—¿Qué
haces?
Lali, que estaba sentada en el suelo del salón,
dio un respingo antes de volverse hacia la escalera. Peter la miraba desde el
último peldaño, vestido tan solo con unos vaqueros desgastados de cintura baja.
Iba descalzo, tenía los ojos hinchados por el sueño y el pelo, alborotado como
si acabara de salir de la cama.
Lali se llevó una mano al pecho.
—Me has asustado.
Peter entró en la estancia.
—¿Esperabas a otra persona?
El sol de la mañana se reflejó en su pecho
desnudo. La imagen le provocó un hormigueo, ya que recordó que había trazado
esos músculos con los dedos y con los labios.
—¿Lali?
Tras apartar la vista de ese magnífico cuerpo
masculino, lo miró a los ojos y se percató de su expresión socarrona.
—¿Qué?
—¿Estás bien?
—Perfectamente. —Se volvió hacia el montón de
revistas que había estado ojeando, y se mordió el labio mientras se ponía
colorada. Se suponía que el sexo saciaba los instintos, en vez de convertir a
las personas en adolescentes salidos.
Peter se sentó en el suelo a su espalda, y
estiró las piernas, que quedaron a ambos lados de las suyas. Su cuerpo
irradiaba calor. Lali se estremeció, deseando que la tocara, deseando que esas
manos la acariciaran como lo hicieron la noche anterior. Al sentir que la
aferraba de la cintura, inspiró hondo y sonrió justo cuando la besaba en la
nuca.
Eso era lo que deseaba. ¡Mmmm! Pero si seguían
así, jamás acabaría de ojear las revistas.
—Esta es mi camisa —comentó él al tiempo que
introducía las manos bajo la tela y buscaba sus pechos desnudos—. La he estado
buscando.
El deseo hizo que se mojara al instante. Peter
le pellizcó un pezón, provocándole una sensación abrasadora. Lali tragó saliva.
—Lo siento. He cogido lo primero que he encontrado.
Peter rio entre dientes y ella sintió la
vibración de su torso.
—¿En el despacho? ¿Al otro lado del pasillo?
Creo que aterrizó allí cuando me la arrancaste anoche.
Lali contuvo una sonrisa al rememorar la noche
pasada. Jamás se había mostrado tan agresiva y tampoco sabía que pudiera ser
tan apasionada. Cerró los ojos para disfrutar de los mordiscos que Peter le
estaba dando en el cuello y de las caricias de sus manos en los pechos.
—Es suave. Y huele de maravilla. Si la quieres,
te la devuelvo ahora mismo.
—Pues sí —murmuró él contra su piel. Una de sus
manos descendió hasta una cadera y siguió moviéndose hasta detenerse entre sus
muslos—. No me gusta despertarme y encontrarme solo. Te quiero de vuelta en mi
cama.
Sus dedos la acariciaron con exquisita
suavidad, sin apenas rozarla. La excitación le provocó un escalofrío.
—Creo que es mi cama, no la tuya.
—Un detalle sin importancia. De todas formas,
¿qué haces aquí abajo?
Lali devolvió la mirada a las revistas esparcidas
frente a ella, e intentó no gemir cuando sus dedos le rozaron el clítoris. Peter
debía de ser consciente de lo mojada que estaba aun a través del fino tejido de
las bragas—. No podía sacarme la conversación con el doctor Murphy de la
cabeza.
—Nena, no...
—No, no es eso. Dijo que recordaba haber leído
algo en un artículo sobre el Tabofren. Peter, yo también lo he leído.
—¿Ah, sí? —Peter alejó la mano de su
entrepierna y cogió una de las revistas.
Lali intentó no sentirse decepcionada por el
hecho de haberlo distraído hasta el punto de que dejara de acariciarla. Al fin
y al cabo, descubrir lo que le había pasado era más importante que echar un
buen polvo. Aunque en ese momento, o más bien en cualquier momento, le parecía
muchísimo más divertido un buen polvo.
—Sí. Lo recuerdo porque me pareció un estudio
pionero. Sé que está aquí, en algún lado. —Arrojó la revista que había estado
leyendo al montón del suelo y cogió otra de la mesa auxiliar.
—¿Por qué tienes todas estas revistas?
—McKellen Publishing edita varias revistas
científicas, incluyendo algunas médicas. De vez en cuando las ojeo, si lo que
llevan en portada me atrae. Sé que lo he visto en algún lado. —Echó un vistazo
por el salón. El suelo estaba lleno de revistas. Ya había ojeado todas las que
tenía en su casa. Se puso en pie—. Tengo que ir a la editorial hoy mismo.
Peter se levantó.
—Ni hablar.
