Sobre las siete de la mañana del
día siguiente, Peter aparcó el coche en el camino de entrada de su casa de
Sausalito. La diferencia horaria lo tenía hecho polvo y estaba agotado. Volver
a casa había sido una pesadilla en toda regla, peor de lo que esperaba. Los
vuelos a San Francisco habían sido desviados o cancelados. Por suerte, había
conseguido un vuelo nocturno a Sacramento, donde después alquiló un coche.
Mientras sacaba el equipaje del maletero, se preparó para lo que lo esperaba en
el interior. No había tenido oportunidad de hablar con Luz desde el accidente,
de modo que desconocía cómo había reaccionado.
Su alegre risa lo recibió en
cuanto abrió la puerta de la cocina.
—¡Tira el dichoso dado y ya está!
—gritó Agustín.
Luz soltó una risilla.
—No vas a ganarme nunca. Soy una
profesional.
—No hay profesionales en este
juego. Es cuestión de suerte.
—Mentira. ¡Bien! —gritó Luz cuando
el dado se detuvo.
Agustín soltó un taco entre
dientes.
—¿Lo ves? Es habilidad, tío Agus.
—No estarás enseñándole palabrotas
a mi hija, ¿verdad? —Peter se obligó a sonreír mientras entraba y echaba un
vistazo por la estancia.
Luz alzó la vista y sonrió.
Agustín también sonrió, dejando a
la vista el mismo hoyuelo que tenía su hermana.
—Me guardo los peores para cuando
estás tú.
—¡Papá! —Luz se bajó de la silla para
darle un fuerte abrazo a Peter—. ¿Qué haces aquí? Pensaba que tardarías unos
cuantos días más en venir.
—Acabé pronto el trabajo y por eso
he vuelto antes. —Dejó la bolsa en una silla y se acuclilló para quedar a la
misma altura que ella. Después le pasó un dedo por la naricilla. Una nariz
idéntica a la de Mariana. Cada vez que la miraba, veía a su madre. El corazón
le dio un vuelco gigantesco—. Te he echado de menos.
Luz frunció el ceño y esos ojos
tan penetrantes lo atravesaron.
—Has vuelto porque estabas
preocupado por mí, ¿a que sí?
—Pues sí, ¿qué pasa? Denúnciame si
quieres. ¿Estás bien?
—Papá, estoy bien, de verdad. No
deberías preocuparte tanto. No es bueno para tu salud. Produce úlcera y reduce
la esperanza de vida, por no mencionar que provoca sobrepeso. Y que sepas que
los años no pasan en balde. Tienes que empezar a cuidar tu peso. Ya soy mayor.
Sé cómo manejar ciertas cosas.
—Eso de que eres mayor todavía
está por verse. —Peter intentó disimular la sonrisa que pugnaba por aparecer en
sus labios—. ¿Dónde has leído sobre los efectos del estrés?
—En el colegio. Ya sabes, esa
institución privada que te cuesta una pasta. Aprendo mucho en el colegio.
—Me alegra saber que no estoy
tirando el dinero. —Se adentró en la cocina y sacó una botella de agua del
frigorífico.
—Casi soy una mujer —dijo Luz—.
Muchas niñas de mi edad ya tienen el período.
Peter se atragantó con el agua.
—Por favor. No son ni las ocho de
la mañana. La diferencia horaria me está matando y solo tienes nueve años.
—¿Y? —Luz miró a Agustín, que
parecía estar pasándoselo en grande—. Está a la vuelta de la esquina. Tendrás
que hacerte a la idea, papá. Y ahora que lo pienso, necesito un sujetador. Creo
que deberíamos ir a comprar uno un día de estos. Hoy, quizás. —Alargó la mano
para coger el dado y después lo miró con una sonrisa traviesa—. Estaba pensando
en comprarme uno de esos de encaje rojo que llevan las mujeres de las revistas
esas que compras.
—¡Por el amor de Dios! —logró
decir al tiempo que se ponía colorado.
Agustín se echó a reír mientras se
levantaba para servirse otra taza de café, tras lo cual le dio unas palmadas a Peter
en la espalda.
—No puede parecerse más a su madre
—le dijo.
