La luz del frigorífico se derramaba sobre Peter
en la oscuridad de la cocina. Había abierto la puerta y estaba contemplando el
gigantesco interior. No tenía hambre y sabía que una cerveza no le aliviaría el
nudo que se le había formado en la boca del estómago. Sin embargo, acostarse en
la cama para recordar la presencia de Lali a su lado tampoco iba a ayudarlo a
relajarse.
Miró el teléfono. Debería llamarla. Pero no
sabía si lo escucharía o si, por el contrario, le colgaría directamente.
Mientras se frotaba el pecho, soltó el aire despacio y cerró los ojos. Le daría
un día. Y después lo intentaría otra vez. Lali no iba a librarse de él tan
fácilmente.
Su móvil sonó, sobresaltándolo. Tras cerrar la
puerta del frigorífico con brusquedad, alargó el brazo hacia la encimera para
cogerlo. Sintió un rayito de esperanza. Esperanza de que Lali hubiera
recuperado el sentido común.
—¿Lali?
—Peter, soy Cande.
—Ah, hola. —Lo embargó la desilusión.
—Peter, Agustín no contesta al teléfono.
El pánico que transmitían sus palabras hizo que
se le erizara el vello de la nuca.
—¿Cómo dices?
—Que no me coge el móvil. Me dijo que lo
llevaría encima en todo momento. Lali tampoco contesta. La he llamado al fijo y
al móvil.
Mierda. Ni siquiera se paró a pensar en lo que
hacía. Fue corriendo al pasillo en busca de los zapatos.
—He contratado a un vigilante de seguridad para
que controle el exterior de la casa. No me ha llamado. A lo mejor solo es la
tormenta.
—Es posible —convino Cande, si bien estaba tan
poco convencida como lo estaba él—. Por fin tengo el informe del detective
privado. Acabo de leerlo, porque se había caído mi servidor. Peter, Walter
Amadeo tenía dos hijas. Una de ellas murió de cáncer hace cinco años. Paula
McKellen.
Peter se detuvo con una mano en la puerta
principal y las llaves del coche de alquiler en la otra.
—Por eso Benjamín estaba relacionado con los
McKellen. Se casó con una de ellas.
—Sí. Walter Amadeo es, o era, Karl McKellen,
presidente de McKellen Publishing. Su hija Paula se casó con Benjamín Amadeo
hace ocho años. Murió después de que la FDA prohibiera los ensayos clínicos con
el Tabofren. Creo que ella participaba en dichos ensayos.
—Mierda. Por eso se enfureció tanto. —Y por eso
él no había reconocido el nombre de «Benjamín Amadeo» ni lo había relacionado
con el hombre al que había conocido y con el que había hablado en su despacho.
Porque el hijo de puta usaba los dos nombres a fin de mantenerse en la
oscuridad mientras llevaba a cabo su ensayo clínico ilegal. Y su suegro, Karl
McKellen, se había asociado con él y con Grayson Pharmaceuticals para lograr
que la FDA aprobara el medicamento.
—Ajá —replicó Cande.
Peter corrió hacia el coche bajo la lluvia y
arrancó el motor una vez dentro.
—Pero hay otra hija —añadió Cande.
Peter se apartó el pelo húmedo de los ojos y
dio marcha atrás para salir del camino de acceso a su casa a toda prisa.
—¿Dónde?
—Aquí, en San Francisco… Peter, trabaja para
ti.
—¿Cómo? No hay ningún McKellen en mi empresa.
Ni Amadeo.
—Peter, su otra hija es Melodi Paz.
—No. ¿Estás segura?
—Sí.
«Mierda», pensó. Melodi, que había estado en
Vancouver varias veces ese mismo mes. Melodi, que había sido la responsable de
la fusión con Grayson. Melodi, que le había comprado el coche y podría haberlo
usado el día que murió Janet Kelly, después de que él lo dejara aparcado en el
garaje de la empresa. Melodi, que conocía todos los detalles del regreso de
Lali porque él había sido tan imbécil como para contárselo.
El apremio se apoderó de él. Pisó el
acelerador.
