La casa
adosada de estilo victoriano de Ramiro Ordoñez se encontraba en una calle muy
tranquila de Pacific Heights. Peter se golpeaba la rodilla con una mano
mientras Lali y él esperaban en el salón. Unos amplios ventanales ofrecían una
panorámica de la ciudad. Los árboles se mecían suavemente por la brisa del
atardecer.
Lali se percató de la tensión que embargaba los
hombros de Peter y de su apretada mandíbula.
—Relájate, ¿quieres? Me estás estresando.
Él la miró con expresión irritada y siguió con
sus golpecitos.
Valeria Ordoñez bajó la escalera acompañada por
su marido Ramiro. Tenía el rostro desencajado y su protuberante vientre
sobresalía de su cuerpo delgado.
—Siento haberlos hecho esperar.
Peter se tensó a su lado, pero Lali no le
prestó atención.
—No te preocupes. Siento molestarte. Sé que
debes de estar muy cansada.
Valeria sonrió al tiempo que se pasaba una mano
por el vientre.
—No puedo dormir mucho estos días.
—Está practicando para lo que vendrá después
—añadió Ramiro, acariciando el bulto que era su bebé.
—Miren, no quiero ser maleducado —dijo Peter al
tiempo que se ponía en pie—, pero necesitamos respuestas. La primera de todas
es saber por qué nos han arrastrado hasta aquí cuando podrían haber respondido
nuestras preguntas en el despacho de Lali.
Lali le lanzó una mirada de reproche, que él
pasó por alto. Peter no tenía tacto cuando tenía un objetivo en mente.
—Ha sido culpa mía. —Valeria se dejó caer en el
sofá, tapizado con una tela de estampado floral. Pese al abultado vientre, el
sofá parecía engullir su diminuto cuerpo—. Ramiro sabía que yo querría
participar.
—Me he perdido. —Lali se sentó en el mullido
sillón color crema que había delante de Valeria—. ¿Cómo es que estás
relacionada con un ensayo clínico?
—¿No me reconoces? —preguntó Valeria.
—No. ¿Debería? —La preocupación le formó un
nudo en la garganta a Lali.
—Supongo que no. Hablamos muy pocas veces cuando
estuve en la clínica privada, pero jamás he olvidado tus ojos.
Lali miró a Peter. Tenía un tic nervioso en el
mentón. Valeria Ordoñez. ¿Por qué no había conectado los puntos cuando leyó la
lista que habían encontrado en casa de Janet Kelly?
Ramiro se colocó detrás de su mujer y le puso
una mano en el hombro.
—Valeria padeció cáncer de ovarios. Decidimos
probar un tratamiento experimental después de agotar el resto de posibilidades.
—No creía que fuera a superarlo —confesó Valeria,
que bajó la mirada—. Pero el doctor Amadeo fue tan optimista que nos dio
esperanzas. El tratamiento duró más de seis meses. Pasaba temporadas ingresada
en la clínica privada y después volvía a casa. El seguimiento me lo hizo su
personal. Allí fue donde te conocí.
Lali puso los ojos como platos.
—¿Estaba despierta?
—A veces. Habías tenido un accidente de
tráfico, estuviste en coma durante varios meses. Tu marido... —Miró a Peter—.
Me refiero al doctor Amadeo... él te trasladó a la clínica privada para poder
tenerte controlada, ya que allí era donde se encontraba la mayoría de sus
pacientes. Después de que naciera tu hijo, despertaste, pero salías de la
inconsciencia y te sumías de nuevo en ella. Un día estabas de pie, dando
vueltas, al siguiente estabas en la cama, inmóvil.
Había estado despierta. Se había estado
moviendo. Eso explicaba por qué su recuperación había sido tan rápida. Por qué
su cuerpo había vuelto a la normalidad con cierta rapidez. La gente la había
visto, había hablado con ella. Y ella no se acordaba de nada.
