
cañón. Y ella llevaba mucho tiempo sin un hombre. No debería importarle lo que Agustín
Espósito opinara de ella, pero le importaba. Joder, claro que le importaba.
Él se inclinó hacia delante, apoyó
los antebrazos en la mesa y sus manos quedaron tan cerca que, de haber querido,
se habrían tocado. Sin embargo, Cande no necesitaba tocarlo para sentir el
calor que irradiaba su cuerpo.
—Me gustaría cenar contigo. En un
restaurante como Dios manda.
Por un segundo, se sintió tentada
de decir que sí. Pero la realidad acabó imponiéndose.
—No creo que sea una buena idea.
—¿Por qué no?
—Porque soy la abogada de tu
herm... —Se detuvo justo a tiempo, pero se percató de la esperanza que asomaba
a los ojos de Agustín—. La abogada de Lali —se corrigió, aborreciendo que parte
de sí misma deseara en ese momento que Lali no fuera Mariana. Porque, de ser
así, lo que estaba pasando entre Agustín y ella sería... más fácil—. Sería una
falta de ética mantener una relación personal contigo.
—¿Y no es eso lo que estamos
haciendo, letrada? ¿Comenzando una relación personal?
Cande escuchó las campanas de
alarma que empezaron a sonar en su mente. Su forma de mirarla, esa sonrisa
traviesa, esos ojos tan sensuales... Como no se anduviera con cuidado,
acabarían expulsándola del colegio de abogados.
—Creo que es hora de que me
marche.
Agustín no intentó detenerla
mientras ella cogía el bolso. Y agradeció mucho que su voz no tuviera el mismo
deje erótico de antes cuando dijo:
—¿Crees que sabremos algo mañana?
—Eso espero, sí. Pero podría
retrasarse hasta la semana próxima. —Cuando se levantó, él hizo lo propio para
ayudarla y la cogió del brazo. El contacto le provocó un escalofrío, y al alzar
la vista se encontró con unos hipnóticos ojos verdes. Unos ojos en los que
cualquier mujer podría ahogarse si no tenía cuidado.
—Entonces tal vez mañana te llame
para esa cena de la que hemos hablado.
El deseo comenzó a correr por sus
venas, subiéndole la temperatura. Sin embargo, Cande luchó contra ese efecto,
en un intento por mantener la profesionalidad que había perfeccionado a lo
largo de los años. Le tendió la mano.
—Tal vez. Gracias por la copa.
—De nada —dijo él con esa sonrisa
torcida tan mona al tiempo que le estrechaba la mano, demostrándole lo que
sentiría si esos dedos tan fuertes y masculinos la acariciaran por todos
sitios.
—Adiós... Agustín —se despidió.
Salió del bar mientras tragaba
saliva y se repetía que con independencia de lo que ocurriera al día siguiente,
Agustín Espósito era un hombre que no aceptaría un no por respuesta. La
pregunta era: ¿qué le respondería ella la próxima vez?
Continuará... +15 :D
AGUSDELAAAAAAAA LO AMOOO<3 <3 <3
ResponderEliminarAMO ESTA PAREJA ya falta poco para saber los resultados del adn quiero ver como van a llevar estooooo!!!! ayyy mas mas mas
ResponderEliminarMAS MAS MAS MAS
ResponderEliminar+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
ResponderEliminarOTRO CAP OTRO CAP OTRO CAP
ResponderEliminarM
ResponderEliminarA
ResponderEliminarSSSSSSSSSSSSSS
ResponderEliminarBAAAA DE NUEVO CARGANDO DE COMENTARIOS UPSSS
ResponderEliminarEstoy esperando que suban el capitulo de hoy de esperanza a youtubeee!!!!!!!!
ResponderEliminarEspero que la relacion de agus y cande se mantenga a lo largo de la nove
ResponderEliminarseria demaciado fome que no tuvieran una relacion digo no?
ResponderEliminarestoy molesta y no se con quien
ResponderEliminarmasssssssssssssssssssssssssss
PROXIMOOO CAPITULOOO SE VIENEEE BUENOOOO
ResponderEliminarCREOOOO YO PERO ESA ES LA RAZON
ResponderEliminarOTRO OTRO OTRO OTRO
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