Capítulo 12

—Lali: No ha vuelto, Cande —dijo, y se apoyó en el respaldo de la butaca de la oficina, que una vez había pertenecido a su padre, y que había pasado a ser completamente suya.

—Cande: ¿Es que te esperabas que fuera corriendo al garaje?

—Lali: Bueno, sí —respondió mientras jugueteaba con el cordón del teléfono—. Si hubieras visto cómo babeaba, tú también lo habrías creído.

—Cande: Vaya, vaya... ¿Y tú qué estabas haciendo mientras él babeaba? ¿Estabas babeando también?

—Lali: Un poco, quizá.

Bueno, en realidad mucho. Pero no podía admitirlo ante Cande, porque su amiga ya le había advertido que meterse en aquel lío era una mala idea. Y quizá tuviera razón.

Durante dos días, Lali no había podido dejar de pensar en Peter. Y aquello era raro. Él llevaba dos años formando parte de su vida, pero hasta aquella semana, Lali nunca se lo había imaginado desnudo, en la cama con ella. Y, ¡oh...! lo que se había imaginado era muy bueno.

—Cande: Lo sabía —dijo, disgustada—. Sabía que ibas a embrollarte otra vez. De verdad, Lali...

—Lali: Esto es distinto —protestó, aunque no estaba segura de si quería darle confianza a su amiga o a sí misma. Recordó, durante un instante, lo que había ocurrido tres años antes, cuando se había roto su compromiso—. No quiero que sea una historia para siempre. Sólo quiero un poco de diversión.

—Cande: Claro.

Lali miró el auricular con cara de pocos amigos.

—Lali: No demuestres tanto convencimiento, por favor.

—Cande: Mira, Lali, tú no eres una mujer de las que tienen aventuras de una noche.

Lali se puso rígida.

—Lali: Pero podría serlo.

—Cande: Sí, y yo podría dominar el mundo.

—Lali: Qué graciosa.

—Cande: No pretendo ser graciosa —respondió—. Estoy intentado que recapacites antes de que te enamores de ese chico y te rompa el corazón de nuevo.

—Lali: Vaya, primero Camilo me advierte del peligro de que una seducción se convierta en amor, y ahora tú —dijo, con un suspiro—. Mi corazón está perfectamente a salvo. Son mis hormonas las que están revolucionadas.

Bueno, aquello hizo que Cande explotara. Comenzó a soltar una retahíla de advertencias sin pararse a tomar aire.

Mientras escuchaba las preocupaciones de su amiga por el auricular, Lali miró a su alrededor por el pequeño imperio Espósito.

La oficina estaba llena de macetas de plantas y por los grandes ventanales, veía los macizos de flores que estaban alineados frente al taller. Las zinnias y las petunias añadían color y fragancia al taller, y les daban la bienvenida a los clientes con una belleza inesperada.

Su padre había comenzado con aquel negocio más de treinta años atrás, y nunca se había preocupado demasiado de que el lugar estuviera bonito. Se había forjado una reputación basada en la honestidad y en los precios justos, y cuando había muerto, hacía cinco años, había dejado aquel negocio en las capaces manos de su hija.

Ella sabía todo lo que había que saber sobre los motores, porque hubiera sido difícil crecer siendo la hija de un mecánico y no aprenderlo. Sin embargo, mientras ayudaba a que creciera el negocio, Lali había empezado a pasar más y más tiempo ocupándose de la parte administrativa, en vez de la parte mecánica. Pese a todo, no había nada que le gustara más que restaurar coches antiguos y clásicos.

Los dos mecánicos que trabajaban para ella eran buenos en lo que hacían, y no tenían ningún problema en aceptar órdenes de una mujer. Sobre todo, de una que podía poner a punto un coche en menos de treinta minutos.

—Cande: ¿Hola? Tierra llamando a Lali.

—Lali: ¿Eh? ¿Qué? —sacudió la cabeza, suspiró y dijo—: Lo siento. Estaba pensando en otra cosa.

—Cande: ¿Yo te estoy dando todos estos consejos tan buenos y tú no estás escuchando?

—Lali: Yo no he dicho eso. Te he oído. Sólo que me parece que estás exagerando un poco.

—Cande: De eso nada. Tú no tienes la suficiente experiencia con los hombres como para protegerte de ellos.

—Lali: Vaya, mamá, gracias.

—Cande: Tú eres la que me has llamado para hablar de esto, ¿no te acuerdas?

—Lali: Sí, me acuerdo.

Lali se quedó callada y se metió un largo mechón de pelo castaño detrás de la oreja. Había sucumbido a un momento de debilidad y había llamado a su mejor amiga porque estaba un poco nerviosa. Lali no había planeado que las cosas salieran así. Se suponía que ella tenía que volver a Peter loco de deseo, y no Peter a ella.

—Cande: Pues entonces, habla conmigo.

—Lali: Ya te he contado lo que pasó el otro día en el bar.

—Cande: Sí —dijo con un suspiro—. Ojalá hubiera podido verte balanceándote sobre esos tacones mientras jugabas al billar.

—Lali: Eh, soy mucho mejor que antes —respondió, y sonrió al recordar cuántas veces se había caído cuando Cande la estaba enseñando a caminar con tacones. Aquello había sido sólo cuatro años antes, cuando ella había decidido fabricarse una nueva imagen con la esperanza de enamorarse. Antes de darse cuenta de que el amor sólo tenía importancia si el tipo en cuestión se enamoraba de la Lali real.

—Cande: Dios, eso espero —dijo entre risas, y después continuó—: Así que Peter estaba babeando, ¿no?

—Lali: Como un hombre hambriento ante un filete.

—Cande: Eso está bien.

—Lali: Sí, pero no lo he vuelto a ver desde entonces.

Lali había estado bastante segura de que Peter pasaría por el garaje al día siguiente de su partida de billar. Por cómo le había mirado los pechos y las piernas, habría estado dispuesta a apostar que ya lo había atrapado entre sus redes.

Pero habría perdido.

—Cande: ¿Piensas que quizá te esté evitando a propósito?

—Lali: Puede ser.

—Cande: Entonces, debes de haberlo preocupado.

Lali sonrió, bajó los pies del escritorio y se sentó.

—Lali: Eh... eso no lo había pensado.

—Cande: Si él no se fía de sí mismo mientras está contigo, entonces estás bastante cerca de conseguir que pierda esa apuesta.

—Lali: Buena observación —respondió.

Había estado tan molesta por el hecho de que Peter mantuviera las distancias, que no se había preguntado por qué él la esquivaba de repente. Quizá ya no pensara en ella como una amiga, y aquello le hubiera preocupado. Quizá su falda corta y su camiseta ajustada hubieran conseguido su objetivo, después de todo.

Pero entonces, ¿por qué Peter no se acercaba a echar otro vistazo?

Continuará...

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