—Cande, Melodi sabe que Lali está en la casa de
la playa esta noche.
—Estoy en el coche, en la autovía. Ya he
llamado a la policía.
—Es posible que yo llegue antes que tú. De
todas formas, no entres sin mí o sin la policía. ¿Me has oído?
La llamada se cortó.
—¿Cande?
Mierda, no estaba seguro de que ella lo hubiera
oído. Marcó el número del vigilante de seguridad que había contratado.
No obtuvo respuesta.
«¡Mierda!»
Tras pisar a fondo el acelerador, arrojó el
teléfono en el otro asiento y aferró con fuerza el volante.
El agua
caliente se deslizaba por la piel de Lali. Estaba rodeada de burbujas. Puesto
que no podía dormir, se estaba dando un baño con la esperanza de que la librara
del frío que sentía en los huesos. De momento no funcionaba.
Usando el dedo gordo del pie, abría y cerraba
el grifo mientras contemplaba una mancha en el borde de la bañera. El goteo del
agua era el único sonido que se oía en la estancia. Recordó la cara de Peter y
cerró los ojos, deseando que el agua pudiera borrar su sufrimiento.
Tras pasar una hora al teléfono con Ramiro Ordoñez
haciendo planes para las próximas semanas, estaba agotada. Desaparecer no era
una buena opción dadas las circunstancias, pero no se le ocurría otra cosa
mejor. Sus padres lo entenderían. Y encontraría alguna manera de lograr que Luz
lo entendiera. Además, no sería para siempre, solo hasta que todo se
tranquilizara. A esas alturas, ya no quería saber la verdad. Quedarse en San
Francisco mientras la prensa la perseguía por culpa de toda la historia solo
serviría para prolongar la agonía.
Se pasó una mano por el pelo y suspiró,
deseando no ponerse a llorar otra vez.
Las lágrimas no iban a ayudarla en absoluto.
Las luces se apagaron.
Se sentó en la bañera de repente, derramando el
agua por el borde. El viento soplaba en el exterior. Desde la planta baja le
llegaba el traqueteo de la mosquitera de la puerta trasera, que se movía
azotada por el viento.
«Estás nerviosa, Lali. Tranquilízate. Agustín
está abajo. No pasará nada. Seguramente la tormenta haya dejado a oscuras todo
el barrio», se dijo.
Salió de la bañera y cogió su albornoz blanco.
Tras atarse el cinturón, se encaminó hacia la escalera. En el pasillo reinaban
las sombras, y se tropezó con el Power Ranger negro de Tomás. El dolor que
sintió en el dedo gordo fue tal que tuvo que morderse los labios para no gritar
mientras recorría el resto del pasillo saltando a la pata coja e intentando
aliviar el dolor de dicho dedo. ¿Por qué todo le salía mal?
Los escalones crujieron bajo sus pies. Sentía
un dolor palpitante en el dedo. Al llegar al último peldaño, contuvo el
aliento, ya que no quería despertar a Agustín, que estaría durmiendo en el
salón.
Al entrar en la cocina, sintió una ráfaga de
aire frío. La puerta trasera estaba abierta y la mosquitera se zarandeaba con
el viento, golpeando el marco.
¿Qué había pasado? Dio un paso al frente y se
detuvo.
Había cerrado la puerta con el pestillo antes
de subir. El sentido común hizo que se detuviera a pensar. Sintió un nudo en el
estómago y se quedó sin aire en los pulmones.
«Ve en busca de Agustín.»
Salió de la cocina caminando hacia atrás y se
golpeó con la consola del pasillo, tirando la lámpara al suelo.
El susto le provocó un subidón de adrenalina.
¡Por el amor de Dios! Se estaba comportando
como una adolescente nerviosa viendo una película de terror. Seguro que Agustín
estaba detrás de ella, riéndose.
Se llevó una mano al abdomen mientras se volvía
y miraba hacia el sofá del salón.
Estaba vacío.
Miró hacia la cocina.
—¿Agustín?
No obtuvo respuesta.
