CAPÍTULO 88

Hubo un largo silencio.

Cuando las lágrimas comenzaron a deslizarse por la cara de Lali, ésta supo que tenía que escapar. Pasó junto a Nico, pero se detuvo cuando oyó el fiero comentario de éste.

—Nico: Qué idiota.

Se giró con rapidez y vio que Peter seguía de pie frente a Euge, en silencio, con la cabeza alta, pero sus rodillas comenzaban a doblarse. Poco a poco, su marido se dejó caer en el serrín, pero Lali supo que jamás había parecido más arrogante, ni más inquebrantable.

—Euge: Suplícamelo —susurró.

—Lali: ¡No! —la palabra surgió de lo más profundo de su pecho. ¡No dejaría que Euge le hiciera eso, ni siquiera por Sinjun! ¿De qué serviría salvar a un magnífico tigre si con ello destruía a otro? Atravesó la puerta a toda velocidad y entró en la pista, haciendo volar el serrín mientras corría hacia Peter. Cuando llegó hasta su marido lo cogió del brazo y tiró de él para que se pusiera en pie. —¡Levántate, Peter! ¡No lo hagas! No se lo permitas.

Él no apartaba la mirada de Euge Quest. Sus ojos parecían llamas ardientes.

—Peter: Tú me lo dijiste una vez, Lali. Nadie puede humillarme. Sólo yo puedo rebajarme.

Peter levantó la cabeza, con la boca fruncida en un gesto de desprecio. Aunque estaba de rodillas, jamás había parecido tan regio. Era el zar en persona. El rey de la pista central.

—Peter: Te lo ruego, Eugenia —dijo con firmeza. —No permitas que le ocurra nada a ese tigre.

Lali se aferró al brazo de Peter y se dejó caer de rodillas a su lado.

Nico soltó una exclamación.

Y Euge Quest curvó los labios en una media sonrisa. La expresión que tenía en la cara era una irritante combinación de admiración y satisfacción.

—Euge: Al final será verdad que la amas después de todo.

Miró a Lali, arrodillada al lado de Peter.

—Euge: Por si aún no te has dado cuenta, Peter te ama. Tu tigre estará de vuelta mañana por la mañana. Ya me lo agradecerás en otro momento. Ahora, ¿tengo que seguir haciendo yo el trabajo sucio o piensas que puedes encargarte tú sola de esto sin volver a joderlo todo?

Lali clavó la mirada en ella, tragó saliva, y asintió con la cabeza.

—Euge: Bien, porque ya estoy harta de que todos estén preocupados por ti.

Nico comenzó a maldecir por lo bajo.

Peter entrecerró los ojos.

Y Eugenia Quest, la orgullosa reina de la pista central, pasó majestuosamente junto a ellos con la cabeza en alto y su brillante pelo rubio ondeando como un estandarte del circo.

Nico la alcanzó antes de que llegara a la puerta trasera, pero antes de que él pudiera decir algo, ella se volvió y le clavó el dedo índice en el pecho con tanta fuerza como pudo.

—Euge: ¡Y que nunca vuelva a oírte decir que no soy buena persona!

Lentamente, una picara sonrisa reemplazó la mirada atontada en la cara de Nico. Sin decir palabra, se inclinó y se la cargó al hombro.

Continuará...

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