—Dímelo a mí —replicó él mientras
contemplaba a su hija.
Luz no solo se parecía físicamente
a Mariana, su carácter también era idéntico al de su madre. Era igual de
sabelotodo y compartía su ácido sentido del humor.
Sintió una opresión en el pecho al
recordar la sonrisa de Mariana y el hoyuelo que tenía en la mejilla. Lo fácil
que le resultaba hacerlo reír en cualquier situación.
—Papi, ¿estás bien? —La sonrisa de
Luz se desvaneció. Solo lo llamaba «papi» cuando estaba preocupada por él. El
resto del tiempo era «papá» y recientemente «Oye, tú».
—Sí —contestó en voz baja—. Ahora
sí.
—Vale. Yo también. Voy a subir
para arreglarme. —Se bajó de nuevo de la silla y se acercó a él. Cuando Peter
se agachó, le dio un fuerte abrazo y un beso en la mejilla—. Me alegro de que
estés en casa. Te quiero, papi.
—Yo también te quiero, nena.
Peter soltó un largo suspiro
mientras la observaba salir de la cocina y subir la escalera trasera. Aunque no
tenía motivos para preocuparse tanto por ella, lo hacía. La verdad era que Luz
lo llevaba bastante mejor que él en muchos aspectos. Durante los últimos cinco
años se había visto obligada a crecer más rápido de lo normal. Ningún niño de
ocho años debería preocuparse diariamente por la salud mental de su padre, pero
eso era lo que le sucedía a Luz.
Se pasó una mano por el pelo, que
a esas alturas ya estaba alborotado.
—Qué putada, está creciendo
demasiado rápido.
Agustín sonrió.
—Sí, lo sé. Dentro de un par de
años empezará lo malo.
—Ya. —Peter se pasó una mano por
el pecho, en un intento por aliviar la presión que sentía en ese lugar—. ¿Las
revistas que compro? ¿De dónde narices ha sacado eso? —Movió la cabeza—. Me ha
puesto los pelos como escarpias. Menos mal que estabas aquí para echarme un
cable...
—A mí no me mires, colega. No soy
padre. Así que tengo libertad para hacer la vista gorda con todo lo que esté
relacionado con la pubertad y el sexo. Ese marrón te lo dejo a ti.
Peter hizo una mueca.
—No menciones las palabras
«pubertad» y «sexo» refiriéndote a mi niña.
Agustín comenzó a rebuscar en los
cajones de la cocina, en busca de sabría Dios qué.
—¿Dónde están María José y Carlos? —le
preguntó Peter mientras lo observaba.
—Los hemos convencido de que
salieran a desayunar a algún sitio. Mi madre está un poco... nerviosa desde el
accidente aéreo de ayer. Es un tema doloroso para ella. No sé si alguna vez
volverá a subirse en un avión. Es posible que se quede aquí con nosotros para
siempre.
—Que el Señor nos ayude —murmuró Peter.
Aunque quería mucho a sus suegros y les agradecía que viajaran desde Seattle
cada vez que necesitaba ayuda con Luz, tenía sus límites.
Agustín encontró una caja de
cereales Froot Loops en la despensa.
—¡Si! —Tras apoyarse en la
encimera, sacó un puñado de cereales de la caja—. No los como desde que era
pequeño.
Peter miró la caja.
—Seguro que llevan ahí desde que
eras pequeño. No recuerdo haberlos comprado.
—¿Con todos los conservantes que
llevan? Es imposible que se pongan malos. —Se sentó en la encimera.
Mientras Agustín comía cereales
caducados, Peter se dejó caer en una de las sillas y se masajeó la frente.
Comenzaba a sufrir una migraña provocada por la tensión. Pocas horas de sueño,
un viaje largo y el estrés del último par de días.
—Estás hecho un asco, que lo sepas
—murmuró Agus.
—Ya lo sé. —No se había afeitado,
aún llevaba la misma ropa que el día anterior y tenía la impresión de haber
pasado las últimas horas en una montaña rusa emocional.
—Nina debió de dejarte hecho
polvo.
—Estuvo a punto de arrancarme la
cabeza cuando le dije que me iba antes de tiempo.