—Continúa —le pidió, para lo cual tuvo que
tragar saliva a fin de deshacer el nudo que tenía en la garganta—. ¿Benjamín
dijo que era mi marido?
Valeria asintió con la cabeza.
—Sí. Otro médico se encargaba de tu
supervisión. No me enteré de su nombre. Alto, de pelo oscuro, con los ojos más
azules que he visto en la vida. Parecían conocerse muy bien. Creo que era el
dueño de la clínica privada... o que conocía al propietario o al gerente.
—Reynolds. —Lali miró a Peter de nuevo. Había
estado en lo cierto. Su médico de Houston estaba involucrado. Seguramente lo
habían matado debido a esa relación.
—¿Cómo se llamaba el fármaco experimental?
—preguntó Peter.
—Amatroxin —contestó Ramiro—. Curó el cáncer de
Valeria por completo. Otros pacientes también lo tomaron. El año pasado, el
doctor Amadeo compiló una lista de investigación y con otro médico publicó un
artículo en nuestra revista médica. —Le entregó a Peter un ejemplar de la
revista, que tenía en una mesita auxiliar a su espalda.
—Esto hace referencia a un ensayo clínico en
Canadá —dijo Peter.
Ramiro tragó saliva.
—Sí.
—¿Publicaron datos falsos? —preguntó Lali.
Ramiro inspiró hondo.
—Sí.
—¿Por qué? ¿Por qué no me contaste nada de
esto, Ramiro?
Ramiro cambió el peso del cuerpo de una pierna
a otra, con nerviosismo, y apretó el hombro de Valeria. Su mujer levantó el
brazo y le cogió la mano en señal de apoyo.
—Benjamín y yo teníamos un trato. Él dejaba que
Valeria participase en el ensayo clínico y yo me callaba lo que sabía al
respecto. Cuando llegara el momento de publicar la información, yo lo ayudaría.
Estábamos desesperados y dispuestos a intentar cualquier cosa. Después de que
curara el cáncer de Valeria, se lo debía. Necesitaba mostrar pruebas de que el
medicamento funcionaba, y yo sabía que funcionaba. Tal como lo entendí en su
momento, daba igual dónde se llevó a cabo el ensayo clínico.
—Ramiro no sabía que estabas casada, Lali
—añadió Valeria, que miró a Lali y a Peter—. Sabía que estabas en la clínica
privada al cuidado de Benjamín, que eras su mujer. Benjamín le pidió que no
hablara de ti. Dijo que el trauma del accidente había sido espantoso. A
Benjamín le preocupaba muchísimo tu pronóstico.
Lali se frotó la cicatriz que tenía en la
cabeza. Nada de eso tenía sentido.
—Y cuando desperté, se las apañó para que me
dieran trabajo como colaboradora independiente para tu editorial. —Miró a Ramiro—.
¿Nunca pusiste en duda mis credenciales? ¿Mis conocimientos?
La tensión se reflejó en los ojos de Ramiro.
—No supe que era un McKellen hasta después de
que te trasladara a Houston. Cuando vi tu nombre en uno de los artículos
independientes, me puse en contacto con él. Me dijo que no le gustaba mencionar
el apellido McKellen porque había discutido con su familia. Lo creí. Él es
quien te buscó el trabajo con la filial de Dallas. Yo no estaba en posición de
cuestionar lo que me decía. Tenía sentido y estaba en deuda con él. Y cuando vi
tu trabajo, me di cuenta de que tenía razón. Sabes más de geología que
cualquier otra persona que conozco.
—Pero seguiste sin decir nada después de la
muerte de Benjamín. ¿Por qué? Yo ya estaba en San Francisco. Sabías que buscaba
respuestas. Sabías que había estado en esa clínica privada, pero no dijiste
nada. —Se puso en pie, hirviendo de rabia. Peter la cogió del brazo para
tranquilizarla.
