—No quiero que vayas sola. —Agustín estaba con Cande
en el dormitorio de esta, observándola mientras hacía la maleta—. ¿Me has oído?
—le preguntó al ver que ella no replicaba.
Ella le dio unas palmaditas en una mejilla al
pasar a su lado de camino al cuarto de baño.
—Cuidado, cariño, comienzas a parecerte mucho a
tu dominante cuñado.
Agustín pasó por alto el insulto. La siguió y
se detuvo en el vano de la puerta mientras ella iba de un lado para otro,
recogiendo cosas.
—He hablado con Peter hace un rato. Él también
cree que no deberías ir sola.
Cande guardó varios cosméticos en un neceser y
después cogió su champú favorito de la ducha.
—Por favor... ¿crees que voy a hacerles caso a
dos hombres? Agustín, voy a Seattle por motivos laborales. Además, nadie se
enterará de mi viaje. De hecho, allí estaré mucho más segura que aquí. Alelí se
queda con mis padres. Todo irá bien. Además, todavía no sé si merece la pena ir
a Vancouver. Esperaré a ver qué encuentra mi detective privado.
«Todavía», repitió Agustín para sus adentros.
Lo había escuchado claramente. Cande era una mujer demasiado independiente.
Demasiado testaruda. Dos de los motivos por los que jamás se había sentido
atraído por las mujeres de éxito. Llevaba esquivándolo desde la noche que
pasaron juntos y la noche anterior él había estado trabajando hasta muy tarde,
de modo que no había tenido tiempo para pasarse a verla hasta esa misma mañana.
Supuestamente debía coger un vuelo al estrecho de la Reina Carlota ese mismo
día para enderezar el proyecto, pero una vez al tanto de los planes de Cande,
no podía marcharse hasta asegurarse de que estaría a salvo.
—Iría contigo si pudiera, pero no puedo. Joder,
es un mal momento.
—No te preocupes —le dijo ella al tiempo que
cogía la laca de la cesta de mimbre del lavabo.
Cande evitaba su mirada. No hacía falta ser un
brillante científico para comprender qué estaba pasando.
—Cande, sé lo que pretendes. No es necesario
que te vayas a Vancouver por lo que pasó entre nosotros.
—No sé de qué estás hablando. —Después de
guardar un cepillo del pelo en el neceser, lo cerró con la cremallera.
Sí que lo sabía, pensó Agustín. Lo sabía
perfectamente. Él vio cómo la asaltaban los remordimientos justo después de que
hicieran el amor. Y no por lo que pudiera pasar entre ellos, sino porque
pensaba que había traicionado a su cliente.
—Lali y Peter no van a molestarse contigo por
esto. Te está permitido tener vida privada. No has hecho nada malo.
Cande cerró los ojos y tomó una bocanada de
aire. Un tropel de emociones pasó por su cara, pero cuando abrió los ojos de
nuevo no había ni rastro de ellas. Cogió el neceser y pasó a su lado de camino
al dormitorio.
—Hablaré con Lali del tema cuando vuelva.
Agustín la cogió de un brazo.
—Espera y mírame.
Ella se volvió para mirarlo con sus ojos
oscuros. Unos ojos de expresión atormentada. Unos ojos de expresión culpable.
Unos ojos que le provocaron un nudo en el pecho.
—No tires por la borda lo que está pasando
entre nosotros solo porque te preocupa la opinión de los demás —le dijo.
—Fue una mala idea. Jamás debió ocurrir y lo
sabes. En cuanto a mi viaje a Seattle, no es asunto tuyo. Estaré bien. Y ahora,
por favor, ¿me sueltas del brazo para que pueda acabar de hacer el equipaje?
Agustín tenía la impresión de que lo había
apuñalado en el corazón. Cuando la soltó, intentó comprender qué estaba
pasando. ¿Cuándo habían aparecido esos sentimientos tan fuertes hacia ella?
Jamás se preocupaba por otra persona que no formara parte de su familia. ¿Desde
cuándo era Cande, una mujer a la que apenas conocía, tan importante como su
propia familia, si no más?
El nudo del pecho se convirtió en una terrible
opresión.
Con el corazón desbocado, la siguió hasta el
dormitorio. Estaba cerrando la maleta y la postura hacía que la melena castaña
le cayera a ambos lados de las mejillas. Al otro lado de la ventana estaba
lloviendo, de ahí que la estancia estuviera iluminada por una mortecina luz
grisácea. La apariencia de Cande no podía ser más angelical, con su falda
ceñida y su camisa ajustada.
«¡Por Dios, había caído con todo el equipo!»,
pensó Agustín.
Se pasó una mano por la cara e intentó relajar
el alocado ritmo de su pulso. Cuando Cande se volvió para dejar la maleta en el
suelo, él aprovechó el momento para aferrarla por los brazos y acercarla.
—Lo mío no son las relaciones a largo plazo. Me
va más el rollo ocasional. Pero contigo... contigo no quiero que sea ocasional.
—¿Qué? —le preguntó ella con el miedo pintado
en los ojos. El mismo miedo que él trataba de controlar—. ¿Estás...? —Lo miró
con los ojos entornados—. ¿Te golpeé con el bate en la cabeza? Pensé que te
había dado en el abdomen.
Agustín no pudo evitarlo y sonrió.
—No, no el bate, fuiste tú. Me diste justo en
la cabeza. La primera vez que te vi. La otra noche, y le doy gracias a Dios por
lo de la otra noche, me di cuenta de que estaba colado por ti desde el
principio. Desde entonces, no paro de pensar en el paquete completo... el
matrimonio, la familia, los niños, un monovolumen...