Nada más mirarlo, se percató de la preocupación
que asomaba a sus ojos. ¿Por qué tenía la impresión de que le estaba ocultando
algo otra vez?
—Peter, no me pasará nada. Puedo consultar la
base de datos desde mi despacho de la editorial. Así encontraré el artículo que
estoy buscando. Necesito encontrarlo.
—No quiero que vayas. No hasta que sepamos
quién está detrás de todo esto.
Discutir sobre el tema no iba a ayudarla. Peter
era un hombre testarudo, dominante, y estaba demasiado bueno ahí de pie en su
salón como para empezar a discutir con él.
Tras morderse el labio, le colocó las manos en
el pecho y alzó la vista.
—Podrías venir conmigo.
Peter le cubrió las manos con las suyas.
—Así no vas a convencerme.
Ella se acercó más, se puso de puntillas y le
dio un delicado beso en los labios.
—¿Por qué no?
—Porque no soy tan fácil de convencer.
Ella se echó a reír y dejó un reguero de besos
por su mentón de camino a una oreja, al tiempo que se pegaba más a él. Cuando
lo escuchó contener el aliento supo que estaba consiguiendo seducirlo. En ese
momento, Peter la abrazó y la besó en el cuello, haciendo que se le contrajeran
los músculos del abdomen. Sintió el roce de su erección en la cadera.
—Te devolveré la camisa si me acompañas —le
dijo al oído.
Peter la instó a caminar hacia atrás hasta que
se chocó contra el sofá. Sus dedos le subieron la camisa con destreza y se la
pasaron por la cabeza. La prenda aterrizó en el poste de la barandilla de la
escalera. Acto seguido, Peter la instó a darse media vuelta y a inclinarse
sobre el brazo del sofá.
—Creo que voy a conseguir mi camisa, te
acompañe o no —le dijo.
Lali jadeó y se estremeció cuando volvió a
sentir sus labios en el cuello y la caricia de su mano entre los muslos.
Después, suspiró cuando comenzó a avivar el fuego que ardía en su interior,
haciendo que se olvidara de todo menos de él.
Lali se
puso las gafas de sol mientras bajaba del Jaguar de Peter. Lo esperó un buen
rato en la acera, con el ceño fruncido, mientras él aparcaba. Había estado
demorando el momento de acompañarla toda la mañana, como si no quisiera
ayudarla.
Había perdido tiempo preparándole el desayuno,
la había convencido para que se diera una ducha larga y calentita mientras él
la lavaba... usando las manos y la lengua. Y después la había convencido de que
debía detenerse en su casa para cambiarse de ropa y ver a los niños antes de
marcharse. Ya era cerca de mediodía. Aunque no pensaba quejarse en absoluto,
estaba muerta de la impaciencia por encontrar ese artículo. Y el paso de
tortuga de Peter la estaba poniendo de los nervios.
—Eres peor que una mujer.
Peter se guardó la llave en el bolsillo.
—No empieces. Tengo un mal presentimiento sobre
todo esto.
De acuerdo, estaba preocupado, pensó ella. Algo
comprensible. Aun así, ¿por qué tenía la impresión de que en el fondo había
algo más? Desterró ese pensamiento mientras aceptaba su brazo y echaban a andar
hacia el edificio.
—Vamos. Solo será un momento. Nadie se enterará
de que hemos venido.
La redacción era un hervidero de actividad
cuando salieron del ascensor y llegaron al piso del despacho de Lali.
—Lali, has venido, gracias a Dios. —Jill salió
de detrás de su mesa con un puñado de notas en la mano—. El teléfono no ha
parado de sonar desde el lunes por la mañana.
«Genial», pensó ella, que miró a Peter.
—Jill, te presento a Peter.
Él evitó hacer cualquier comentario sobre el piercing
de su asistente. O sobre el montón de tatuajes que la veinteañera llevaba en
los brazos.
—Hola —se limitó a decir.
La mirada de Jill volaba de Lali a Peter una y
otra vez. Cuando por fin lo reconoció, abrió los ojos de par en par y esbozó
una sonrisa bobalicona.
—Ah, hola —lo saludó la chica.
—Entra, Peter. Solo tardaré un minuto —dijo
Lali, haciéndole un gesto para que entrara en su despacho.
Cuando Peter se fue, Jill preguntó:
—¿Es quien creo que es?
—Sí.
—¿De verdad es tu marido?
—Eso parece. Les echaré un vistazo a los mensajes.
—Le quitó las notas de la mano a Jill.
—¡Ah! —exclamó la chica, que por fin logró
apartar la mirada de Peter. Él ya estaba en su despacho—. Ramiro te está
buscando.
—¿Cómo sabe que estoy aquí?