El sudor le corría por la espalda, aunque
estaba helada de frío.
«Piensa, Lali. ¡No seas tonta!», se reprendió.
Reparó en el teléfono inalámbrico, que
descansaba sobre la mesa auxiliar del salón. Lo cogió con dificultad y se lo
llevó a la oreja con una mano temblorosa. No había línea.
Otra ráfaga de viento estampó la mosquitera
contra el marco. El ruido la sobresaltó y la hizo entrar en la cocina.
Había dejado su bolso en la encimera, con el
móvil y las llaves. Tenía que cogerlo. Respiró hondo para tranquilizarse y
comenzó a andar entre las sombras.
De repente, pisó algo húmedo y se resbaló sobre
el parquet. Se libró de caerse al suelo porque consiguió agarrarse a una silla.
Al mirar, vio que había un reguero de algo que comenzaba en la puerta trasera y
rodeaba la mesa.
De acuerdo. Aquello no le gustaba un pelo. Algo
iba mal. Era hora de largarse. Extendió el brazo para coger el bolso.
Y algo duro la golpeó por detrás. El contenido
de su bolso salió volando. Se tropezó contra un taburete y cayó sobre la
encimera, tras lo cual acabó en el suelo.
El brazo se llevó lo peor del impacto, y el
dolor le llegó hasta el hombro. Cuando abrió los ojos, vio que Melodi Paz
estaba de rodillas a su lado, con una pistola en la mano.
—Bienvenida a la fiesta, Lali.
En ese momento, Lali vio que Agustín se
encontraba en el suelo, detrás de la mesa. Estaba inmóvil con los ojos
cerrados. Le salía sangre de la cabeza.
Se le revolvió el estómago. ¡Por Dios! No se
había resbalado con agua.
—No, Lali, mírame a mí —le ordenó Melodi—.
¿Sabes el lío en el que me has metido?
¿De qué narices estaba hablando? Lali frunció
el ceño. Abrió la boca para hablar, pero no logró articular palabra.
—No te hagas la tonta conmigo. Yo no voy a
tragarme eso de «no recuerdo nada», como Benjamín y Peter. Solo me has
ocasionado problemas desde que empezó todo esto.
«Desde que empezó todo esto. Benjamín. ¡No!»,
pensó.
—Tú... —logró decir a duras penas—. ¿Fuiste tú?
Pero trabajas con Peter. No lo entiendo.
—No eres muy lista, ¿verdad? —Melodi esbozó una
sonrisa grotesca—. Seguro que es por culpa de los medicamentos. El Tabofren
habría salvado a Paula. Y Peter lo sabía.
Lali frunció el ceño. Intentó incorporarse
protegiéndose el brazo herido con el otro.
—¿Quién es Paula?
—Mi hermana. Peter estaba tan emocionado con el
Tabofren que lo promovió de inmediato para los ensayos clínicos. Y funcionó.
Pero decidió echar marcha atrás cuando la FDA se enteró de los efectos
secundarios y frenó en seco la producción. Paula murió. Ese medicamento le
habría salvado la vida.
Lali tragó saliva.
—Eso no lo sabes.
—¿Ah, no? Yo creo que sí. Lali, ¿sabes lo que
se siente cuando se pierde a un ser querido? ¿O debería llamarte Mariana? ¿Qué
prefieres? —La carcajada amenazadora de Melodi hizo que Lali se sobresaltara—.
Se me olvida con quién estoy hablando. Por supuesto que sabes lo que se siente
cuando pierdes a un ser querido. Bueno, Peter sí que lo sabe. Nosotros nos
aseguramos de que lo supiera.
—Ustedes... ¿lo hicieron a propósito? ¿Por qué
no simplemente me mataron?
—Me quedé en minoría, mi voto no contó. Mi
padre y Benjamín pensaban que podías sernos útil a largo plazo. Así que un
secuestro era mejor. Sin embargo, el avión en el que supuestamente viajabas se
estrelló y todo el mundo te dio por muerta. Nos pareció adecuado que Peter
sufriera. Y tuvimos suerte de que yo tuviera un conocido en la aerolínea, que
se aseguró de que tu nombre apareciera en la lista de pasajeros. La gente está
dispuesta a hacer cualquier cosa por dinero.