Cande se alejó con brusquedad de sus brazos y
se presionó el abdomen con una mano.
—¡Ay, por Dios! ¿Un monovolumen? ¿Estás loco o
qué? ¿Qué es lo que te pasa?
—No lo sé —contestó él en voz baja, muy atento
al asombro de Cande. Porque él sentía lo mismo. La verdad era que no había
pretendido decir lo que había dicho, pero, una vez hecho, no quería retirar sus
palabras—. ¿Te sorprende?
—Pues sí. Nos hemos acostado. Una noche.
Agustín se metió las manos en los bolsillos de
los vaqueros.
—Si no recuerdo mal, te gustó. La primera vez.
Y la segunda y las demás.
—Yo... —balbuceó ella al tiempo que agitaba las
manos—. Agustín, apenas nos conocemos.
—Pues vamos a conocernos. Quédate aquí.
Mantente a salvo. En cuanto pueda volver de mi viaje, nos concentraremos en
descubrir qué es lo que más nos molesta del otro.
Cande se sentó en el extremo inferior del
colchón.
—Estás bromeando, ¿verdad? Por favor, dime que
estás bromeando.
Esa no era la reacción que él esperaba. Joder,
ni siquiera era la conversación que había planeado tener.
—No estoy de broma. Cande, me has atrapado. Me
traes de cabeza. Y yo soy el primer sorprendido.
Al ver que ella no hablaba y se limitaba a
mirarlo con los ojos desorbitados, Agustín se rascó la nuca, sintiéndose como
un imbécil.
—Bien, puedo prescindir del monovolumen. Ya lo
negociaremos después.
—Estás mal de la cabeza. Lo sabes, ¿verdad?
Agustín sintió que se resquebrajaba. Y él no
era un hombre dado a sentir esas emociones.
—Mira, he evitado las relaciones serias durante
mucho tiempo. Por diferentes motivos. Y después de ver el infierno por el que
pasó Peter tras la muerte de mi hermana, me dije que había sido listo al
evitarlas. Pero ahora, después de todo lo que ha pasado... no lo sé. El caso es
que he comprendido que la vida es valiosa. Que hay que hacer las cosas que
queremos hacer, porque tal vez no podamos hacerlas cuando abramos los ojos y
nos demos cuenta de que son importantes. No quiero perder esta oportunidad
contigo, Cande. No te estoy pidiendo matrimonio. Solo te pido que no acabes con
lo que está pasando entre nosotros. Y no quiero que te marches a Canadá porque
te sientes culpable después de lo que ha sucedido. Si te pasara algo, no podría
soportarlo. —La cogió de las manos y la instó a levantarse de la cama—.
Letrada, dame una oportunidad. A lo mejor te sorprende lo que descubres.
—Podría acabar en una habitación acolchada.
Agustín esbozó una sonrisa torcida.
—Si estuviéramos juntos, no sería tan malo,
¿verdad?
—Agustín...
—Solo te pido que lo pienses, ¿bien? Piensa en
ti, en mí y en lo que podría ser lo mejor que te haya pasado en la vida.
—Tengo la terrible sospecha de que es lo único
que voy a hacer durante los próximos días. —Frunció el ceño, pero no se zafó de
sus manos. Agustín lo interpretó como una buena señal—. Eres como un tornado,
¿lo sabes, Espósito? Devoras todo lo que encuentras a tu paso sin pensar en las
consecuencias.
—Tú me preocupas. Y Alelí. Quiero mantenerlas a
salvo. Prométeme que no irás a Canadá.
En vez de hablar, Cande se pegó a su cuerpo y
lo abrazó por la cintura. En cuanto se vio rodeado por su calor, a Agustín le
dio un vuelco el corazón. Porque en ese momento supo que Cande no haría lo que
él quería que hiciese. Y eso significaba que los planes que había trazado para
los próximos días iban a sufrir un cambio muy drástico.
Con suerte, no para peor.
Continuará... +15 :)
Ayy me muerooo
ResponderEliminarWoaa me sorprendio, lo q lali y peter y ahora esto
Maass
quiero mas nove
ResponderEliminarquiero maaaaaaas!!!!!
ResponderEliminarpor favor!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarmaaas
ResponderEliminarCande y Lali son iguales dicen que no y terminan en sus brazos
ResponderEliminarMás
ResponderEliminarmassssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarmaaaassssssssssss
ResponderEliminaramoo a agustin!!!!!
ResponderEliminarsigue porfaaa!!!
ResponderEliminarmaaaaas noveeeee
ResponderEliminarme encanta la nove c: seguila
ResponderEliminar:OO
ResponderEliminarme encantaría que lali recupere la memoria!!!
ResponderEliminarNoooo Cande no vayaaa!!
ResponderEliminarmassssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarnecesitamos saber que pasa
Woaa!!!
ResponderEliminarNo sabia en que momento empezaste con la nove..
Pero en 2 días me puse al corriente jajajaja
La.... Ay dios estos caps son Taan emocionantes..
Por fin Lali y Peter está se puede decir "juntos" aunque Lali Tenga sus dudas..
Woaaaa Cande y Agus me encantan!!
Y si era obvio que Cande hiba a viajar...
Algo me da pensar que va a pasar algo malo... No quiero!!!!
Más me gusta mucho!!
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
ResponderEliminarMas mas nas más
ResponderEliminar@x_ferreyra7
Agustín sabe d cabezotas ,x lali y ahora x Cande.
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