—Las noticias vuelan. Cariño, te has convertido
en toda una celebridad. Además, si vas a todos lados con Peter Lanzani, la
gente empieza a murmurar.
—Genial —replicó Lali entre dientes al tiempo
que se dirigía a su despacho—. No voy a quedarme mucho rato. Solo necesito
comprobar una cosa. Me llevaré trabajo a casa, pero si alguien pregunta por mí,
no estoy en la oficina. ¿Entendido?
—Claro. Oye, Lali...
Ella se detuvo con una mano en la puerta.
—¿Es tan bueno como aparenta?
Lali fingió que la pregunta la asqueaba.
—No tienes remedio. —Y, después, añadió con una
sonrisa—: No es bueno, es mejor.
Peter estaba observando las fotos de su
estantería cuando ella entró.
—No es tan grande como tu despacho —comentó
ella mientras cerraba la puerta.
—¿Dónde hiciste esta? —Cogió una foto de Tomás
jugando en la arena.
—En el golfo. Le encanta la playa.
Cuando se volvió para mirarla, lo hizo
claramente emocionado. Y por primera vez desde que lo encontró, comprendió que Peter
también había perdido mucho tiempo.
—Tengo más fotos en casa. Si quieres, te las
enseño.
Lo vio esbozar una sonrisa. Sin embargo, sus
ojos tenían una mirada distante, como si estuviera ocultando algo.
—Me encantaría. —Antes de que pudiera
preguntarle si le pasaba algo, Peter cambió el tono de voz—. ¿Por dónde
empezamos?
Lali se acercó a una estantería situada en el
otro extremo del despacho y sacó unas cuantas revistas médicas.
—Tú échales un ojo a estas mientras yo miro en
la base de datos en mi ordenador.
Peter se sentó en una silla al otro lado de su
mesa y cogió unas cuantas revistas. Ella comenzó a ojear páginas en el monitor.
El único sonido que se escuchaba era el murmullo de las voces al otro lado de
la puerta.
—¿Lali? —dijo la voz de Jill en el silencio a
través del intercomunicador—. Te aviso de que Ramiro va de camino.
En ese momento, se abrió la puerta de su
despacho y Ramiro Ordoñez entró sin llamar.
—¿Me estás evitando? —le preguntó.
Lali se puso de pie. Peter también lo hizo al
tiempo que observaba con recelo al editor general. Era obvio que lo había
reconocido del día que fue a hablar con ella y descubrió la existencia de Tomás.
Su plan de evitar a todo el mundo en el despacho se fue al traste.
—Ramiro Ordoñez —dijo, haciendo las
presentaciones—, Peter Lanzani.
—¡Por Dios! —exclamó Ramiro—. Es cierto.
—No voy a quedarme hoy. Sé que están muy
ocupados, así que me iré ahora mismo. Solo he venido a buscar una cosa.
—¿El qué?
—Un artículo sobre un fármaco para el cáncer
que han estado probando en Canadá.
Ramiro se quedó blanco.
—¡Maldición! —Peter rodeó a Ramiro y cerró la
puerta del despacho. Después, miró a Lali—. Creo que acabamos de encontrar el
eslabón que nos faltaba.
Continuará... +15 :O!!
sigue!!!
ResponderEliminarLa mujer de ramiro también está en peligro :O
ResponderEliminar+++++++++++++++++++++++++++++++
ResponderEliminarSeguila porfi
ResponderEliminarMe encanta la nove, genia!!!
ResponderEliminarSos increíble
ResponderEliminarY aqui es donde todo se une ..... Mas capirulos!!! Impacienciaaa jajajajaj
ResponderEliminarMe encantaaaa la intriga
ResponderEliminarLa trama me tiene por completo enganchada, sigueee!
ResponderEliminarMuero por saber que va a pasar...subí otro por favor
ResponderEliminar+++++++++++++
ResponderEliminarTengo que seguir estudiando, pero la intriga de saber que pasará me puede más
ResponderEliminarSube otro por favooooooooooooooooooooooooooor!!
ResponderEliminar+++++++
ResponderEliminarPlis esta interesantisimaaaaaaa!!!
ResponderEliminarPlis esta interesantisimaaaaaaa!!!
ResponderEliminarMás!!!!!!!!!
ResponderEliminarSube dale
ResponderEliminarQuiero saber ya q pasaa
ResponderEliminarMaass
maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas
ResponderEliminarUna más por fa
ResponderEliminarA la P....
ResponderEliminarEsta nove esta tan jdkskskksks me tiene taan intrigada!!!!
Ya quiero saber que paso...
Esta relaciónado con todo..
Woaaaa a
Me temo k una d las personas no tachadas ,sea Valeria ,y k esta sea esposa d Ramiro.
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