—Tú... ustedes... ¿me mantuvieron viva a
propósito?
Melodi se encogió de hombros.
—Benjamín necesitaba muestras de tejido para
sus ensayos si quería que otra agencia gubernamental aprobara el uso del
medicamento. Nos daba igual que no tuvieras cáncer. Lo que nos interesaba eran
los efectos secundarios. Y como tú estabas ahí...
Lali levantó un brazo y se frotó la herida de
la cabeza.
—Pero ¿cómo...?
—Esa fue la mejor parte. —Melodi rio—. No
fuiste muy dócil durante el secuestro. Al final, provocaste un accidente de
coche. Benjamín no te mintió en eso. Te golpeaste en la cabeza y entraste en
coma. Eso fue lo que le dio la idea de utilizarte para el ensayo clínico.
—Benjamín...
Melodi puso cara de asco.
—Benjamín era un imbécil. ¿Quién iba a pensar
que tenía conciencia? Cuando descubrió que estabas embarazada, se negó a
suministrarte los fármacos. ¿Sabías que Paula estaba embarazada cuando le
detectaron el cáncer? Tuvieron que elegir. Su vida o la del bebé. Y después
murió de todas formas. Cuando Benjamín descubrió tu embarazo, supuso que el
destino lo estaba resarciendo. Y esperamos.
—Walter Amadeo es tu padre —dijo Lali.
—Veo que no eres tan tonta después de todo
—replicó Melodi con una sonrisa—. También se hace llamar Karl McKellen. Es el
dueño de McKellen Publishing. Tu jefe.
Lali sintió una oleada de náuseas.
—¿Qué le pasó a Benjamín?
Los ojos de Melodi se tornaron gélidos.
—Se asustó.
—Lo mataste.
—No me importaba que quisiera utilizarte a modo
de venganza. ¿Arrebatarle a Peter Lanzani su familia y a todo lo que antes
tuvo? Era una idea brillante. Pero después de que Peter prohibiera el
desarrollo del Tabofren por segunda vez, después de la fusión con Grayson
Pharmaceuticals, Benjamín perdió el fuelle. Le preocupaba demasiado que lo
descubrieran, le preocupaba que Peter descubriera que tú estabas viva y que
tenías un hijo. Quería que lo abandonáramos todo cuando estábamos tan cerca de
conseguir nuestro objetivo. No podía permitir que lo tirara todo por la borda.
Entregué mi vida para asegurarme de que ese medicamento veía la luz.
—¡Dios mío! —Lali sintió el amargor de la bilis
en la garganta.
—Adelante, vomita. A mí me da igual. No te
queda mucho tiempo en este mundo. —Los labios de Melodi esbozaron una sonrisa
satisfecha.
—Hiciste que... hiciste que cambiaran la lista
de pasajeros del avión para que pareciese que Benjamín murió en el accidente,
como pasó conmigo, ¿verdad?
—Un paralelismo. Artístico, ¿verdad? Y todo
habría salido bien de no ser por ti. Tenías que empezar a escarbar sobre
ciertas cosas que estaban mejor muertas y enterradas. Y de no ser por Benjamín,
ese imbécil. Cometió la estupidez de dejar la foto en la casa. Debería haberlo
matado hace años.
Lali tragó saliva. Nadie la salvaría. Agustín
no se movía. No sabía si estaba vivo o muerto.
—Mataste a todos los pacientes que participaron
en el ensayo clínico.
Melodi no replicó.
—Y a Janet Kelly. Aquella mañana cogiste el
coche de Peter. ¿Te había amenazado con delatarte?
—¿De verdad crees que voy a contestar a tus preguntas?
Lali captó un movimiento detrás de Melodi.
—¿También mataste a tu padre?