—Me gusta. Si te cansas de ella,
pásamela.
Peter rio entre dientes.
—No eres su tipo. La vida al aire
libre no le va.
Agustín se echó un vistazo.
Llevaba unos vaqueros desgastados y unas botas de montaña sucias.
—¿Me estás diciendo que no soy un
tío con clase?
Peter examinó a su cuñado. Agus
necesitaba un buen corte de pelo, ya que lo llevaba demasiado largo. Además, la
perilla con la que estaba experimentando le quedaba fatal y era patética.
—Te estoy diciendo que no tienes
la clase que ella busca.
—¿Y tú sí?
—No, yo tampoco. Pero ella todavía
no se ha dado cuenta. —Se presionó las sienes con los dedos—. Solo me quiere
por el sexo. El día menos pensado descubrirá que soy un hijo de puta y me dará
la patada.
Agustín se echó a reír.
—No te lo discuto.
Peter contuvo un bostezo mientras
se ponía en pie.
—¿Vas a quedarte por aquí?
—Sí, un rato. Por lo menos hasta
que vuelvan mis padres.
—Vale. Me voy a la cama. —Le dio
una palmadita a Agustín en la espalda cuando pasó por su lado—. Gracias, tío.
—No hay de qué.
Peter subió la escalera trasera,
se detuvo al llegar a la mitad y miró hacia atrás. Justo cuando comenzaban a
rehacer sus vidas, la ausencia de Mariana los golpeaba de nuevo, ya que el
accidente aéreo les había hecho recordar de golpe lo que habían perdido. Aunque
Agustín y Luz no quisieran admitirlo, el impacto había sido duro para todos,
porque había despertado recuerdos de lo que sucedió cinco años antes.
Se frotó la dolorida cabeza y
siguió subiendo. Los recuerdos se amontonaron en su mente mientras se acostaba
en su dormitorio. Recuerdos del último día. Aquella mañana dejó a Mariana en el
aeropuerto, se despidió de ella con un beso, le frotó la barriga y sonrió,
encantado con el secreto que le había revelado la noche anterior, y después se
inclinó hacia ella y aspiró por última vez el dulzón olor a lilas de su
perfume.
Daría cualquier cosa por pasar una
hora más con ella.
Cerró los ojos y sintió el escozor
de unas lágrimas de las que ni siquiera era consciente. A esas alturas, apenas
recordaba su cara. Aunque la llevaba grabada a fuego en el corazón y en el
alma, su imagen se borraba lentamente y los detalles comenzaban a difuminarse.
Hasta su voz, esa voz ronca y seductora que siempre le había llegado al alma,
le resultaba difícil de recordar.
Se pasó una mano por el pecho,
donde sentía un dolor abrasador. Parte de sí mismo deseaba poder librarse de
él. La otra parte se aferraba a dicho dolor como si le fuera la vida en ello.
Ya la había perdido una vez. No podía soportar la idea de perder lo poco que le
quedaba de ella.
Continuará... +15 :D
Ahhhhhh !!
ResponderEliminarMASSS !
ResponderEliminarMaraton ton ton
ResponderEliminarYa estoy obsesionada cone esta historia, quiero maas
ResponderEliminarHaaaa me encantaron los cap de hoy
ResponderEliminar+++++
@x_ferreyra7
Es mas tierno Peter !
ResponderEliminarLuz es un amor y Agus me encanta!
ResponderEliminarSUBE
ResponderEliminarOTRO
ResponderEliminarCAPITULO
ResponderEliminarPOR FAVOR
ResponderEliminarQueiro saber que pasa, sube otro si?
ResponderEliminarFalta mucho para que se encuentren?
ResponderEliminarNo entiendo como Benjamin pudo separar a Mariana de su familia
ResponderEliminarMe intriga saber que es lo que paso
ResponderEliminarNOOOOO ME MORFO A LUZ ES UN AMOOOOR YA QUIERO ESE REENCUENTROOO LUEGOOOO!!!!! MAS MAS MAS
ResponderEliminarSUBEEEEEEEE OTROOOO PORFAAAS SI???? NO NOS DEJES CON LA INRIGA
ResponderEliminarSi,si ,si ,Tomás es hijo d Peter.
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