—Me parece que no entiendes de qué va esto,
Lali —repuso Ramiro—. Alguien no quiere que encuentres esas respuestas. Después
de que me llamaras y me pidieras trabajo aquí, en San Francisco, empezamos a
recibir advertencias.
—¿Qué quieres decir con «advertencias»?
—preguntó Peter.
—Llamadas anónimas en su mayor parte —respondió
Valeria—. Nunca mencionaban tu nombre, Lali, pero dijeron que nos calláramos lo
que sabíamos de la clínica privada. Que sería mejor para Ramiro no involucrarse
si salía a la luz lo del ensayo clínico.
—¿Y por qué me sugeriste que me buscara un
abogado?
Ramiro suspiró.
—Quería ayudar. Me di cuenta de lo frustrada
que estabas. Creía que si podías encontrar las respuestas sola, si no me
involucraba directamente, no causaría problemas darte un empujoncito. No sabía
que la abogada que escogiste te iba a reconocer.
De modo que Lali era el eslabón. Si no hubiera
ido a San Francisco, si no hubiera llamado a Cande para concertar una cita, si Cande
no la hubiera reconocido, era muy posible que nada de eso hubiera sucedido. Que
las mentiras hubieran seguido siendo la verdad.
Peter miró a Lali.
—¿Sabes si visitó alguien a Lali en la clínica
privada?
Valeria se mordió el labio.
—Hubo otro hombre, mayor, canoso, de complexión
robusta. Y una mujer joven también fue a verla una vez, al menos que yo
recuerde. No estoy segura de lo demás. Pero Lali estuvo allí mucho tiempo.
Un hombre mayor y una mujer joven. Podrían ser
cualquiera.
—Me temo que no soy de mucha ayuda —continuó Valeria
en voz baja—. Mis recuerdos de esa época son muy vagos.
La rabia abandonó a Lali y fue reemplazada por
una decepción agotadora. Todo lo que había descubierto hasta el momento solo
servía para aumentar su confusión. Estaba averiguando lo que había pasado, pero
no el motivo.
—No. —Lali parpadeó para reprimir las lágrimas
de frustración—. Has sido de muchísima ayuda.
—Lali. —Ramiro rodeó el sofá.
De reojo, Lali vio que Peter tensaba los
hombros y que bajaba los brazos en un gesto protector. Extendió un brazo para
detenerlo y miró a Ramiro.
—¿Qué?
—De haber sabido lo que pasaba, no me habría
callado. Creía que Benjamín era un buen hombre. Después de la conferencia de
prensa que dieron el otro día, supe que tenía que encontrar el modo de contártelo
todo. Que tenía que contarte lo que sabía. He intentado ponerme en contacto
contigo desde entonces.
Tantas mentiras... Allá donde mirase, parecía
haber una más, golpeándola en la cara. Ya no sabía en qué creer.
—Tengo que encontrar las respuestas, Ramiro. No
voy a parar hasta conseguirlo.
—No creo que eso sea una buena idea.
—No le va a pasar nada —lo interrumpió Peter
con firmeza desde la otra punta de la estancia—. Si alguien intenta hacerle
daño, antes tendrá que pasar por encima de mí.
La advertencia implícita en sus palabras hizo
que tanto Lali como Ramiro se volvieran hacia él. Peter tenía un tic nervioso
en el mentón. En sus ojos se podía ver las ansias de venganza.
Ramiro asintió con la cabeza y miró a su mujer.
—Sé lo que sientes. Si podemos hacer algo, solo
tienen que decirlo. Queremos ayudar.
Lali sintió que el sudor brotaba en su espalda
bajo la intensa mirada de Peter. Era consciente de que hablaba en serio, de que
mataría a cualquiera que fuese a por ella.
Y por algún motivo que se le escapaba, saberlo
la asustaba mucho más que lo que se ocultaba tras la verdad.