—Eso fue un accidente. —El rostro de Melodi
reflejó el dolor que sentía—. Tuvimos una discusión. Pero su sacrificio no es
nada comparado con el número de personas que han muerto porque los fármacos que
deberían usarse para salvar vidas se les niegan a aquellas personas que los
necesitan. ¿Qué sentido tiene desarrollarlos si luego no van a usarse?
Agustín se levantó, detrás de Melodi. Le
brotaba sangre de la frente. Parpadeó varias veces y se tambaleó.
Lali sintió una oleada de pánico. Necesitaba
que Melodi siguiera hablando con ella.
—La FDA se encarga de establecer las normas que
garanticen la seguridad de los pacientes...
La ira relampagueó en los ojos de Melodi.
—No me des lecciones sobre la seguridad. Si los
pacientes hubieran podido acceder a ese medicamento, mi madre estaría viva. Mi
hermana estaría aquí también. Si mueren unas cuantas personas por el bien
general, así son las cosas.
Agustín golpeó a Melodi desde atrás,
estampándola contra la encimera. La pistola resbaló por el suelo. Agustín gimió
y tras sentarse en una silla, cayó al suelo. Lali se puso en pie como pudo, con
la intención de coger un candelabro de la mesa de la cocina. Al ver que Melodi
trataba de levantarse, la golpeó.
Le dio en la cara y después se apartó para que
no la agarrara. Sin embargo, resbaló en un charco de sangre. Melodi logró
levantarse y se lanzó a por ella. Forcejearon, rodando por el suelo de la
cocina hasta que Melodi la inmovilizó.
A Lali le dolían los brazos y le palpitaba todo
el cuerpo, pero no pensaba morir así. Melodi alargó el brazo para recuperar la
pistola y ella forcejeó con brazos y piernas, hasta que logró aferrarle la mano
que empuñaba el arma.
«No, no y no», pensó. Así no. Tenía muchos
motivos para seguir viviendo. Continuó luchando con la energía que le quedaba. Tomás.
Luz. No podía perderlos.
La pistola se disparó y Melodi abrió los ojos
de par en par. Se quedó paralizada mientras miraba a Lali como si estuviera en
estado de shock.
El cañón de la pistola apuntaba directamente a
su pecho. Cayó hacia un lado, liberando a Lali. El arma golpeó el suelo con
fuerza.
Lali se puso de rodillas a duras penas para
comprobar si Melodi tenía pulso. No lo encontró.
—Vamos, vamos... —murmuró al tiempo que
comenzaba a hacerle un masaje cardíaco. La sangre manaba de la herida y se
extendía bajo su cuerpo.
Lali retrocedió y cayó al suelo de
culo. Miró a su alrededor, presa de los temblores. Y en ese momento vio que Agustín
yacía inmóvil en el otro extremo de la cocina.
Continuará... +15 :(
++++++++++++++
ResponderEliminarO.O ++++++
ResponderEliminarFueeew medolyyy no me lo esperaba de verdadd
ResponderEliminarMaaaassss
ResponderEliminardaleee otrooo
ResponderEliminarMaaassss otrooo capii
ResponderEliminar++++++
ResponderEliminarQue Agustín este bien!!!
ResponderEliminarQue llegue peter a tiempooo
ResponderEliminarSubi otroooooo plissssss
ResponderEliminarMassssss
ResponderEliminaraaaaaaaaAh!!!!
ResponderEliminarOmg!! ++++++
ResponderEliminar++++++++++++
ResponderEliminarmás más más más
ResponderEliminarOMG
ResponderEliminarhay noo
ResponderEliminarq hija d puuu
masss!!!
Massssss massss massss
ResponderEliminarSi ,Melodi tenía toda la info.
ResponderEliminarPobre Agus ,hizo su mayor esfuerzo
K familia d locos los Mackellen
ResponderEliminarB,con conciencia?.
ResponderEliminarMenudo cobarde
Ya vesssss!!!
EliminarDios!! Sube antes de que me vaya a dornir !!! Porfiii
ResponderEliminarNecesito otro Capi antes de irme a dormir!!
ResponderEliminarmas mas mas mas mas mas
ResponderEliminarsu otro ojala que ya llegue la policia