—Llevamos
una hora dando vueltas, cariño —se quejó Agustín desde el asiento del copiloto
del todoterreno que Cande había alquilado. Le dio la vuelta al mapa que llevaba
en el regazo, leyó los carteles que veía en la calle y volvió a mirar el mapa—.
No tienes sentido de la orientación.
Cande lo miró con cara de pocos amigos. Aún le
costaba creer que Agustín hubiera cambiado sus planes de trabajo y que se
hubiera sumado a ese viaje sin esperar a ser invitado. No solo la estaba
acompañando mientras buscaban la casa de Walter Amadeo en las afueras de
Vancouver, sino que también había esperado con paciencia a que ella terminase
con sus compromisos en Seattle. Sin quejarse ni una sola vez. Sabía que se
suponía que debía estar en el yacimiento del estrecho de la Reina Carlota,
haciendo lo que fuera que hacían los ingenieros geólogos, pero cada vez que
sacaba a colación el tema, él le daba largas y le decía que estaba donde se
suponía que tenía que estar.
¿Qué hombre hacía eso?
«Uno que está coladito por ti.»
Se le aceleró el corazón y se le humedecieron
las palmas de las manos contra el volante.
¿Un monovolumen? Estaba loco, no cabía duda. El
problema era que la idea no le parecía tan alocada como antes. Lo que quería
decir que la había arrastrado a su realidad alternativa y que ella también estaba
loca.
—Vamos a hacer un trato —dijo, en un intento
por no pensar en el futuro y en lo que iba a hacer con Agustín Espósito. Si lo
hacía, se pondría a gritar—. Si encuentro la casa en los próximos diez minutos,
me dejarás ir de compras en Robson Street antes de que volvamos a casa.
—Por mí, esta bien. Me quedaré en el hotel.
—No nos alojamos en un hotel, cariño.
—No me lo recuerdes. Ya me molesta el asunto.
Mis planes de conquistarte por completo se van a la mierda una y otra vez.
¿Conquistarla por completo? Ay, Dios. Este
hombre era un problema muy gordo.
—De modo que me acompañarás de compras —dijo
ella, que intentó cambiar de tema.
—Preferiría una muerte lenta y dolorosa a manos
de una dominatrix sádica. —Sus labios esbozaron una sonrisa—. Mira, qué buena
idea.
Cande no pudo evitarlo: soltó una carcajada.
Era la revolución hormonal personificada. Y que Dios la pillara confesada,
porque le encantaba.
—Vamos, Agustín. —Enfiló una calle secundaria—.
Ya hablaremos de tus fantasías después. Ahora mismo estamos hablando de
compras... más o menos una hora de tortura masculina. Créeme, te encantará. Hay
unas tiendecitas preciosas en Robson Street.
—Mátame ya. No, espera. ¿Hay tiendas de
lencería?
El estómago le dio un vuelco al escucharlo.
—Seguramente.
—¿Crees que podrás encontrar un modelito negro,
de encaje y minúsculo?
Paró el coche delante de una destartalada casa
de madera en una calle tranquila.
—Puede que no tengan de tu talla.
—Qué graciosa.
—Y como he encontrado la casa, esa hora me
pertenece.
Agustín la cogió del brazo antes de que pudiera
bajar del coche y la acercó a él.
—Llévame a esa tienda de lencería y haré que
merezca la pena.
La pasión que vio en sus ojos la puso a cien.
Cuando la besó, se olvidó de todo. De por qué estaban allí, de qué estaban
buscando, de por qué narices era tan mala idea tener una relación con él.
Cuando Agustín se apartó, en sus ojos había una
mezcla de deseo y de expresión traviesa.
—Olvídate del encaje negro. Creo que te quiero
vestida con cuero rojo.
¿Cuero rojo? Madre de Dios.
Tenía los nervios destrozados cuando por fin
subieron los escalones de entrada a la casa y llamaron al timbre. Se apartó el
pelo de la cara y se enderezó la chaqueta.
—Déjame hablar a mí. No queremos asustar a
Walter Amadeo a las primeras de cambio.
—Si usas ese tono tan frío y profesional
conmigo con la lencería de cuero roja y un látigo en la mano, te haré caso sin
dudarlo.
Le dio un codazo en el esternón y Agustín
siseó. Sin embargo, sus carcajadas resonaron por el porche y se le colaron por
los pies hasta llegar al pecho, recordándole qué tenía Agustín Espósito que la
afectaba tanto. Si no se andaba con ojo, iba a ser su perdición.
—Dios, ¿a qué huele? —Agustín se tapó la nariz
con una mano.
—No lo sé. —Cande apoyó una mano en el cristal
y miró a través de la cristalera lateral de la puerta. Había periódicos
amontonados en una mesa antigua. Una manta de viaje de color verde lima estaba
encima del respaldo de un sofá. Un trozo de pizza descansaba sobre un plato de
papel en el extremo de la mesa. El polvo cubría las superficies de casi todos
los muebles del salón. Una maleta cerrada estaba junto a la pared más alejada—.
No parece que haya nadie en casa.
—Ya huelo el motivo.
Un mal presentimiento abrumó a Cande. Bajó
corriendo los escalones de entrada. Había un camino de piedras que rodeaba el
lateral de la casa.
—¿Adónde vas? —le preguntó Agustín, que la
siguió.
Cande pasó por debajo de un seto y abrió la
portezuela lateral que daba acceso al patio trasero.
—Reynolds fue encontrado en su piscina.
—¿Qué? Para el carro. De repente, esto me da
muy mala espina.
Cande rodeó la casa antes de que él pudiera
detenerla. El hedor era más intenso en la parte trasera. Un gato salió
disparado de detrás de un árbol y se perdió tras la casa. Puso los ojos como
platos al ver el cuerpo, cuyos pies sobresalían por debajo de unos rododendros
cerca del pórtico trasero. Tragó saliva, con fuerza.
—A mí también —replicó ella.
—¡Mierda! —Agustín se plantó delante,
bloqueándole la visión.
Continuará... +15 >:/
:O todo el mundo muerto!! Feberian empezar a buscar ayuda de la policia todos estan en peligrooo
ResponderEliminarMieeeerda, esto se va poniendo cada vez mas jodido!! Otro :)
ResponderEliminarsi todos mueren quien tiene respuestas!!!!!
ResponderEliminar=o más más más
ResponderEliminarotro capítulo por fa
ResponderEliminarAsí todo se complica más para descubrir la verdad, otroo
ResponderEliminarmás
ResponderEliminar9
ResponderEliminarEstoy x volverme loka!! ++++ pliiiis!!
ResponderEliminar13
ResponderEliminarmás más más más
ResponderEliminarotro capítulo otro capítulo otro capítulo
ResponderEliminarmassssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarme dejas en suspenso
Omg Mas mas bdwlzndn
ResponderEliminarmassssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarDani no nos dejes asi
Otro dale
ResponderEliminardani espero no te moleste quiero recomendar este blog http://tamarluiica.blogspot.com.ar/2015/04/retomemos-el-blog.html?showComment=1429496164421&m=1#c221764588511923158 es una grosa entren y lean sus noves son muy Buenas y acaba de regresar después de meses besos
ResponderEliminarLa.....
ResponderEliminarCada Vez matan a más personas , todas relacionadas con el caso i ese..
Woaaa a ver espero en serio que Benjamin no esté vivo porque entonces si...
Nada que ver jajajaja pero me encanta como es Agus con Cande jajajaja la pone toda nerviosa...
Otro Cap!!!!!
Duda : dime por favor que aun le falta para el final ?
Ya no les quedan sospechosos.
ResponderEliminarEl palpito me sigue llevando a Melodi ,y a la loca d Nina